4000 Islas, Laos #20

Nos bajamos pues en Don Khone. Era de noche y llovía. Con nosotros se bajaron la japonesa feísima, la japonesa fea, y dos chicas de Nueva York. Vimos un alojamiento a pocos metros, y caminamos rápidamente para llegar antes que el resto y que no nos saquen el lugar. Nos preguntábamos cómo encontraríamos el guesthouse que habíamos elegido después de leer muchos foros. Parecía una misión imposible: con la lluvia, y las pocas luces de la isla, no teníamos chances.

 

En el botecito, llegando a Don Khone

Caminamos a este alojamiento, y milagrosamente era el que habíamos elegido. Uno de los hermanos dueños del alojamiento nos abrió la puerta de un cuarto para que lo miremos, y se fue. No entendíamos cómo funcionaba el sistema, por qué se había ido, si era que no le interesaba alquilarnos el cuarto. Después entendimos que Laos y Tailandia, en términos de gente, no se parecen en nada. Nadie te va a insistir para venderte nada, es como si no les importase. No es que sean mala onda, o que no les importes como cliente, simplemente son demasiado pajeros como para romperte las tarlipes insistiendo. Laos PDR significa Laos People’s Democratic Republic, pero la gente dice que en realidad significa Laos Please Don’t Rush.

 

El cuarto no estaba mal, y de todas formas no nos imaginábamos buscando otro lugar bajo la lluvia, de noche, en una isla diminuta y embarrada. Costaba 50.000 Kip (5 Euros) entre los dos. Las yanquis eligieron el cuarto de al lado, y el resto se quedaron sin lugar.

 

Estuvimos hablando un rato con las yanquis. Duby se estuvo haciendo el canchero con que estudió 15 días en Columbia, en Nueva York. Las cabañas donde dormíamos daban, mediante una escalerita corta, a un restaurante pequeño al aire libre (el restaurante del guesthouse). Ahí había dos chicas sentadas. Duby les preguntó si podía agarrar el menú, y una de ellas contestó: “Yes, of course, you can seat here”. Rara situación. Era muy ortiva decirles: “Nono, no me quiero sentar con vos, quería el menú”. Por otra parte era raro porque habíamos estado charlando un rato con las neoyorquinas, y de golpe nos vieron sentados con otras minas que recién conocíamos.

 

Las chicas de la mesa eran de Whales. Se llamaban Linda y Kerry. Ya se venían tomando algunas cervezas y nosotros nos sumamos con otra, y con unos platos de pollo con arroz, insoportablemente típico en sudeste asiático. Linda era idéntica a la colorada de American Pie, la que termina con el protagonista y siempre tira frases como: “I remember one time, in music camp…”. Kerry tenía puesto el piloto de lluvia. No me acuerdo de qué hablamos, ni qué hacían, así que muy interesante no debe haber sido. Duby se fue a dormir y yo me quedé charlando un rato más, pero tampoco me acuerdo de qué hablé en este rato más.

 

Al día siguiente desayunamos en el hostel, alquilamos unas bicis, y salimos a recorrer. Agarramos la calle principal, y vimos que no estaba nada mal el pueblito. Nada turístico, en absoluto. Simplemente una calle de tierra, con algún que otro negocio a los costados, y alguna que otra casita local de madera, con chicos jugando, y gallinas dando vueltas en libertad. Nos acercamos a una especie de puente que cruzaba de Don Khone a Don Det (o Dot Net, según prefieran), en donde nos pidieron que paguemos peaje. Explicamos que no queríamos ir a Don Det, sino a la cascada, y nos indicaron que el peaje era para ambas cosas. Malditos. Eran como 2 Euros. Los pagamos de mala gana, ya sospechando que Laos se venía como Camboya en términos de estafa, y pasamos hacia la cascada.

 

La primera parada fue al doblar a la izquierda en un cartel que decía: “TREN”. Hicimos unos 100 metros y encontramos una locomotora diminuta, en pésimas condiciones. No tenía nada de interesante para nadie, ni para la hija del chofer del tren que fue concebida ahí. Malísimo.

 

Volvimos al camino principal, y le seguimos dando hasta la cascada. Tampoco estaba tan buena. Obviamente agua marrón (en todas las 4000 Islas), estilo Tigre. La cascada no era muy alta, ni de mucho caudal de agua. Pero aún así estaba bueno estar ahí, era muy tranquilo, nada turístico, muy relajado. Nos sentamos un rato a mirar la cascada, y seguimos camino hasta una playa, que consistía en un triángulo de unos 5 metros cuadrados de arena, con agua marrón a los costados y un cartel de “Do Not Enter To The Water: Dangerous Undercurrent” o algo así. Entonces resumamos: malísimo el tren, malísima la cascada, malísima la playa. Básicamente ya habíamos agotado lo que tenía para ofrecer turísticamente Don Khone. De todas formas para mí, vale más la pena Don Khone que Siem Reap, que tiene ruinas hechas por civilizaciones tan antiguas que no se puede creer que… bla.

 

La playa

 

Estuvimos un buen rato tirándole piedras a una roca muy grande que se desintegraba con cada uno de nuestros golpes. Queríamos fabricar más arena para esta playa de pacotilla y se nos ocurrió que esa sería la única forma.

 

Don Khone es muy tranquilo, relajado, para descansar, ver qué hacen los locales, caminar, perderte un poco. Los atractivos turísticos están sobrevaluados. O más bien yo encuentro que los atractivos turísticos son más bien otros, no sólo templos antiguos. De acá agarramos las bicis y pedaleamos hasta la otra punta de la isla, donde nos habían indicado que podíamos encontrar delfines de río. La pedaleada fue dura. Se largó a llover en la mitad de un bosque y buscamos refugio bajo un árbol. Teníamos los pasaportes encima, y ya veíamos la tinta imborrable de los pasaportes argentinos deslizándose por el papel, resultándonos imposible volver jamás a nuestras casas y pasando a ser ciudadanos de Laos.

 

Nos sacamos las remeras, y seguimos pedaleando con calor, transpirados y empapados por la lluvia. Encontramos un camino de piedras que Duby hábilmente dedujo que se trataba de las vías del tren. Era cuestión de seguir estas vías para encontrar la otra punta de la isla. En otras épocas el tren hacía este recorrido para llevar pescado de una punta a la otra. Al llegar, se nos acercó un local a ofrecernos un bote. Nos explicó que del lado de Laos no se podían ver los delfines, pero que si le pagábamos a él 6 Euros, y 1 Euro a los de migraciones de Camboya (sin necesidad de tener los pasaportes), podía cruzarnos a Camboya para verlos. Yo no tenía nada de ganas, pero Duby sí. De todas formas resulta que la Lonely indicaba que los delfines solamente se podían ver a la mañana o a la tarde, y era mediodía.

 

Volvimos pedaleando nuevamente, ya agotados, siguiendo un camino paralelo al de las piedras, que nos dejó cerca del puente. Nos decidimos a cruzarlo para aprovechar los 2 Euros que ya habíamos pagado. Camino a Don Det, pocos metros después de cruzar el puente, nos cruzamos con dos chicas probablemente inglesas, que también iban en bici. Las detuvimos e interrogamos. Venían de Don Det, eran unos 20 minutos pedaleando, y querían cruzar a Don Khone. Nos interrogaron ellas a nosotros respecto al peaje, y les explicamos que si pasaban muy rápido con las bicis y no se detenían por nada del mundo, podían pasar gratis.

 

Decidimos que no estábamos como para pedalear 20 minutos más hasta Don Det, que de todas formas nos íbamos a quedar al menos un día más, y que lo podíamos hacer en otro momento. Dimos media vuelta, y volvimos a Don Khone. Vimos que detenían a las inglesas (que no nos hicieron caso), les pidieron la plata del peaje, no aceptaron pagarla, y se volvieron a Don Det sin conocer Don Khone.

 

En lo que a nosotros respecta, elegimos un restaurante al lado del puente donde almorzar. El lugar estaba divino, y daba al río. Lo atendía el único travesti de Don Khone. Probablemente sea el lugar del mundo con más travestis por cabeza: 1 cada 50 habitantes. Don Khone tiene 50 habitantes.

 

Al principio dudamos si se trataba de un trava. No entendíamos cómo había logrado crecer un trava en un pueblito tan pequeño. Pero digamos que al poco tiempo se nos fueron las dudas, estaba demasiado claro. Almorzamos muy bien, y el restaurante del travarulo pasó a ser nuestro preferido, junto con el de Siri que ya conocerán más adelante.

 

Laos es un país extraño en términos de dinero. Uno puede dormir por 1 Euro en un Dorm de un hostel. Por 2 Euros y poquito en un cuarto privado. Pero un desayuno cuesta más que una noche de hostel. Es difícil acostumbrarse, y uno al pagar tan poco de alojamiento, cree que es todo baratísimo, y terminás gastando 3 Euros en un desayuno. Por supuesto, tampoco es mucho. Los viajes sí son más caros. Talvez un micro de 5 horas puede costar 8 Euros. Esos días el presupuesto se nos va bastante para arriba.

 

Nos fuimos a dormir la siesta, o a escribir un poco. Nuevamente nos habían asignado un cuarto con cama matrimonial, así que obviamente hubo que poner las dos mochilas grandes en el medio, y todo el delirio ese para que no nos agarre esa enfermedad llamada homosexualidad.

 

El sistema de Duby para no hacernos putos

 

Al despertarnos, Duby se encargó de tapar el inodoro con papel higiénico rojo. Una imagen muy agradable para cada vez que queríamos ir a mear. No hubo forma de que ese papel higiénico baje, no importaba la cantidad de agua que le echemos. Se terminó formando algo muy similar a la bandera de Japón.

 

La bandera de Japón

 

Caminamos por la calle principal, y nos encontramos con que todos los negocios estaban cerrados y no había luz en el pueblo. No veíamos absolutamente nada. Encontramos al único restaurante abierto y con luz de Don Khone, donde también estaba cenando Nasutti. Nos pedimos unos spring rolls espectaculares, con unas papas fritas.

 

Volvimos al hostel, y a dormir. Al día siguiente decidimos desayunar nuevamente en lo del putito. Era nuestro lugar, después de todo. El travarulo nos atendió de maravillas. El pan de Laos es excelente, algo que me sorprendió mucho. La comida en general es muy buena. En todas partes podés pedir cualquier cosa y está muy bien hecha. No hay diferencias de calidad casi entre diferentes restaurantes. Salvo donde comimos hoy que las papas fritas estaban podridas, pero bueno, eso es otra historia.

 

Luego de desayunar, estuvimos planeando cómo esquivar el control de peaje del puente. No queríamos pagar nuevamente. Nos trepamos por una rampita que había en el puente, en lugar de subir por las escaleras por las que controlaban, y caminamos haciéndonos los sotas. Lo cruzamos sin problemas. Todavía nos quedaba el conflicto de volver a Don Khone sin pagar.

 

La caminata a Don Det fue por demás placentera. Unos 40 minutos atravesando plantaciones de arroz, de verdes inimaginables. Lo peor es que recién ayer me enteré que esas eran plantaciones de arroz. Siempre me sorprendía el pasto de Laos: muy largo, grueso, firme y de un verde increíble. Resultó no ser pasto sino arroz. Entre las plantaciones, veíamos a bueyes refrescarse, y a niños desnudos corretear y zambullirse en el agua, entre risas y juegos.

 

“De grande quiero ser nudista”

 

 

Por supuesto, me dieron muchas ganas de ponerme a correr en bolas por el campo y tirarme chapuzones en todos esos charcos. Duby me aclaró que ya estaba grande para eso.

 

Llegamos a Don Det. Parecía más turístico que Don Khone, y más barato. Las chicas de Whales nos habían recomendado un lugar donde podíamos ver películas en inglés, pagando muy poca plata. Parecía un buen plan para ese día. Ya conocíamos las principales atracciones turísticas: tren, cascada, playa, delfines y Don Det. Una peli venía bien. No encontramos el lugar de las películas, pero sí un mono atado a un árbol, que no paraba de saltar de rama en rama, y de aprovechar la soga que tenía atada a una pata para jugar con ella también, enredándose, saltando, pasando la soga por otra rama, etc. Un viejo se le acercó, el mono saltó arriba suyo, y el viejo se sacó varias fotos. El mono empezó a morderle el sombrero, y el viejo se alejó tranquilamente. Después se acercó una rubia italiana con cara de tonta, y sucedió algo muy parecido. El mono empezó a jugar con su sombrero. La tana le pegó un golpecito suave, como en broma, como uno haría con un perrito, y el mono le saltó al brazo y le pegó un mordiscón. Hay que ser boluda para pegarle a un mono, aunque sea en joda. Fue a hablar con la dueña del mono, la cual le aseguró que el mono tenía todas las vacunas dadas. Le preguntamos a la mina si tenía la antirrábica y nos dijo que no. Probablemente ya esté muerta a esta altura.

 

 

Nos encontramos con un grupo de franceses en Dot Net que fueron al D2D de Francia y pidieron: “Queremos Francia Dot Net”, y los terminaron subiendo a un barco en Francia y trayendo para Laos. Por alguna razón a Duby le parece gracioso este flipeo y me pidió que lo escriba.

 

Después de tanta joda, nos volvimos para Don Khone.

 

Elegimos un restaurante también junto al río. Lo atendía un niño de unos 10 años llamado Siri. Un fenómeno de pibe. Cuando llegamos estaba con su librito de inglés, estudiando el idioma. Le pedimos una Sprite grande y la comida. El pibe empezó a hablarnos, nos preguntó de qué país éramos. Conocía mucho de Argentina, sobre todo de nuestro fútbol. Dónde jugaba cada jugador, en qué club de Europa, etc. Un pibe muy tranquilo, buena persona, educado, estudioso, simpático, para nada tímido, amable. Un fenómeno posta. La Sprite nos vino sin gas, y dudamos por un rato largo si decírselo, pedir que nos la cambien, pedir otra y pagarla nosotros, etc. Nos daba un poco de cosa pedirles el cambio porque no se trataba precisamente de un restaurante donde la plata sobraba. Finalmente se lo dijimos, y el pendejo hijo de una gran puta se hizo bien el pelotudo que no hablaba inglés. Más allá de esto, un fenómeno Siri.

 

Habremos pasado la tarde descansando, comiendo algún que otro panqueque de banana con chocolate, algún licuado de banana con leche, escribiendo algunas líneas de código, leyendo un poco. Usé internet, en donde me tomé una cervecita mientras escribía. Un bebé de un año y medio aproximadamente se acercó a la computadora y empezó a apretar teclas de a una, con cuidado. Yo me reía. Apretó una que apaga el monitor por unos segundos, y se empezó a reír. Hasta que el padre se lo llevó.

 

Por la noche cenamos nuevamente en lo de Siri. Esta vez no nos arriesgamos a pedir Sprite. Simplemente un agua.

 

Siri era de una provincia por ahí cerca, donde vivían sus padres. No logramos entender con quién vivía ahí en Don Khone, si con la tía, o qué. Lo raro es que ningún adulto se asomaba nunca a atender a los clientes, ni a cobrarles. Todo lo manejaba Siri, con sus 10 años nomás. Siempre dicen que está mal que los pibes trabajen, pero si me atienden bien, no me piden propina y no se cagan encima mientras trabajan, no entiendo cuál es el problema.

 


Siri

 

Nos habremos ido a dormir temprano, para al día siguiente tomarnos otro botecito en el cual viajaba Nasutti, llegar al puerto, subirnos a una combi, y partir con destino Pakse.


 

Similar Posts

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *