Kuala Lumpur #15
En una hora se me acaba la batería de la netbook y la idea es llegar lo más lejos posible y tratar de corregir este atraso imperdonable.
En el aeropuerto de Teherán logramos conectarnos a internet. Nada más loco que eso pasó. MUY LOCO. Nos subimos al avión haciendo todos los trucos previos con las ropas y las bolsas y los pesos. En el vuelo, la azafata gritaba todo el tiempo EXCUSE ME a los pasajeros que se paraban cuando todavía estaba el cartel indicador del cinturón de seguridad. Nosotros la ayudábamos gritando también EXCUSE ME. Cuando se trate de gritar, cuenten con nosotros.
Una mina no paraba de pararse y de recibir el grito de EXCUSE ME continuamente. Cuando la señal del cinturón se apagó, se levantó de su asiento y vino a sentarse al lado mío. Me empezó a hablar en árabe, le pedí inglés, y sin mucha dificultad me explicó que su asiento no se reclinaba, que estaba exhausta, llevaba días sin dormir y si me molestaba que se siente a mi lado. Le dije que no había problema. Estuvo una hora dando vueltas en el asiento completamente tapada con chales. Cada tanto se levantaba e intentaba forzar su asiento aún más para atrás. Se daba cuenta que era imposible pero aún así insistía, resoplando en cada intento fallido.
Al rato se levantó y se fue a buscar otro asiento. Vi que una mina terminó cediendo su asiento junto a la ventanilla para que la loca no la moleste más.
En Sharjah, comimos muy contentos en Mc Donalds. Duby dice que siempre que se siente mal de la panza en algún viaje, nada le viene mejor que un combo de Mc Donalds. Ahí vimos también a la loca, volviendo enfermos a los de Mc Donalds con pedidos bizarros tipo mi tía Emmy (“por favor a esto ponele medio queso pero que en lugar de Cheddar sea muzzarella y el tomate sin cáscara”).
De Sharjah volamos a Colombo, Sri Lanka. Nuestro principal miedo era que no nos dejen hacer transbordo de nuestro vuelo de Air Arabia a nuestro vuelo de Air Asia, porque no teníamos los boarding pass. Talvez en el área de trasbordo no los emitían. Si teníamos que salir y volver a entrar, había una visa de 80 dólares de por medio, solamente para una escala de 6 horas. Al llegar, vimos un mostrador de Air Asia: estábamos salvados. Nos acercamos a preguntar, pero nos dijeron que no podían emitir nuestro boarding, que teníamos que salir. Maldición.
Salimos, indicamos que era sólo por un día, afortunadamente no nos cobraron nada, nos hicieron dos chequeos de seguridad para entrar al aeropuerto nuevamente (aparentemente Sri Lanka es un país con mucho conflicto armado), volvimos a hacer check-in, otra vez control de equipaje, de pesos, etc, y hora y media después estábamos de nuevo en donde habíamos empezado, pero esta vez con nuestros boarding passes.
Volamos a Kuala Lumpur apaciblemente. Nos bajamos en un aeropuerto un tanto alejado de la ciudad por volar por Low Cost, en donde tomamos un bondi que después de dos horas, 3 euros y “El Espantatiburones” nos dejaba en el barrio chino de Kuala Lumpur. Llovía. Armamos nuestras mochilas con la capucha para lluvia, y emprendimos la caminata.
Había un olor desagradable, la ciudad no era limpia, las comidas de los puestitos callejeros le darían asco al mismo Linyera de Diógenes. Caminamos bajo la lluvia cortos minutos, hasta encontrarnos en una esquina que no podíamos ubicar en el mapa. No teníamos idea cuán lejos estábamos del hostel. Estuvimos deliverando en la esquina 5 minutos, hasta que decidimos caminar al azar en un sentido. Encontramos el hostel a la media cuadra, y subimos.
Transcurrió el día entre mucha caminata. Entrando a shopping preguntando por iPhones (pensamos que ibamos a poder encontrar un 2G baratísimo pero no fue así), nos tomamos una coca-cola con mi primer dósis de malaria del viaje y un budín copado, y fuimos a cortarle el pelo a Duby.
La peluquería estaba adentro de un shopping. Nos paramos a mirar la vidriera de precios que era algo así:
– CORTE PRINCIPIANTE $15
– CORTE JUNIOR $20
– CORTE GROSO $25
– CORTE PROFESIONAL $30
Salió un chinito gay a recibirnos con la mejor onda. Nos explicó la diferencia de precios: Estaba basado en los años de experiencia del peluquero. Duby eligió el Junior me parece. La peluquería era algo así como lo que me imagino yo que será la peluquería de Primo y Zetu: televisores frente a cada silla, música cool, todo muy moderno. No estaba nada mal.
Salimos de la peluquería y a Duby ya le había crecido el pelo como antes. Es impresionante. Tipo Homero cuando sale de afeitarse, después de explicarle a Bart cómo hacerlo.
Seguimos buscando algunos iPhones, pero aparentemente todo lo que sea de marca vale lo mismo que en Buenos Aires. Lo que es baratísimo es todo lo trucho: remeras por 2 dólares, shorts por 1 dólar, mallas por 3 dólares. Pero si vas a un Levy’s, Gap, Mac Store o lo que sea, vale lo mismo que en cualquier parte del mundo.
Seguimos caminando. Duby insistía con que Kuala Lumpur se parece mucho a Nueva York, pero en chiquito. Le apuntábamos a las Petronas, aunque ya era de noche. Nos daba una excusa para seguir caminando. Veíamos los carteles luminosos, el Sky Train, los taxis amarillos, y de verdad parecía New York (yo sólo la conozco de películas).
Adentro de un shopping, encontramos un Pizza Hut. Todavía queríamos seguir atiborrándonos de comida occidental, así que muy contentos nos mandamos. Nuestra moza tenía el cabello tapado. Todavía no habíamos logrado desprendernos de medio oriente. Yo ya le tenía un poco de rechazo a todo el concepto de mujeres tapadas. Me daban bronca. Entiendo que sea otra cultura y toda la bola, y que talvez muchas de ellas decidan eso… pero es evidente que los budistas creen que existe buda, los judíos que el mesías no llegó, los católicos que jesús es el mesías, los musulmanes que es mahoma… y a ninguno se le ocurre que si una de todas es verdad, las otras son falsas. Ninguno duda. Obviamente, todo esto es racionalizar la religión y es lo que no hay que hacer. Lo racional y la fe son dos cosas que no hay que juntar. Pero igual, qué se yo, me genera rechazo, me dan lástima, me molesta ver que desperdicien su vida por algo de lo que no pueden estar seguros.
La moza era agradable. Le pedimos una pizza y todo el tiempo que estuvimos esperándola jugamos al “Excuse me” con los botones de la mesa de Pizza Hut. Paso a explicar con más detalle: la mesa tenía un llamador con 3 botones: “Call”, “Bill” y “Cancel”. Lo que hacíamos básicamente era apretar el botón de “Call” y pasarle el llamador al otro para que parezca que lo había apretado, y cuando venía la moza no podía explicar. Por otra parte hacía un ruido muy gracioso cada vez que lo apretábamos, así que insistíamos bastante con esto. Difícil de explicar pero nos divertimos mucho con esto. El Tibu lo va a entender creo.
La pizza genial, todo muy bien. Seguimos sorprendidos por la cantidad de minas tapadas que aún se veían en Malasia. Por supuesto la enorme minoría, pero aún así veías minas con solamente los ojos visibles. Vimos en algún shopping a una mina tapadísima salvo los ojos, con su marido, eligiendo pintura para los ojos. Lo único que puede mostrar y tiene que pintárselos. Más raras que dos perros verdes. Malasia es un país musulmán, y como dato curioso: no permite la entrada de ciudadanos israelíes.
Después del pizza hut volvimos al hostel, subimos las escaleras hacia el bar del 6to piso, pero estaba cerrado, y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente queríamos ir a conocer las Petronas. En el hostel vendían los tickets, pero según nos dijeron los días lunes las Petronas estaban cerradas para los turistas. Qué mala leche veníamos teniendo con los días. Terminamos comprando tickets para la Torre de Kuala Lumpur, que está justo enfrente de las Petronas y tiene bastante altura también. Caminamos hasta ahí. Hicimos el recorrido por la torre, muy interesante todo, linda vista, escuchando audios según la ventana de la torre en la que estábamos parados, que describía la vista que veíamos y su historia. Acá jugabamos a oídos tapados, gritando cosas en voz alta como que no nos dábamos cuenta que estábamos gritando, como en paraná Tibu. O como el hermano de Mary en Loco por Mary. Sí, damos lástima.
Nos fuimos de la Torre y emprendimos la caminata hacia las Petronas. Al menos las vimos desde abajo. Muy impresionante y todo eso. No me parecieron TAN altas, pero bueh. Están bien, lindas. Caminamos de vuelta hacia el sector de Shopping, y nos clavamos un combo de Mc Donalds. Todavía no nos había alcanzado con la comida occidental de los últimos días. Me lo estaba terminando, cuando la mina de limpieza me tiró el vaso de coca-cola lleno hasta la mitad al tacho. Le grité que NO pero no llegó a escucharme. Me trajo otro. Cuando terminé de comer, levantó todo, lo tiró al tacho, y otra vez le grité NO. La mina se quería morir, me empezó a decir: “Oh no Sir. Please… please…” me dio muchísima pena, intenté explicarle que había sido un chiste, pero la mina estaba muy metida en su “Oh no sir, please” y no me escuchaba… hasta que me entendió, se empezó a reír y me pegó un golpecito en el hombro.
Caminamos hacia otro Shopping que en teoría tiene muchos descuentos en tecnología, buscando nuestros iPhones. De nuevo la misma historia: mismos precios que en Buenos Aires, y sólo tenían el 3Gs y el 4G. Nada de 2G en stock, o teléfonos usados baratos. En algún puestito estaban pasando una demo de Play Station de un partido Argentina-Brasil y nos pusimos a verlo. Obviamente cuando Argentina le clavó un gol a Brasil lo grité como si hubiesemos ganado la final del Mundial. La mina del puestito no entendía nada.
Habremos vuelto al hostel a dormir una siesta o algo así, porque no me acuerdo nada más, hasta la noche. Bajamos a cenar al restaurante chino de abajo del hostel, el único que no nos daba mucho asco. Ese mismo día habíamos visto una rata meterse abajo de un puestito de comidas callejero (de los muchos que hay) y las ganas de comer comida china se habían visto disminuidas notablemente. Este restaurante parecía más o menos limpio, y nos causaba mucha gracia el cartel que promocionaba sus comidas en la entrada, de un chino canoso y viejo comiendo una bola blanca de algo, con la boca abierta y la bola blanca entrando en su boca. Daba asco, y eso que era el cartel de promoción.
Es como Jesús en la cruz… hay que ser muy capo para lograr hacer marketting con la imagen de un chabon clavado en una cruz sangrando. Pero bueno, se sacrificó por todos nosotros… mejor marketting que generar culpa no hay.
Preguntando por cantidades en este restaurante (la mochila ya se sentía, y no dejamos plato sin terminar hace varias semanas), un morocho sentado en una mesa a nuestro lado nos escuchó y nos aclaró en español que las porciones eran abundantes. Cuando el mozo se fue, le preguntamos de dónde era. Lo sospechábamos por el acento, pero aún así no nos atrevíamos a arriesgar porque las posibilidades parecían remotas: era cubano. Le preguntamos si podíamos sentarnos con él.
Se llamaba Jorge, y había recibido una beca del gobierno cubano para estudiar mandarín en China. Era muy loco estar sentado con un cubano que podía hablar en chino con el mozo. Muy agradable el tipo, muy culto, nos habló mucho de Cuba, de que él pensaba volver, aunque lo dudaba (porque no podría volver a salir con facilidad). De todas formas manejando tan bien el mandarín, podía conseguir trabajo facilmente en Cuba apenas llegue. Nos contó que hacía poco Fidel había hecho una aparición, más fuerte que nunca. Parecía un tipo muy centrado, que veía muy bien las virtudes y defectos de su gobierno. No era un fanático educado para amar a Fidel, pero tampoco un tipo 100% en contra, con ganas de fugarse y vivir en Miami siendo un bebé mimado de los yanquis.
Terminó de comer, y nos preguntó si queríamos ir al bar del hostel. Fuimos a sacar plata a un cajero y lo seguimos. Esa tarde habíamos intentado subir a la terraza del hostel, al bar, a usar internet, pero el barman nos había rajado porque no queríamos consumir nada. Era una regla del bar del hostel. Esa noche volvimos con intenciones de consumir. La terraza estaba bastante llena. Una mesa gigante con unas 15 personas alrededor, y otra con unas 4. Me senté al lado de Jorge, el cubano, en la mesa de 15 personas. Apenas estaban empezando a conocerse entre todos. Escuchamos más de la historia de Jorge, una locura de vida la verdad. El tipo hablaba inglés a la perfección y mandarín muy bien. Estuvimos charlando con una lituana que hablaba muy bien español porque había vivido en Valencia, que luego se había mudado a Londres, y ahora a Australia con el novio. Hay cada persona con cada vida.
Me tomé dos cervezas y un cuba libre. El barman del hostel sabía más de deportes que Freigol. Era impresionante. Nos hablaba de Martín Palermo, de dónde jugó, tirandonos datos de fechas que nos dejaban pasmados y paspados. Cómo puede este tipo conocer tan bien a Palermo. Ni que hablar de los jugadores de España. “I really like La Liga”, nos decía. Nos tiró la posta de por qué Argentina no ganó el mundial, de cada equipo, era un técnico más, como si fuese argentino el flaco. Somos todos técnicos. Pero bien, tenía sentido lo que decía. Tipo raro. El cubano nos contó que la noche anterior habían estado chupando hasta las 4 am, y que el flaco le había hablado de TODOS los deportes, inclusive de baseball cubano. El flaco sabía TODO.
El barman nos dijo que se había quedado sin alcohol, cosa más que rara para un bar. Lo reconoció sin tapujos. En ese momento era uno más, chupando y cagándose de risa. Me imaginé cada noche del flaco así, y por un momento me dio un poco de envidia, y después bastante lástima. Pero si el flaco la pasa bien así, me parece más que perfecto. Propuso ir a un bar ahí a pocas cuadras a seguir chupando. Nosotros teníamos a las 9am un vuelo a Phuket, Tailandia, pero desde los San Fermines que no salíamos a por unas copas, y no iba a dejar pasar la oportunidad. En la mesa había un hindú gordo insoportable, loco hindú retrasado, que se la pasaba gritando y diciendo boludeces como “I only know one word in spanish: ¡SI!”. Y gritaba el SI como lo grita Gato en la sección: “Cuando el Niño conoció a Nati” del video de su casamiento, antes del “pam pam pam pam”. Una piba igualita a Scarlett Johanson pero de 20 años se puso a hacer una torre con las latas de cerveza, y el hindú borracho se las tiró abajo. Era insoportable.
En el barcito nos tomamos una cerveza entre los dos. Nos quedaba la plata justa para el bondi al aeropuerto. De todas formas tuve que sacar al día siguiente porque no nos alcanzó, esa cerveza estuvo económicamente de más. A mi derecha estaba sentada una yanqui que se la pasó hablando con un australiano que se sentaba adelante mío. Se veía que era el primer viaje mochila del australiano, porque estaba fascinado con toda la cultura mochilera, con esta cuestión de hacer “amigos” en cada hostel, conocer gente continuamente, vivir experiencias diferentes todos los días. A mi izquierda Scarlett que sólo quería hablar del Che Guevara (había terminado de leer el día anterior el diario del Che). Enfrente mío, al lado de Duby y del inglés, un colorado de Austria, de 20 años, yeta obvio, que estaba terminando esa misma noche con un viaje de 4 meses por sudeste asiático, ya con MUCHAS ganas de volverse. Era agradable el pibe, y nos contaba que no sabía qué hacer de su vida. El cubano en algún momento desapareció porque fue a buscar a una amiga suya cubana que llegaba esa misma noche al hostel. El hindú escuchó que alguien (nosotros) iba para Phuket (se pronuncia PUKET) y gritó: “Who’s going to FUKET?”. Era posta un gordo pelotudo insoportable y gritón. Después agregaba “I would like to go to Fi Fi”… (se pronuncia Pi Pi)… todo lo decía con F.
Terminamos la cerveza, nos despedimos cordialmente de todos, y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente fue caminar a la parada, y tomarnos el bondi al aeropuerto, donde tuvimos una de las máximas dificultades del viaje para sortear los controles de peso. Había carteles por todas partes diciendo: “Ahorrate la plata: avisá si tenés sobrepeso”, o cosas así. Nos vestimos con TODO lo que teníamos. Lamentablemente las mochilas pesaban mucho, más que nada por los regalos sirios y persas. Aún así pudimos evitar los controles, no estoy seguro cómo. Pasamos por al lado mientras el tipo estaba distraído con otros extranjeros, diciendole a uno que iba a tener que despachar su valija. Cuando pasamos, Duby tuvo que volver para que le sellen algo, así que me dejó su bolsa y se fue solo con su mochilita a que le sellen. Con eso la zafamos.
El vuelo fue cortito, sin mayores incidentes, hacia Phuket, Tailandia.