Phuket, Tailandia #16

Me quedan 20 minutos de batería pues.

En Phuket la idea era alquilar auto, para hacer todo Tailandia, cruzar a Camboya, luego Laos, y devolverlo en Bangkok o mismo en Phuket, según precios por devolver en un lugar diferente. Teníamos el antecedente del comentario de Jordi, de la imposibilidad de alquilar un auto y cruzar fronteras. Preguntamos en varias agencias pero era imposible hacernos entender. Aún en Avis apenas hablaban inglés. Era agotador. Entre varias idas y vueltas, finalmente uno de una agencia de alquileres de autos ambulantes (digamos que la agencia era el flaco con un cartelito plastificado) hizo un par de llamadas y dijo que podíamos cruzar el auto si completabamos no se cuántos papeles. No nos pareció confiable en absoluto, así que cambiamos algo de plata, y pagamos un micro para ir a nuestro hostel de Phuket. El bondi supuestamente salía a los 10 minutos.

Salimos a la calle con los tickets del bondi, y una mina empezó a intentar convencernos que nos tomemos un taxi. Le mostramos los tickets del bondi, pero nos dijo que iba a tardar mucho en salir, al menos hasta que llegue el siguiente vuelo. Preguntamos a los del bondi, y nos dijeron que era verdad. Nos habían recontra garcado. Podíamos devolverlos y pagar un taxi, pero preferimos sentarnos a almorzar algo tranquilos, y esperar que llegue el siguiente vuelo. Comimos aquella primera comida tailandesa que a esta altura del viaje ya nos tiene recontra podridos: arroz con pollo y verduras. Era barato, unos 2 dólares.

Finalmente llegó el siguiente vuelo, y la camioneta empezó a llenarse. Pedimos la cuenta. Notamos que en Tailandia la gente agradece juntando las palmas de las manos e inclinándose ligeramente hacia uno. Por supuesto, lo gracioso es hacerles el gracias cuando tienen cosas en las manos. Es muy bueno ver cómo buscan nerviosos un lugar rápido para apoyar las cosas, así te pueden contestar el saludo sin quedar mal. La moza tuvo que apoyar la cuenta y la birome para después juntar las manos y agradecernos.

Nos subimos a la combi, que hizo escala en una especie de agencia de turismo donde quisieron vendernos excursiones y hoteles que no aceptamos, y seguimos viaje. Poco tiempo después, con algunas escalas de por medio en otros hoteles, habíamos llegado.

El hostel parecía muy lindo. Lo primero que vimos era el barcito, bien cheto, prolijo, de madera bien laqueada, todo impecable. Nos acompañaron a un cuarto, que también estaba muy lindo y prolijo, con aire (por 10 Euros no esperábamos menos) pero con UNA SOLA cama, matrimonial. A mi no me jode tanto, pero Duby, como todos los homosexuales reprimidos, es homofóbico. Fue a la recepción a hacer flor de quilombo, llamaron por teléfono al dueño, se pusieron a discutir, etc. No llegaron a ningún acuerdo. Duby tenía razón en que el cuarto era muy caro como para dormir incómodos, eso era cierto. Pero también era cierto que yo reservé un cuarto double (no existía TWIN) sin saber que double significaba cama matrimonial y Twin dos camas chicas.

Al poco tiempo me llegaba un mail del dueño con copia a Hostel Bookers, diciendome que ellos estaban dispuestos a darnos al día siguiente un catre o un colchón, y no se qué más.

Salimos a caminar un poco por Phuket.

Nos compramos unos panqueques espectaculares por poco más de un dólar. De banana con nutella, todos cortaditos en pedacitos para pincharlos con escarbadientes. El mejor panqueque de mi vida. Perdón Carlitos que desde el cielo te enojas.

Llegamos a la playa. A nuestra izquierda, sobre el fondo, unas montañas verdes con algunos árboles que casi llegaban a la costa. Delante nuestro arena color arena y mar color mar. Nada tan del otro mundo como arena blanca y mar turquesa, pero igual era lindo. Nos sentamos a contemplar la puesta del sol, mientras terminábamos los panqueques y hablábamos de política internacional o vanguardias artísticas decimonónicas. Esas cosas de las que siempre hablamos nosotros.

El atardecer fue placentero. Caminamos un poco sorteando los puestos de masajes, insistentes mujeres que se te tiran encima y te dicen “MASAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSS” o bien “MASAAAAAAAAAAJJJJJJJJJJJJJJ”. Ninguna dice “Masash”. Alguna que otra te mete un manotazo en la cola cuando ya las dejaste atrás. Llegamos a una especie de shopping, en donde Duby se compró una remera de Levy’s que dice DON’T LOOK BACK. Para mi es por algo de Bob Dylan porque la tipo es parecida a la de la tapa de la peli de Pennebaker, pero talvez nada que ver. Primero se había decidido por una remera totalmente rosa que decía LOVE bien grande adelante. Por alguna razón que lamento, lo convencí de que no daba que se compre esa remera. Aunque me hubiera reído mucho viéndolo vestido tan de puto caminando por una ciudad con tantos travas. Necesitaba esa remera porque después de los San Fermines le habían quedado 3 remeras nada más. La blanca insalvable.

Este relato viene más aburrido que navidad en Bogotá.

Después de casi un mes viajando, ya era hora de lavar la ropa. Dejamos remeras y calzones fundamentalmente a una gorda que cobraba 1 dólar el kilo. Yo dejé dos kilos y Duby uno. Hasta que nos devolvieron la ropa anduve sin calzoncillos.

Cenamos en un árabe. Ya extrañábamos a nuestros amigos de medio oriente y sus sabores. Afortunadamente, también nos cagaron con guita, así que nos sacamos las saudades del todo. ¿En dónde viste pedir un humus y que venga sin pan? Obviamente el pan se pagaba aparte. Todo aparte. Era como una low cost de comida árabe. Al lado nuestro dos turistas de algún país árabe se morfaban de todo. Uno de ellos era un elefante, y las tetas se le sacudían al comer como un flancito en un lavarropas, aunque sin desarmarse. Duby se excitaba, y lamentó no tener la remera rosa de LOVE para levantarse al gordo.

Pagamos, y nos fuimos a caminar un poco por Phuket de noche. Eran cerca de las 22 hs. Compramos unos sundaes (¿así se escribe?) en Mc Donalds, yo de Oreo. La ciudad es un puterío. No exagero. Es una ciudad/puterío. Ves a europeos de 60 con pibas de 20, o con travestis. Cada 10 metros hay un grupito de putas o travas ofreciendo sus servicios. También se ven muchos pendejos europeos, de entre 20 y 30 años, con minitas alquiladas. Lo loco es que los ves caminando de la mano, en muchos casos cenando juntos. Son escorts, alquileres por algunos días. Son situaciones que no entiendo. A veces pibes facheros, que alquilan una moto y salen a pasear con su escort por Phuket, a conocer paisajes, sacarlas a cenar, etc. Me hacían acordar al Jony.

Por la calle principal, muchos bares con chicas bailando en el caño, y la clientela casi puramente masculina. Se ven algunas chicas que no ejercen la prostitución caminando por las calles, pero pocas.

Nos fuimos a dormir. Lo raro de nuestro cuarto era que el baño estaba compartido con el flaco del cuarto de al lado. Cuando entrábamos al baño, había que trabar la puerta que comunicaba al cuarto del flaco con el baño, y viceversa. Nuestro vecino siempre se olvidaba de desbloquear nuestra puerta, así que había que estar golpeándole la puerta continuamente para que desbloquee. Nos pedía perdón nervioso y check-ineaba.

El problema de dormir con un homofóbico es que va a hacer lo imposible por impedir cualquier tipo de roce. Yo estaba de acuerdo, obviamente, pero creo que las medidas tomadas fueron extremas. Primero puso su mochila grande, la de mochilero, a la altura de nuestras cabezas, debajo de la suya, me pidió que ponga la mía, a la altura de nuestros torsos. Y por último puso su mochila chiquita, la de mano, a la altura de nuestros pies. Nos quedaban 50 centímetros a cada uno, de cada lado de la cama, para dormir.

Nos despertamos, y desayunamos en una esquina, en una confitería bastante linda, al aire libre.

Alquilamos unos scooters para recorrer Phuket. El colorado de Kuala nos había advertido que casi siempre quieren cobrarte por cosas que tiene la moto que uno no le hizo. Le saqué varias fotos a la moto con el diario del día y Fidel Castro con Osama al lado. Pagamos unos 7 dólares las motos, y arrancamos viaje. No sabíamos ni cómo encenderlas. Por suerte no tenían cambios. Recorrimos todo Phuket por la costa, zarpada vista, subiendo y bajando montañas, acercándonos y alejándonos del mar. Muy pintoresco. Nos atrajo un cartel de “Almuerzo 99 Baht” (3 dólares)… resultó ser medio un fiasco por las porciones, pero zafamos con eso.

Seguimos viaje, en alguna playa nos metimos al mar, paramos a apreciar la vista en un mirador. Se sentía bien andar en moto, tener un poco de libertad para variar. Extrañábamos mucho el estar motorizados, y continuamente teníamos este diálogo: “la puta madre, si pudiéramos hacer esto en auto…”. CONTINUAMENTE. Salimos a una especie de ruta/avenida, y luego giramos y empezamos a subir por un camino de montaña, para desembocar en el Buddah gigante.

Ahí arriba encontramos, además del Buddah gigante, un platillo de metal de un metro de diámetro, colgado de un soporte de madera, que al mover suavamente las manos por su superficie empezaba a hacer un ruido cada vez más fuerte, muy lentamente. Muy poca gente lograba que emita este sonido, es como que había que hacerlo de una forma muy precisa, o estar cargado con alguna energía especial, o que “al Buddah se le cante”, según nos dijeron. Fueron pasando las personas y nadie lograba que emita este sonido, hasta que llegó Duby y lo logró como si hubiera nacido haciéndolo. Se movía hacia arriba, hacia abajo, hacia los costados, iba cambiando el tipo de sonido a piacere. La gente lo miraba contenta, fascinada. Duby iba poniendo caras como sexuales mientras movía las manos por la superficie, muy a la altura de sus genitales. Me daba miedo que a la gente le parezca irrespetuoso, pero se reían con ganas. Si a Buddah le cabía Duby, por algo será.

Me pidieron que pase yo a hacer sonar el platillo. Empecé a mover las manos lentamente y nada. Intentaba hacerlo muy suave, para que las vibraciones vayan subiendo de a poco, pero imposible. Muy frustrado, me alejé del platillo. PUTO BUDDAH DE MIERDA CUANDO VAYAS A UN TEMPLO YO ME VOY A ENCARGAR QUE NO PUEDAS DECIR UNA PALABRA. NUESTRO DIOS ES MUCHO MAS JODIDO. YA VAS A VER. La gente siguió pasando y tampoco, imposible. Todos iban pasando muy frustrados. 5 minutos de varias personas intentando sin lograrlo, hicieron que empiecen a rogarle nuevamente al maestro que pase. El maestro, está claro, era Duby. Por favor, por favor, suene el platillo, queremos ver cómo suena. No estoy hablando de yanquis pidiéndolo, ni de franceses, estoy hablando de chinos, koreanos, tailandeses. Orientales que crecieron viendo a Bruce Lee pelear y hacer sonar platillos gigantes. Y le estaban pidiendo a un argento que un día antes quería comprarse una remera rosa (qué lástima que no hizo sonar el platillo con esa remera rosa puesta) que lo haga sonar. Duby, está claro, se hacía rogar. “No, please… “… los chinitos insistían, juntaban las manos rogándole.

Duby volvió a pasar, muy inflado, tipo El Diego después de ganarle a México. Empezó a hacerlo lentamente, igual que antes, poniendo caras… pero esta vez no pasó absolutamente nada. Había perdido su poder. El segundo no hay quien lo eche. La gente aún alegre, le agradeció el intento. Yo, tengo que reconocerlo, me puse un poco contento.

Nos subimos nuevamente a las motos y emprendimos la vuelta. Paramos en un puestito a comer algo, pero NO EXISTE el concepto de galletita en sudeste asiático. Es decir, existe en supermercados grandes, pero no en kioskos, almacenes, hostels. Nos pedimos dos licuados de banana con leche, y partimos hacia Phuket.

Se nos empezó a hacer de noche. No habíamos calculado bien la cantidad de kilómetros, y tampoco estabamos seguros de hacia qué lado teníamos que ir. Después de mucho preguntar, y de mucho intentar interpretar las respuestas, encontramos el camino correcto. Llegamos bien entrada la noche, algo que siempre intentamos evitar (aún más cuando uno anda en moto sin registro internacional… y sin registro de moto ni siquiera nacional).

La llegada al hostel era complicadísima porque todas las calles eran contramano. Encontramos finalmente una avenida que podía acercarnos a la del hostel, pero un control policial nos obligó a detenernos. Con mucha mala onda, el policía nos pidió los registros. Acá vamos muertos, pensé. No tenemos registro internacional, y para colmo nuestro registro nacional es sólo de autos. El policía, apenas vio nuestros registros, dijo: “Oh, ¡¿Argentina?!”. Asentimos, y nos dijo: “Ok, ¡welcome! You can go”. Bizarro. Me pregunto cuántos días de cárcel le deberé a Maradona y a Messi. O cuánta plata de multa. Se que esto suena a flor de transgresión, pero en sudeste asiático todos alquilan motos, y ninguno tiene registro. Es como alquilar una bicicleta, mamá.

Llegamos al hostel, dejamos las motos, nos dimos una ducha, y salimos a cenar. Una excelente pizza en término sabor, una pésima pizza en cantidad. Mientras esperábamos y luego comíamos, vimos a un flaco de nuestra edad llegar en su moto con su minita alquilada, pedir unas pizzas para llevar, y luego volver con su minita alquilada en la moto a buscarlas. Se ponen de novios por un par de días por alquiler. Rarísimo de ver para nosotros. Aún más viniendo de países donde cada hombre puede tener 4 mujeres.

Otra vez a caminar por la calle principal, que esta vez estaba mucho más llena que la noche anterior. Muchos travas vestidos con ropas de carnaval desfilando y sacándose fotos con la gente. Los bares más llenos, las minas bailando en los caños con más pilas, las putas más maquilladas y en más cantidad. Era jueves a la noche, no sabíamos si era por eso, o por qué la diferencia con la noche anterior.

No es nuestro tipo de noche, así que nos fuimos a dormir como dos putitos. Antes buscamos desodorante para Duby, que se lo habían sacado en uno de los vuelos por querer llevarlo con el equipaje de mano. Eran carísimos, cerca de 15 dólares cada Spray, y eso que supuestamente Tailandia es baratísimo. Como decía: barato para lo que no es de marca. Se terminó comprando uno hecho en Alemania en la 10ma farmacia a la que entramos. Yo, en el rubro compras, tuve que comprarme ojotas nuevas porque las mías habían perdido la tirita que las sujetaba. Las estuve usando varios días así. Es más, en Kuala Lumpur me compré un pegamento e intenté arreglarlas, pero no hubo forma. Me compré unas billabong (que según el vendedor son originales) por 7 dólares. Quise darle las mías en parte de pago: “Ok, how much for this? Your price friend, your price”, pero no me dio bola. Se las regalé, rotas.

Al día siguiente fue devolver motos, desayunar en el hostel, y quedarnos charlando un rato con una inglesa llamada Trish que también iba para Phi Phi. Nos tiró varios consejos del resto de Tailandia. Llegó el transporte a Phi Phi, que nos dejó en el muelle de Phuket Town, donde nos pegaron unas calcomanías que decían Phi Phi (indicando nuestro destino final). En el barco, Duby no se sentía del todo bien y salió a tomar aire. Yo me tiré a dormir en la cabina, o a leer, o a escribir, quién sabe.

Similar Posts

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *