Teherán, Irán (o “El capítulo de los judíos persas”) #14

Pero démosle una calurosa bienvenida (con aplauso multitudinario) a mi MAMA que, sorteando todos los obstáculos impuestos, ha logrado encontrar estos relatos en aquel océano de información llamado Internec. Se suma de esta forma a los Padres Que Leen Blogs, en donde la mamá de Karen y el viejo de Ale Kreser son socios fundadores. Ahora se puede enterar que fumo cocaína, me inyecto marihuana y trafico heroína.

La estación de micros de Teherán era gigante. Intentamos averiguar dónde estábamos pero habíamos perdido nuestro talento gestual. En algún momento entendí que me preguntaban de dónde era, y contesté “Arjantin”. Para qué. Querían indicarme cómo llegar a la estación de micros de Arjantin. Fue imposible hacerles entender que se olviden que dije Arjantin.

Nos terminamos tomando un taxi directo al hotel que más nos había cerrado según lonely o algún foro. Era caro, y nos pusimos a caminar hacia una zona más chota de Teherán. Buscábamos el hotel Hafez (el nombre del poeta). Cruzando una callecita, le digo a Duby: “para mi es acá, sobre ESTA”. Fue como si hubiese estado anteriormente en Teherán. Miramos a la derecha y vimos el cartel de Hotel Hafez.

Era caro, pero probablemente lo más barato que íbamos a encontrar en esta ciudad. El cuarto estaba bien, parecía limpio, pero tenía olor a sucio. Olor a humedad, mezclada con encierro, mezclada con un poco de comino y una pizca de limón. Salimos a buscar las atracciones principales. Era viernes a la tarde. De alguna forma en este viaje SIEMPRE caíamos a todas partes en los días menos indicados. Los viernes en Irán son sagrados, todo cierra. Caminamos bastante hasta encontrar el Souq: cerrado. Nos pusimos a caminar por sus callecitas oscuras, viendo simplemente persianas de metal, una después de la otra, y cada tanto un iraní más perdido que nosotros que nos cruzaba con su moto o caminando. En alguna sección unas pocas personas arreglando un localcito.

Preguntamos por la mezquita pero fue imposible encontrarla. Nadie nos entendía, por más que imitábamos el rezo musulmán para que nos entiendan. En algún momento nos entendieron, pero creemos que la mezquita estaba cerrada. El paseo habrá durado unas dos horas, y no cosechamos lugares nuevos.

Volvimos al hotel concentrados en nuestra misión: Resolver de una vez por todas el enigma de los judíos iraníes. Estábamos resueltos a ir a un templo a pasar Shabat en Teherán. Por supuesto teníamos miedo, que nos vea llegando algún fanático del Islam, que los judíos iraníes sean religiosos cuervos asquerosos que nos quieran prender fuego, que vengan marcianos e impongan nuevamente la música de marcha. Muchos miedos.

Duchita, nos pusimos prolijitos a lo Zetu para kabalat Shabat, y salimos nomás. Teníamos la dirección exacta del templo al que queríamos ir (el más groso de Teherán), pero no nos animábamos a pedirle al tachero que nos lleve directamente ahí. No queríamos repetir la de Aleppo de “Jelemie”, y que nos digan: “¿ARE YOU JEWISH?”. Por lo tanto tomamos la precaución de ver qué había cerca del templo. Le pedimos al tachero que nos lleve al Hospital de Teherán. Si preguntaba, a mí me dolía la panza. Posta somos agentes secretos. Posta. Más piolas que Maxwell Smart. En el transcurso de este viaje nos acordamos que no estábamos llevando los pasaportes encima. Nos dio mucha bronca, estábamos seguros que los de seguridad del templo iban a querer al menos ver nuestros pasaportes para dejarnos pasar.

5 dólares después llegábamos al Hospital. Esperamos que el taxi se vaya, y emprendimos la caminata. Muchas calles estaban numeradas, lo cual debía hacer más fácil la tarea de encontrar la número 18, donde estaba el templo. Los números se daban más o menos así (a medida que caminábamos): calle 11, calle 15, calle 12, calle 18. Intentamos encontrar un patrón pero ni Figonacci funcionaba.

Se acercaban las 20 horas, y todavía nada. La primer estrella ya había hecho su aparición en el cielo. Resueltos a no preguntar, seguimos caminando. El barrio era el de la clase alta de Teherán, y mirábamos los negocios mientras decíamos: “este seguro es de un judío”. Es curioso que los judíos iraníes vivan en el barrio de la clase alta. Nos daba un indicio extraño de que talvez no eran discriminados como creíamos.

Llegado el punto en el que nos dimos cuenta que sin mapa, y solamente adivinando no ibamos a encontrar el templo, empezamos a preguntar. Primero simplemente por la 18. No queríamos decir el nombre de la otra calle porque ya era muy obvio. Un viejo muy amable nos dibujó un planito con las 3 avenidas principales, y nos indicó hacia dónde caminar.

De alguna forma, media hora más tarde, encontramos la avenida donde quedaba el templo. Nos faltaba encontrar la 18. Por suerte acá los números cumplían un patrón claro. Eran todas las calles pares e iban subiendo. Arrancamos en la 6. A las 12 cuadras, llegamos a la esquina: ninguna señal del templo, ninguna señal de ningún religioso, nadie vestido de negro con peies o con los talit colgando, nadie con ese olor a chivo tan característico de los religiosos. Evidentemente no hay judíos en Irán, es pura propaganda iraní, propaganda de Ahmadinejad, para dejar en claro que ellos en realidad son buenos, que no discriminan a los judíos, sino que simplemente están en contra del Estado de Israel. Pero la posta es que los hicieron jabón a todos.

Allá a lo lejos, a 60 metros de dónde estábamos, sobre la 18, vimos varios grupitos que formaban un total de unas 10 personas, caminando en el mismo sentido. Desesperanzados, decidimos seguirlos, a ver si de casualidad eran “de la cole”. A Duby le pareció ver que uno sacaba algo del bolsillo y se lo ponía en la cabeza. No alcanzábamos a distinguir bien qué era, si tenía algo en la cabeza o no. Ya era de noche. Un poquito más adelante de este tipo, vimos a otro repitiendo la misma acción. Aceleramos el paso, y definitivamente se estaban poniendo las kipot.

En la puerta, nada de barrotes de metal para impedir atentados, nada de 3 flacos de seguridad diciéndote que no podés pararte en la puerta. Un templo sin barrotes ni seguridad es como una playa sin chicas. ¿O me vas a decir que metés a Dios adentro y ya está? Lo único que había era un flaquito repartiendo unos volantes todos escritos en farsi. Le preguntamos de dónde sacar kipot, en inglés, y nos dijo “inside”. Nada más, ni sorprendido el tipo casi. ¿Y LOS PASAPORTES NO NOS LOS VAS A PEDIR? MIRA QUE NOS CONSIDERAMOS REEEE LOCOS POR HABER VENIDO A TU PAIS DE TERRORISTAS, HIJO DE UNA GRAN PUTA. Así le dijimos.

Agarramos las kipot, y a nuestro lado había un pibe como de nuestra edad, también agarrando su kipá. Duby le dijo “Salam”, y el pibe lo corrigió replicando “Shalom”. Fue fuerte. Me imagino al pibe leyendo estas líneas y diciendo: “¿Qué garompa tiene de fuerte que te haya dicho Shalom?”. Mirá flaco, para lo que esperábamos de tu país, entrar a un TEMPLO, en Teherán, y encontrarte con un pibe vestido igual que cualquier amigo tuyo porteño, encima judío, que te contesta Shalom es muy flashero. No se si lo entendés.

Nos preguntó de dónde éramos, la mejor el flaco, muy interesado. Nos acompañó adentro del templo. En serio no se puede creer. Nunca vi un templo tan lleno en Buenos Aires un viernes a la noche cualquiera. Todo escrito en hebreo, las personas rezando. Pero no eran religiosos sucios tipo de Once, eran tipos normales, como podés encontarte en un templo de turcos religiosos de Buenos Aires. Como personas del templo de Ciudad de la Paz, PONELE.

El pibe nos presentó como al capo de la comunidad judía de Irán. Era un tipo jóven, de unos 35 años. Estuvo hablando un buen rato con Duby, dándole la bienvenida, preguntándole cuánto nos ibamos a quedar, qué necesitábamos, etc.

Nos acompañó a sentarnos en un lugar privilegiado. El templo estallaba de gente, y en algún momento Duby quiso cederle su lugar a un viejo que había llegado tarde, y se fue a sentar a unos escaloncitos cerca de las Torot. Mucha gente sentada en estos escalones. Le calculamos unas 400 personas en total en este templo, UNO de los 20 templos que hay en Teherán. Nosotros la flasheábamos. ¿Esto era Irán?, ¿este es el país del tipo que dijo que había que destruir Israel y ahogarlo en el mar? (aunque ese dicho fue desmentido después).

Evidentemente los iraníes, tanto el gobierno como su gente, reconocen claramente la diferencia entre el Estado de Israel y el judaísmo. Una diferencia que no mucha gente sabe hacer.

Yo estaba sentado al lado de un tipo que se llamaba algo así como Rabbi no se qué. Duby sentado al lado de su tocayo David, un pibe de unos 35 años, de anteojos, que me hacía acordar mucho a mi primo Ronny el brazuca. Lo cierto es que no se parecía físicamente, pero tenía pinta de buen tipo, tranquilo, hospitalario. Mi vecino, Rabbi, se me puso a hablar. Apenas manejaba el inglés, pero nos las arreglábamos. Me preguntó si había ido a Israel y le dije que no. En eso habíamos quedado con Duby antes de salir del hotel. Creíamos que los judíos persas odiaban a Israel, que son los que aparecen en ese PPT que anda dando vueltas, prendiendo fuego la bandera de Israel, reunidos con Ahmadinejad, etc. Le pregunté si él había ido, y me dijo que sí, que claro. Yo la flasheaba multicolor. ¿Cómo garompa hizo un iraní para ir a Israel? Obviamente, haciendo escala en Turquía y pidiendo que no le sellen el pasaporte, me dijo.

El objetivo de la noche era claramente que alguno nos invite a cenar a su casa, ver cómo pasaban la noche de Shabat en Irán, y de paso morfar algo rico casero. Cuando Rabbi extendió su invitación me puse muy contento, lo llame a Duby y le dije en castellano: “tenemos morfi”. También se puso contento. Al toque se puso a hablar con David, su vecino de asiento, quien también nos invitó a cenar. Le tuvo que decir que no porque Rabbi nos había invitado primero. Al rato vino el hijo de David, un pibe de unos 10 años, que saludó a Duby y la flasheó con que seamos judíos argentinos. David le dijo a Duby que su hijo pedía por favor que vayamos a su casa a cenar. Duby tuvo que rechazar nuevamente. A todo esto, obviamente cada tanto rezábamos, o nos hacíamos los que rezábamos. Duby rezaba posta, yo me hacía porque leo hebreo más lento que arameo, y no entiendo una goma de lo que leo salvo “Abraham, Itzhak y Jouky”.

Cuando el volúmen de las conversaciones subía mucho, alguno se ponía a golpear en la mesa enojado, igualito a los templos turcos de allá. En otro momento uno empezó a gritarle algo al que daba el servicio. Yo no entendía nada. Rabbi se metió, y también empezó a gritar, todo medio entre risas, muy turco todo. Hasta que el que empezó gritando pudo pararse, y fue a decir unas palabras a todos. Creo que la discusión había sido porque nadie le hizo lugar para que hable. Rabbi parecía bastante capito ahí adentro.

Terminado el servicio, se nos acercó el pibe que nos recibió apenas llegamos, el que le dijo Shalom a Duby, y nos invitó a cenar a su casa. Otra vez tuvimos que rechazar. David se acercó a Rabbi y le dijo algo en farsi, algo así como: “¿así que los vas a invitar a cenar?”. Medio que empezaron a discutir entre ellos para ver en casa de quién cenábamos. Nosotros la verdad es que preferíamos en la casa de alguno de los pibes jóvenes, que hablaban mejor inglés, aunque Rabbi era una masa. La discusión entre ellos terminó cuando se nos quedaron mirando a nosotros como para que decidamos. Obviamente nos abrimos de gambas, y los dejamos decidir a ellos. Los saludamos, y nos fuimos con Rabbi.

Saliendo del templo, otro flaco nos preguntó de dónde éramos, y nos dijo si queríamos que al día siguiente nos lleve a pasear por Teherán, nos muestre un poco todo, etc. Le dijimos que ya nos íbamos, al día siguiente, a Kuala Lumpur. Maldición. La verdad es que no podíamos creer tanta hospitalidad, todo el mundo queriendo recibirnos, hacer su mitzvá. El flaco se despidió como medio enojado porque fuimos tan poco tiempo a Teherán.

En la puerta del templo, unas 200 personas charlaban en grupitos reducidos, sin temores a atentados, sin tener a ningún insoportable de seguridad diciéndote: “por favor no se junten en la puerta”. La situación era muy linda, muy pacífica, y muy inusual para un judío argentino. El templo en Argentina hay que evacuarlo en una centésima de segundo.

Rabbi nos dijo que lo sigamos, y eso hicimos. Nos explicó que no manejaba en Shabat, y que en su casa se comía cosher. Que ibamos a tener que caminar. Por suerte no era lejos, unas 10 cuadras. En el camino Duby le preguntó si hablaba algo de hebreo, pero parecía que apenas. Era difícil comunicarnos. Más o menos en limpio sacamos que Rabbi era ingeniero, trabajaba en la empresa de gas y energía de Irán, en el trabajo sabían que era judío y no lo discriminaban, y le gustaban sexualmente los nenes menores a 7 años. Alguna de estas cosas pudimos haberla entendido mal.

Llegamos a la casa, y sorprendentemente tocó el portero eléctrico. Digo sorprendentemente porque era Shabat, y los religiosos no pueden tocar timbres. Obviamente, tenía que avisarle de alguna forma a la mujer que llegaba con invitados, que no los reciba en bolas.

Subimos las escaleras. Rabbi vivía en un segundo, o en un cuarto piso. La mujer nos recibió con la mejor. Según Rabbi ella hablaba francés. Intenté usar mis pocos conocimientos pero la mina no se animaba. Parece que la tengo demasiado clara e iba a pasar vergüenza.

Lo primero que vimos fue una mesita ratona llena de frutas y verduras. Pepinos cortaditos como los de nonna, cerezas, ciruelas, manzanas, uvas, etc. Conocimos a la hija de Rabbi, una morocha alta y un poco gordita, que manejaba mejor el inglés que sus padres. Teníamos que esperar al marido, que era médico y salía del hospital en unos pocos minutos. Mientras esperábamos le entrábamos a las frutas y a las verduras con un poco de timidez, porque no sabíamos si esa era una típica cena de shabat iraní, si eso era la entrada, el postre, si había algo más para comer, etc.

Rabbi peló una botella de vino, y nos sirvió una copa a cada uno. Ahí sí que nos quedamos duros, petrificados, flasheados, sorprendidos. ¿No estaba prohibido el alcohol en Irán?, ¿qué onda? Se lo preguntamos, y nos dijo que el vino lo hacía él. Nos empezó a explicar cómo, pero es la típica de cuando te pasan una receta: si no me la escribís, ni me la digas.

El vino era cosher, y estaba riquísimo. Nos daba cosa tomar mucho porque nos imaginábamos el trabajo que le costaría a Rabbi hacerlo. Lo guardaba en unas botellitas chiquitas de whisky. Cada cosa medio en hebreo/medio judía que decíamos, hacía que Rabbi se muera de risa como un nene. Cerraba los ojitos, y se reía tímidamente, sin poder creer que esté recibiendo a dos judíos argentinos en su casa. Nosotros más sorprendidos que él de todas formas. Hacíamos netilat iadain, y el tipo se reía, decíamos kabalat shabat, y se reía. Era genial.

En algún momento de la noche nos dimos cuenta sorprendidos que ni la hija de Rabbi ni la mujer llevaban el trapo en la cabeza. Obvio, estábamos adentro de la casa, pero igual nos resultaba raro. No habíamos visto a ninguna mujer con el pelo completamente descubierto desde Dubai.

Rabbi tenía 3 hijos, 2 de los cuales estaban en Nueva York estudiando en Columbia. La tercer hija era la que estaba ahí con nosotros, esperando a su marido. Era agradable, y nos traducía por momentos lo que decía Rabbi, quien de todas formas no tenía ningún pudor en intentar hablar en inglés.

Llegó el marido de la hija de Rabbi. Era un gordo inmenso, una bola de cebo importante. Llegó exaltado por los dos pisos de la escalera como si hubiese corrido un triatlón. Nos extendió la mano agitado. El gordo tenía unos 15 años y unos 500 kilos más que la hija de Rabbi. Eran una pareja dispareja.

Primero me pareció un tanto hostil el gordo. Nos preguntó de qué medio de prensa éramos. Tuvimos que explicarle toda nuestra historia de vuelta. Acá la cosa se puso más interesante, porque el gordo hablaba muy bien inglés, y era un tipo muy culto, y muy interesado en todas nuestras cosas, más que nada en lo referido a judaismo. Nos pedía datos de cantidad de judíos en Argentina, porcentajes de asimilación, cantidad de judíos en partidos políticos. Informaciones que nosotros desconocíamos, y que nos chupaban un poco un huevo.

La cantidad de judíos se la contestamos. El porcentaje de asimilación creo que nos dijo él que era de un 15% (¿cómo garompa sabe este gordo el porcentaje de asimilación de los judíos argentinos?). Nos dijo que en Irán la asimilación es de menos de un 0,05%. La razón principalmente es que un musulmán no se cruza nunca con una judía, ni en la escuela, ni en un boliche, ni en ninguna parte. Es difícil que haya asimilación. Por la cantidad de políticos judíos, intentamos explicarle que eso no era un tema en Argentina, que no había discriminación de este tipo, que seguro había judíos en muchos partidos políticos que ni conocíamos, porque no es un tema la religión del político. En Irán hay un judío en el parlamento y esto es algo importantísimo.

Nos preguntó por un jugador de fútbol argentino. Le dijimos Manusovich, pero él recordaba a algún otro. Tiró algún nombre o un apellido pero no nos sonaba. Muy raro el gordo. Tenía datos muy precisos, como una enciclopedia, que no sabíamos si era la posta o tipo Dazo.

Pasamos a la cena. La mujer de Rabbi se zarpó, trajo un pollito con arroz muy bueno, muy casero. Veníamos comiendo cosas rarísimas, y nos vino como trompada de retrasado mental. Seguimos la conversación con el gordo, al que no le importaba que el resto no entienda nada. Cada tanto Rabbi muy contento decía algo, nos hacía rezar, nos repetía los rezos para que lo sigamos, y se ponía hiper contento con todo lo judío.

Terminada la cena, Duby preguntó si podía dar como un sermón, un discurso, algo así pero en hebreo (midrash). Contó alguna historia de un hombre perdido en el desierto, que quería rezarle a Dios pero no sabía las palabras, o no manejaba el hebreo, o algo así, y le tiró todas las letras a Dios para que las ordene e interprete el rezo. Y que esperaba que esa cena, en tantos idiomas diferentes, haya llegado a oídos de Dios. Mentira, esta última parte de los oídos de Dios no la dijo, pero fue algo así. Todos se quedaron flasheados, Rabbi sobre todo, quien pedía que la cuente más despacio así la entendía mejor. El gordo traducía.

A mi derecha, cerca de la ventana, alcancé a divisar una botella de Whisky, medio llena. Yo ya no entendía nada. Les pregunté qué onda, y Rabbi me dijo que lo hacía él. La hija se empezó a reír. El gordo me dijo: “Black Market”. Ahí empecé a dudar si el vino lo hacía Rabbi o si había sido chamuyo porque no quería reconocer que lo compraba en el mercado negro. Es probable que haya sido de fabricación propia, porque no creo que el mercado negro venda vino cosher.

Pasamos a sentarnos alrededor de la mesita ratona nuevamente, a comer el postre. El gordo se sentó en un sillón, y seguimos charlando. En algún momento, con mucho esfuerzo, decidió sentarse en el piso. La situación fue bizarra: toda esa bola gigante de grasa cayendo lentamente al piso de rodillas, luego con las manos hacia el piso poniéndose en cuatro, y por último dando vuelta todo ese cuerpo para sentarse sobre las rodillas. Fue impresionante. Más trabajoso que pasar un barco gigante por el canal de Panamá.

Al Gordo se le ocurrió que yo debería hacer un documental sobre los judíos iraníes. Le pregunté qué onda con entrar con cámaras al país, que crean que uno es periodista y demás. Me dijo que él se encarga de todo a través de agencias iraníes, que no hay problema, que me ayuda con todo. No se hasta dónde se extiende el “te ayudo con todo”. Lo primero que necesitaría es que me ayude a conseguir la plata para llevar a todo el equipo de Katpa a Irán, pero la idea me encantó, y desde ese momento estoy pensando seriamente en hacerlo, en cómo lo haría, y en que sumaría también al documental a los judiós sirios y a los libaneses. Ya tengo los contactos en Irán y en Siria, el año que viene probablemente vaya a Líbano, puedo entrevistar a descendientes de ambas comunidades en Buenos Aires, Sao Paulo y New York. Pufff, ¡qué docu por favor! El problema es reunir los fondos para hacerlo. ¿A quién le interesan estos judíos más que a ellos mismos? Probablemente los judíos sirios-brasileros puedan o quieran poner plata, talvez la comunidad judía persa también… habrá que verlo. El gordo me dejó toda su data para contactarlo y seguir viendo el tema.

Tomamos un poco más de vino, la hija de Rabbi nos pidió un remise, y pocos minutos después estábamos llegando a nuestro hotel Hafez, para dormir unas pocas horas y salir camino al aeropuerto.

La noche había sido alucinante, y ya me imaginaba las primeras imágenes del documental con Rabbi haciendo su vino cosher en Irán.

Una reflexión final acerca de Irán.

No fue nada facil concebir a Irán como uno de los destinos de este viaje, y materializar el destino fue aún más difícil por todos los consejos familiares y de amigos de no hacerlo. Con Duby teníamos pensado arrancar en Grecia, pasar a Turquía, y queríamos llegar a Kazakhstán, Mongolia, etc. Para pasar de Turquía a Kazakhstán teníamos a Irán en el medio. En broma, uno de los dos dijo: “che, ¿y si vamos a Irán?”. Por supuesto el otro le contestó que era un pelotudo, nos reímos por unos segundos con la idea, y cambiamos de tema.

A alguno de los dos se le ocurrió leer un poco en los foros de Lonely Planet qué onda con Irán, y nos sorprendimos con los comentarios de: “el país más seguro del mundo”, “el más hospitalario”, “la mejor gente”. Les transcribo cómo empieza el capítulo de Irán en la Lonely Planet misma: “¿Vas a ir a Irán? ¿Por qué? Las ideas equivocadas con respecto a Irán son tantas y tan confusas que la mayor parte del mundo occidental lo ve como una misteriosa, peligrosa tierra de deshechos, llena de hostiles y locos árabes. Cuán equivocados están. Irán es una mezcla fascinante de lo nuevo y lo antiguo, del Este y el Oeste, de lo exótico y lo mundano. Está mucho más desarrollado de lo que podrías imaginarte, y mucho menos peligroso. Y la gente es persa, no árabe. De hecho, pasando algunas semanas con los iraníes vas a terminar redefiniendo la hospitalidad como la conocías. La clave está en abrirte a la gente y simplemente dejarte llevar. Cuando alguien que apenas conocés te invita a cenar a su casa, aceptá la invitación. Vas a estar bajo su cuidado, y ese cuidado es más acogedor de lo que podrías imaginar – y sí, eso incluye la amabilidad hacia los Americanos”.

Que no nos haya pasado nada no significa que Irán sea el país más seguro del mundo. Pero uno percibía esta seguridad. Cuando en una parada de un micro todos dejan sus carteras arriba del micro y bajan al baño; cuando a la noche uno camina en una callejuela oscura, y sale a una plaza donde las familias están compartiendo un picnic; cuando nadie intentó cobrarnos demás, sino al contrario… Es cierto que hay una zona gris, que es la relacionada con qué pasa si sin querer te pasa algo fuera de lo normal. Si rompés una ley sin saber, si alquilás un auto y atropellás a una persona. Y por supuesto uno intenta mantenerse lo más alejado posible de estas zonas grises, porque se trata de un país que apedrea a las mujeres infieles o castiga con latigazos a los ladrones. Pero se trata de un país que quiere cambiar la forma en que el resto del mundo lo ve; su último interés sería maltratar a uno de sus huéspedes.

Es curioso que, si nunca nada malo le ocurrió a un turista, de todos los que van (que no son pocos), por qué habría de pasarnos algo a nosotros. Me acuerdo que mi vieja le dijo a mi hermana: “Estuve leyendo mucho en internet acerca de Irán, en foros y demás”, a lo que mi hermana le preguntó qué onda. Mi vieja contestó: “Y como no encontré nada malo dejé de leer”. Cuando leí que el alcohol era malo, dejé de leer.

Lo último que les puedo decir es: Vayan a Irán, yo pongo las manos en el fuego por el destino, de la misma forma que El Arte de Vivir puso sus manos en el fuego por la Gripe Porcina.

Como flashback hacia esa cena, para cerrar el relato, el Gordo nos contó que muchos judíos son parte del ejército Iraní, y que muchos pelearon en la guerra del Golfo. Por supuesto surgió la pregunta: ¿y qué harían esos judíos si estalla una guerra con Israel?

El Gordo contestó: “Let’s hope that day never comes”

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5 Comments

  1. como se llamaba El gordo (entre comillas, que no encuentro en esta compu) tal vez lo podemos conocer por el nombre…
    linda historia para contarle a los futuros hijos. Cuando papa fue a iran hace unos años, paso una noche en lo del rabino bla bla bla

    1. Morsadegh o algo así… sí, el nombre suena a morcilla, pero posta no lo inventé yo…

      serdi
      osisabrina@gmail.com
      190.51.124.123
      Submitted on 2010/08/12 at 11:45pm

      como se llamaba El gordo (entre comillas, que no encuentro en esta compu) tal vez lo podemos conocer por el nombre…
      linda historia para contarle a los futuros hijos. Cuando papa fue a iran hace unos años, paso una noche en lo del rabino bla bla bla

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