Los zapatos de Sarah
Allá por 1957 ó 1958 Egipto obligó a todos los judíos a irse. La gran mayoría emigró a París.
Sarah, una judía egipcia, se encontró ante el dilema de qué hacer con sus pertenencias, puesto que egipto expulsaba a los judíos pero no a sus pertenencias (mal no la hacían). Decidió, mediante consejo de la hermana, recurrir a la ayuda de sus vecinos, quienes cambiaron el dinero por diamantes, y los escondieron en los tacos de los zapatos de Sarah.
Llegó el día de partir. Sarah fue acompañada por su hermana a la estación de trenes. Caminaba nerviosa, apoyando su peso sobre los tacos más caros que tuvo o iba a tener en su vida, cuando tuvo un mal presentimiento y decidió dejarle los zapatos a la hermana. Hicieron el intercambio de zapatos, y Sarah caminó hacia el tren. Subiendo los peldaños, un policía desconfiado la detuvo y le pidió los zapatos. Sarah, sin ningún inconveniente, se los entregó. Miró el rostro del policía, pensó unos instantes, y comenzó a gritarle: “¿Y cómo voy a viajar tantos kilómetros sin zapatos?”. El policía alzó la vista, y empezó a solicitar entre las personas de la estación que alguien le de un par de zapatos. La hermana de Sarah se acercó, ofreciéndose como voluntaria, y le entregó sus zapatos.
Y así, nuestra protagonista Sarah, llegó a París sana y salva con sus zapatos repletos de diamantes.