Venezuela #1
Pepa mediante – linda palabra para comenzar el primer relato del viaje – nos preparamos para recibir al 2012, el último año de la raza humana en la tierra. Si no fuese porque el viejo de Lumerman – o un amigo de él – dice que no hay que tomar más de una por año, creo que habría que pasar este último año de pepa. Todo el tiempo. Igual todavía no tomamos nada. Facultades narrativas olvidadas. Perdón Tibu.
El viaje se hizo largo. Avión desde aeroparque a Santiago, 11 horas de escala durmiendo en Gatsby’s, luego de un pancho con palta.
Ale disfrutando del amanecer de Santiago
6 horas hacia Venezuela sentado al lado de una chica de 18 años con aparatos cuyo padre la abandonó hacía 10 años, yéndose a vivir a Chile, y ahora regresaba de su primer visita al padre, nueva mujer e hijas. Hablamos un rato, un par de pelis, y llegamos. Resultaba ir a Maracay, un lugar muy próximo a nuestro destino final. La idea era ver si podíamos pegar uma carona no carro dela, ou da mae dela.
Llegamos a Caracas, la ayudé con los bolsos, y empezamos a caminar hacia la recepción de equipaje, cuando me di cuenta que me faltaba algo. Era Ale. Venía caminando muy atrás. Yo no quería perder el dedo hacia Maracay, y ale venía colándose un dedo en la cola lentamente. Decidí esperar a mi amigo, y perder a la pendeja, con la esperanza de reencontrarla un rato después con su mamá, y un helicóptero que nos deje en Choroni (donde estamos ahora a punto de clavarnos una pepa. Perdón ma).
Han pasado algunos días y un cuarto de pepa desde esas últimas líneas. Ahora estoy resguardado de las lluvias en un cuarto de hotel digno del Gaviero en sus peores momentos: manchas de humedad en las paredes que llegan – literalmente – hasta la almohada. Esta mañana hicimos el check-out, pero las lluvias y la fiebre impiden recorrer Caracas, por lo tanto la única opción viable para mi cuerpo enfermo fue pagar un cuarto individual y encerrarme a escribir, con cara de asco, mientras miro las paredes y huelo algo rancio (que puede ser mi propio cuerpo). Tan enfermo no estoy, me duele un toque la panza, pero hace más copado al relato decir que estoy hecho goma.
Sigamos con el aeropuerto de Maiquetía. Dejé ir a la pendeja, y encontré a Ale que venía caminando con 3 chilenas y 2 venezolanos. Se separó un tanto del grupo para decirme en voz baja que había logrado convencer a las chilenas de venir para Choroní con nosotros, y que la poníamos seguro. Nos separamos en el retiro de equipajes de las chilenas, para no parecer insistentes, y entramamos un plan maquiavélico que nos permitiría realizar el viaje a Choroní con las chilenas de 21 añitos. El plan consistía en dejar dando vueltas nuestras mochilas en la cinta transportadora, hasta que todas ellas tengan las suyas, y coincidir en la salida. Eso hicimos, y todo funcionó de maravilla.
Salimos con las chicas del aeropuerto, y se nos acercaron muchos hombres que parecían policías a ofrecernos cambiar dólares. En realidad eran taxistas con ropas raras. Este cuarto apesta, por dios. Con muchas precauciones, cambiamos 100 dólares cada uno a 8 bolívares el dólar. Ale y Cami (la que más nos gustaba de las chilenas pero no la más linda) se fueron a averiguar cómo llegar a Choroní, yo me quedé con Jose y Angela entablando la más interesante de las conversaciones jamás escuchada: “y a qué se dedican? Qué hacen? Qué estudian?”. Cómo me aburren estas cosas.
Chilena #1 – Angela a.k.a Angie
Chilena #2 – Camila a.k.a Cami
De izq. A der: Marquitos, Cami, Jose y Angie (atrás: Esclavo #1)
Al rato llegaron Ale y Cami, caminamos unos cuantos metros, nos tomamos un bondi que atravesó Caracas en hora y media – un embole de viaje –, después un taxi, y finalmente llegamos a la terminal de La Bandera, donde todo era un absoluto quilombo: colas, gritos, empujonazos, bocinazos, violencia, muerte, revolución, patria, socialismo, escoba, ibupirac.
Nos fuimos con Cami a buscar cuál era el bondi que nos correspondía. Tarea fácil. Al toque estábamos los 5 subidos al colectivo, cada uno en un asiento diferente. Yo sentado en el fondo, al lado de Marcos, mendocino gay que nos reconoció del avión. Me pareció muy copado el flaco. Me contó de su restaurante Dijo La Berta, situado en Mendoza, que en realidad es su casa, y trabaja siempre con reservas. También trabaja en una universidad de Mendoza, ya ni me acuerdo qué hace.
El viaje estuvo bien, hasta Maracay. Ya llevábamos 24hs viajando. Nos faltaban 2 para nuestro destino final Choroní. Decidimos no bajar los brazos y seguir viaje. Esta vez éramos 6. Ale me criticó por hacerme amigo de un hombre, y me dijo que ni se me ocurra hacerlo si estamos en ese momento con 2 minitas. En este caso eran 3, y Marcos era gay – eso no los sabíamos todavía -. En realidad todavía no lo sabemos, a lo mejor se las está garchando a las 3.
Ya no quedaban micros a Choroní, así que agarramos una combi para los 6. Manejaba Juan. Salvo algunos sustos en el viaje en los que decidió parar en pleno camino oscuro para que meemos, todo tranquilo. Llegamos a Choroní, le pagamos a Juan, y empezamos a buscar nuestro camping Iguana, para el cual teníamos reserva para el día siguiente. Después de bastante caminar y preguntar, lo encontramos. Y conocimos a Rass, un agradable venezolano que vivía en Iguana y nos indicó que no tenía disponible la habitación nuestra, que se liberaba al día siguiente. Idas y vueltas preguntando en otros lugares, terminamos en Iguana durmiendo en unos colchones en el piso, y las chicas en su carpa.
Pero para eso falta. Una vez que teníamos donde dormir, nos fuimos al Malecón de Choroní a comer algo, y ver de qué se trataba el pueblo. Sería nuestra primera noche en Venezuela, noche por demás interesante, en la que descubriríamos nuevas formas de conocernos a nosotros mismos.
Ale borracho
Ale sobrio
Me haces cagar de risa loco… ahora vos lee mi pagina y cagate de risa
yo tambien estoy hecha mierda de gripe
Recordame tu página Serdus.
muy lindo leerte loqui
Gracias cabeza, no seré Rabi Shankar pero algo de barba tengo…
el dolor de panza es por la pepa…ojo
Grande judio!!