[Bicicletas Firenze] – [Levanto] – [Manarola (Cinqueterre)] (41)

Retomemos la escritura.
Por las últimas lineas de mi último mail, se abrán imaginado que me
raptaron los aliens, que me uní a una banda de mafiosos sicilianos, o que
ahora pertenezco al klu klux klan o como se escriba.
No, nada de eso. Pero pasaron cosas interesantes.

Día 24/03/04, por la tarde.
Terminé de redactar el mail número 40, y fui a la sala de tele del
hostel. Estaban viendo una película que no recuerdo cuál era, aunque
estuve tratando por bastante tiempo de acordarme. Al rato terminó, y dos
chicas canadienses que me recordaron a Jen y Annalee (las dos yanquis de
Montana), pero que eran menos graciosas, menos inteligentes y menos
simpáticas, empezaron a buscar otra película para poner. Les mostré que
habían 4 cajones llenos de videos (cosa que descubrí felizmente esa
mañana), y se pusieron a elegir. Yo no participé de la selección porque mi
viejo me había invitado a la distancia a cenar a un muy buen restaurante
de Florencia, y no me pensaba perder esa cena por nada. Igualmente me fijé
qué películas había. Me dieron muchas ganas de ver Midnight Cowboy,
supuestamente un clásico con Jon Voight que nunca vi. Las canadienses
eligieron una parodia a Robin Hood. No me acuerdo cómo se llamaba en
inglés, pero creo que en castellano era Las Locas Aventuras de Robin Hood,
producida y escrita por Mel Brooks. O sea, idioteces que te hacen cagar de
risa. Lo loco es que el día anterior otra persona había elegido la misma
película, de entre 300 películas que habían en esos cajones. Casualidad o
idiotez?

Salí para el restaurant. En el camino me encontré con las chilenitas Pame
y María Jose, con las que había ido a Pisa. Se iban esa noche, y quedamos
encontrarnos en el hostel más tarde para despedirnos. El único dato que
tenía de mi viejo sobre el restaurant era el nombre: “San Lourenso”. Fui
para la calle San Lorenzo, imaginandome que estaría por ahí, y encontré un
tal restaurant de nombre San Lorenzo, en lugar de San Lourenso, pero asumo
que fue un intento de mi viejo de escribir en italiano. Que cena, por
dios… Primero me pedí una entrada, imaginando que iba a ser un platito,
pero juro que despues de esa entrada ya estaba lleno. Un plato lleno de
salame, queso, aceite de oliva, aceitunas, una picada riquisima. Con pan
para acompañar. Una copa de vino, y empezamos. Despues de la picada, me
pedí un bife Fiorentino, o algo así, un buen pedazo de carne con ensalada.
Una cena impresionante. Me costó mucho levantar mi panza de la mesa
despues.

Volví contento al hostel, silbando y cantando. Si mal no recuerdo canté
un par de veces el himno. Me surgió empezar a silbar la primer parte,
antes de que canten. Despues estuve intentando acordarme cómo era pero
sólo me acordaba a partir de Oid Mortales.

En el hostel, las petisas se estaban yendo, ya con las mochilas al
hombro. Nos despedimos amorosamente, y partieron. Ayer leía mi libreta,
donde escribieron sus mails. Lo extraño es que despues de sus mails
alguien escribió el suyo, alguien de nombre Danny… no tengo idea quien
es!. Es la primer persona que tengo en la libreta que no se quien es. Me
hizo acordar que yo escribí en libretas de otras personas mails falsos, es
buenisimo. En la de Aurelié, la francesa, escribí Mitsubishi Galant, como
que era una persona de japón. Quizás en algún momento le escribe un mail
pensando que lo conoce. Si el mitsu lo recibe sería muy bueno.

Cansadísimo, me fui a acostar. La noche anterior me había dormido tarde,
porque nos quedamos charlando por el cumple de la neozelandesa, que creo
que se llamaba Kirsten.

25/03/04. Voy a buscar mi ticket del desayuno a la recepción, y me
preguntan si me voy ese día. Era un hostel muy grande, y me sorprendía
gratamente cada mañana al notar que las dos personas que estaban en la
recepción en ese horario sabían mi nombre. Les dije que sí, que me iba.
Desayuné. En la mesa de enfrente a la mia escucho una acento familiar, una
argentina hablaba en inglés con dos chicas. Lo loco es que aunque el
idioma sea otro, el acento es el mismo. Por primera vez en el viaje, no me
sentí tentado a saludar a un argentino al escucharlo hablar. No le dije
nada.

Cerré el bolso, lo dejé en un lugar reservado para los bolsos de los que
llegan, o de los que se van, e hice el checkout.

Tenía un día agitado por delante: no había visitado absolutamente ningún
museo en todos mis días en Florencia. Caminé hacia la Gallería Dell’
Academia, lugar donde vive mi amigo David, el de Michelangelo, obvio.
Cantaba y silbaba por la calle, estaba contento. Me paré en la cola,
avancé un par de lugares, y me di cuenta que estaba en la cola de los que
tenían reservaciones. Me cambié de cola, y para mi sorpresa, en la de los
que no tenían reserva no había nadie. Estaba primero en la cola, pero me
hicieron esperar una hora para entrar. En esa hora, se me ocurrió un
chamuyo que me podía ahorrar los 6,5 Euros de la entrada: decir que yo era
argentino, pero que el medio de prensa “Metro” era español. No se si
recuerdan que cuando había intentado entrar un par de días antes me habían
dicho que solamente podían medios de prensa europeos.
Entusiasmado con mi idea, me puse más contento. Me hicieron pasar, y ya
enfrente de la caja, muestro el carnet de prensa, y sin necesidad de
chamuyo el flaco me da una entrada gratis. Copado.

David me impresionó. El mal educado me recibió en pelotas. Es enorme. Yo
había esuchado que David le ganó a Goliat que era un gigante, pero David
también es gigante. Lo más impresionante para mi fue ver las fotos en
blanco y negro. Por un minuto entero, pensé que las fotos eran del modelo
que sirvió para hacer al David, pero eran del David. Al ser en blanco y
negro, no te das cuenta que es blanca, y parece 100% un hombre real. Es
impresionante. Despues estuve viendo otras esculturas, y en serio es
zarpado lo que hizo Miguelito…

Me di una última vuelta por el Duomo, básicamente para hacer la “tarea”:
Sacar fotos. Le pedí a una gallega que me saque una fotito, y seguí
caminando para el lado de la Galleria Degli Uffizi, creo que la más
conocida de Florencia, creo.

Paso por al lado, y veo la cola que se desprendía desde la entrada al
museo. Impresionante. Nunca vi una cola igual. Odio las colas. Me voy, se
van a la puta madre que los parió, pienso. Mientras camino para el lado
del Palazzo Pitti, me cruzo con dos canadienses divinas con las que
solamente había cruzado miradas en el hostel, intercambiamos un “Hi” por
primera vez, y seguí caminando. Un par de cuadras despues, me arrepentí.
No podía irme sin ver ese museo. Volví sobre mis pasos, y me paré en la
cola. Un par de personas más adelante veo a las dos canadienses, así que
me uní a ellas, quienes abandonaron la cola 5 minutos despues porque iban
a volver al otro día muy temprano. Avanzaba un par de personas cada media
hora. Un auto de los Carabinieri daba vueltas a nuestra izquierda. Era un
lugar ideal para un atentado, como 500 occidentales parados en una cola de
un museo. Cuando me fui acercando a la puerta, una hora despues de empezar
la cola, veo un letrero luminoso que indicaba el tiempo aproximado de
espera en la cola: entre 70 y 120 minutos. A los 100 minutos de empezada
la cola nos hicieron entrar, todos pasaron sus bolsos por un detector de
metales como los del aeropuerto, y pasamos a una antesala donde tuvimos
que esperar otra media hora. Yo ya estaba con hambre y a las puteadas,
pensando cómo carajo iba a disfrutar del arte con ese humor.

Entramos. Carnet de prensa. El museo era copado. Me gustó. En una parte
del recorrido me uní a un grupo que seguía un guia que les daba
indicaciones de las pinturas más importantes. El tipo tiraba datos muy
buenos. Vimos Allegoría Della Primavera, de Boticelli. Unos botánicos
vieron el cuadro, y pudieron reconocer 200 tipos de plantas primaverales
diferentes en la pintura. Impresionante. Despues vimos Adorazione Del
Magi. Lo interesante de esa pintura, es que a la derecha, como escondido,
hay un autoretrato de Boticelli mirando hacia afuera de la pintura.
Seguimos con Rafaello. También tiró datos interesantes de algunas pinturas
muy grosas. Pasamos a Da Vinci. Este sí que la tenía clara. Vimos una
pintura que es la primer pintura reconocida de Da Vinci, que la hizo junto
con su maestro. El guía nos mostró qué partes hizo Da Vinci, y qué partes
hizo su maestro, y es notable la diferencia. Los pies de jesús, y los de
Juan el Bautista, están bajo el agua. Todo el cuerpo de jesús lo hizo Da
Vinci, y el de Juan lo hizo su maestro. Da Vinci pintó las ondas del agua
por el movimiento de los pies de jesús de una forma… imposible,
perfecto.

Salgo del museo, y sigo el recorrido al Palazzo Pitti. Hago una pequeña
cola para conseguir las entradas. Cuando llego a la caja, muestro mi
carnet de prensa, y me preguntan a qué quiero tener acceso. Como no tenía
idea ni siquiera qué estaban exponiendo, le dije “a todo”. Bueno, a todo
será. Caminé por los cuartos del palacio, todo muy lindo, pero tenía
demasiado hambre y estaba muy cansado. Me fui del Palazzo, y empecé a
buscar algún lugar alejado del centro para comer. Almorcé un Risotto No Se
Qué. Muy bueno. Volví para el lado del Palazzo, me quedaba por recorrer el
parque. Un lugar hermoso, me encantan los parques. Aparte es enorme.
Caminé un rato largo, saqué varias fotos, y me fui para la estación para
averiguar por el Cinqueterre, mi próximo destino.

El siguiente tren salía en 20 minutos, a las 17:55. Vuelvo al hostel, y
en el camino pienso si me conviene hacer ese viaje en ese momento, porque
no estaba seguro de querer llegar de noche al Cinqueterre. Me siento un
rato en el hostel a pensar, y decido quedarme una noche más, en parte por
eso de llegar de noche, y en parte por honrar mi tradición de quedarme
siempre más tiempo de lo planeado en cada lugar. Voy a la recepción, y
pido una noche más, pero me dicen que el hostel está completo. Ufff…
bueno, agarro el bolso, y me voy a la estación. El azar ganó esta vez.

En la estación habían colas terribles para comprar los boletos, tanto en
las máquinas automáticas, como en las máquinas humanas entrenadas. Los
minutos pasaban rápido, todo el mundo tardaba siglos en comprar su boleto,
y así se pasaron las 17:55. Llegado mi momento de comprar, me fijé cuándo
era el próximo tren, e hice la compra. 18:30 salía. La máquina me indicó
que tenía poco tiempo para hacer el cambio de trenes en Pisa. Me decidí a
comer algo, y sacarme el tema cena de encima. Una pizza con ensalada. Sale
el tren, primero hacia Pisa, donde tenía que hacer un cambio. Bajo del
tren entre los primeros, y empiezo a correr de lado a lado como en un
dibujito animado buscando el tren que me correspondía. No encontré ninguno
de esos televisores que indican los destinos, y ni siquiera sabía cuál era
mi destino, porque tenía que hacer otro cambio todavía. Bajé por el
SottoPassagio, que es uno de esos tuneles para cambiar de andén, y fui
preguntando de tren en tren, corriendo con mi mochila al hombro. Le
pregunto a una chica que chequeaba que la gente tenga boleto, y me dice
que me tome el que va para La Spezia, y que de ahí haga un cambio para ir
a Monterroso, mi destino dentro del Cinqueterre.

Me subo al tren. Llego a La Spezia, y voy al sector de venta de boletos
para preguntar qué tren me tengo que tomar para ir a Monterroso, pero este
sector estaba cerrado. Viendo qué hacer, me cruzo con un lugar de atención
al cliente. Entro, y un tipo me sonríe y me pregunta en qué me puede
ayudar. No les puedo explicar la amabilidad de este hombre. Me explicó
todo, me anotó en un papel exactamente qué tren me tenía que tomar,
cuántas estaciones tenía que esperar para bajarme, todo. Ese es un tema en
los trenes acá: no hay nada que indique en qué estación estás, ni el orden
de las estaciones. Hay que ir mirando a ver si ves el cartelito que está
en la estación para ver si es en la que te tenés que bajar. Ya que lo ví
tan amable, le pregunté si en Monterroso había un hostel, y me dijo que
creía que no, pero que en Levanto, una estación luego de Monterroso, sí
había. Me recomendó que me baje en Monterroso, me fije si había un hostel,
y si no había, una hora y media despues me tome el próximo tren a Levanto.
La idea no me gustó mucho, buscar un hostel, esperar un montón de tiempo
por otro tren. Prefería ir a lo seguro: Levanto.

Voy al andén a esperar el tren, y a mi derecha, a unos 50 metros, veo a
unas mochileras también esperando el tren. Me acerco, las saludo, y les
pregunto si van al Cinqueterre. Las 4 pegaron un saltito excitadas, y
gritaron “Yeeaaaaahhhh”, como si se hubiesen olvidado que iban a un lugar
mágico y yo se los recordé. Les pregunto a qué parte del Cinqueterre van,
y si saben si hay un hostel, pero me dicen que van a un hotel en
Monterroso, y que no saben si hay un hostel. Me decido a ir a Levanto. El
problema, como siempre hay uno, es que mi boleto sólo servía hasta
Monterroso. Me llegaban a agarrar entre Monterroso y Levanto sin boleto, y
me iban a hacer una multa de 40 Euros, sólo por no tener el boleto en un
recorrido de 4 minutos. No podía comprar ese boleto en La Spezia porque la
boletería humana estaba cerrada y las máquinas sólo vendían boletos desde
La Spezia, y no desde Monterroso. Si me bajaba del tren en Monterroso,
tenía que esperar hora y media al siguiente.

Me subí al tren. Llegamos a Monterroso, y las chicas yanquis se bajaron y
me saludaron. Yo me levanté y me encerré en el baño. Me pareció lo más
inteligente. Supuse que el inspector no iba a pedir tickets en el baño.
Cuando el tren se detuvo en Levanto, salí rápidamente del baño y bajé.

Ahora empieza la noche más larga de mi vida. Pregunto en el bar de la
estación por el Ostello (hosteria en italiano), y me indican más o menos
cómo llegar, textualmente: “es para el lado del centro”. Bueno, la puta
que te parió. Empiezo a caminar, siguiendo los carteles del centro. Paso
por un puente, camino unas 10 cuadras, y encuentro un glorioso cartel que
dice Hostel No Se Que. Sigo la flecha, y la calle se corta. No se para qué
lado seguir. Eran tan sólo las 21 horas, pero las calles estaban
desiertas. Elijo un lado al azar, llamemoslo el LADO X. Camino, camino, y
nada. Vuelvo para el otro lado, llamemoslo el LADO Y. Camino, camino, y
encuentro un B&B (Bed And Breakfast). Se que son mas caros, pero veamos el
precio. Toco el timbre, no atiende nadie. Vuelvo caminando sobre mis
pasos, y sigo el mismo camino que había seguido al principio, el del LADO
X. Camino, camino, camino. Pregunto en dos hoteles. 30 Euros cada uno.
Camino, camino. Se terminaron haciendo las 22:30 horas mas o menos, y
seguía caminando, cuando me volví a encontrar milagrosamente con la
estación de tren. Volví a caminar sobre el puente, me volví a cruzar con
el cartel que indicaba el sentido del hostel, y volví a caminar en esa
dirección, más lento por si me había pasado sin querer, mirando cada lugar
por una hora a ver si decía Hostel. Nada. Me cruzo con una pareja, y por
fin puedo preguntarle a alguien. Me dicen que no son de ahí, que están de
paseo, pero que les pareció ver un hostel por el LADO Y. Ok, para el LADO
Y. Camino, camino. Nada. Vuelvo sobre mis pasos al cruce de LADO Y y LADO
X, y me encuentro con un gordo, al que tambien le pregunto, y me indica
que es efectivamente para el LADO X. Camino, camino, y en una plaza
empiezo a caminar a la izquierda, sólo por instinto, hasta que veo el
cartel de Hostel. Eran las 23 horas aproximadamente. Gloria, gloria,
gloria. Llego hasta la puerta, y leo un cartel que dice: “el hostel está
abierto entre las 8 y las 13, y entre las 16 y las 19″. Tanos vagos de
mierda. De todas formas entré en la recepción, la puerta estaba abierta, y
veo dos sillones negros que parecían bastante cómodos como para tirarme
ahí. Por lo menos estaba calentito. Afuera ya estaba refrescando mucho.
Justo enfrente de la recepción, en el mismo edificio del hostel, había un
cuarto con puertas de vidrio, en los que se leía de un cartel “taller de
manualidades”. Algunas personas dentro del cuarto charlaban, con sus
delantales. Entro, y un joven muy atento me dice que la recepción está
cerrada, pero que pruebe tocando un timbre, y me muestra el timbre. Toco,
y escucho que el teléfono de la recepción donde acababa de estar suena.
Pero si no hay nadie flaco. Espero un rato, y vuelvo a entrar al taller de
manualidades. El flaquito me acompaña a la recepción, agarra el teléfono,
y llama a alguien. Le pregunta qué hacer en estos casos, y el tipo le dice
que no tiene ni puta idea. Medio raro, despues me explicó que había
llamado a un tipo dueño de otro hotel. Bueno, no me dió para preguntarle
si podía dormir en los silloncitos negros, igual me iba a decir que no. Me
recomendó el hotel primavera, que es de la persona que acababa de llamar.

Camino hacia el hotel primavera, entro, y me atiende Carlo, creo que era
su nombre. Le pregunto el precio, lo piensa un rato, como haciendo un
esfuerzo por darme un precio bien económico, y me dice 30 Euros. Le digo
que no. Me recomienda el hostel GENTILE. De nuevo, a caminar. Se estaban
haciendo las 12 de la noche, y yo seguía caminando. Llego a Gentile, me
atiende una vieja, y me dice que sólo le quedan cuartos dobles, por 48
Euros, pero que me lo deja a 45. Le digo que no, y me lo baja a 42. Me
dice que menos imposible porque eso es lo que están pagando por el cuarto
simple. Me voy, ni siquiera valía la pena negociar. Medio jodido que la
vieja de golpe me diga: “bueno, te lo dejo en 15”, que es lo que yo quería
pagar. Cuando me estoy yendo, la vieja agrega: “no vas a encontrar nada
más barato que esto”. Bueno… chau.

A la estación. Saco el candado de bicicleta que hasta el momento no
entendía para qué lo había traído, y ato mi mochila al banco de la
estación. No tenía frío, despues de tanto caminar. Me siento en el banco,
con los pies sobre la mochila. Tomo un poco de agua y me como unas
galletitas que me quedaron del paquete que me había armado Monda. Intento
dormirme, pero no era fácil. No quería acostarme en el banco porque me
daba cagazo que aparezca algún Carabinieri, me diga que está prohibido
dormir en la estación, y me deporte. Dormir sentado ya es otra cosa, se
puede chamuyar que estoy esperando un tren y me quedé dormido. Al rato, no
aguanté más y me acosté totalmente en el banco. Dormí media hora, y me
desperté cagado de frío. Desenganché la mochila, me la puse en los
hombros, y salí a caminar nuevamente. Quería hacer el intento por dormir
en los silloncitos negros, calentito. No les puedo explicar el frío que
sentía, hasta en los huesos. La caminata alivianó bastante el frío. Llegué
al hostel, y habían bajado una reja que no permitía el acceso a ninguna
parte del edificio, ni siquiera a la sala de manualidades. Era la 1 de la
mañana. Emprendí la vuelta a la estación, y en el camino pasé por el hotel
primavera. Ya estaba arrepentido de no haber dormido ahí, pero no quería
volver a esa hora para dormir un par de horas por 30 Euros, cada vez
sentía que valía menos la pena ir a ese hotel.

Llegué a la estación, y empecé con un plan que venía planeando mientras
caminaba: vestirme con toda la ropa que tenía. Al final tenía puestos la
remera, un pulover de Selim que me regaló Monda, el pulover grossisimo de
Marruecos, un buzo polar, el buzo de algodón marrón con mangas negras que
me regaló Emmy y la campera. Me acosté en el banco nuevamente con aires
triunfales sobre el frío. A la media hora, me despierto con más frío que
la primera vez. Así pasé la noche, la mayor parte del tiempo caminando
dando vueltas en la sala de espera de la estación, o bajando las
escaleras del SottoPasaggio para entrar en calor. Sí, soy un pelotudo. No
lo hagan nunca. Lo sufrí muchisimo. Me ahorré 30 Euros, pero que
pelotudo. Que frio por Dios. Caminé dando vueltas desde las 2 de la
mañana, hora en la que volví de mi última caminata a los sillones negros,
hasta las 6, hora en la que abrió la confitería de la estación, hora
gloriosa si las hay. El tema por acá en Europa, y no hablo solamente de
Levanto (se pronuncia Lévanto), es que no se encuentran bares o
confiterias abiertas a la noche, o sea que ni siquiera podía tomarme un
café de vez en cuando.

A las 6, entonces, abrió la confitería. Dos cafes, con dos facturas. Que
rico, por dios. Estaba un poco más calentito que afuera. Nunca desee tanto
una estufa, un poco de sol. Al rato abrió la boletería, y compré un boleto
para el primer tren a Manarola, lugar donde me dijeron que también había
un hostel. Me tomé el tren. Por fin calor real. Qué noche, por Dios. Cómo
explicarles. Llego a Manarola, y cuando salgo del tunel que hay que
caminar para llegar de la estación al pueblo, me encuentro con uno de los
pibes que conocí en Florencia. Me dice que se está yendo, pero que el
hostel está muy bueno. Genial. Camino en subida unos cuantos metros, con
la mochila en los hombros, cansadísimo, llego al hostel. Hay lugar, está
abierto. Ahhhhh. Hay un olorcito riquísimo a medialunas. Me dicen que hay
un lockout entre las 10 y las 16 horas, como en todos los hostels
italianos, que ya los odio. Eran las 7:30 aproximadamente. Dejo la mochila
bajo una mesa de la sala de estar, y me dan unos libros para ver qué
recorridos se pueden hacer en el Cinqueterre.

El Cinqueterre es una región montañosa por el norte de Italia al lado del
mar. Muy muy lindo. La gente cultiva hace muchisimos años uvas, y sale un
vino muy bueno de esa región. Elegí el Sendero Número 6. Se lo digo al
recepcionista, y le pregunto desde dónde empiezo a caminarlo. Por alguna
razón elegí un Sendero muy difícil. Creo que andaba en busca de aventuras.
No había dormido nada. De todas formas, el recepcionista creo que entendió
cualquier cosa y me dijo otro sendero para que recorra. Salí del hostel a
las 8. A caminar. Mi plan era buscar algún lugar con sol para tirarme a
dormir calentito. Caminé, caminé. No me sentía con sueño, pero sabía que
era mejor que le de un descanso a mi cuerpo porque sino iba a palmar.
Llegué a una iglesia, caminando a los pedos. Tenía uno de esos asceleres
que uno tiene cuando no duerme. Creo que el tiempo estimado de caminata
era de una hora y media y lo hice en media hora. Me acosté en los bancos
de una iglesia a dormir, pero no podía. No podía parar de recordar con una
sonrisa la noche anterior, durmiendo en la estación, y lo cómodo y
calentito que estaba en este momento, en el banco de la iglesia, con el
jóven sol primaveral.

Dormí unos minutos. En total estuve acostado como 2 horas en ese banco,
pensando en varias cosas. Recordé los lugares en los que estuve, en el
orden en el que estuve. Fue un viaje bastante desquiciado. Si tienen un
mapa por ahí, o si conocen bien la ubicación de las ciudades europeas,
vean cómo fue mi recorrido: Madrid, Lisboa, Porto, Lisboa, Madrid,
Barcelona, Granada, Cordoba, Sevilla, Ronda, Marruecos, Madrid, Barcelona,
Lyon, Belgica, Paris, Amsterdam, Berlin, Praga, Budapest, Venecia, Verona,
Lago Como, Milano, Florencia, Cinqueterre, Milano, Roma. Pensaba y
dormitaba de esta forma, hasta que unas chicas empezaron a jugar al futbol
demasiado cerca mío y veía venir un pelotazo en mi cabeza dentro de poco.
Me levanté y seguí caminando, para cruzarme con un grupo de 20 viejos
Cocoons apenas recomenzaba el sendero. El sendero era muy angosto para
pasarlos, así que tuve que seguirlos a su paso. Fue divertido. Muchos de
ellos tenían palitos para hacer hiking, que son iguales a los de esquí. Me
causó mucha gracia. Me dieron ganas de tener unos esquies en los hombros,
solamente para ver la cara de la gente viendome caminar en pleno sol, en
remera, por la montaña, con los esquies. Lástima que no encontré esquíes
por ahí.

Caminé atrás de los Cocoones, por unos minutos, hasta que me dejaron
pasar. Seguí caminando rapidísimo, así lo disfrutaba más. Igual esta parte
era toda plana, sin subidas. Me cruzaba con gente cada tanto. Iba bien, no
me sentía cansado. Empecé la bajada, y llegué a Codiglia, uno de los
pueblos del Cinqueterre, a un pueblo de distancia de Manarola, donde
estaba durmiendo. Mientras bajaba las escaleras a la estación de tren de
Codiglia, sentía un temblor en los músculos que no podían más, pero no les
di mucha bola. Averigué el horario del próximo tren a Manarola. Era el
mediodia, y había un paro de trenes. El próximo tren pasaba a las 14:20.
Me senté un rato a pensar qué hacer. Decidí seguir caminando.

En el Cinqueterre hay un sendero, el número 2, que comunica los pueblos
sin tener que subir la montaña y bajarla todo el tiempo, el tema es que
cuesta 3 Euros para caminarlo. Entonces volví a subir las escaleras de
Codiglia, para agarrar el sendero a Vernazza, el pueblo siguiente. En el
camino, escucho un grito de “Pablo!”, levanto la cabeza, y veo a Kirsten,
Andrew, Tevra (California) y otra chica caminando en mi dirección. Nos
saludamos, les pregunto qué hacen y esas cosas, y sigo mi camino. No se
bien qué pasó, pero terminé subiendo una montaña terrible, por el camino
más complicado. No se si estaba cerrado o qué, pero cada dos por tres en
la mitad del sendero habían árboles atravezados. No daba más. Las ganas de
tomarme una sprite que tenía. Empezó a llover, y me puse una camperita
impermeable roja que tengo. Al rato paró de llover y tenía mucho calor, y
me saqué la camperita, pero la dejé atada a la mochila por si me caía por
un precipicio, así me podían ver a lo lejos por el color rojo. Llegué a un
momento en el que las señales del sendero no estaban claras, y tuve que
elegir al azar un camino a seguir. Obviamente elegí el incorrecto, y
terminé saltando un alambre de puas complicado. Seguí caminando por ahí,
por cualquier parte, y terminé pisando los viñedos de los tipos del
Cinqueterre. Un tano me puteó, y una señora me indicó el sendero correcto.
No podía más, no podía pisar donde quería. En serio.

A las 15:40 llegué a Venazza. Caminé dos minutos muerto por el pueblo,
sin pilas para nada, sintiendome como el orto. Me tomé un helado, y
despues el tren a Manarola. Llegué, y fui directo a la farmacia. Manarola
es un pueblo con una sola calle, y mientras esperaba que abra la farmacia
sentado en un banco sobre esa calle, una vieja se sentó a mi lado.
Empezamos a charlar. Tenía 83 años, y parecía de 60. Estaba fenomena la
vieja. Estaba esperando que abra la farmacia también. Al rato pasaron
Kirsten, con Andrew, Tevra y la otra chica, y me saludaron. Esperaron un
rato que abra el super, pero abría a las 17, faltaba una hora. La
farmacia abría a las 16 horas. Kirsten me preguntó si la vieja era mi
novia. Le dije que era divina. Esperé hasta las 16:15, cagado de frío
porque había empezado a llover y a refrescar, y me di cuenta que no servía
de mucho esperar cagado de frío que abra una farmacia para comprar
aspirinas. Era como usar una soga para ahorcarme mientras espero que me
traigan la tijera para cortar la soga, o una analogía así pero que sea
mejor. Un pendejo acá al lado me tiene recontra podrido. Lo odio. Los
padres son unos pelotudos, le dicen: “veni aca, no molestes”, el pibe no
les hace caso, y los padres no hacen nada. Los odio tambien.

Me fui al hostel, ya era la hora de entrar. Me dieron una ficha para la
ducha, subí la mochila al cuarto, y me entré a bañar. Para hacer andar la
ducha, había que meter esa ficha en una maquinita, la que te daba 5
minutos de agua. El tiempo no paraba de contar aunque apagues el agua. A
nadie le molestaba este limite, pero para mi era terrible. Soy muy lento
bañandome.

Entro al baño, estudio el sistema. Abro la canilla (de la pileta), y veo
que tiene agua caliente. Ah, bueno. Me lavo la cabeza en la pileta,
despues meto la ficha y me doy una ducha rapida. Todo salió bien. Me tomé
una pastilla de vitamina C, y me meti en la cama. Habia mucha luz, y la
gente entraba y salia del cuarto para buscar cosas, o no se para que
mierda. Y vi la luz. Saque un estuche que me regaló Monda (que le
regalaron en Varig en un viaje), en el que habían tapones de oido, y una
de esas mascaras para ponerse en los ojos y no ver nada. Ni los autos, ni
los aviones, ni las computadoras, ni internet. El mejor invento de la
historia de la humanidad, sin dudas, son los tapones de oido. Punto y
aparte.

Los tapones de oido. Siempre me imaginé que eran como pedacitos de papel,
o algo así, que te los metías a presión y algo escuchabas. Pero esto es
genial. Primero tenés que enrollarlos y comprimirlos, despues te los metés
en los oídos, y en un ratito se inflan, y no escuchás absolutamente nada.
Crea paz en cualquier parte. Es genial. Ahora estoy tratando de no usarlos
todas las noches porque tengo miedo de enviciarme y volver a Buenos Aires
y seguir usándolos.

Me dormí una siesta genial. Despues de una noche de no dormir, y una
caminata terrible, fue lo mejor que pude hacer. Me desperté, armé un
sandwich de salame, queso y tomate que me había sobrado del mediodía y
bajé a la sala de estar, donde estaban Kirsten, Andrew, Tevra, John (otro
yanqui), y la otra chica que nunca me acuerdo el nombre. Tomaban vino
mientras cenaban. Me pedí unos ñoquis al pesto. Me invitaron con vino,
pero decidí dejar que mi cuerpo se recupere del todo antes de empezar a
tomar. Charlamos un rato, Andrew escribió su diario, y me fui a dormir.

26/03/04 si no me equivoco.
Vamos a hacer un día tranquilo hoy, pienso. Lo de ayer fue demasiado. A
las 10 hay que dejar el hostel, hasta las 16 horas. ¿Qué hago en ese tiempo?.

Acompaño a Kirsten, Andrew, John y Otra Chica a tomar el tren. Nos
despedimos. Tevra se quedó en el hostel, iba a hacer un recorrido
diferente al mio. Hice algunas compras en el almacén, único en el pueblo.
Tenía pensado hacer un sendero todo en subida, hasta la cima de la
montaña. Una locura, pero había un arroyo y tenía ganas de remontarlo. Lo
pensé nuevamente, y decidí que era mejor conocer bien todos los 5
pueblitos del Cinqueterre y despues hacer paseos locos. Me tomé un tren a
Codiglia, lugar en donde había estado el día anterior pero que no había
llegado a conocer bien. Hermoso lugar. Di unas cuantas vueltas, bajé cerca
del mar, me senté en una roca como una hora a relajarme. Muy bueno. De
ahí, compré el pase de 3 Euros para el Sendero 2, ese que es fácil y va de
pueblo en pueblo sin tener que subir mucho la montaña. Empecé la caminata
para Vernazza, el siguiente pueblo camino a Monterroso, último y más
grande pueblo del Cinqueterre. En Vernazza también caminé un buen rato,
creo que es el pueblo que más me gustó de los 5. Caminando por sus
callejuelas, buscando el sendero para ir a Monterroso, me encuentro con
Tevra. Charlamos un rato, me cuenta lo que estuvo haciendo, que era
exactamente lo mismo que yo pero en sentido opuesto. Caminamos un rato
juntos por el pueblo, y nos despedimos.

Emprendí la caminata a Monterroso. El camino era fácil, se iba rápido,
salvo por los cocoons que había en el camino y esas cosas. Cruzo un
puentecillo, miro a mi derecha, y veo un arroyo. Uh, es hora de remontar.
Me salgo del sendero, y empiezo a saltar de roca en roca acompañando en
sentido opuesto el correr del agua del arroyo. Avancé bastante, hasta que
me di cuenta que quizás había rocas que podía subir, pero que despues no
iba a poder bajarlas, y por otra parte me di cuenta que si me pasaba algo
nadie se iba a enterar porque ya estaba demasiado alejado del sendero
principal. Empecé a volver, esta vez bajando de las rocas, porque el
sendero bajaba la montaña, y yo ahora estaba bajando con él. Llego a una
roca muy larga, con un ángulo de unos 60 grados. Decido deslizarme con la
suela de los zapatos arrodillado, es lo más fácil, aunque no muy seguro.
La pierna izquierda se me hunde en el agua pasando la rodilla. De lleno.
Me rio, lo único que me quedaba por hacer, y salgo del arroyo, de vuelta
al sendero principal. Encuentro una roca donde me siento. Me saco la
zapatilla izquierda, y exprimo la media para sacarle todo el agua.

Seguí caminando rápido para que no se me enfríe la pierna, sino me iba a
cagar de frío. Llegué a Monterroso, el próximo tren salía en unos 45
minutos. Caminé un rato por el pueblo, lo conocí bien. Es el más grande
del Cinqueterre pero muy chiquito a su vez. Compré una botella de vino,
que hasta ahora (Roma) no me tomé, compré un heladito, me senté un rato en
el muelle, y me tomé el tren a RioMaggiore, el último pueblo del
Cinqueterre pero del otro lado, para el lado de La Spezia. Era a un pueblo
de distancia del lugar donde estaba durmiendo, el único que me quedaba
conocer. Hice algunas compras para la cena, y volví caminando a Manarola.
Este era el sendero más fácil. Unos 8 minutos nomás. Llegué al hostel, me
saqué el pantalón, las medias, todo, y lo puse a secar.

Me di una ducha, como siempre primero el pelo en la pileta. No dormí
siesta, pero no me acuerdo qué hice. Ah, intercambié mi libro de Homage To
Catalunia por Ricardo III de Shakespeare. No me acuerdo ni qué comí, ni
qué hice, ni nada. Ah, si. Comí unas tostadas que me compré ese mediodía,
con queso, tomate y salame. Le tiré aceite de oliva que había en el
hostel, y quedó una cena muy buena. Charlé con Joanna y su, si no me
equivoco, novio. Eran muy buena onda. Yanquis, estaban estudiando historia
del arte por 6 meses como intercambio en Florencia. Despues llegó un
canadiense que había conocido la noche anterior que estuvo viajando
bastante tiempo solo, y en ese momento estaba viajando con la vieja. Buena
onda. El canadiense y los dos yanquis se pusieron a jugar al Monopoly, yo
me fui a dormir.

27/03/04, si sigo sin equivocarme.
Despierto, ducha, como unos cereales que me había comprado el día
anterior con unas tostadas que me sobraron de desayuno. Empiezo a pensar
qué hacer. Me encuentro con Tevra fuera del hostel, porque ya eran pasadas
las 10, y el hostel ya estaba en modalidad lockout. Le dije que tenía
pensado hacer el Sendero 6, que era una subida bastante fuerte por la
montaña, despues caminar por arriba de la montaña y bajar en cualquier
otro pueblo del Cinqueterre. Lo pensó un rato y aceptó.

Empezamos la caminata. Subimos una calle azfaltada, y despues seguimos
por un camino de tierra por la derecha. A Tevra se le ocurrió que sería
una buena idea limonizar el agua, hacer una Lemoned Water, o como la
llamaba. Para eso intentó treparse a una pared, estirar la mano por abajo
de un alambre de pua, y sacar un limón de una propiedad privada. El
problema es que no llegaba. Lo agarré yo, me dijo que no importa, que me
iba a lastimar. Me corté un poquito la punta de los dedos, pero no pasó
nada. Tenía razón.

Seguimos caminando, mucho en subida. Me contó que en Santa Barbara camina
mucho, hace mucho hiking, etc etc. Buena onda. Subimos mucho, pensamos que
ya estabamos cerca, pero seguíamos subiendo. Nos terminamos perdiendo, y
le preguntamos a una pareja de italianos si estabamos yendo para el lado
del Cinqueterre, es decir, para el lado del resto de los pueblos, y no
para el lado de La Spezia. Nos dijeron que no, que estabamos yendo para La
Spezia. Ya habiamos caminado un par de horas, y no daba para volver por el
mismo camino. Nos empezaron a dar opciones, todas de más de 3 horas.
Elejimos una, la que pensamos sería la más fácil. Les preguntamos a los
tanos si en La Croce, un lugar por el que ibamos a pasar en nuestro
recorrido, había algo para comer. Nos dijeron que no y nos ofrecieron un
panino. A mi por alguna razón me daba verguenza cuando Tevra hablaba en
inglés. Rechacé la oferta del panino, sólo por esas extra­ñas “cortesías”.
La tana siguió ofreciendo, y Tevra sin entender nada de lo que le decía,
le dijo OK, aunque cuando la mina empezó a abrir el bolso y Tevra
entendió, le dijo que no.

Llegamos a un punto de encuentro de varios caminos. Despues nos enteramos
que este punto de encuentro era La Croce. Nos sentamos a comer algo que yo
tenía. Unos cereales, con unas tostadas. Pasó una pareja con su hijo, y
les preguntamos qué nos convenía hacer. Nos indicaron un camino que
parecía genial, ese camino que queríamos hacer desde un principio de
caminar por arriba de la montaña y bajar en cualquier pueblo del
Cinqueterre. Entonces, eso hicimos. Caminamos bastante por el Sendero 1,
hasta que encontramos dos carteles con flechas en sentidos 100% opuestos.
Pero los dos indicaban la dirección del mismo sendero. Supuse que los dos
caminos se encontraban más abajo, así que elegimos el de la derecha, por
puro azar. Llegamos a un punto en el que el sendero nos daba a elegir
entre San Benedetto (no aparecía en el mapa), y otro pueblo que aparecía
pero era para el otro lado del que queríamos ir. Caminamos para el lado de
San Benedetto.

Caminamos mucho, pero todo en bajada. Yo era muy optimista, diciendo que
en cualquier momento ibamos a encontrar a Manarola, a nuestro hostel, y
que todo iba a estar bien. Ella estaba segura que estabamos en cualquier
parte. En parte me convenció cuando dijo que el mar no lo veíamos hace un
montón. En eso tenía razón: estabamos hace rato en el medio de las
montañas, y todos los pueblos del Cinqueterre dan al mar, pero yo mantuve
mi optimismo. Estabamos de buen humor. Llegamos a un pueblito, y yo soñaba
en voz alta que de golpe ese pueblo iba a ser Manarola, y que a la vuelta
de la esquina ibamos a encontrar nuestro hostel. Nos cruzamos con una
señora y su marido que estaban cortando el pasto, y les preguntamos cómo
llegar a Manarola. Nos dijeron que eran fácil 4 horas de caminata. A la
mierda. ¿Otra opción?, les preguntamos. Nos indicaron que podíamos
tomarnos el micro de las 16 horas a La Spezia, y de La Spezia el tren a
Manarola. Otra opción era caminar los 7 kilometros a La Spezia, pero Tevra
no quería. Bueno, esperamos el micro entonces. Eran las 15 horas.
Preguntamos por una pizzería, y el hijo de este matrimonio nos acompañó
hasta la pizzería del pueblo, la única, y nos mostró dónde era la parada
del micro.

Estabamos en San Benedetto. La pizza, de las mejores que comí. El gordo
típico italiano amasando y revoleando la pizza con una calidad envidiable.
El horno: a leña. Nos trajo dos pizzas enormes. Me pedí una sprite que
estaba riquísima. Terminamos de comer, pedimos la cuenta, y fuimos a la
parada. Llegamos 3 minutos antes de las 16 hs. Esperamos hasta las 16:20,
y como no venía, me acerqué a la pizzería a preguntar nuevamente los
horarios. En el camino me crucé con un grupo de pibes y pibas que
escuchaban música al lado del auto de uno de ellos. Le pregunté a Matia,
uno de estos pibes, cuándo pasaba el próximo micro. Se fijó en una
cartelera al lado de la pizzería, y me dijo 18:30. Volví caminando a la
parada, que estaba ahí a 20 metros, y se lo digo a Tevra. Empezamos a
cagarnos de risa. En este momento las opciones eran 3: tomar vino en la
pizzería hasta las 18:30, hacer dedo hasta La Spezia, o caminar los 7
kilometros. La idea del vino había sido de Tevra, pero cuando le dije que
aceptaba no estaba muy convencida. Ella se fue a fijar nuevamente el
horario de los micros, para ver si el flaco no se había equivocado. Me
dijo que el micro de las 16, pasaba en realidad a las 15:55. Lo perdimos
por dos minutos. Empezamos a caminar, y cuando pasamos por al lado de los
pibes los saludamos y nos cagamos de risa. Matia nos dice que van a La
Spezia y nos llevan. Excelente.

Nos subimos a su auto. Ibamos Matia (20), a su derecha Galia
(17), que no me quedó claro si era una amiga o su hermana, Tevra y yo.
Tenía un Fiat Spazio muy copado. Nos llevó a la estación. Eran muy
amables, muy buena gente. Parecieron mucho más que 7 kilometros. Menos mal
que no los caminamos. De ahí nos tomamos el tren, y llegamos a Manarola.

Me tiré a dormir la siesta. Tapones de oido, tranqui. A eso de las 21
horas me despierto, me saco los tapones, y saludo a mi compañero de cuarto
canadiense. Al rato escucho que la puerta de mi cuarto se abre y una voz
femenina le dice “Hi” al canadiense, y agrega: “Do you know…”, se
disculpa y se va. Me parece que era Tevra, pero no me pude levantar de la
cama, y cuando salí no la encontré. Me di una ducha, y salí a caminar por
la ciudad. No conocía mucho Manarola, era donde dormía pero a la vez la
ciudad que menos conocía. Volví al hostel, pasadas las 21 horas. La cocina
era para uso exclusivamente del “restaurante” del hostel, y cerraba a las
20:30. Pasada esa hora solamente se podía comer pizza. No tenía mas
fuerzas para bajar al pueblo nuevamente a comer algo, así que pizza será.
Estaba bien. A dormir.

Al otro día temprano, bajé, hice el checkout, me despedí de Tevra y salí
para Milano por segunda vez.

Esos fueron mis días. Aquellos días.
Besos y abrazos.

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