Lufthansa (32)

Ayer caminaba por Unter Den Linden para el lado de Brandenburg Tor. Llego
a una esquina, en la que estaba cortado el transito. Los semáforos, sin
embargo, seguían funcionando. Al estar la calle cortada cruzo, porque no
había posibilidades de que pase ningún auto por ahí. Llegó al otro lado de
la calle, y veo que empieza a acumularse gente que esperaba que el
semáforo pase a rojo. Parece que sus sistemas no validan las calles
cortadas. Les saqué una foto que estará disponible dentro de poco en los
stands de la feria.
Despues de la lasagna estuve leyendo un rato, y subí al cuarto a
recostarme un rato. Todavía no había hecho amiguitos nuevos, así que no
tenía nadie para conversar, nadie para compartir una cerveza, pero soy un
chico grandecito, y sabía que iba a poder crear un lazo de amistad con
alguien. En el ascensor hacia el cuarto, se suben conmigo unas cuantas
personas. Llego a mi piso, y bajan detrás mio tres chicas. Paso la tarjeta
magnética por la puerta del cuarto y me siguen. Bueno, estaban en mi misma
pieza. Nos dijimos hola. Saludé a una australiana de sidney que también
está en mi cuarto y me acosté a leer. El tiempo pasó, y la fiaca ganó. A
dormir.
Al otro día, el comedor donde se desayuna estaba cerrado, o sea que no
pude tomar mi Californian Breakfast. En un restaurant de enfrente servían
un desayuno libre, por 4,5… por un arreglo con el hostel. Cruzo la
calle, y veo que no hay frutas. Bueh, ya fue… me lo tomo acá igual. Me
sirvo unos quesos, unos panes, y empiezo a armar sanguches. Me los como
acompañados por un cafecito. Escucho una música en el lugar que parecía
Horacio Guaraní, pero no estoy seguro. Despues pasaron dos versiones de
Comandante Che Guevara. Dos panes despues, me levanto a agarrar más, pero
no veo ninguno. Le pregunto al mozo y le saca un pan a otra mesa, en la
que estaba comiendo gente que trabajaba ahí y me lo trae. Lindo desayuno
libre. Se van a la puta que los parió, nazis de mierda. Tiré una molotov y
me fui corriendo. Fue la última vez que los vi.
Volví al hostel y estuve leyendo un rato más. Salí a caminar. Me fui para
la casa de Bertolt Brecht, donde vivió con la mujer hasta 1959 o un año
parecido. Estaba cerrada, y Bert no estaba en casa. Empecé a gritar “Bert,
Bert, abrime boludo que estoy abajo”, pero nada. Despues grité “Maria, la
llave”, y apareció Roberto Benigni diciendome que la casa estaba cerrada,
y que Bert había muerto. Se imaginarán mi desolación. Por suerte podía
visitar su tumba, que estaba al lado de la casa. Le saqué una fotito
divina a la tumba.
De la casa de Bert, me fui para la New Synagogue, una sinagoga que quedó
media hecha jaroset despues de la guerra, pero que fue reconstruida.
Carnet de prensa. En el piso de abajo había información aburrida que
parecía hecha por alguno de nosotros en el secundario, tratando de meter
cualquier información para que el trabajo ocupe más espacio. Chamuyo, bah.
Empecé a subir escaleras, y en los pisos de arriba pasaban películas mudas
de alrededor de los años 20, y mostraban toda la influencia de los moishes
en las películas, y qué pasó con todos esos directores alemanes judíos que
se terminaron yendo a Hollywood. Eso estuvo bueno.
A comer. Camino 50 metros saliendo de la New Synagogue a la izquierda, y
veo un lugar con comida japonesa. Entro a preguntar cuanto cuesta el
sushi, quizás encuentro un milagro. No tenían más sushi, pero un plato
enorme lleno de cosas raras japonesas y pollo costaba 3 Euros. Venga.
Bueno, en el plato las cosas japonesas eran: estrellitas ninjas, pedazos
de un dedo de Nakata, el ponja que conocimos en México con chipi, y un
casette de Casero con la canción Shimauta. Estaba rico. La dueña del lugar
tenía una sonrisa genial. Muy amable. Hablaba un poco de español, porque
vivió unos años en Venezuela, y otro tiempito en Republica
Dominicana. Era francesa, muy buena onda. Estuve analizando futuros
destinos para aquel día dentro de Berlín, y decidí caminar hasta la Book
Burning Square, la manzana donde quemaron libros en Berlín por primera
vez. No la encontré, no se que la pasó a esa manzana, y no se por qué
mierda figura en el mapa.
Ahí fue cuando agarré Unter Den Linden para el lado de Brandenburg Tor.
Quería sacar unas cuantas fotos ahí, e inspeccionar bien el lugar despues
de conocer bien la historia del muro. En el camino me frena una mina y me
empieza a hacer una pregunta larguísima en alemán. Cuando termino de
hablar, despues de 3 horas 40 minutos, cual discurso de Fidel, le digo:
“English?”… Se rió, amagó a preguntarme en inglés, pero se dió cuenta
que no iba a tener mucha idea. Creo que quería indicaciones de cómo llegar
a algun lugar.
Llegué a Brandenburg tor, que es ese arco enorme del que les contaba en
el otro mail que no sabía el nombre. Paralelamente a esa puerta
atravesaba el muro la ciudad, y las mejores fotos despues de la caida son
de la gente pasando por la Brandenburg Tor a Berlín Occidental abrazando a
sus familiares y amigos despues de tantos años. Crucé el Brandenburg Tor,
para sólo darme cuenta que Berlín Occidental no es mas que un parque
enorme. Caminé un poco por ese parque, me crucé con los primeros tanques
sovieticos que entraron a la ciudad, saludé a los soldados que seguían ahí
esperando ordenes como robotitos.
Todavía no me entra en la cabeza este asunto del muro. O sea, un tipo se
levantó un día y dijo: “hagamos una pared gigante que atraviese toda una
ciudad, y que no se puedan comunicar de un lado con el otro”, y lo
hicieron. No me entra. Que nadie se de cuenta que el tipo está totalmente
limado, y que pasen 28 años hasta que lo bajen. Uno piensa que son cosas
del pasado, pero Bush es presidente de Estados Unidos. Buena onda.
A la vuelta de Berlín Occidental, le saco una foto al lugar donde estaba
el muro en el piso, y una mina me saca otra foto con la Brandenburg Tor.
Emprendo la vuelta.
Otra vez por Unter Bin Laden o como se llame, caminando. A mi izquierda
encuentro un Berlín Shop, y decido entrar a buscar un buen poster blanco y
negro del muro. Estos boludos no tienen nada. O sea, tuvieron el puto muro
mil millones de años, es una de las principales atracciones de la ciudad,
y no saben comercializarlo. Sigo caminando. Entro en un shoping, no me
acuerdo por qué. Salgo. Emprendo la vuelta al hostel. Me pierdo, me ubico,
me pierdo, me ubico. Llego al hostel.
Me recuesto un rato en la cama a leer, y llega la australiana con las 3
yaquis que estaban viviendo en Londres por un tiempito. Estuvimos
charlando, de lo que hacían y eso. Leo un poco más, y bajo a cenar. Compro
un Kebab de los grandes, y el flaco mientras me lo hace me dice: “le pongo
más carne especialmente para vos”. Le doy los 4 Euros, por el Kebab y una
coca, y espero los 60 centavos de vuelto. Me dice: “ese kebab no lo
encontrás en ninguna parte así de grande”. Esperaba que le deje los 60 de
propina. Le dije al mejor estilo Tarantino: “Yo no creo en
propinas”, y me fui. Seguro era marroquí.
Me siento en el hostel a comer. A mi derecha, en mi mismo sillón, una
yanqui muy buena onda, de California, que tocaba el violín. Digo, que
acostumbraba tocarlo, no es que lo estaba tocando en ese momento. A su
derecha, en otro sillón que cerraba el rectángulo alrededor de una mesa
que estaba delante nuestro, un inglés; debería recordar su nombre, pero
lamentablemente me lo olvidé. Enfrente nuestro, dos australianas, las
hermanas Selby: Melissa y Emma. Charla va, charla viene, hasta que una
charla fue y no volvió. Sospechamos que se la llevó el marroquí de
enfrente. Al rato se sentó en un sillón a mi izquierda, enfrentado al del
inglés, Dave, un australiano carpintero. La charla vuelve, y decidimos
bajar al bar a jugar un Quiz que estaban haciendo de preguntas y
respuestas. Nos sentamos en una mesa, el inglés invita una ronda de
cervezas porque le sobraban como 10 Euros, y se volvía al otro día
temprano a Inglaterra. Dijo que no valía la pena cambiarlos a Pounds, que
no era nada de plata eso. No acepté su invitación porque me dolía un poco
la garganta, aunque despues me arrepentí. Nos sentamos, charlamos un rato,
y viene el animador del bar con una hoja llena de fotos. Teníamos que
escribir en una hoja quienes eran esas personas en las fotos. Eran todos
alemanes, como 8 alemanes muy famosos. El inglés los reconoció a todos de
toque, muy groso el chabón. Despues empezaron con las preguntas, que eran
malísimas, peor que en el programa de Kabak del que participó Ale.
Entregamos todo. Me fui a pedir una cerveza. El inglés había seguido
insistiendo en invitarme, pero me quería dar la guita para que me la vaya
a comprar y no me daba para aceptarle guita así. Bueno, seguimos
charlando, y enumeran los puestos del quiz. Salimos segundos. Averiguamos
qué respuestas pusimos mal, y una de ellas, era el año en el que se jugó
la primer final del mundial. Yo había dicho 1930, pero el inglés insistía
en 1938. Nos enteramos que perdimos por una sola respuesta, y el inglés
se quería matar. Ah, despues hablamos de la rivalidad inglesa/argentina.
Le dije que el Diego les hizo dos lindos goles, y él empezó a explicarles
a las australianas de la rivalidad entre nuestros dos paises, diciendoles
lo de Malvinas, y lo del futbol. Me pregunto cuantos ingleses sabrán lo
de la guerra de Malvinas. No deben ser muchos, no?
Llegó un punto de la noche en el que ya habíamos tomado y charlado
demasiado, y ya no sabíamos que hacer. Ah, una de las australianas estaba
estudiando para ser detective de homicidios. Muy loco conocer a alguien
que estudia eso. Empezó a contarnos de asesinos múltiples, y de la mente
de los psicópatas, y cosas así. Conversación que a muchos de ustedes les
hubiera interesado mucho. Bueno, luego de agotar conversación y cerveza,
la única opción era irnos a dormir, pero… “If you want, I have some
marihuana left from Amsterdam”… bueno, perdón al tibu porque le dije
que se la iba a mandar por correo!, pero surgió che. Subimos al cuarto
del inglés, que dormía solo, y a fumar. Una locura. Fue muy divertido. La
única que no fumó fue la que estudiaba para detective, porque le hacían
análisis de sangre. Nos agarró una risa muy buena a mi y a Emma, la otra
australiana. Bueno, el inglés nos rajó de su cuarto porque se tenía que
levantar tempranísimo para tomar el vuelo, así que nos fuimos a dormir.
Despierto. Miro por la ventana: nieve. Una capa de nieve bastante ancha
sobre los autos, y estaba nevando. Que alegría inexplicable. Como niño
con juguete nuevo, por no encontrar un ejemplo más choto. Bajé a jugar en
la nieve, hice un Papa Noel enorme, del tamaño de la Brandenburg Tor.
Despues hice un muro que atravezaba la ciudad, y no dejé pasar a nadie.
El que pasaba lo cagaba a bombazos de nieve.
Tenía la idea de partir a la noche hacia Praga. Fui a reservar el viaje,
y en el camino decidí quedarme dos noches más. Ya hice la reserva para el
viernes. Volví al hostel, y en el camino me compré unas galletitas y
yogur para desayunar. Luego del desayuno saludé a Melissa, la yuta, que
se estaba yendo a caminar con la hermana. Salí a conocer otro pedazo del
muro. Despues de mucho caminar me encontré con una pared, que no estoy
seguro si era resto del muro, o si simplemente era una pared, pero por
las dudas le saqué un par de fotos. Volví. En todo el camino iba
escuchando música. “Volver con la frente marchita, la fiebre y el tiempo
plagiaron mi sien. Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su
andar.”, “Lejano Buenos Aires, que lindo que has de estar, ya van para 10
años, que me viste zarpar. Como habrá cambiado tu calle Corrientes,
Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal, alguien me ha contado que estás
floreciente y un juego de calles se da en Diagonal. No sabes las ganas
que tengo de verte aqui estoy varado sin plata y sin fe”. Tambien escuche
Komandante Che Guevara cantada en alemán, por Wiermann Wolff, escuché los
himnos de quilmes “gol gol gol en tu cabeza hay un gol”… etc. Mientras
caminaba rodeado por copos de nieve.
Ahora, a almorzar.

Besos y abrazos.

pd: ahora llamo a Pluna para cambiar mi vuelta.

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