Llegamos al Rocking J’s, nuestro hostel para las siguientes 3 noches.
No aguantabamos mas a las suecas, que resultaron ser dos pelotudas. Nuestro objetivo de desprendernos de ellas parecia haberse logrado. Emprendimos una nueva mision: la de almorzar una buena pizza. Encontramos un lugar ideal, horno a leña, etc. Muy bueno. Volvimos al hostel, y creo que pasé casi todo el día durmiendo. Por la noche cocinamos algo, y si mal no recuerdo seguí durmiendo. Al otro día atacó la lluvia, que no parecía ceder de ningún modo. Desayunamos unas galletas del super, con un juguito Ades (muy familiar), y unas bananas (familiares para Jony). No había mucho para hacer; la lluvia era fuertisima, y golpeaba el techo de chapa que cubría las carpas con soberbio ímpetu triunfalista. Creo que también dormí todo el día. Decidimos adelantar la partida de Puerto Viejo en un día porque la lluvia no daba para más. De todas formas nuestro destino era muy cercano a Puerto Viejo, por lo tanto dificilmente la lluvia pasaría a ser recuerdo, pero algo había que hacer, y no teníamos demasiadas opciones. Entonces, dormí casi todo el día – entre la hamaca paraguaya y mi carpa -. Lindas siestas. Me desperté por la noche, y un grupo de unas 10 personas estaban sentadas tomando ron con coca, whisky, cerveza, etc. Entre ellos, los 4 suecos (las dos insoportables y los dos flacos), Will, el borracho del hostel, un experto en vinos que se dedicaba a eso en California y se iba a ir a trabajar a Mendoza para explicarle en inglés a turistas cómo se hacía vino, y demás personajes. Yo no tenía ganas de tomar nada; estaba en uno de esos momentos de meditación, con tendencias más bien documentalistas que de generar ficción, por lo tanto me dediqué a observar fundamentalmente las acciones de los demás. Salimos hacia un boliche de reggae, que estaba vacío, y terminamos en otro de reggaetón. Muchos locales daban bastante miedo. Uno de los suecos – Johan – se refería a mi como The Lazy, porque había estado dos días seguidos durmiendo. Bailamos un rato, y suspendí por unos momentos mis deseos documentalistas observacionales. ¿Qué pasa cuando se pretende hacer arte – que debe ser homogéneo para ser verosimil – si la persona cambia constantemente su estado anímico?, siempre me pregunté eso. Bailamos, nos perdimos del resto y quedamos sólo Jony y una de las suecas (Kina), una colorada yeta que era un 5 mochila, subió unos puntos por ser masajista en un spa y bailar muy bien, pero había bajado bastante por ser tan idiota. Los buscamos bastante, por otros boliches, hasta que los encontramos en el mismo donde emprendimos la búsqueda. A Jony y a mi nos daba igual encontrarlos porque no nos caían muy bien, pero nos queríamos sacar de encima a la sueca. En un momento me alejé de la multitud y caminé hacia la playa para mear, pasé junto a dos policías escondidos bajo un árbol, me alejé un tanto más, y lo veo a Jony sentado en un tronco sólo. No entendía nada, qué carajo hacía ahí. “Qué hacés acá vieja??”, le pregunto. No me contesta nada. Lo miro fijamente y me doy cuenta que no era Jony. Me bajo los pantalones, y meo. Cuando vuelvo, me llama la policía. Camino hacia ellos. “Que hacía ahí?”, me dice con severidad. “Nada”, le digo. “¿Nada?, ¿que hacía ahí que lo comprometa?”. Por la forma en que me decía las cosas, creo que estaba buscando drogas o algo así. Le digo: “Que me comprometa, nada”. Me mira fijo. “¿Qué lleva en las bolsas?”. Pensé que bolsas significaba bolas en costaricense, así que casi me bajo los pantalones, lo cual hubiera sido divertido en un futuro lejano, pero peligroso en ese momento. “¿Bolsas?”, le digo. Me golpea a los costados de la malla (yo todavía estaba en malla), pero mi malla no tiene bolsillos a los costados. En ese momento empecé a correr, y el cana me gritó “Freeze”, quedé congelado en el aire. El tipo empezó a vaciarme el bolsillo y encontró dos billetes de 10 córdobas, una planta de marihuana, un cocacolero con un pulover rojo con una raya blanca y otra azul, y un soldado de las FARC. Estoy jodido, pensé. Pero me dejaron ir, porque sino la historia se queda así; se escribe en hojas desordenadas.
Bueno, Jony se fue a dormir, caminando con Mikaela, la otra sueca, a quien cagó a puteadas por histérica y pendeja – soy testigo -. Yo me quedé un rató más en modalidad documentalista observacional, y cuando la lluvia estaba a pleno, me fui. Me sequé agua y barro con mi toalla que ya no podía más, y me metí al sobre.
Al otro día decidimos salir definitivamente del viejo Puerto Viejo, pero antes hicimos una caminata por la playa, empapándonos, porque necesitabamos conocer un poco el lugar, aunque sea con lluvia. En la mitad de la caminata encontramos un río que desembocaba en el mar, y nos impedía el paso, pero somos argentos vieja. Empezamos a cruzar y la marea nos empezó a alejar de la orilla, pero como somos argentos, caminamos sobre las aguas como jesús, despues convertimos el mar en vino y ahora todos los peces están borrachos. Seguimos caminando bastante, y emprendimos la vuelta para llegar al micro que salía a Bocas del Toro a las 11:30 horas. Yo andaba con mi impermeable, pero Jony estaba haciendo el recorrido en cueros, y tenía bastante frío. Hicimos dedo hasta que una camionetita que iba a los pedos nos llevó hasta el Rocking J’s, donde hicimos los bolsos y fuimos a la parada de autobuses. La gorda estupida del hostel nos había dicho – con la peor cara de orto – que los bondis salían todas las horas cada media hora, pero no existía micro de las 11:30, así que tuvimos que hacer tiempo hasta las 12:30. Esperaban en la parada 3 chicas muy bonitas que la noche anterior habían estado en el boliche de reggaetón, y los 4 suecos de los cojones. La puta madre, era imposible despegarse de esas minas suecas. El viaje duró una hora, hasta Sixaola, frontera con Panamá. Debió detenerse un kilómetro antes porque la ruta estaba inundada. Imposible atravesarla caminando porque la corriente te llevaba. Increible. En el camino todas las casas inundadas. Al costado del camino, ofrecían cruzar la ruta en bote. Escuché el acento de las tres chicas lindas, y les pregunté si eran andaluzas. “Chilenas”, me contesta de mala gana. Todo estaba claro, había mala onda antes de empezar, como perro y gato. En ese momento la flashee que quizás Chile fue poblado por Andaluces y Argentina por gallegos, y por eso nuestros acentos… El bote estaba plagado de arañas, que se nos subían por las manos por todo el cuerpo. Jony iba de cuclillas, y mi más grande temor era que se desequilibre y tire el botecito a la mierda. Llegamos al otro lado, y un hombre nos ofreció transporte hasta el ferry que nos cruzaría a Bocas del Toro por 5 dólares. Le preguntamos a una argenta que conocimos ahí, que vivía en Sixaola hace 3 años si estaba bien el precio y nos dijo que sí. En la frontera, conocimos a la única minita que trabaja de sellar pasaportes con buena onda. Nosotros ya estabamos extremando la argentinidad al palo, y la deliramos bastante. Nos escribió “Pura vida!” en el pasaporte, junto al sello de Costa Rica, y nos regaló unas galletitas. Las chilenas – obviamente pinochetistas como todos los chilenos que viajan (sí, ya se, qué absolutista soy) – puteaban por la elección de Bachelet. Caminamos hasta el taxi, y viajamos nosotros 2 con las 3 chilenas. Nuestras mochilas atrás, al aire libre, en el baúl de la pickup. Comenzó el recorrido por unas callecitas curiosas, un tanto asustadoras, esquivando pozos y charcos. El cielo gris inundaba de oscuridad, y un clima sombrío se cernía sobre los 5 sudacas. Poe. En una larga calle de este estilo, nuestro conductor comienza a cruzar luces con otra pick up que venía enfrente. Se detienen ambos, se baja nuestro conductor, y 3 presos de devoto de la otra pick up a conversar. Era el momento de entregarlo todo. La virginidad anal no había venido mal hasta el momento. Nos había dado honor… nos había sido muy útil. Sólo deseabamos que comiencen con las chilenas. Como siempre en estas situaciones de tensión, empezamos con los chistes… “bueenooo… creo que nos quedamos sin un par de cosas ahora.. están negociando los precios de nuestras mochilas”. Las chilenas amagaban a reirse. Pasó un auto junto al nuestro mirando, y yo le lancé una mirada como diciendo: “Por favor, llamen a la policía, mi nombre es Pablo Dana, el de mi primo Jonathan Stern, nos van a violar. La patente de esta pick up es TJS 342, el conductor se llama Raúl, hijo de un Nica y una Tica. Tambien les mandé un chiste con la mirada, diciendoles: ‘Si un abogado enloquece, pierde el juicio?'” pero creo que no entendieron y siguieron de largo. Pronto el conductor volvió a su sitio y resumió la marcha. Kanikama, la chilena que se sentaba adelante (Las chilenas eran 3: una Kata, otra Maka y otra Jose). Los nombres de las 2 primeras no me los acuerdo muy bien, y por eso le deciamos a las 2 kanikama. La chilena que se sentaba adelante, decía, le preguntó al chofer que fue eso. Nos dijo que estaba cerrando un negocio. Ahh, nos quedamos mas tranquilos. “Pensé que iban a vender nuestros cuerpos?”, le dije… no se rió. Bueno, el tipo tuvo la genial idea de llamar al ferry y reservar nuestros lugares. Menos mal, porque cuando llegamos sólo quedaba sitio para nosotros, y los suecos parecían haberse quedado afuera… peeerooo… repentinamente se abrieron dos lugares más, así que terminamos viajando con las 2 putas suecas de los cojones. Yo me senté junto a 3 brasileros que no volvimos a ver, pero que parecían tener buena onda, de Rio Grande.
Eso fue Puerto Viejo, y ya falta poco para el final: Bocas del Toro, Panamá City (donde estamos ahora) y Buenos Aires querida.