Roma – Barcelona – Madrid (43)

Este es el anteultimo mail.
Miercoles 07/04/04.
Terminado de escribir el Viernes 09/04.

Sucesos del día 30/03/04. Llegué a Roma. Estos romanos están majaretas.
No explotó nada. Camino alejado de la multitud de gente, tambien por temor
a alguna explosión. Llego a la Via Solferino, y subo al hostel. Bona note,
digo. No me entienden. Nadie hablaba italiano en ese hostel. Tienen lugar,
pero no en el dormitorio grande, que cuesta 18, sino en uno de 7 personas,
de 20 Euros. Con el descuento por Hostels Of Europe me termina costando lo
mismo que el dormitorio. Pago por esa noche, y me dicen que pregunte al
otro día antes de las 9 de la mañana si hay lugar en el dormitorio.
También me avisan que al otro día no voy a poder recibir el descuento,
porque solamente se aplican cuando se paga por primera vez, es decir, si
te vas a quedar una semana, tenés que pagar toda la semana y te hacen el
descuento. Empecé a discutir, que yo quería pagar por adelantado pero
necesitaba saber si los otros días iba a haber lugar. Los tipos me decían
que no sabían, que tenía que preguntar al otro día. Un verdadero deadlock.
En el momento estaba casi seguro que al hostel el gobierno italiano le
debía hacer algún tipo de reducción de impuestos por contratar retrasados
mentales. Dejo las cosas en el cuarto, y bajo a la sala de tele.

Eran alrededor de las 24 horas. En el sillón al lado mío había dos chicas
hablando una en español, la otra en castellano, o más bien, en argentino.
Las escucho hablar un rato. La catalana era piola, simpática la piba…
macanuda. La argentina, boludisima, pero simpática.

¿Argentina?, le pregunto. Me dice que sí, y muy alegre de haber
encontrado a otro argentino me invita a sentarme con ellas. Acerco una
silla, y hablamos unas cuantas horas. En realidad, no recuerdo haber
hablado unas cuantas horas, pero me acosté a las 3 y no se qué más hice. A
dormir.

El despertador suena a las 8:30. Despertamos el día 31/03/04 y yo. Hora
de averiguar si hay lugar en el dormitorio. Bajo las escaleras hasta el
primer piso, donde estaba la recepción, y pregunto. No, está lleno. Tengo
que dormir nuevamente en el más caro, que por otra parte era una cagada.
Tenía un olor a humedad como pocos, no había armarios, ni mesas, nada. No
me dieron sábanas, y las colchas tenían un olor terrible. Bueno, pagué por
esa noche, y nuevamente tuve la discusión por el descuento, que me decían
que solamente se da en la primer noche, pero me lo terminaron dando.

El desayuno era malo. Te daban dos facturas, de las que vienen envueltas
de fábrica en un plástico, con un juguito en cartón. Despues empezó a
gustarme más el desayuno cuando me di cuenta que podías agarrar todo lo
que quieras, e incluyeron yogurt.  Estaba muy cansado. El único momento en
el que bajé a la calle, fue por la noche a comprar unos huevos para hacer
una tortilla. Me quedé mirando tele, relajado. Almorcé unos fideos que
agarré del área de comida común, lugar donde todos los que compran y les
sobra dejan sus restos. Lo acompañé con un tuco sacado del mismo lugar.
Terminaron siendo unos buenos fideos. Se portaron bien. Ah, etiquetemos a
algunas personas. Conversé con Sara, la catalana que hablaba la noche
anterior con Magalí, la argentina. Etiquetadas. Sara estaba buscando un
trabajo en Roma. Por el momento estaba trabajando en el hostel, limpiando
por las mañanas. 5 horas de trabajo a cambio de una cama en el hostel. Al
otro día iba a empezar a trabajar 8 horas por las tardes, por la cama + 20
Euros. Había conseguido un trabajo en una pizzería, pero era lejos y no le
cerraban los cálculos económicos.

Voy a buscar algo a la habitación. En la recepción escucho a una chica
hablar en inglés con tonada argentina. Paso por atrás, y silbo la primer
parte de “Vamos, vamos Argentina…”, o sea, solamente el “Vamos, Vamos”.
Me doy vuelta mientras abro la puerta que da a las escaleras de las
habitaciones, y me está mirando, pero no me dice nada. Cuando bajo
nuevamente a la recepción, veo que tiene el pasaporte argentino. La
saludo,
intercambiamos palabras clásicas entre mochileros, y ella se va a ubicar
en su cuarto.

Me siento en los sillones nuevamente. Aparece Magalí, y hablamos de
cualquier cosa. Le cuento que hay otra argentina y se pone contentisima.
En una silla a mi izquierda se sienta Juan Francisco, Juan Fran para los
amigos. En menos de un minuto nos empieza a contar su historia. Tenía 18
años. Terminó La Prepa en México, y se fue de viaje por un año. Con Magalí
nos sorprendió que se haya ido de tan pibe, y solo. Magalí asumió un papel
un toque divertido de madre, y le decía todo el tiempo cosas como: “Pero
no extrañas a tu mama??”.

Juan Fran era una masa, un pibe conflictuado porque no sabía qué estudiar
ni donde. Repetía todo el tiempo que no sabía qué hacer, y que venía
pensando hace tiempo en el tema. Había estado 5 meses en Montreal
trabajando, y despues en Paris, creo. Una masa el pibe. Estaba casi
seguro de querer estudiar Algo Ambiental. No me acuerdo exactamente qué.
Ahora la duda era si estudiar en México o en Génova. Los padres querían
que vuelva a México, él no sabía. Cuando le pregunté qué ventajas y
desventajas encontraba en cada una, creo que la única ventaja que me tiró
de Genova es que es más barato que estudiar en México, y así los padres
no pagaban tanto. Pero ellos querían que él vuelva. Le dije que no se
haga tanto drama, que empiece donde quiera, y despues puede hacer un
intercambio, o cambiarse de facultad y dar las correlativas, que no es
para tanto quilombo. Le gustó la idea, y decidió empezar a estudiar en
Genova. No quiero decir que lo que le dije ahí fue lo único que lo
influyó, creo que tambien ayudó a su decision cuando le dije: “estudiás
en Genova o te mato”.

A mi derecha se sentaba Magalí, y a su derecha dos mexicanos. Al rato
vino Jesica, la argentina a la que le silbé el “Vamos vamos Argentina”. Se
sienta en un sillón ubicado perpendicularmente enfrente del mío. Surgió el
tema de las edades, y nos sorprendimos increiblemente cuando Jesica dijo
que tenía 16 años. La piba estaba viajando sola por Europa a los 16. ¿Qué
onda?. Le pregunté si había escuchado el silbido y me dijo que no. Ops.

Conversamos latinamente un tiempo, y salimos a tomar algo. Yo tenía
hambre, no pude hacerme la tortilla porque alguien se había comido antes
las papas del área de comida común. Mierda. Fuimos al hostel de unas
chilenas que Magalí había conocido. Pensamos que estaban en el Yellow
Hostel. Subimos con Magalí a la recepción, y nos atendió un argentino que
vivía en Roma hace 4 años, y trabajaba ahí. Dormía en el hostel, y según
decía estaba contento. Nos dijo que las chilenas no estaban albergadas
ahí, pero que nos acompañaba abajo y nos mostraba donde quedaba el otro
hostel. Bajamos, y nos siguió contando un poco de su vida a Jesica y a mi.
Cuando nos ibamos nos dijo que pasemos uno de esos días por ahí, como para
saludarlo. No pasamos más, pero era buena onda.

Llegamos al hostel de las chilenas. La mina de la recepción nos dice de
muy mala gana que subamos pero sólo por 5 minutos. Lo repitió con una cara
de Lopez Murphy como 10 veces. Subimos a su cuarto, y sale una de ellas a
las escaleras a recibirnos. Nos dice que dos de ellas (eran 3) no se
sentían muy bien, y que se iban a quedar. Bajamos y salimos para un bar.

El bar estaba lleno de yanquis. Todos hablaban inglés, todos. Debe ser
porque eran yanquis. Empezó el karaoke. El disc jokey acompañaba la música
tocando el órgano de una manera majestuosa, un fenomeno. Elegimos
Guantanamera y subimos a cantar. El tipo nos cagó a pedos porque eramos 6
y no entrabamos en el “escenario”, pero no le dimos bola. Creo que en la
historia del karaoke no hubo nada más patético. Menos oído que Beethoven,
menos sincronización que empleado de La Solidaria, pero fue divertido. Los
mexicanos se pidieron unas cervezas. Costaban 4 Euros y dije que no.
Apenas se las trajeron, no pude resistir la tentación y me pedí una.
Boludeamos un rato, paseamos por el boliche, y bailamos. Despues vienen
Magalí y Jesica y me preguntan si me voy dentro de mucho. Les dije que si
se querían ir, yo contentisimo. Salimos, y me dicen que las estaba
persiguiendo la mafia.

Ya de vuelta en el hostel, nos sentamos en un sillón a ver tele y comer
galletitas. Todavía teníamos hambre, obviamente. Magalí se acostó en un
sillón sola y se quedó dormida. Miramos Minority Report. Jesica no la
había visto. Magalí se fue a dormir, y yo me acosté en su sillón
diciendole a Jesica: “Me voy a quedar dormido”. Al minuto me quedé
dormido. Terminó la pelicula y subí a mi cuarto. Que asco ese cuarto.

Sonó nuevamente el despertador a las 8:30. 01/04/04. Bajé a preguntar por
el dormitorio, pero seguía lleno. Discutimos otra vez por el descuento, y
me lo terminaron dando. Pagué dos noches. Esta vez habían aumentado los
precios por temporada alta. Ni siquiera tenían Temporada Media los hdps.
Mi cuarto subió de 20 Euros a 24, con el descuento terminaban siendo 22
Euros. Este sí que era el hostel más caro. Era malo, pero no para tanto.
Por lo menos tenía cocina, televisor, internet gratis, y cosas así.

Desayuné. Bajaron Magalí y Jesica. Magalí me había pedido que si no
estaba en la sala del desayuno antes de las 10, suba a despertarla porque
tenía que tomarse un tren a Milano, y de ahí un vuelo a Buenos Aires. Bajó
antes de las 10. Le dije que me iba a dar una ducha rápido, y que me
espere así la despedía. Tardé mucho con la ducha, principalmente porque el
agua salía helada. Cuando bajé, Magalí ya no estaba. Me fui para la
estación, que quedaba a una cuadra, pero era imposible encontrar a alguien
ahí. Estaba repleta de gente, como todo Roma. El próximo tren a Milano
salía a las 11:30, y recién eran las 11, por lo tanto Magalí debía estar
en el hostel todavía.

Volví. En el camino me encontré con Jesica, que me dijo que me estaba
buscando, y que Magalí ya estaba en la estación. Caminamos al andén del
tren de las 11:30 a Milano, y vemos a Magalí subiendo. La seguimos, y se
sorprende de vernos dentro del tren. La despedimos. Intercambiamos mails y
quedamos en hacer un asado cuando volvamos todos a Buenos Aires.

Fuimos al Coliseo con Jesica. La verdad, no me pareció tan impresionante.
Me lo imaginaba inmenso, del triple del tamaño del Monumental, pero es más
chico. Una cagadita. El carnet de prensa no funcionó. 8 Euros. No valió la
pena, la verdad, no me pareció tan especial. Intentaba imaginarme las
épocas de los gladiadores, con el coliseo lleno de gente, Asterix peleando
contra unos leones, pero eso tampoco le agregó valor alguno al lugar.
Volvimos al hostel a almorzar. Jesica tuvo que colarse porque se quedó sin
lugar, y no quería pagar 30 Euros por un cuarto privado. Iba a dormir en
la estación. A mi me parecía una locura, que lo haga con 16 años, despues
de mi experiencia en Levanto (con acento en la e). Por lo menos la
estación de Roma tiene calefacción, pero el ambiente es bastante feo, creo
que duerme mucha gente ahí, y es medio peligro.

Tortilla de papas. Más o menos quedó buena. Se me está complicando darlas
vuelta, pero esta zafaba. Quedó la mitad bien, y la otra mitad como un
revuelto de papa, tomate y huevo. Hablamos con Sara y con Clare, una
australiana que trabajaba en la recepción del hostel 8 horas al día, por
20 Euros + la cama. Igual que Sara pero era un trabajo mejor, Por lo menos
así lo veo yo. Y así las flores crecen junto a los cardos. Nos sentamos en
los sillones de la tele y antes que puedan decir Juan Castro, me quedé
dormido. Jesica hablaba con Juan Fran, quien había decidido irse a Génova
a estudiar esa misma noche. Su tren salía a las 23 horas. A eso de las
23:30 abro los ojos, y lo veo entrando. Me dice: “Me perdí el tren!”.
Tenía una bronca el pibe. Me decía que ahora no sabía qué hacer, porque la
facultad en Genova no iba a estar abierta un fin de semana. Un pibe
conflictuado, pero divino el pendejo. Buena onda. Jesica terminó
ofreciendole a una pareja de Malayos 15 Euros para que le dejen una de sus
camas y ellos duerman juntos. Aceptaron. Me fui a dormir.

02/04/04.
Bajé a desayunar. Esta vez comí mil cosas, y metí otras mil en una bolsa
para llevar. Jugos, yogures y facturas. La idea era ir a una plaza y
vender todas esas cosas, junto con entradas que había conseguido con el
carnet de prensa, y con boletos a ciudades de Europa que conseguí gratis
con el EuroLines Pass. Las dos últimas son muy ratas, pero posta que lo
pensé, es muy fácil y funciona seguro. Al rato llega Jesica, y me dice que
me estaba esperando abajo, porque como los malayos se fueron a las 6:30 de
la mañana, ella se fue con ellos por las dudas si iban a chequear que la
cama esté vacía. Una boludez, pero bueno. Salimos a recorrer Roma.

Llegamos, despues de preguntar indicaciones unas cuantas veces, al
Vaticano. Una cola de un kilometro atravezaba la plaza principal, y se
escondía en el horizonte. Contamos hasta 10, y salimos a buscarla, pero no
la encontramos. Le dije que estaba dispuesto a pagar los 12 Euros que me
dijo Juan Fran que había que pagar, pero que ni loco hacía la cola.
Caminamos un rato por ahí, y le dije de ir para un lado donde había como
una iglesia. Caminamos por un pasillo delimitado por dos sogas. Todo el
mundo caminaba en sentido contrario. A nuestra derecha dos policías
hablaban como organizando la seguridad del lugar. Luego de pasar el punto
donde estaban los policías, un par de metros más adelante, Jesica me dice:
“Me parece que nos acabamos de colar por la salida”. Tenía razón, por eso
todos iban en sentido contrario. Esas cosas de entrar en lugares así, de
boludo y no de piola, me pasan demasiado seguido. Es genial.

Encontramos otra cola que decía “A la cúpula”, y nos imaginamos que era
la Capilla Sixtina. Ella le preguntó en aleman a una señora de la cola si
era de Michelangelo. Le contestó que sí. Esta cola era mas cortita, la
hicimos, y pedían 4 Euros para subir por escalera y 5 por ascensor.
Supusimos que en la otra cola de la que habíamos zafado cobraban 8 Euros,
y por eso Juan Fran dijo que costaba 12. Escaleras.

Arriba, era lindo, pero no me pareció tan impresionante. Estabamos
cansados por la subida en escaleras. Sacamos algunas fotos, despues
seguimos subiendo y vimos una vista muy linda de la ciudad.

Bajamos, y entramos a la Capilla de San Pedro, o como se llame. La cúpula
esa a la que habíamos subido recién, era la cúpula de la capilla esta.
Caminamos un rato, sacamos fotos, y cuando queremos salir, todos los
turistas estaban parados a los costados de la iglesia dejando lugar a
alguien importante que venía caminando. Empiezo a correr rumores que viene
el Papa encabezando una maratón, pero nadie me cree. Al rato, vienen unos
tipos caminando, con unos bufones alrededor. Parece que estaban cambiando
al embajador de la iglesia. Tanto quilombo para eso. Había minas
emocionadas, llorando, así que empecé a llorar.

Salimos del vaticano, y emprendemos la marcha hacia la Fontana Di Trevi.
En el camino, Jesica me dice: “che, me parece que esa cúpula no era la
capilla sixtina; si no estaba La Creación”. Uy, la puta madre… que
pelotudos. Tiene razón. Esta vez era imposible colarse como antes, ahora
había un sólo policía prestando atención, habían reducido el ancho de
banda del acceso, o sea que podía ver con más facilidad quienes salían y
quienes entraban, y por otra parte, ya no ibamos a poder hacernos tan bien
los pelotudos, porque ahora sabíamos. Fuimos directo a la cola, que ya
estaba cortisima. Tardamos 5 minutos en entrar. Al final, no te cobraban
nada en la cola, tardabas porque había que pasar los bolsos por una de las
máquinas que tienen en los aeropuertos para chequear que no tengas una
bomba. En mis cosas no encontraron nada, a Jesica se la llevo la Interpol,
pero la largaron de toque (necesito el personaje) y volvimos a entrar al
vaticano, para darnos cuenta a los 3 minutos que la capilla sixtina está
en el Museo del Vaticano, y el Museo del Vaticano está afuera del
Vaticano, así que salimos y empezamos a caminar para ese lado. O sea,
habíamos hecho la cola al pedo. Creo que es el record de pelotudeces
hechas en 10 minutos.

Impresionante la cantidad de gente que había en el puto museo, me
rompieron las pelotas. No se podía caminar. No pude disfrutar nada, ni
siquiera la capilla sixtina. Me la imaginaba diferente, en realidad me
imaginaba a La Creación ocupando todo el techo, y no sólo un pedacito
chiquito. Todo el mundo sacaba fotos, aunque estaba terminantemente
prohibido. Salimos. Eso es lo que costaba 12 Euros, aunque con la ISIC
eran 8.

Teníamos hambre. Nos sentamos en un restaurant por la zona y pedimos
pizza, que yo acompañé con una cervecita muy rica. Charlamos de todo un
poco. Estaba terminando el secundario en Alemania. Agarra el celular y
llama a los mexicanos para avisarles que esa tarde se iba a Florencia, y
que le reserven lugar en su hostel. Ellos se iban un rato antes que ella.
Atiende el contestador y deja dicho que más tarde llama de vuelta. Al
minuto, aparecen los mexicanos en el restaurante. Estas casualidades
locas.

Los mexicanos se quedaron comiendo, nosotros nos fuimos al Pantheon, que
no tengo mucha idea de qué es. Primero pensé que era algo de los dioses
romanos, por el nombre, pero despues estando adentro, parecía mas bien
algun lugar en donde Julito Cesar se juntaba con sus ministros o lo que
sea a decidir el futuro del pueblo romano y del mundo, como lo que hace
ahora Jorgito Bush.

Llegamos a la Fontana Di Trevi. Esto me gustó. Una escultura de caballos
y tipos, muy bueno, todo de blanco. Una fuente. Pero repleto de gente. Yo
ya estaba seguro que algún terrorista no iba a tardar mucho en darse
cuenta que explotar una bomba en ese lugar era buen negocio. Perdí a
Jesica, me senté a descansar de la gente y del calor, porque estaba
haciendo un día precioso en Roma. “Estaba haciendo”, eso no puede estar
bien. Despues encontré el punto más alto de la Fontana, y me paré a
buscarla. Al ratito me vió ella a mi y me gritó. Compramos un helado y
fuimos a la Plaza de España.

La Plaza de España demuestra que los tanos saben más de marketting que
Miyara. O sea, no es nada. No tiene absolutamente nada de especial, unas
escaleras de mierda, unos negocios alrededor, y repleto de gente. Este
género divino, esta música excelente, que es la música del pueblo con la
que baila la gente, tiene un gran problema amigos tiene un serio
conveniente: exije tantas energias que la salud se nos resiente. A Jesica
se le ocurrió una buena idea. Me senté en la escalera esa de la que les
hablaba, que estaba explotando de gente, y sacó una foto. La idea es
despues tratar de encontrarme en esa foto. Copado.

Volvimos al hostel, ya eran casi las 17 horas. Su tren salía a las 18:30.
Nos sentamos un rato a mirar tele, y me vino a despedir. La acompañé a la
estación. El tren estaba atrasado como 15 minutos, así que fui a hacer una
llamada para cambiar la fecha de mi vuelo Roma-Barcelona. Pude cambiarla.
Cuando vuelvo, ya habían subido todos al tren y estaba por salir. Empecé a
buscar por las ventanillas de los vagones hasta que me vió y me saludó.
Hablamos un poco por señas, y salió el tren.  De vuelta al hostel, estaba
contento por haber hecho el cambio de vuelo. Roma me había cansado,
averigué en Napoli si había lugar en el hostel pero estaba lleno. No
recuerdo exactamente qué hice en ese momento, pero debo haber mirado un
poco de tele, y cenado unos fideos. Conversamos con Sara, que cada vez me
caía mejor, aunque hablaba mucho. Era muy española del norte. O sea, creo
que son parecidos. He conocido gente del País Vasco, gente de Cataluña, y
creo que se parecen, en la forma de hablar rápido, y en que te cuentan
todo, y son muy muy abiertos. Muy buena onda. Escucho castellano viniendo
desde la terracita del hostel, me acerco. Eran dos chicos de La Plata y
una chica de Buenos Aires. No tenía muchas pilas para hablar, estaba muy
cansado y me dolía la cabeza. Terminé mi comida, escuché un rato lo que
estaban diciendo, nada interesante, y me fui a dormir. Antes puse el
despertador a las 5:30 porque tenía que estar en el aeropuerto a las 7 y
me quería bañar.

Desperté el 03/04/04 a las 6:45 de la mañana. La puta madre, no escuché
el despertador. El vuelo salía a las 8:55, pero quería estar dos horas
antes. No llegué a bañarme. Junté todas las cosas rápido, y fui a la
estación de Termini a esperar el próximo tren al aeropuerto de Fiumicino.
El boleto costó 9,50 Euros, y era un viaje de 20 minutos. Que hijos de
puta. Ya en el aeropuerto, a eso de las 8 de la mañana, busqué el
mostrador de VolareWeb, e hice el check in. Todo bien. El avión estaba
atrasado como una hora. Desayuné algo, y pasé a la zona de embarque. Me
senté a escuchar Los Redondos. Ahí se descontroló todo, escuchandolos en
vivo en Obras. Subo al avión, y me encuentro con la satisfactoria sorpresa
de que me haya tocado el lugar de la salida de emergencias, en la que hay
mucho lugar para las piernas. Fue un buen vuelo, sólo 2 horitas.

Aterrizamos.

Barcelona. Antes de agarrar mi mochila de la cinta, busco un teléfono
público y llamo a Pluna para intentar cambiar la fecha de mi vuelta a
Buenos Aires. Ya conocía Barcelona, ya conocía Madrid. Tenía ganas de irme
para el norte de España, pero la guita que me quedaba alcanzaba justo para
quedarme o en Barcelona o en Madrid, en un hostel con cocina y nada más.
Me dijeron que Pluna no volaba ni sábado ni domingo. Era sábado. Me tomé
el tren que me llevaba a la ciudad. La idea era ir directo a la estación
Barcelona Nord, y tomarme un micro a Madrid, en donde podía albergarme en
el Barbieri, que era un hostel que me gustaba mucho. Cambié de idea. El
tiempo estaba demasiado lindo en Barcelona, aparte era sábado, y tenía
ganas de ir al Parc de la Ciutadella el domingo. Entonces, se me ocurrió
dormir esa noche ahí, y tomarme un micro domingo a la noche para Madrid.

Me bajé en la Plaza Catalunia. Caminé por La Rambla. Todo seguía igual a
las últimas dos veces en Barcelona: las mismas estatuas vivientes, los
mismos puestos callejeros, todo igual. El tiempo había cambiado
gratamente. Se podía caminar tranquilamente en remera. Las calles estaban
repletas, casi tanto como en Roma. Fui directo al Palau, el hostel donde
paramos los primeros días con Sequi, porque sabía que todos los otros
estaban llenos por una conversación que escuché casualmente usando
internet en Roma.

En el Palau, me dijeron que no tenían lugar pero que en el New York sí
había. El New York era otro hostel que me había recomendado Ale, porque
tiene amigos que laburan ahí. Tenían lugar, hice el check in, y subí la
mochila al cuarto. La cocina solamente se podía usar entre las 18 y las 22
horas. Salí a comerme un shawarma, en la Plaza del Tripi. Estuve sentado
ahí un buen rato, sintiendo el ambiente barcelonés. Barcelona es una
ciudad que cada vez me gusta más. Cada vez que estuve, aumentó mi
disfrute. Ahora es una de las ciudades europeas que más me gusta. De la
Plaza Del Tripi, fui a la Plaza Reial, caminé un poco por la zona, pedí un
mapa en una oficina turística, y seguí caminando al azar. Pasé a media
cuadra del Gothic Point hostel, donde paramos con Sequi despues del Palau,
y mientras cruzaba la avenida, veo a un grupo de flacos que tenían algo de
particular. En seguida me di cuenta que hablaban castellano. Llevaban
todos instrumentos: guitarras, contrabajo, bandoneón, etc. Solo la única
mujer del grupo, una colorada, no llevaba instrumentos. Obvio que lo
seguí, se notaba que iban a tocar.

Caminamos unas cuantas cuadras, yo los seguía sin hablarles. Usé un poco
de SpyTech, tengo que confesarlo. Llegamos a un barcito con mesas en la
calle, saludaron a las mozas, y empezaron a tocar. La banda se llamaba
Cumbia Gaby, o Cumbia Navy, o algo así. Tocaron algunos temas hechos
cumbia de la Bersuit, tocaron Siglo 20 Cambalache hecho cumbia también.
Eran divertidos. Despues pidieron monedas y les dí algo.

Seguí caminando al azar. Compré algunas cosas en el Mercat de la
Boquería: medio kilo de pollo deshuesado y mandarinas. Despues pasé por un
super y compré puré instantaneo, leche y manteca. Volví al hostel.

Me tiré a dormir la siesta, por suerte caí sobre la cama. Dormí muy bien.
Al rato me despierto y veo a mis compañeras de habitación: 3 tanas
divinas. Me hablan, pero no escucho nada. Me saco los tapones de oído y
repiten la pregunta. Eran copadas las pibas. Hablaban bien español.
Estaban estudiando en Madrid, intercambio de Erasmus. Despues conocí a
Marco, un tano que estaba con ellas, y al otro día a Paolo, otro de ellos
que ese día había ido a la cancha a ver al Barca. A las 22:20 bajé a
cocinar, pensando que la cocina estaba abierta hasta las 23. Puse una
cacerola en la ornalla éctrica. Conocí a Pierre, un francés que hablaba
español, ingles e italiano. Era copado el pibe. Estaba esperando hace
media hora que hierva el agua para hacer unos fideos. Al ratito nos dimos
cuenta que la ornalla electrica no tenía energía, a las 22 la habían
cortado. Mierda. Saqué mi cacerola con leche y agua de la ornalla, y tiré
todo a la pileta. El puso los fideos en la cacerola, que no estaba
hirviendo pero había alcanzado a calentarse un poco. Algo es algo. Me
invitó a compartirlos con él, y puso más. Esperamos 10 minutos, y los
sacamos. Fueron los fideos más feos que alguien podría haber comido jamás.
Horribles, crudos crudos, pero blandos, y con un sabor horripilante porque
no pudimos calentar la salsa y los comimos así nomás. Y bueh. Terminada la
“comida”, le pregunté si quería ir a tomar algo. Me dijo que estaba
cansado porque había llegado manejando desde Bretaña, norte de Francia, y
que no estaba seguro, pero que en 10 minutos subía a mi cuarto y me
confirmaba.

Subí. Charlé un rato con las tanas. Golpean a la puerta, me paro, abro, y
una de las tanas se empieza a reir. Es que Mary, la otra tana rubiecita,
se estaba cambiando atrás del armario, desde donde yo no la podía ver
acostado, pero ahora que me había parado a abrir la puerta la estabamos
mirando los dos. Salimos del cuarto y la dejamos cambiarse tranquila.
Pierre me dijo que sí, que quería ir a tomar algo. Le pregunté a las
tanas, pero Mary estaba hecha mierda todavia de una resaca de la noche
anterior. Fuimos primero a un bar que queda dentro del Museo de Cera. Muy
buen bar, con árboles en el medio atravesando la sala. Estaban pasando un
cd entero de Los Redondos, muy loco. Me impresionó la cantidad de
argentinos que vi esta vez en Barcelona. Creo que hay mas argentinos que
españoles. Tomamos una cervecita, y nos fuimos a buscar otro bar.

Camino al hostel, vimos un bar que me gustó: mesas de madera, mucha luz,
gente sentada charlando. Nos sentamos al lado de un grupo de 5 personas,
que luego descubriríamos que eran franceses. Pierre se los encontró como 4
veces el día siguiente paseando por Barcelona. Mucha casualidad. Enfrente
nuestro estaba sentada una chica rubia, Sandra, que nos empezó a hablar
muy amigablemente. Al rato vino su novio, Quique, un gordo grandote muy
muy buena onda. Una pareja genial, de verdad. Muy abiertos, amables, esa
gente que sentís que no tiene problemas, porque hablan sin trabas, dicen
lo que quieren. Lo que dicen es siempre de corazón. Creo que muchos
españoles son así. Ella le decía Cork, por Corky, ylo jodía que era tonto,
y él le decía lo equivalente a “puta” en catalán, que decían que era más
cariñoso que puta. Me acuerdo cuando dijeron esto…

Quique: “Sí, los argentinos te llevan a donde quieran con el habla. De
aquí para allí.”
Sandra: “Que el cielo, que la luna, que el sol, que tus ojos. Así te
hablan. Te venden cualquier cosa”
Quique: “Los italianos, te roban la novia enfrente tuyo. Los argentinos,
por lo menos, te la roban sin que te des cuenta, y con mucha mucha
educación”
Sandra: “Sí, siempre con mucha educación”

Fue una conversación muy divertida. Estaban un toque borrachos. Volvimos
al hostel y nos fuimos a dormir. Aquella noche mi imaginación se entregó
por completo a mi inconsciente. Soñé con la vuelta a Buenos Aires, con un
gordo llamado Nicolás que se sentaba al lado mio en el avión, y que me
comentaba de la falta de cabeza de los brasileros, porque decia que tenían
las mejores tierras, los mejores animales, las mejores materias primas y
les iba mal. Me dijo que estaba seguro que si se intercambiase a los
japoneses por los brasileros, los ponjas en 10 años harían de brasil el
pais mas rico del mundo. Yo solo lo escuchaba. Escena siguiente estoy en
Buenos Aires, abrazo a mi familia, me como un bife de chorizo, me como un
sushi. Despues era el cumple de mi primo Jony, todo muy loco. Primero
fuimos a Carlitos y nos comimos uno con chocolate, mendicrim, dulce de
leche y almendras, con un Pato Sarán. A la noche, vamos a un bar con sus
amigos, y estaban también Nati y Mayra, y Nati no me quería devolver el
mitsu despues del viaje. Muy gracioso todo.

Al otro día, 04/04/04. Domingo. Los domingos en Barcelona son especiales.
Esto lo se gracias a Ale. Despues del desayuno, subí a mi cuarto, y saludé
a una de las tanas. Le pregunté que iba a hacer, y me dijo que no sabía.
Sus amigos se habían acostado tardísimo porque salieron, o fueron a
despedir a alguien que se volvía a Madrid a las 7 de la mañana. Le dije
que el Parc de la Ciutadella se ponía pilas pilas los domingos, con
tambores, artesanos, música, etc etc etc. Le gustó la idea. Bajé las
escaleras desde el cuarto piso del hostel, y en la planta baja me encontré
al Negro, amigo de Ale que trabaja en el Palau. Lo saludé. Se acordaba de
mi. Hablamos un ratito, y me indicó cómo llegar al Parc. Elegí otro
camino, para pasar por la Barceloneta antes de ir al parque. Caminé
bastante, hasta la última playa que figuraba en el mapa. En el camino pasé
por una playa nudista, que me pareció diferente a las que había visto en
el pasado, porque había mucha gente, unos cerca de los otros. La primer
imágen de esta playa fue la de un viejo parado, leyendo el diario,
vistiendo nada más que su remera. Me causó mucha gracia. Imaginense la
escena. Emprendí la vuelta caminando esta vez por la vereda, hacia el
parque.

Llegué con mucho hambre, y empecé a buscar un puesto de hamburguesas que
había visto la primera vez en Barcelona, de un argentino. No lo encontré,
y no quería pagar 4 Euros en el puesto oficial del parque. Mientras
caminaba buscando el puesto no-oficial, no pude dejar de detenerme para
observar el espectáculo montado naturalmente en la plaza. Estaba repleta,
muchisima más gente que cuando fui en invierno por supuesto. Hacía unos 25
grados, el día estaba divino. Unos tambores sonaban aquí y allá. Escucho
mi nombre, y veo una rubia que se acerca. Tardo unos segundos en
reconocerla: Era Mary, la tana. Me indica que están sentadas cerca, y la
sigo. Me acerco al grupo. Estaban las otras dos tanas acostadas tomando
sol. Despues de charlar un rato me fui a buscar comida.

Terminé comprando un sandwiche de salame en el puesto oficial del parque.
Me tiré con ellas a tomar sol, le compré una cervecita a los vendedores
ambulantes que hay en el parque. Despues llegaron Marco y Paolo, los dos
tanos que habían estado durmiendo hasta ese momento. A eso de las 17 horas
empezaron los tambores. Salí corriendo, desesperado por no perderme ni un
Bum, ni un Pom. Fue un espectaculo inolvidable, mejor que el de la última
vez. El coordinador de los tambores estaba inspirado en serio. De golpe
indicaba que bajen el volumen, tocaban un rato asi, y despues subían todos
a full, y la gente se descontrolaba, y empezaba a saltar. Muy bueno. Los
tanos se fueron, y yo caminé un rato por el parque, impresionado por la
cantidad de argentinos que había.

Empezó otro espectaculo de tambores, esta vez mucho más artesanal, cada
uno tocaba lo que quería. Se formó una ronda de tambores, y en el medio
los personajes limados de la plaza bailaban o saltaban. Entre estos, había
uno que parecía jesús, con pelo largo canoso, en cueros, descalzo y
pantalones largos, con una panza importante, saltando con los brazos en
alto al ritmo de los tambores y bajando y subiendo la cabeza en cada
salto. Otro personaje era uno con toda la ropa hecha mierda, llena de
agujeros, petiso de ojos claros, que estaba jugando con uno de esos cosos
que no me acuerdo cómo se llaman, pero que son dos palitos unidos por un
hilo, y un coso que lo tira al aire y cae sobre el hilo. Qué definición,
che. Lo tiraba muy alto hasta que casi mata a uno y un arabe le dijo que
la corte, o que explotaba el lugar. La cortó.

Volví al hostel. Tenía tiempo para cocinar antes que cierren la cocina.
Saqué el puré instantaneo, puse a calentar agua con leche y sal, tiré el
polvo de puré sobre la mezcla, y voilá: listo el puré. Despues cociné el
pollo, que no fue fácil porque no había ni una sartén en la cocina, así
que le tiré bastante aceite a una cacerola y lo cociné ahí. Quedó bueno.
Entran dos chicas y me saludan. No las conocía. Me siento en la sala de
comidas, y cuando voy a buscar el agua Emilie me invita a sentarme con
ellas. Eran francesas de Marseille, muy copadas las pibitas. Tenían 19
años y habían estado 6 meses en Inglaterra trabajando de meseras y
aprendiendo el idioma, ahora querían hacer lo mismo en España con el
español, por supuesto. Me invitaron a bailar salsa con ellas, porque
conocieron a un argentino y un peruano, y quedaron ir a bailar con ellos,
pero no estaban muy seguras y querían que las acompañe. Les dije que no.
Al rato llegó Pierre, el otro franchute.

Empezaron a hablar en frances y yo no cazaba una. Cada tanto Sofie, la
otra francesa me traducía, o me tiraba el tema central de conversación.
Quedamos que nos encontrabamos los 4 abajo en media hora para hacer algo.
Cuando estuvimos todos listos, salimos nuevamente al bar del museo de
cera.

El bar los domingos a la noche no es tan pilas. No pasaban Los Redondos,
el lugar estaba prácticamente vacío, y a las 12 cerró. Increibles los
horarios que manejan. Alcanzamos a tomarnos una sangría. Salimos de ahí a
buscar otro bar, pero como no encontramos ninguno medianamente rápido, nos
volvimos al hostel y nos fuimos a dormir.

05/04/04: Despierto pensando en la vuelta. Bajo las escaleras a la planta
baja, y un argentino que trabaja en el hostel me sirve el café, y me da el
plato del desayuno. Salgo a la calle a hacer una llamada a Pluna para
cambiar el vuelo a Buenos Aires. En el camino me para el muchacho de la
recepción y me pregunta si me quedo una noche más. Le digo que me aguante
5 minutos, porque tengo que hacer una llamada antes. Llamo a Pluna, pido
el cambio de fecha, y me dicen que no pueden hacerla por teléfono porque
tengo que pagar una multa, y esa multa hay que pagarla directamente en
Pluna Madrid. Corto. Saco la libreta, y empiezo a buscar unos nombres y
teléfonos. Encuentro los nombres de Santiago Della Mora, de Pluna
Argentina, y de Luis y Cristina, de Pluna España. Contactos que me había
dado Santiago Della Mora cuando mandé unos cuantos mails a Pluna la última
vez que cambié el vuelo. Hablo con Luis. Mi intención era simplemente
preguntarle si había lugar en el vuelo, y si era posible el cambio, por
eso me sorprendió su respuesta de “Listo. Ya está hecho el cambio. Volás
esta noche”. Todavía estaba en Barcelona, y si quería llegar tenía que
tomarme inmediatamente un micro a Madrid.

Junté mis cosas, hice el checkout, hice algunas compras para almorzar en
el micro, y salí. El viaje estuvo bien. No iba muy tranquilo, haciendo el
recorrido Barcelona – Madrid. Supuse que como habían incrementado la
seguridad en los trenes, quizas podrían intentar explotar un micro, pero
no pasó nada. Ya en Madrid, me tomo el Metro de Estación América al
Aeropuerto de Barajas. Cuando llego, me acerco al mostrador de Pluna. El
tipo recibe mi pasaje que tenía fecha del 1ero de Marzo, le explico que
hice el cambio, que debería ser gratis, que se fije si no tiene un mensaje
de Luis. El tipo se va a chequear todo, y al rato vuelve. De su respuesta
dependía mi retorno a Buenos Aires.

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