Bocas del Toro, Panamá: Sucumbimos al chorizo

Esta es la historia de dos supuestos hombres que sucumbirían ante el chorizo.
Aquí les va, para ustedes.
Comenzamos a buscar hostel, separándonos y volviéndonos a encontrar con las chilenas, que tampoco parecían tener suerte. Las putas suecas de los cojones se habían tomado un taxi hacia algún lugar apenas llegaron a Bocas. Recorrimos todo el pueblo, pero o estaban llenos, o eran demasiado caros. Finalmente, entramos un bar llamado Mondo Taitú, que tiene un hospedaje. También estaba lleno, pero nos indicaron que había un hospedaje al fondo del restaurante La Casbah – a pocos metros de Mondo Taitú -. Hacia allí caminamos, preguntamos en la puerta de Casbah, y nos indicaron una puertita al costado. No había ningún cartel que indique la existencia de un hospedaje. Caminamos, adentrándonos por un pasillo por el que corrían libres gallinas, charcos de agua sobre el cemento del camino, maderas podridas, heladeras descompuestas, ropa colgada que había que ir esquivando. A nuestra derecha, una puerta celeste entrecerrada exhibía un cartelito rosa del ministerio de salud de Panamá, que decía algo así como: “ATENCION: Este lugar tiene riesgo de dengue y malaria. Funcionario que inspeccionó: XXXX XXXX”, y demás cosas. Nos dió miedo. Yo creí que el cartelito refería al baño que había detrás de aquella puerta, y no a todo el hospedaje, por lo tanto lo único que había que hacer era no entrar en aquel baño. Jony había entendido que se refería a todo el hospedaje (y tenía razón). Ya era tarde. Nos atendió un hombre de bigotes muy amable. Desde un pasillo de madera que seguía en la misma dirección que el de cemento por el que habíamos venido caminando sale una rubia espectacular. Lo miro a Jony, quien estaba mirando al hombre de bigotes. Ok, no importa. El hombre de bigotes nos lleva a conocer el lugar. Comenzamos a caminar por el pasillo de madera, y a nuestra izquierda vemos una cocinita. Ya nos empezó a gustar más: aparte de dengue y malaria, podíamos cocinar. De todas formas, con las enfermedades que venimos acumulando a esta altura de la vida, probablemente se anulen con malaria o dengue. Seguimos caminando por el pasillo de madera, y vemos los cuartos a los costados, que no estaban nada mal. Nos empezó a impresionar la cantidad de mujeres lindas que había en el hostel. Enseguida nos daríamos cuenta que eran argentinas todas. 7 argentinas, en nuestro hostel. Seguimos caminando por el pasillo de madera, que no era tan largo como parece, y desembocamos en una especie de muelle de unos 7 metros x 4 metros, con dos mesas, sillas, hamacas paraguayas, sostenido sobre el mar caribeño. Una cosa de locos. Era de noche, pero se veían los pececitos nadar con apenas asomarnos al muelle. Impresionante. Nos quedamos, claro.
Fuimos al super a comprar carne picada. Jony se puso a hacer las hamburguesas. Conocimos a Maya, una de las argentinas de 19 años. Los grupos de argentinas eran dos: las argentinitas y las argentinas, para entendernos. Maya era divina, buena onda. Mientras cocinábamos conversamos de nuestros intereses, y cuando le dije que estudiaba en la FUC, me dijo que una de sus amigas, Lucía (o Lucila, no estoy seguro) estudiaba también en la FUC. Cuando la conocí me sonaba familiar. Salí al muelle, y le pregunté. Típica conversación de qué profesores tuvo, etc. Pasó a 2do año. Las otras argentinitas eran Melina – me hacía acordar muchisimo a Nati T. – y Agustina. Las argentinitas eran de San Isidro. Comimos las hamburguesas, y nos sobraron dos. Maya estaba comiendo un sandwich de galletitas ritz, con mayonesa y pan. Decían que estaban viajando con poca plata las pendejas sanisidrenses. Les dimos nuestras hamburguesas y se las comieron en 40 segundos. Buena onda. Se fueron a dormir, y conocimos a las argentinas: Cookie, Guille y Mary. No entendíamos nada: 7 argentinas en nuestro hostel, no nos había pasado nunca en el viaje, imposible. Charlamos un poco con Cookie y Mary. Jony se fue a dormir, pero yo por alguna razón estaba con demasiadas pilas. Salí a caminar a ver si encontraba un bar, cualquier cosa abierta con algo de gente para tomarme una cerveza. Habré caminado 20 cuadras, y al no encontrar nada, volví a dormir.
Al otro día nos despertamos, compramos algo para desayunar en el super, y salimos en una excursión los 9. Costaba 12 dólares por cabeza, e incluía: ver a los delfines, parada en un muelle con un restaurante muy caro para bucear, y la playa Bastimentos por un par de horas. Los delfines un espectáculo. Nos moríamos de ganas de meternos al agua para nadar con ellos. No vimos piruetas muy locas, salvo algún saltito para atrás (a no mucha altura), y alguna que otra cosa divertida. Nada como un trompo de 400 grados con el mitsu. Después llegamos al muelle, donde compramos un par de cervezas, y nos tiramos con las chicas. Era muy graciosa la mirada de la gente cuando llegamos con las 7 chicas. Decíamos que eramos Pancho y Marcelo. Bajamos a bucear (snorkel), y fue una experiencia increíble: peces por doquier, a 5 cm nuestro, corales espectaculares. Excelente. Salimos para Bastimentos (Red Frog), donde comimos algo – también era caro, pero no dábamos más -, caminamos un poco, etc. Nos sentamos a charlar con las argentinas y Kim, una australiana muy linda, quien confesó que había laburado por un mes de streaper en australia y había juntado 12 mil dólares para su viaje. Se vestía de enfermera. Bueno, a partir de ese momento dejamos de hablarle porque odiamos a las streapers y a todo lo que no sea puro y santo. Kim le decía a las argentas que a la noche debían hacer un show de streapers las 4, y con Jony las mirábamos con la boca abierta.
Salimos de Bastimentos hacia el hostel, y llevamos la ropa a lavar – primera vez en el viaje -. Había un laverrap muy barato (qué palabra laverrap), por 3 dólares lavaban toda la mochila. Las cosas iban a estar listas a las 20 horas. Fuimos a comprar unas cervezas, un vino y una coca para hacer calimocho. Volvimos al hostel, hicimos algo de cenar en la cocinita, charlamos, etc. Jony había ido a buscar su ropa antes, y le habían encogido absolutamente todo. Hay prendas que ya no puede usar. Buenisimo. Las argentinitas se cagaban de risa. Jony salía a desfilar con sus nuevos modelitos y las minitas se cagaban de risa. Mi ropa todavía no estaba lista – faltaba el secado -. A las 21 la fui a buscar, y no había encogido tanto. Creo que ya está curtida por el laverrap de San Telmo (soy del sur vieja). Empezamos con el calimocho, tranca. Al rato fuimos a Mondo Taitú a tomar algo con las argentinitas. No cazaban muy bien la onda mochila. Se sentaron a charlar, mientras un neozelandés las atosigaba. El barman Simon le invitó a Melina un trago. Maya le pidió algo pensando que se lo iba a invitar pero se lo cobró. Era un capo. De ahí salimos para Iguana, otro bar, que estaba bastante vacío. Ahí nos encontramos con las argentinas. Cookie estaba enloquecida por un flaco que decía que era igual al cantante de Cold Play – para mi era igual a Sting -. Estaba charlando con el flaco, de brazos cruzados, a 8 metros de distancia. Cookie había estado 7 años de novia, y el flaco le cortó hace 20 días, justo antes de que inicie este viaje. Me paré atrás del flaco a hacerle caras a Cookie como las que hacía Dani Zelmann en los boliches, siempre a espaldas de las minas, muy graciosas. Al rato empecé a hacerle señas: que descruce los brazos, que se acerque un poco más, etc. Después venía y nos pedía consejos. Divina la Cookie.
De acá nos fuimos para Barco Hundido con Guille, un boliche en el que había bastante gente y buena onda, pero que cerró a las 12:30 (increíble). Después de eso no hay lo que hacer en toda la isla. En Barco Hundido estuvimos un rato boludeando con un venezolano que odiaba a Chavez. Jony se volvió al hostel a buscar algo, y yo me quedé ahí dando vueltas. Agus, una de las argentinitas, estaba todavía ahí. Se había pasado todo el día hablando de un flaco, creo que de Wales, llamado Stig. Cuando digo todo el día, digo todo el día. Así que la volví loca, y le pregunté quién era. Me dijo que no estaba ahí. Di un par de vueltas, le dije que me avise cuando volvía al hostel porque no sabía volver (Barco Hundido es a 2 cuadras del hostel, pero ya me conocen). Al rato se termina la joda, la busco pero ya no estaba. Salgo a la calle, y me quedo un rato vagando por ahí, por la puerta del boliche. De toque viene Agus y me dice: “Ahí estabas, vamos…”. Me contó que habían metido presos a Stig y su amigo por disturbios en el boliche. Era mentira que el flaco no estaba, pero no me quería decir quién era. Resulta que Barco Hundido da al mar, y habían estado tirándose los unos a los otros. Al rato llegó al hostel y se lo contó a todas sus amiguitas como la gran experiencia de la noche.
Ah!, me olvidaba. Cuando llegamos al hostel… adivinen quienes estaban ahí… las putas suecas de los cojones. Era imposible separarnos de ellas. Una cosa de locos. Lo único que falta es que entren ahora en este lugar en Panamá City. Recién le dije a Jony que habían entrado y empezó a putear como loco. Era mentira, claro.
Nos fuimos a dormir. Al otro día no hicimos absolutamente nada. Nos quedamos por ahí boludeando, charlando con Ken, un australiano descendiente de indúes, muy copado. Ken era dentista, y se había alistado en el ejército australiano para ejercer ahí. También conocimos a Júpiter, un canadiense que se había comido a Cookie en la primer noche y pensaba que era el novio – la había invitado a cenar, etc -. Cookie estaba a las puteadas, pero el chabón era un fenómeno, muy buena gente, y copado. Decidimos ir a Bastimentos nuevamente con Ken y Júpiter y un par de personas más, pero cuando llegó el botecito – que estacionaba en el muelle del hostel – se largó la lluvia, que duró toda la tarde hasta el anochecer. Al rato llegaron las argentinitas empapadas y embarradas: habían ido al pueblo de Bastimentos, que implica una caminata por el barro para llegar a la playa. Luego llegaron las argentinas, que no recuerdo dónde habían estado. Hicimos calimocho nuevamente, y salimos hacia el Happy Hour de Mondo Taitú (de 19 a 20 horas). Nos tomamos unas cuantas cervezas hasta las 20, y luego comenzamos con los tragos (happy hour de 20 a 21 hs). Que un naturalito por acá, que un mojito por allá. Pegamos muy buena onda con Simon, el barman que todas las noches está borracho. Como era temprano y había poca gente nos hizo unos tragos increíbles, con mucha dedicación. Conocimos a Estefanía, una cordobesa que viajaba con 4 amigas. Pidió 10 cervezas, dos para cada una. Iban haciendo rondas, una noche cada una pagaba 10 cervezas para todas. Nos sentamos a charlar con ellas, y con los dos suecos que compartían la mesa con ellas, y el borracho Will. Voy a pedir una cerveza más a la barra, y el barman me dice en un inglés inentendible: “Have you tried the Hooka?”, Primero que ni puta idea qué era una Hooka, y segundo que su acento era posta muy difícil de seguir. Anécdota aparte: cuando preguntamos por algún hostel en Mondo Taitú, Simon le dijo a Jony: “You should ask Dave”, pero su acento parecía decir Daiv (Dive), por lo tanto Jony se empezó a calentar cuando creyó que el flaco le estaba ofreciendo buceo mientras no teníamos donde dormir. Ok, resulta que el Hooka es Narguila. Narguila es como una pipa gigante con agua abajo, que cuando vas fumando (lo que se fuma generalmente es tabaco con sabor a fruta – muy rico), el agua se convierte en vapor, y se mezcla con el humo del tabaco. Está copado. Me senté en la mesa de al lado de las cordobesas a charlar con un austríaco, un panameño, un gringo y una gringa, y a fumar Hooka. Cuando ya había pasado como 10 rondas de narguila, le pregunté a Gregorio, el panameño, si había que pagar por fumar eso. “Sí, 5 dólares”, me dijo. Uh, bueh… me hice el dolobu. Encima despues le empecé a convidar a las cordobesas que querían ver qué onda. Todo bien con el austríaco que había pagado igual. Despues fui a Simon y le dije que había probado el Hooka. Me preguntó si lo había pagado, y le dije que no, que “someone else did”. Me dijo: “I don’t know if I believe you, but I don’t fucking care” y se rió. Qué borracho estaba. Ok, con toda la borrachera y todas las pilas, salimos todos juntos a Iguana, el otro bar. Ah, todavía no habíamos cenado. En Iguana estuvimos poco tiempo, y salimos para Barco Hundido. Con las cordobesas muy buena onda, pero al acercarnos a Barco Hundido, vimos un puestito como los de Sarmiento a la salida de Coyote de los puentes, o Puente Mitre, o lo que sea, que vendía brochetes de carne de rata con verduras de por medio, y unas brochetes de chorizo espectaculares. Miramos a las cordobesas que entraban al boliche, miramos a los chorizos, miramos a las cordobesas, miramos a los chorizos. Y bueeehhhh… Abandonamos a las mujeres y sucumbimos al chorizo!. El vendedor se cagaba de risa. “Usted alguna vez sucumbió ante el poder del chorizo?”, le preguntabamos, los dos ya muy borrachos. Aaaaahhhh, qué placer mezclar brochete con chorizo…. Al rato nos dimos cuenta que lo que estabamos haciendo era muy de gay, y empezamos a gritar: “Jamás sucumbiremos al chorizo!”, “Jamás sucumbiremos al chorizo!”, pero ya era demasiado tarde. Estábamos en eso, cuando se nos acerca un huevón chileno. “Sin rencores”, le digo. El tipo se ofendió un toque, y me preguntó si en serio había rencores. Lo niego, pero en el fondo los dos sabíamos que nos odiábamos. Puto pinochetista de mierda fascista. “Devuélvannos las malvinas”, le dije. “Pero si nosotros no las tenemos”, me dijo. “No me importa, devuélvannoslas”, le dije. Terminamos entrando al boliche, con la panza llena.
Buena onda con todo el mundo. Guille estaba medio amarga, el venezolano divagaba por ahí, las chilenas bailaban muy entretenidas, etc. Fue una linda noche. Salimos de Barco Hundido a las 12:30, cuando cerró, y caminamos todos juntos con las cordobesas hasta la puerta de su hotel. Eramos un grupo grande, con amigos de ellas, amigos nuestros, etc. Nos detuvimos en la puerta de su hotel. El sueco decía boludeces, la sueca colorada yeta molestaba, un panameño soberbio pelotudo y mercoso rompía las pelotas, etc. El panameño soberbio pelotudo nos usó como sus perras, en resumidas cuentas el trato era: si le armabamos unos porros, podíamos fumar. Armamos, fumamos, etc. Estábamos con el estómago lleno, relajados. Tranquilos. Al rato veo a Jony que se levanta y empieza a caminar hacia el hostel, sin saludar a nadie. Muy cinematográfico. Las cordobesas se iban al otro día. Me llamó la atención, y decidí hacer lo mismo. Fue curioso, como sentir que en estas noches de mochilero la gente que uno conoce es tan pasajera como para dejarla atrás de esa forma. No es así con todos los mochileros, pero sí con los que uno conoce en medio de una borrachera. Un sentimiento similar al de aquella noche en Budapest, cuando sentí realmente que no iba a volver a ver a toda esa gente, que sólo eran almas, todas iguales, que divagaban de cuerpo en cuerpo en cada destino al que yo iba, cuerpos que ya no volvería a ver; fue un sentimiento liberador, que me permitía decir o hacer lo que realmente quería. Por otra parte, no quería empezar a saludar y que el mercoso empiece a decir de seguir la fiesta en otro lado. Era insoportable. Decía que él había asfaltado todas las carreteras de Bocas, que tenía una casa impresionante no se dónde, que era el rey de Bocas del Toro y todos lo respetaban. Delirios de grandeza y era un salame como pocos. Me dormí.
Necesito empezar un nuevo mail para cambiar el título.
Se viene Dominical Dance!, con todo eh!
Saludos.

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