Milano #2 – Casi Siena (42)

Nuevamente llegando en tren a Milano.

Se acercaba a la estación lentamente, dejando los corazones de todos sus
ocupantes en un latido suspendido. Quizas yo era el único que pensaba que
podía explotar, de paranoico, pero creo que era un sentimiento general.
Tenía ganas de ir al baño antes de llegar, pero no entraba con mi
mochila, así que la dejé sobre mi asiento y fui. Me divertía imaginar lo
que sentirán los otros ocupantes del vagon al ver a una persona que deja
una mochila sola en el vagon y se va.

Caminé como la vez anterior por la Avenida Vitor Pisani. Esta vez conocía
bien el camino. Entré al lobby del edificio, y golpeo con dos golpes así:
toc toc. Se abre y entra Mariel. Le digo al portero, sin que me pregunte
“Familia Hamoui, piso tredici”. El tipo no sabe qué hacer. Agarra el
teléfono, amaga a marcar, y me pregunta qué tiene que hacer. Le digo que
nada, que subo, y subo.

Abre la puerta el “enfermero” ingeniero filipino de Selim. Lo saludo con
la mano. Se acerca Monda a la puerta, me da un beso en cada mejilla, me
recibe atentamente, y me dice que ya están almorzando. Me siento en la
mesa. Joe me cuenta que estuvo el fin de semana a 30 kilometros del
Cinqueterre, y que si sabía que yo estaba ahí nos podríamos haber
juntado. Todos me dicen que eso me pasa por no estar viajando con
celular. ¿Pero de qué me están hablando?, ¿celular?. Selim dice que los
celulares ahora no son un lujo, sino una obligación. Que no se puede andar
sin celular ahora. Alguien lo jode, no recuerdo quién. Le dice que cambió
mucho, que antes no pensaba así. Estabamos Joe, Elio, Monda y Selim. Tatu
estaba en una reunión.

Terminamos la comida, me sirven un cafe, y esperamos a Tatu. Charlamos de
todo un poco, de mi viaje por el Cinqueterre y esas cosas. Llega Tatu.

Bajamos con ella y Selim a mandarle una postal a Nonnnnna, mi abuela.
Todos escriben algo, Tatu, Selim y Monda. Cuando volvemos, Tatu me
pregunta si quiero ir a pasear, o si estoy cansado. A pasear. Caminamos
hasta la casa. Muy linda. Me gustó, espaciosa, buena entrada de luz. Me
muestra que del balcón se ven árboles plantados en la vereda, y me dice
que en verano es tal la cantidad de hojas que no se ve absolutamente nada
de la calle, solamente un manto verde. Me lo imagino precioso.

Charlamos un rato, de su vida, de sus hermanos, de sus papas. Buena onda.
De sus épocas hippies y comunistas de joven. Interesante. Cada vez me
interesan más las historias de vida. Casi se hacen las 20 horas, es hora
de cenar. Monda me había preguntado si quería arroz, y le dije que sí.

Tatu me lleva en su coche a lo de Monda, y se despide. Quedamos que al
otro día la llamo apenas me levanto y arreglamos para hacer algo. Subo a
lo de Monda. Cenamos. Riquisimo como siempre. Selim me empieza a dar
lecciones morales como si le estuviese hablando a un retrasado. Me dice
que la religión es buena, porque obliga a no matar, a no robar. Sí, es
buenisima. Necesito que me prohiban matar o robar para no hacerlo. Odio
eso. Odio que los religiosos no maten o no roben porque tienen miedo que
los castigue su Dios, en lugar de hacerlo porque consideran que está mal.
Obviamente no son todos así. Tatu me había estado contando de la continua
y exasperante voluntad de Selim por imponer su forma de pensar.

Nos sentamos a ver una película con Harrison Ford. Hay un accidente de
avión, y muere su mujer con el amante, quien a su vez es el marido de una
senadora importante. No entendía mucho del italiano, hablaban rápido, y
aparte parecía mala. Me fui a dormir.

Al otro día me costó despertarme. Cuando lo logré, me senté a desayunar.
Selim empezó a insistirme en que me ponga los Tefilim. En un momento tira
un chiste que no me pareció muy agradable: “Si querés dormir acá, tenés
que pagar”, o algo así. Como diciendo que el precio por dormir ahí es
ponerme los tefilim. Monda lo cagó a pedos. Terminé aceptando, pero Monda
le dijo que espere a que yo termine el desayuno. Cuando terminé, Monda ya
había guardado los tefilim. La llamé a Tatu, pero ya era muy tarde. No
llegabamos a hacer nada, porque yo todavía tenía que ir a cambiar los
Travellers Cheques.

Salí a buscar American Express. No estaba en el lugar indicado en
LonelyPlanet, se habían mudado. El portero del edificio donde quedaba
antes, me dice que ahora están en la Via Larga. Dazo. Empiezo a caminar,
me pierdo, le pregunto a un policia, y me indica donde queda.
Milagrosamente entendí su italiano. Cambié los travellers, y volví a lo de
Monda justo para la hora del almuerzo. Comimos formidablemente de nuevo.
Me hizo un paquete con cosas ricas para el viaje. Fui muy
cuidadoso de despedirme de Selim porque en mi estadía anterior me había
olvidado de saludarlo. Que verguenza, dormir 4 días en su casa y no
agradecerle. Tatu me llevó a la estación, y cuando llegamos, me di cuenta
que no me despedí de Elio. La puta madre, otra vez lo mismo. Se lo digo a
Tatu, y saca el celular y lo llama. No atendió, pero le pedí que le mande
un abrazo de mi parte.

El viaje fue tranquilo. 4 horas de micro ya me parecen poca cosa despues
de los viajes que vengo haciendo. Llegamos a Siena a eso de las 19 horas.
El chofer del micro me indica más o menos dónde queda el hostel. Empiezo
la caminata, que fue cortita. Le pregunto al recepcionista si tiene lugar,
me pregunta si tengo reserva, y a mi respuesta negativa, me mira con cara
de: “¿y yo que culpa tengo si sos pelotudo?”, como diciendo que no hay
lugar, vieron. La mierda. Le pregunto por otro hostel, pero me dice que no
hay otro en Siena. Y bueh, a un hotel no voy a ir. Me voy para la estación
central, que quedaba bastante lejos. Me subo a un colectivo, le pregunto
al chofer si puedo comprar el boleto ahí, pero me dice que no. Ufff…
bueno, espero que no me multen. Llego a un lugar que parecía ser la
estación y me bajo. Me acerco a una ventanilla de micros, para averiguar
cómo podía conseguir mi viaje gratis a Roma, usando el EuroLines Pass,
pero leo que para los viajes Siena-Roma hay que ir a la ventanilla 9, del
lado opuesto de la estación. Son las 19:55. Busco el lado opuesto, hago
todos los cálculos matemáticos que me permitan
resolver qué quieren decir con lado opuesto. Vuelvo a la ventanilla esa, a
preguntar cuál es el lado opuesto, pero está cerrada. Horario de cierre:
20 horas. La puta madre. Me acerco a la ventanilla de trenes, que tiene un
cartel de cierre a las 20:20, y pregunto dónde puedo conseguir un micro a
Roma. Me dice que todas las ventanillas ya están cerradas. El próximo tren
a Roma sale a las 20:18.

Tengo pocos minutos para decidir y correr al andén. Las opciones son:
dormir en un hotel en Siena, y pagar una fortuna, o tomarme el tren por 17
Euros e irme a un hostel en Roma. Me voy a Roma. El tipo de la
ventanilla de pasajes me pregunta de dónde soy, y cuando le digo
Argentina, el gordo pelado canoso me dice: “Argentina!, el pais del hombre
de mis amores”. Al ver mi cara atonita, agrega: “Ernesto Che Guevara!”.
Muy capo el tipo. Me explicó todos los cambios que tenía que hacer para
llegar bien a Roma. Me subo al tren a las 20:18. Eran unas 3 horas de
viaje, con un cambio en el medio. En este cambio, me bajo del tren, y
busco en los monitores desde qué anden sale el tren a Roma. Llevaba 30
minutos de retraso.

Me paro en el andén a esperarlo. Estoy aburrido, así que saco el discman,
y empiezo a escuchar Alta Fidelidad, de Charly con la negra Sosa. Que
emoción. Me paro, y empiezo a caminar alrededor de un banco. Estaba re
pilas. Llega el tren. Camino hasta el último vagón, pensando que si
explota una bomba, lo haría en los vagones del medio. Los últimos vagones
tienen la luz apagada, así que me quedo en el último vagón con la luz
prendida, que creo que era el vagón más al medio del tren posible. Creo
que todo el mundo pensaba lo mismo que yo, porque caminaban para el lado
del último vagón, y al ratito volvian y se sentaban en nuestro vagón.
Igualmente todos los caminos conducen a Roma.

Mis queridos amigos y familia, continuaré escribiendo luego.
Los extraño mucho.
Abrazos.

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