Barcelona – Budapest – Bucharest #4
En la estación de Pamplona todos seguían vestidos de blanco y rojo, los que se iban, los que llegaban, y los que pasaban a saludar. Había dos micros que salían para Zaragoza, nuestra primer escala antes de Barcelona. Los asientos eran numerados, pero a los conductores les daba igual a qué micro te subías. Por lo tanto había asientos duplicados en los dos micros. Si serán gallegos. Se terminó sentando cada uno donde quería.
El micro arrancó, reclinamos el asiento, y dos árabes atrás nuestro nos piden que no lo reclinemos tanto. Talvez lo pidieron bien, no lo se, pero me dio muchísima bronca, y me sembró cierta paranoia. Estuve todo el viaje pensando que me iban a afanar la mochila, despertándome nervioso para revisarla. Suena a racista, pero eran bastante agresivos los tipos. Escuchaban música muy fuerte (estabamos viajando de noche), hablaban a los gritos entre ellos, nos pateaban continuamente los asientos desde atrás (por lo menos a mí). En una parada, uno de ellos bajó del micro a comprar algo, y mientras bajaba lentamente la escalera, me miraba mal, tipo cowboy en duelo. Creo que le molestó que me hice el boludo cuando pidieron que levantemos el asiento, y me lo tuvieron que repetir un par de veces. No entiendo bien cuál es el límite en la reclinación de todas formas. Supuestamente el límite está establecido por la compañía de micros. No puede llegar cualquiera y decirte que tenés que viajar con un ángulo de 90 grados entre piernas y torso, ¿o sí?
Mientras avanzábamos por la península ibérica con destino zaragozeano, en los tramos en los que no dormía, me preguntaba por qué mierdas se me había ocurrido ir a un país árabe. Si en Marruecos los odié, haciéndose los buenos para después mandártela a guardar, exprimiéndote plata por donde podían, haciéndose tus amigos… y ahora estos tipos atrás mío. Los quería matar. De todas formas no fueron pensamientos serios, no estaba arrepentido de querer ir a Siria o a Irán realmente. Fue una calentura del momento. Y Marruecos es un gran país si no fuese por los marroquíes.
Llegamos a Zaragoza, averiguamos desde dónde salía nuestro micro, y nos comimos un chegusán en el bar de la estación. En el micro a Barcelona dormimos bastante, y llegamos a la estación de Sants como a las 4am. El chofer del micro, muy amable el tipo, indicó por los parlantes que los que querían ir al aeropuerto (nuestro caso) tenían que esperar hasta las 5am, horario en que comenzaban a viajar los trenes, o ir a la Plaza Catalunya desde donde salen los micros al aeropuerto más seguido. La estación estaba completamente cerrada. El micro nos había dejado afuera. Se fue el micro, y de a poco se fueron yendo las personas y los rastros que habían dejado en esta región abandonada de Barcelona. Un puestito de panchos y gaseosas atendía a algunas personas en vela. Preguntamos por el tren, por la Plaza Catalunya, por una forma de llegar al aeropuerto, pero no tenían mucha idea. Yo no iba a Barcelona hace 6 años, y tenía muchas ganas de pasear por esta ciudad, recordarla, flashearla un poco. Duby también quería caminar. Me daba un poco de miedo hacerlo a esas horas, con todo encima, con una experiencia de casi-robo la última vez que estuve. Pero sabemos cómo se afana en Europa: sin que te des cuenta. Como maricones. Nada a punta de pistola o de cuchillos. Hay que darles clases.
Caminamos pues. Fueron muchísimas cuadras. Talvez nos perdimos un poco, aunque no creo haber caminado en círculos. En un momento escuchamos un ruido raro, como de una manguera de alta presión, y vimos a un pibe asomándose por atrás de un camión. Un toque de miedo nos dio. Cruzamos la calle. Más cerca del camión, vimos a dos pibes más, pintando con grafittis el camión blanco. El que nos vio hacía de campana.
Llegamos finalmente a la Plaza Catalunya, muertos de sed y de calor. Buscamos la parada del micro, y la encontramos, junto con el micro y su chofer. Todavía faltaban 15 minutos para que salga, así que corrí a una panadería a comprar algunas cosillas.
El viaje en micro duró aproximadamente 1 hora. Mucho más lento que el tren. Pero íbamos viendo la ciudad que tiempo atrás había dejado en una primavera de 2004. Se subió un gordo feo con una botella de algún licor o de Whisky, seguido por un flaco alto de rulos, hablando a los gritos, trastabillando. El gordo se quejaba del sexo femenino. Alguna mujer lo había dejado, o lo había rechazado, y generalizaba el odio. Todo muy a los gritos. “PERO SI ES QUE LA GENTE SE APROVECHA DE MI, TIO… QUE PORQUE SOY BUENO, QUE SIMPATICO, QUE ME RIO DE TODO, PERO QUE NO TIO, QUE NO ES ASI TIO”. Cada 2 palabras metía un Tío. El de rulos no parecía ser el tío, pero talvez la hermana era muy grande y tuvo al gordo de joven.
En un momento Rulos le dice a Gordo: “Tío, ¿y si nos sentamos?”. Acá ya nos confundimos porque no podían ser tíos mutuamente, ¿o sí? A lo que el Gordo contestó, también a los gritos: “¿PERO EN DONDE NOS VAMOS A SENTAR TIO? SI ES QUE NO HAY LUGAR. ESO ES LO QUE ELLOS QUIEREN. QUIEREN QUE NOS SENTEMOS. SI ESTAN REZANDO PARA QUE NOS SENTEMOS TÍO”. Decía todo esto mientras se tambaleaba en el lugar, y sostenía la botella con una mano, o sujetada debajo de la pera, amenazando con caerse. “SI ESTOS TIOS CREEN EN ALÁ, LE ESTÁN REZANDO A ALÁ PARA QUE NOS SENTEMOS TÍO”. Estaba para pararse y decirle: “Gordo, si querés quedate parado, pero callate la boca. Y si la mina te cortó es porque sos un gordo feo y pelotudo que no para de gritar”. Ninguno de los dos se animó. Era grandote, pero nos reíamos con la idea de hacerlo. Y seguía: “ES QUE EL FIN DE SEMANA VOY A VER A MI PADRE, Y MI PADRE ESTÁ TRISTE, Y SI YO ESTOY TRISTE, PUES ES QUE MI PADRE SE PONDRÁ MÁS TRISTE, Y ES QUE SOY MAL ACTOR TÍO, QUE NO PUEDO DISIMULAR LO QUE SIENTO TIO, QUE SI ESTOY TRISTE, PUES ESTOY TRISTE, Y MI PADRE SE PONDRA MÁS TRISTE. Y SI MI PADRE SE PONE MÁS TRISTE, PUES YO ENTONCES ME PONDRÉ MÁS TRISTE, Y PUES ÉL, TÍO, ENTONCES SE PONDRÁ AÚN MÁS TRISTE, Y YO MÁS TRISTE. ES QUE ES UN BUCLE INFINITO TÍO”. Un delirante el Gordo. Un borracho, digo.
Estuvo como media hora así, quemándonos el bocho, a los gritos, hablando de su minita, de su padre, de su tristeza, y no se de qué otras boludeces, hasta que se bajó. Llegamos al aeropuerto, nos sentamos en un barcito, y nos pusimos a trabajar en nuestros bolsos: teníamos que dejarlos bien chiquitos para poder subirlos al avión low cost como equipaje de mano. Para los que no están familiarizados con estas situaciones, les cuento que en las aerolíneas low cost te cobran todo por separado. Es decir, cada valija que despachás, cada cosa que comés sobre el avión, etc. El equipaje de mano no lo cobran. Con semejantes mochilas de mochilero, es difícil simular que son equipaje de mano. El truco está en vestirse con toda la ropa que hay en la mochila, y dejarla prácticamente vacía. No te pueden decir que no podés subir extremadamente abrigado. Eso hicimos: Me puse los dos pantalones largos que traje al viaje, uno arriba del otro. Una remera, los dos buzos, la gorra, etc. Por suerte el truco se hace en los aeropuertos donde hay aire acondicionado. Terminé dejando mi mochila bastante livianita. El segundo truco consiste en llevar las cosas pesadas en la mano. Hay un límite de bultos de mano, pero por una netbook en la mano o un libro no te dicen nada. La mochila terminó pesando 8,5 kilos, y yo 5 kilos en ropa creo.
Hicimos el check-in, sin problemas. Habíamos pasado el primer obstáculo. Pasamos la cinta detectora de metales, sin quejas por el equipaje o su peso, pero sí por el contenido de las mochilas. Tanto Duby como yo teníamos los OFF VERDES que nos recomendaron para llevar al sudeste asiático. Tenían más de 100 milimetros cúbicos, por lo tanto nos obligaron a dejarlos. Tener esto en cuenta cuando no se quiere despachar el bolso. A Duby también le sacaron 2 desodorantes.
Ya en la sala de espera del avión, tuvimos la suerte de ver el 3er Encierro. Lo vimos en vivo, y luego lo repetían muchas veces, haciendo un análisis de quién corrió más cerca del toro, a quién agarraron, etc. Como los análisis de la FIFA en el mundial. El 3er Encierro estuvo zarpado. Llevó demasiado tiempo (como 5 minutos), porque un toro se retovó y se dio vuelta, y empezó a repartir cornazos por todas partes. La gente los esquivava, los pastores más o menos se las arreglaban, hasta que el toro disparó contra las vallas donde están los observadores, y le entró a alguno. En la tele no se veía casi nada, porque la gente tapaba la cámara bastante, pero se ve al toro entrándole a la valla, a los corredores (mozos) y a los pastores tironeándolo de la cola y del lomo para sacarlo de la valla. Imposible moverlo. Finalmente el toro salió de ahí, con sangre en el cuerno. Ni idea qué pasó.
Duby se quería matar por no haber corrido. Se arrepintió muchísimo, y asegura que va a volver a Pamplona a correr. Le encantó todo, la tradición, la corrida. Hasta el día de hoy está arrepentido. Yo me alegro de no haber corrido. Es decir, me encantaría haberlo hecho, y que haya salido bien. Parece algo espectacular, y además lo ves desde adentro, lo vivís desde adentro. Pero prácticamente no tenés control sobre lo que pueda pasar. En ningún lugar dentro de la valla estás 100% seguro. Si corrés primero, sin ver a los toros, estás seguro, pero no ves absolutamente nada. Si corrés un poquito más cerca, la gente te atropella, te empuja, no tenés salida. Si el toro viene atrás tuyo, intentás empujar a los de adelante, a los de tu costado, pero por la cantidad de gente a veces es imposible. Esos son los más jugados. Los más tranquis corren a un costado, dejando el paso libre para los toros por el centro. Pero cada tanto un toro se da vuelta, va hacia los costados, etc. La mayoría de los toros, de todas formas, corren sin atacar. Corren con la multitud, en medio de ésta, intentando llegar sin saber a dónde. Atropellan a la gente, pero sin intenciones de cuernear. No hacen el movimiento de cabeza para clavar cuernos. Lo más probable es que corriendo no pase nada, pero no hay forma de estar seguro. La próxima corro.
Nos subimos al avión, los dos en ventanilla (uno adelante del otro) y partimos hacia Budapest. Dormimos buena parte del viaje, yo escribí el primer relato de estos, y llegamos a Budapest, donde descubrimos que Wizz Air nos había dejado en la otra terminal. Debíamos tomarnos un micro a la terminal 2. Compramos con tarjeta de crédito porque no teníamos moneda local, y salimos a buscar el micro.
Camino a nuestra terminal pasamos, famélicos, por un Mc Donallds. Nos sentimos tentados de bajarnos, comer, y tomarnos el siguiente micro. Pero era muy complicado, y teníamos que averiguar algunas cosas de TAROM, la aerolínea que nos llevaría primero a Rumania y luego a Siria. El problema era que el día anterior habíamos recibido un mail de last-minute.com diciendo que nos habían postergado 24 horas el vuelo. Necesitábamos averiguar si nos iban a dar hotel, y verificar qué nos cubría Assist-Card por la demora.
Ya en el aeropuerto intentamos encontrar oficinas de TAROM sin suerte. No hicimos mucho más. Internet, llamadas telefónicas que nos hicieron extrañar mucho, y algo de comida de aeropuerto.
Llegó el momento de volar a Bucharest, Rumania. Nos subimos al bondi aeroportuario, y llegamos a nuestro avión: una avioneta de la primera guerra mundial, que perdía aceite. El modelo que le seguía era de madera. Había lugar para unos 20 pasajeros nada más. Muy tranquilos, subimos al avión. El vuelo transcurrió normalmente, sin estrellarnos. Mi mecánico uruguayo (que según mi viejo es de confianza por ser uruguayo) habría dicho: “A estos fierros viejos no hay con qué darle, es toda mecánica básica”.

Ya en Bucharest, vimos un vuelo que salía a Damasco a las 22.30. Eran las 22hs, y ya nos habían postergado el vuelo para el día siguiente. Nos presentamos en las oficinas de TAROM, y planteamos el inconveniente. La minita parecía Argentina. Al principio se puso la camiseta de la compañía, pero finalmente entendió. Llamó a su supervisor para que nos arregle el tema del alojamiento por esa noche. Mientras lo esperábamos, llamamos a Assist Card, y nos dijeron que nos cubrían hasta 200 dólares cada uno en gastos. La situación era insuperable: en Rumania, con el hotel y la comida cubiertos por la aerolínea, y todos los gastos descontrolados cubiertos por Assist Card. Exagero. Tampoco podíamos caer a Assist Card con tickets de cocaína y puteríos, pero básicamente estabamos cubiertos en términos de lujos. La única tramoya era que necesitábamos una carta de la aerolínea diciendo que nuestro vuelo se canceló y que nos dieron uno 24 horas más tarde. El supervisor pasó caminando junto a nosotros y nos pidió que lo sigamos. Ibamos dispuestos a discutir por el hotel, pedir la carta, pedir las comidas. Lo seguimos, y sin esperarlo, el flaco salió del aeropuerto, donde había una combi esperándonos para llevarnos al hotel. Medio que nos dejó sin palabras. Le preguntamos si incluía las comidas, y asintió. Le pedimos la carta, y dijo que no nos preocupemos, que al día siguiente nos la daban.
Nos subimos a la combi sin la tranquilidad de tener la carta en la mano. Si gastábamos 200 dólares cada uno, y no conseguíamos esa carta, nos íbamos a querer matar. Llegamos al hotel, un 4 estrellas llamado Angelo Airport. Muy buen cuarto, buenas camas, lujo. Bajamos a cenar. El mozo nos dijo que nuestro menú era limitado. Una sopa de entrada, y un Cordon Bleu, como en el caso de la gorda Castro de CAECE. Comimos bien, el mozo era buena onda. A nuestra izquierda había como un bar, y en la caja registradora se leía “Total de Plata”. Rumania es un país bizarro como pocos. No se les entiende nada cuando hablan, pero de golpe te encontrás con palabras que son IGUALES.
Terminamos de comer, me fui a bañar mientras Duby usaba internet, y volví al lobby del hotel. Era viernes a la noche y estábamos en Rumania. Estabamos destruídos de cansancio. Veníamos viajando hace más de 24 horas desde Pamplona, pero teníamos una noche en Rumania y quería aprovecharla, salir a ver qué onda. Duby no tenía ganas, así que se quedó en el hotel.
El principal inconveniente con el que me encontraba para salir de noche era que casi nadie en Rumania habla inglés, ni portugués, ni español, ni nada que se le aproxime. Lo único que sabía decir en Rumano era “Total de Dinero”, pero no era de mucha ayuda. Le pregunté al pibe de la recepción por qué zona podía salir y me dijo algo así como “Old Town”. Saqué guita de un cajero que había en el hotel, y me pedí un taxi. El pibe de la recepción salió a explicarle al tachero a dónde quería ir, a decirle que me tenía que dar ticket (para Assist Card), y que me pase a buscar 1 hora después del lugar donde me dejó. Me subí al tacho entregado al destino. Hasta mi vuelta al hotel probablemente no iba a poder hablar con nadie. Fueron unos 25 minutos de viaje sin intercambiar una sola palabra con el tachero. Viendo cómo me sumergía en la nada rumana, en un país desconocido, en un lenguaje desconocido, con un tachero desconocido. Finalmente llegamos. 35 LEI, el precio del viaje, de una moneda muy similar a la nuestra. 35 pesos digamos. Gracias Assist Card. Me dejó en la ciudad vieja, al lado de una barrera que no permitía el paso de autos. El tachero me explicó en rumano que en una hora, a las 2:30, me esperaba ahí mismo. Enseguida me arrepentí de haber aceptado. Hubiera preferido tomarme un taxi cualquiera en la calle, a la hora que quiera. El pibe del hotel me había dicho que me tome un tipo de taxi que tiene el contador, y que te da ticket. Ya tenía todo estudiado. Pero bueno, no iba a cagar a mi tachero sin dientes que no hablaba una palabra de ningún idioma salvo rumano.
La ciudad vieja de Bucharest es alucinante. Y más aún un viernes a la noche. Los bares estallan, y están amontonados uno al lado del otro. El primero al que entré, era más bien chico, con salida a la calle. Algunas mesas afuera de gente sentada tranquila, y pocas mesas adentro, con la mayor parte de la gente parada (algunos sobre mesas y sillas), un flaco con un micrófono arengando a las multitudes, que levantaba mucho, y la música muy fuerte. Por supuesto no entendía una sola palabra de los arengues, pero pilas son pilas. Señalé una cerveza al camarero, y le pregunté cuánto era. De alguna forma nos entendimos y le pagué. Eran unos 7 pesos la birra. En estos momentos del viaje no tenía reloj, así que me iba fijando en relojes de las paredes cuánto faltaba para las 2:30. Unos escasos 50 minutos. Los flacos bailaban con las minitas apoyando, como en centroamérica. Me pedí un cuba libre, esta vez con más confianza con el mozo, ya tirándole algunas frases en castellano, y me fui a ver qué onda otros bares. Terminé en uno al final de la calle, también muy arriba, y me pedí un gyn tonic. No conocía a nadie, pero me puse a bailar por ahí en medio de la pista haciendo un poco el ridículo. Ya se acercaban las 2:30, así que me fui a buscar a mi tachero sin dientes, con pocas ganas de volverme al hotel. Llegué a las 2:35 al punto de encuentro, lo esperé unos 5 minutos, buscando entre las patentes de los taxis cuál correspondía al mío (porque tacheros sin dientes había muchos), y me volví a la noche rumana, más contento que triste.
Me puse a caminar por la ciudad vieja, mirando los bares desde fuera, comparando su noche con la nuestra. En la puerta del primer bar al que había entrado, vi a una vieja muy estilo kusturika, una linyera sin dientes de la calle, que también arengaba al público desde afuera y se reía, con sus pocos dientes, y disfrutaba a su manera de la noche. Un pendejito de unos 10 años, también de la calle, le bailaba a la vieja, y la molestaba, pero la vieja simplemente reía, y le hablaba a los flacos que estaban sentados del lado de afuera del bar. Había buen clima. Seguí caminando, y a lo lejos pude divisar un cartel muy grande con la foto del Che, que decía: “EL COMANDANTE”. Me acerqué y resultó ser un bar. Sin dudarlo pagué los 10 pesos de entrada, y me mandé. Y eso: había encontrado el Guebara de Rumania. Hay uno en las mejores ciudades. Ya creía estar hablando rumano, porque me acerqué a la barra y le dije a una de las barwomans: “Ni a ganchos tenés fernet, ¿no?”. Cuando me pidió que le repita, se lo dije exactamente igual: “Ni a ganchos tenés fernet, ¿no?”. Un flaquito también barman que estaba al lado de ella se enojó un poco y con cara de mal amigo me dijo: “English”. Así que fui con el inglés: “Do you have fernet with coke?”. Me dijo que no, así que me pedí un cuba libre. Un fernet en El Comandante hubiera venido bien.
Me puse a bailar un poco, a hacer patita. Pegué buena onda con unos flacos que cuando me los cruzaba extendían el brazo y chocabamos manos. El baño tenía unos caños que salían de los mingitorios donde se podía apoyar el brazo mientras hacías pichín, igual que en Guebara. Me sentía en casa.
Poco tiempo después decidí irme. Teníamos un largo día por delante. Busqué un taxi en la calle, uno de los que me habían indicado para que me den ticket y no me cobren cualquier cosa, y le di la tarjetita del hotel. El conductor era un pibe más joven, con dientes, pero que tampoco hablaba inglés. Por la tarjetita entendió aeropuerto, pero no me molestó porque el hotel era de camino y podía señalárselo al pasar. Empezó a dar vueltas por Bucharest. “Listo, me está paseando”, pensé. Al toque llamó a alguien por teléfono. “Listo, me está secuestrando”, pensé. Se metía por callecitas diminutas, que giraban continuamente, dando vueltas, manejando a los pedos. “Qué paja que me secuestren en Bucharest, si ni siquiera llegué a lo peligroso del viaje”, pensaba. Pasamos al lado de una mina que ofrecía sus servicios sexuales en la calle, que más que mina parecía hombre, y le pregunté si man o woman. El flaco no hablaba una goma de inglés, definitivamente. Tuve que repetirle la misma pregunta pero marcando un tamaño con mis dos manos como indicándole si tenía pene o no. Finalmente me entendió y me dijo que “woman, woman!”. Tenía una camperita de Italia, y le dije que “no, Argentina”, como dándole a entender que era mejor Argentina. Finalmente el taxi salió a la autopista a la que ya de a poco me estaba acostumbrando, y pude señalarle nuestro bien amado hotel, donde me dejó por la módica suma de 30 LEI, menos que el primer taxi. Me doy cuenta que soy un tipo MUY paranoico,o que vio demasiadas películas. Le pedí el ticket (no se cómo lo recordé). El flaco tenía como 10 tickets uno después del otro que salían de la maquinita. Iba a cortar el mío pero le pedí todos, y me los dio. No tengo idea cómo justificar que entre el 9 y el 10 de Julio me tomé como 15 taxis. Talvez en Assist Card me creen.
Llegué como a las 5 de la mañana al hotel. No pude abrir la puerta del cuarto, y tuve que golpear varias veces para despertar a Duby. Un flaco de otro cuarto abrió su puerta sin entender. Lo saludé, cerró, y al toque abrió Duby. Entré medio a los gritos diciendo: “SI ESTE TIO CREE EN DIOS, PUES ESTA REZANDO PARA QUE ME CALLE”. Pero Duby no me dio ni pelota, estaba recontra dormido, así que me callé y me dormí.
Al día siguiente Duby me despertó a las 8am. Le dije que vaya a desayunar tranquilo y me despierte a la vuelta, que yo me comía unas galletitas por ahí. Al rato volvió, con un sandwiche muy bueno de salame, queso, tomate… y varias cosas más. Muy bueno estaba.
Nos pedimos un taxi para que nos lleve a un parque que nos había recomendado NatiDana. Caminamos mucho por este parque, muy parecido a los lagos de Palermo. Lago en el medio, parque alrededor. Muy poca gente, para ser sábado. Creímos que podíamos dar la vuelta al lago, pero hora y media de caminar bastante rápido, nos dimos cuenta que no se podía dar la vuelta, que era un lago gigante o un río, y que estabamos casi cerca del hotel. Volvimos caminando a la entrada original del parque, y al mediodía ya estabamos destruídos de caminar, del poco sueño, etc.
En la calle, en otro parque, encontramos varias carpas con antiguedades. Duby se compró una placa de metal que dudamos que le permitan subir a los aviones (a todos los que nos quedan), mientras yo dormía en un banco del parque profundamente. Al rato me vino a despertar, y seguimos caminando. Nos habían recomendado el parlamento, que francamente no nos llamó para nada la atención. Una cagada.

Seguimos caminando, cada vez más agotados, y con hambre. Le apuntábamos a la misma zona donde había salido yo la noche anterior: la ciudad vieja. Yo buscaba la barrera donde me había dejado el tachero. La zona era linda y quería que Duby la conozca. En alguna esquina encontramos unos puestos de ropa muy copados. Mucha gente caminaba y compraba por acá, inclusive dos policías compraban un cinturón y se preguntaban cómo les quedaría. Le compré un regalito a Marie, y seguimos viaje hacia la ciudad vieja. Finalmente nos cansamos de caminar, sin encontrar mi barrera, y terminamos entrando a la ciudad vieja por otra callecita. Encontramos una especie de galería muy cheta, nos sentíamos en Palermo Hollywood, con la diferencia que acá se podía estacionar, y no había que hacer cola para comer (a pesar de ser fin de semana). Nos sentamos, vimos los precios, más que aceptables. Una pizza unos 20 pesos. Decidimos comer por no mucha plata y después pedirle al mozo un ticket por más plata para pasarle a Assist Card.
La pizza estaba genial. Dos gaseosas cada uno (si bien íbamos a pasarle un ticket más alto, queríamos darnos algunos gustitos), y un postre llamado Argentina, que era una copa de una crema con dulce de leche y no se qué crocante adentro. No estaba mal. Le pedimos la cuenta inflada, mientras nos reíamos recordando al gordo del micro de Barcelona, de su padre triste y de cuanto más triste estaría cuando vea a su hijo triste. Las imitaciones del gordo nos salen bastante bien. El mozo aceptó inflar la cuenta sin ningún problema, medio que contestó “obvio”. Nos sorprendió. Podía significar que entendió mal, y que queríamos que nos cobre más, o que en Rumania no se paga IVA.

Volvió con la negativa. Dijo que no tenía tickets más altos que el nuestro para darnos, pero que nos podía dar otros tickets con otras cosas. Medio raro presentarle a Asist Card 6 licuados, 3 coca colas, 1 pizza, 6 submarinos y 8 risottos, todo en diferentes tickets a la misma hora. Y algo en la cantidad de comida no cerraba. Pero bueno, nos llevamos todos los tickets para decidir después qué hacer.
Terminado el almuerzo, salimos a caminar un poco más por la ciudad vieja, levantando cuanto ticket veíamos en el piso cual linyeras (o mochileros judíos, no se qué expresión se ajusta más a las circunstancias). Encontramos uno sólo de más plata que el nuestro (de unos 150 pesos), pero estaba muy sucio e iba a ser más que obvio para Assist Card que lo levantamos del piso. Por otra parte se notaba que habían comido 6 personas. Desistimos de la idea de buscar tickets, y nos volvimos al hotel. Primero buscamos un taxi con ticketeadora, y arrancamos viaje. Cuando llegamos al hotel, el flaco imprimió el ticket, pero salieron todos números y símbolos raros, así que nos quedamos sin ticket de ese taxi. Al final Assist Card con nosotros salió ganando.
En el hostel siestita profunda en esas camas espectaculares, ducha, y bajamos a la recepción a esperar nuestro transporte al aeropuerto, en donde nos encontramos con una muchacha vestida de blanco que estaba festejando su casamiento en NUESTRO hotel. Duby se metió un rato en la fiesta y estuvo bailando en ronda mientras yo lo filmaba. El chofer de la aerolínea se enojó por esperarnos.
Ya en el aeropuerto teníamos que conseguir, a como dé lugar, la carta de la aerolínea dejando en claro que nuestro vuelo se había cancelado. Sin esta carta nos quedabamos sin el reembolso de Assist Card a los 14 millones de dólares en tickets que habíamos juntado. Como nuestro futuro dependía de esto, no lo ibamos a dejar pasar. La minita de la recepción nos mandó al check-in, donde nos iban a dar una solución. Ya veíamos horas de peleas. En el check-in nos dijeron que no había ningún problema, que en la Gate donde nos tomabamos el avión nos iban a estar esperando con las cartas. Lo dijeron con mucha seguridad, pero aún así sonó a chamuyo, a bicicleteo barato. Aceptamos porque no nos quedaba otra.
Miramos a nuestro alrededor y el aeropuerto había sido conquistado por tropas norteamericanas. Esto suena a delirio tipo faction, pero no. Habían unos 500 soldados antes de embarque, vestidos con ropas verdes, camuflados. Daba miedo la verdad. Averiguamos por un restaurante donde cenar algo (la idea era agarrarnos del cordón umbilical de Assist Card hasta que se estire y se rompa mientras el avión despegaba). Le preguntamos por un restaurante a una mujer vestida como de seguridad privada. Duby empezó a preguntarle por las tropas yanquis, qué hacían ahí. La mina dijo que era un secreto. En este momento noto que la mina tiene escrito en la camisa UNIDAD ANTITERRORISTA. Exactamente igual que en castellano. Y estabamos en Rumania! Duby insistió en que tenga cuidado, que él no estaría tranquilo con tantos yanquis en su territorio, que son peligrosos. Posta parecía un terrorista diciéndole todo eso. La mina igual se reía, buena onda.
Eran las 21:30 y el restaurante del aeropuerto (el mejor según nos habían indicado) cerraba a las 22hs. Agarramos el menú y empezamos a pedir como locos. No habíamos conseguido muchos tickets, pero de esta Assist Card no se salvaba. Un pollo con puré con ensalada con queso empanado con fritas. La mina nos preguntaba todo el tiempo si queríamos tanto, si teníamos tanta hambre. Muy buena onda las mujeres del restaurante. Parecía una casa más que el restaurante de un aeropuerto. Tenía una biblioteca con un equipo de música, sillones todo alrededor, mesitas ratonas en el medio. Un living de una casa. Las mujeres cocinaban ahí al lado en una cocinita.
Mientras hacían en escasos minutos nuestra comida, pedí una tijera. Ya hablabamos en castellano con todo el mundo, y casi que el 50% de las veces nos entendían. Es un idioma muy raro el Rumano. La tijera era para romper mis carnets de prensa antes de entrar a Siria e Irán. Una cosa es ser judío, viajar con David Ariel Bronstein, llegar a Irán en el día del atentado a la AMIA… otra cosa es todo eso MAS llegar con carnets de prensa… y encima FALSOS. No daba. Rompí 2 de mis 3 carnets de prensa en muchos pedacitos (el de Azul TV y el de Canal 13), pero me quedé con el de America que todavía no estaba vencido. No se bien por qué lo hice…
La comida un espectaculo. Comimos como reyes, muy casero todo. Cuando terminamos la mina se nos acercó y nos dijo: “¿Ya tá?”. Posta, el rumano es un idioma bizarro. Inmediatamente le dijimos que sí, en castellano, y levantó. Mientras Duby pagaba, yo me escabullí a una mesita ratona del fondo del living (restaurante), abrí la libretita de la cuenta (donde estaba la plata) y saqué el ticket. Era poca plata, pero sumaba. Por dios, da vergüenza ser mochilero a veces. Y más contarlo. Terminamos de pagar, nos sacamos algunas fotos con las señoras, y nos fuimos.

Situación bizarra del momento (DE AHORA). Sentado en un hotel de Irán, en un sillón con una mesa ratona enfrente mío, primero se sentó un Iraní viejo, con pinta de bueno, con un delantal blanco hasta abajo y uno de esos cosos en la cabeza blanco también.. de a poco se fueron sentando amigos de él. Me miran y me sonríen, dándole la bienvenida al extranjero o pensando cómo exterminarme. No, posta, son lo más estos tipos. Pero es rara la situación. Cualquiera que entra ahora puede pensar que soy un iraní más con mis amigos que me rodean. Están todos sentados al lado mío.
En la sala de embarque muchos más milicos yanquis. Impresionante. A cualquier lado que mires… yanquis. Vimos Uruguay-Alemania, parte del segundo tiempo. Gritamos mucho el gol de Uruguay, y varios yanquis milicos se acercaron a la tele a ver qué había pasado. Una minita milica yanqui lo gritó también. Pedimos algunos tickets más en el aeropuerto, ya dábamos asco. “Hace un rato compramos dos helados y nos olvidamos el ticket, ¿no lo tendrás por ahí?”. La mina se pone a buscar un ticket de dos helados, y mientras busca le decimos: “En realidad el más alto que tengas mejor, no hace falta que sea de helado”.
Finalmente empezamos a ver un poquito de lo que iba a ser Siria: minas con la cabeza tapada, algunas con el rostro tapado, otras 100% cubiertas (trapo negro que tapaba cabeza y rostro, inclusive los ojos; guantes para las manos; absolutamente TODO el cuerpo tapado). Otras vestidas muy occidentales: jean, remerita, pelo descubierto. Alguna de estas tenía colgada una cruz, así que supuse que todas las cristianas andarían así, y las musulmanas tapadas. Después descubriría que no es tan así.
Antes de subir al avión, nos dieron la bienaventuradas cartas reconociendo la demora de 24 horas en nuestro vuelo. Nuestra garantía para hacernos millonarios a costas de Assist Card. Subimos al avión con destino a Siria. Nos acercamos a la parte más jugosa del viaje…
To be continued…