Phi Phi, Tailandia #17
En Phi Phi, bajando las mochilas del barco, vimos un flaquito oriental con barba candado con una remera con muchas esvásticas chicas repartidas y una esvástica gigante en el centro. Nos dimos vuelta buscando a algún israelí de todos los que había en el barco que tenga entrenamiento militar para que le pegue una golpiza, pero al no encontrar a ninguno, nos fuimos maldiciendo y diciendo cosas como: “Ese asiático negrito hubiera sido la primer víctima de Hitler”.
En el muelle nos esperaba Rulo, un tailandés con una cara muy alegre, muy simpático, con muchos rulos en la cabeza, obvio. Casi tantos como Zap. Trish preguntó si podía venir a nuestro hostel, y Rulo con gestos le dijo que pida en la agencia de turismo si podían llamar al hostel para ver si había lugar y cuánto costaba. Subimos las mochilas a la carretilla de Maney, nuestro hostel, conducida por Rulo. Hicimos la escala para que Trish llame, pero le pidieron mucha plata, así que se decidió por otro hostel baratísimo recomendado por la Lonely. Preguntó a Rulo si podía meter su mochila también en la carretilla, o si era exclusiva para clientes de Maney. Rulo, con la mejor, obviamente le dijo que sí. De todas formas en todas estas situaciones con asiáticos nunca quedaba claro si decían que sí, si no habían entendido la pregunta, o qué pasaba.
En más de una ocasión nos ocurrió que al hacer una pregunta con dos posibles respuestas, del tipo: “¿Las cataratas son para izquierda o derecha?”, la respuesta sea: “Ok”. A lo que uno, obviamente contesta “Ok” y elige uno de los dos lados al azar. En esa instancia no sirve de nada seguir preguntando. Lo otro que ocurre cuando le dan una respuesta así, es que todas las respuestas anteriores de la misma persona son automáticamente canceladas.
Si se da una conversación del tipo:
- Is it Ok if I park my motorbike here?
- Ok.
- Can I order something not spicy?
- Ok.
- Is it possible for you to bring my food without any bugs?
- Ok.
- Thanks for everytihng. Which way to the waterfall? Right or Left?
- Ok.
Es en este preciso momento en el que te das cuenta que a tu moto la atropelló un tractor, que tenés la boca encendida fuego por la comida picante, y que los bichos que te comiste se creen que están desembarcando en Normandía y atacando nazis. Mejor, primero fijate si hablan inglés.
¿En dónde quedé…? Al final descubrimos que Rulo no hablaba inglés pero que tenía la mejor, y que todo bien con la carretilla. Caminamos bastante siguiendo a Rulo, que iba mucho más rápido que nosotros a pesar de cargar con la carretilla. Trish encontró su futuro hostel, y tuve que salir a correr a Rulo que estaba mucho más adelante para bajar la mochila de Trish. Ella se quedó por ahí, y nosotros seguimos viaje.
Las callecitas de Phi Phi me hicieron acordar a las del Morro de Sao Paulo. Pisos de cemento, pasillos no muy anchos, y negocios a los costados, de comidas fundamentalmente. Lo único que nos molestaba sobremanera de Phi Phi son todos los que andan en bicicleta (casi siempre locales) que andan tocando bocinas o directamente gritando BIP BIP BIP para que uno se corra. Lo mejor es que no frenan, así que tenés que estar atento a estos gritos, para pegar un salto al costado, y rezar que el costado que elegiste no sea el mismo que eligió el de la bici para esquivarte. Está piola.
Llegamos al hostel, y nos recibió Ning. Bastante seria, pero correcta y buena onda, nos preguntó qué pasó con nuestra tercer amiga, si no éramos tres. Le dijimos que Trish había llamado y le dijeron un precio muy alto. Creo que ni nos entendió, pero contestó “Ok”. Después de la experiencia de cama matrimonial en Phuket, queríamos asegurarnos de tener una cama para cada uno en Phi Phi. Se lo preguntó a Ning, y ella contestó que sí, que teníamos una cama cada uno. Duby le dijo: “Oh, but we want one big bed; we are gay”. Para qué. La mina empezó a cagarse de risa y a gritarle a Duby todo el tiempo “Lady Boy”. De golpe la mina entendía perfecto inglés y cazaba todas las jodas al instante. Duby le tiró: “Come to my room and I will show you Lady Boy!”, a lo que la mina contesta: “Oh! Yeah! Lady Booooy! Later to your room!”. Muy graciosa la mina. Duby había leído en algún foro que había que pedir uno de los cuartos de más arriba de la montaña porque tenían vista al mar, y eso hizo. Por dios, qué subida. Cada vez que necesitábamos algo del cuarto, que me olvidé el protector solar, que el repelente, que la batería de la cámara, era estar 5 minutos cuesta arriba, empinadísimo, para llegar completamente transpirado. Llegar a la noche a la hora de dormir y necesitar sin falta una ducha.
Subimos estas escaleras, puteando, mientras Lady Boy se reía abajo y nos gritaba: “EXERSAAAAAAAAAAAAIIIIIIII” (Exercise), sin poder creer lo alta que estaba nuestra cabaña. Cada vez que pasábamos una cabaña, creíamos que era la nuestra, y Rulo nos señalaba aún más arriba. Finalmente llegamos. No estaba mal. Muchas lagartijas en el techo, algunos bichos, una que otra cucaracha, pero la vista valía la pena: primero verde, mucho verde, unos 500 metros de verde cuesta abajo, luego la arena blanca, y al final el mar turquesa rodeado de más verde, de otras montañas. Duby entró al baño y me dijo que había una lagartija gigante. Yo le dije que en mi cama había una cucaracha, y después tuve que desmentir porque se había quedado muy asqueado con la idea de cucarachas en camas. Pero en realidad sí la había visto.
Bajamos a NUESTRO restaurante a comer unos panqueques con licuado de banana con leche.
A mi me recontra cabe (sí, eso, me recontra cabe) en los viajes encontrar un lugar que me guste y repetir rutina de comidas, ir siempre al mismo lugar y conocer un poco a la gente que labura ahí, sentirme local al menos del restaurante por algunos días. Así conocimos en el 2001 con Zetu al Chelo en Gessell, luego a los muchachos de Casa Chai, etc. Por esta época empezó mi fanatismo por las rutinas variantes. Variación y Repetición.
Los panqueques estaban tremendos y el licuado ni les cuento. Los hacen como con mucha manteca, y tienen partes un poco raras como saladas, pero la combinación con la banana y en nutella es indescriptible. Y a eso sumale uno de banana con leche y estás hecho. Disfrutamos mucho los panqueques en este lugar, no se si se nota.
De ahí nos fuimos a caminar un poco, a conocer la isla.
Sacamos ticket para un tour del día siguiente a La Playa de la peli de Di Caprio, a hacer snorkelling, y un par de playas más. Desayuno y almuerzo incluído por 15 dólares. Para nada caro, una ganga para ser Phi Phi. Salíamos a las 11am del día siguiente.
Seguimos caminando. Vimos cómo en un restaurante agarraban una langosta viva, le partían un hacha en la cabeza, y la ponían en la parrilla. El problema con esta langosta en particular fue que después del hachazo en la cabeza seguía viva, y en la parrilla se movía mientras se cocinaba. Esto le provocó mucha impresión a Duby, y quería avisarle al cocinero. Las otras langostas sí se morían apenas les daban el hachazo. Un poco más para acá, vimos unas peceras gigantes con langostas vivas. Obviamente uno se acuerda del capítulo de los Simpsons en el que le piden a Homero que elija una langosta de la pecera, y elige a la única que está flotando.
Dimos unas vueltas, dispuestos a empezar a gastar menos, a comer en puestitos de la calle, y nos acercamos a uno de éstos a pedirnos una buena hamburguesa. Después de muchos Ok, pudimos explicarle que la queríamos yo con huevo, tomate y queso; y Duby con queso solamente. Hizo las hamburguesas, las envolvió para llevar mientras Duby compraba una coca grande en un Seven Eleven, y nos fuimos a buscar un cordoncito en la calle para sentarnos. Ahí, bien cómodos, abrimos los paquetes de las hamburguesas y nos encontramos con que faltaba la carne. Pero la puta madre. Volvimos, le dijimos que con carne nos gustaba más, nos cobró 20 más (3 pesos argentos), metió las hamburguesas al agua (¡las hacía hervidas!) y nos retiramos con nuestras hamburguesas con carne.
Nos sentamos en el cordón, dimos el primer mordisco, y vemos que la hamburguesa está roja por adentro. Nuestras miradas se cruzaron formulando las siguientes incógnitas: “¿estarán rojas porque son de cerdo?, ¿estarán rojas porque así quedan al hervirlas?, o simplemente, ¿estarán rojas porque están crudas?”. Le entramos a media hamburguesa cada uno con la esperanza que si alguna de las respuestas era positiva, sea a alguna de las dos primeras preguntas. A la segunda media ya estábamos con menos hambre y no nos le animamos. Duby apoyó su hamburguesa en el piso y se la empezó a comer, también con temor, un gatito. A mi eso me pareció demasiado cruel y tiré la mía a la basura.
Terminamos con nuestro pan con queso, o pan con queso, huevo y tomate, según el caso. La onda en Phi Phi (y probablemente en gran parte de Tailandia) es comprar a la noche unos baldes que traen adentro alguna de las siguientes combinaciones:
- Petaca de ron, lata de coca cola, speed.
- Petaca de Whisky, lata de coca cola, speed.
- Petaca de ron, lata de sprite, speed.
Etc, etc, etc. Varían también las calidades de ron, de whisky, etc. Se vuelcan los contenidos de los 3 líquidos en el balde, se solicita hielo al vendedor y pajitas, y se comparte el balde con el que sea. Yo tenía ganas de tomarme un cuba libre. No se si estaba de un humor como para salir, pero tenía ganas de un cuba libre tranquilo, digestivo. Pregunté en el puestito si no podían echarle un poquito de ron a lo que me quedaba de coca, pero no les quedaba nada, o nunca tuvieron. O algo. Me decidí a comprar un valde, y guardar el restante para alguna otra noche. Pagué 180 el balde (6 dólares), eché un poquito de ron a un vaso de coca cola con hielo que me había facilitado mi vendedora (previo me aseguré que ese ron sea bueno), y me senté ahí muy tranquilo con mi cuba libre.
Dimos algunas vueltas por Phi Phi. Doblando una esquina, escuchamos algunos gritos, vemos a mucha gente que se da vuelta, y a unos 10 metros de dónde estábamos, vemos a un flaco que salta arriba de otro, y atrapándole el pecho con las rodillas, empieza a repartirle trompadas en la jeta, hasta que el que estaba abajo se cae al piso. La pelea estaba en eso cuando escucho que arranca en el bar donde estában peleándose la música de Rocky “Eye Of The Tiger”. Yo no lo podía creer. El DJ del bar tenía que tener mucha cara, un fenómeno. El de arriba le sigue repartiendo trompadas en la cara. Otro flaco se acerca y le pega patadas al que estaba tirado en el piso. Una minita aleja al que pegaba, y se lo lleva a un bar doblando la esquina. El que había quedado en el piso resultó ser un gigante, que se paró en cueros con todos los televisores marcados en el pecho, y con bastante esfuerzo caminó hacia el otro flaco que estaba en un bar. Pasó caminando a su lado, mientras una minita o un flaco se lo llevaban. Le gritaba cosas como: “Te voy a matar, I’m gonna fuck you over” y le hacía fuck you mientras tanto. El ganador de la pelea claramente (porque en algunas peleas sí se gana) se le reía en la cara, y no contestaba. Simplemente se reía. Era mucho más petiso que el otro, y más chiquito, pero evidentemente sabía pelear. En el bar donde empezó la pelea seguía la música de Rocky, y un flaco asiático del bar salió con guantes, short de boxeo y la capa de boxeador a bailar y jugar como promocionando una pelea. Muy raro todo.
Nos perdimos buscando el hostel, hasta finalmente encontrar el cartel que lo promocionaba diciendo: “Maney Resort. Come here please”. A los orientales no les importa parecer desesperados con tal de conseguir visitas.
Nos fuimos a dormir, obviamente previa escalada a nuestra cabaña. La clave estaba en sacarse la remera antes de subir al cuarto, para no arruinar una remera cada vez que íbamos. Le conté a Duby que mi viejo le dijo a Nati Teper cuando fuimos a Costa Rica que si aplaudía, las lagartijas se espantaban y se iban. En la mitad de la noche se escuchaban los aplausos desde su cabaña.
Al día siguiente habíamos quedado en despertarnos a las 8 para llegar tranquilos a bañarnos, desayunar, etc. El reloj sonó a las 8, pero no tuve la racionalidad ni el coraje para despertarme, y lo cambié medio inconscientemente para las 8.30. Eso complicó bastante todo, terminamos desayunando muy rápido y de mal humor, discutimos un poquito con Duby, y decidimos cambiar la excursión para el día siguiente, hacerla de mejor humor y más tranquilos.
Bajamos a preguntar por el cambio, y la mina, sin siquiera tocar nuestro ticket, sin modificar la fecha del tour, nos dijo que no había problema que vayamos cuando queramos. Joya.
Empezamos a preguntar por la playa. Estábamos en Phi Phi y todavía no la habíamos visto. Nos indicaron caminar hacia el puerto por el que habíamos llegado. Encontramos una playita llena de barcos, contaminada con nafta, en donde había un cuadrado delimitado por unas sogas dentro del cual se podía nadar. ¿Esta poronga era Phi Phi? Sin importar cómo lucen las cosas, sino simplemente lo que dicen que son, decidimos meternos en este mar contaminado. Después de todo, era Phi Phi. Si dicen que está bueno no importa que sea una cagada. Dejamos las cosas bajo techo porque encima llovía, y adentro. Refrescante, nada que ver con las aguas de Dubai, ni con las del Caspio. Un profesor de buceo esperaba a sus alumnos y cada tanto salía del agua con los tubos de oxígeno colgados de sus espaldas, y se fumaba un pucho. Imagen triste para Fábregas. Llegaron sus alumnos, empezó la clase, y nosotros nos fuimos. Esta no podía ser la única playa de Phi Phi. La otra opción es que cada vez que uno quería ir a una playa, tenía que tomarse un bote a otra isla… pero tanto renombre, tanto hablar de Phi Phi, ¿para esto?
Seguimos preguntando, y finalmente, a 100 metros de donde estábamos, encontramos la otra playa. Esta vez no estaba contaminada, era más linda, pero tampoco que me digas pero la pucha qué linda es esta playa. Acá la gente tomaba sol, se sentaba a tomar una cervecita en los barcitos que daban al mar, había alquiler de kayaks, de surf, de esquí acuático. Duby quería alquilar un kayak, pero a mi la verdad es que el kayak los primeros 2 minutos y medio me gusta, y después empiezo a putear, que para qué me metí en esto, que ahora cómo vuelvo, que de dónde saco los brazos para volver, que cuándo llega el taxi. El esquí acuático me tentó pero costaba 30 dólares, y lo puedo hacer gratarola en Buenos Aires cuando me compre los esquíes. Decidimos mejor sentarnos a almorzar.
Unos fideos con tuco bastante copados, y parecía que se iba a largar a llover, así que replegamos y nos fuimos al hostel. Otra vez la subida, y al sobre a dormir la siesta.
Por la tarde merendamos nuevamente en NUESTRO restaurante, esos panqueques que no se podían creer con otros licuados más flojos que los del día anterior (cambio de cocinero). Caminamos un poco por la isla, y decidimos cenar en Calamaro, uno de los populares restaurantes locales. No nos dio preguntar si algo que ver con el músico… lo debe preguntar todo el mundo y nos queremos hacer los originales, aunque nadie se entere.
A nuestro lado, un colorado de granos, shorts, medias y zapatillas cenaba con una morocha gordita bastante feucha. Hacían linda pareja, si el colorado yeta no le estuviese pagando por ser su novia. Era, claramente, su escort. Cada tanto pasaba un flaco y saludaba a la mina como diciendo: “Yo también la alquilé por un tiempo Colo”. Pobre colorado, no lo respetaba ni su vieja.
La mina se pidió unos fideos chinos bizarros, y comió como si se acabase el mundo. A los dos nos recordó nuestra primera noche en Windhoek, cuando la namibiesa se pidió unas costillitas de cerdo, lo más caro del menú, y lo que le sobró le pidió al mozo que se lo envuelva. Todo a cuenta nuestra.
Terminada la cena, nos fuimos a caminar por la nueva playa que habíamos descubierto, pero esta vez de noche. Lo primero que nos sorprendió fue la marea. Había bajado muchísimo, y el mar lo encontrábamos 100 metros más lejos de donde estaba a la tarde. Muchos botes habían quedado apoyados sobre la arena al replegarse el agua. Era una imagen muy linda, ver a tantos botes confundiendo arena por mar. Por supuesto, a la mañana siguiente, a la hora de salir a pescar, la marea retornaría a su lugar y los pescadores podrían subirse a sus botes normalmente.
En la playa había unos 3 ó 4 bares importantes, uno al lado del otro, con luces y música como la mejor noche de Phi Phi de la historia, pero sin nadie, absolutamente vacíos. Los DJs competían musicalmente por quién se llevaba a las 4 personas que había en la playa. En algún bar más alejado, encontramos a más personas tiradas en la arena sobre unos puffs, iluminados sus rostros por unas botellas de kerosene prendidas fuego. Nos sentamos en unas reposeras de uno de los bares a ver a unos pibes hacer malabares con palos, clavas y pelotas. No la tenían muy clara, y no lo hacían por la moneda, era simplemente para divertirse. Eran tailandeses, pero lo mismo podrían haber sido hondureños en Utila (¿¿o Utila era Nicaragua??).
Nos cansamos del espectáculo, y nos fuimos a casita.
Ya en el hostel, previo a irnos a dormir, nos cruzamos con Rulo y con Lady Boy que empezaron a jodernos (sobre todo a Duby). Se estaban tomando unas cervezas tirados en hamacas paraguayas. Nos convidaron eso con unas frutas rarísimas, y nos invitaron a una fiesta con barbecue en la playa, al día siguiente, en homenaje a Rulo que se volvía a Bangkok.
Al día siguiente fue ducha, un desayuno a lo Lady Boy con unas tostadas que tenían una sonrisa dibujada (por contraste de tostado), manteca y mermelada. No muy buen desayuno, pero zafaba. Lady Boy empezó a gritarnos “LADY BOOOOOOOOOOOOOOOYYYYYYYYYYY SHEEEEEEEECKKKKKKKKKKK OOOOOOOOOOUUUUUUUTTTTTTTTTT” (“Duby, tenés que irte hoy del hostel”), a lo que le contestamos que nos quedábamos una noche más. Se pusieron todos muy contentos, Lady Boy, Rulo, las chicas de limpieza… nosotros nos pusimos muy contentos porque ellos se pongan contentos. Fue un loop infinito de felicidad.
Bajamos a hacer nuestro tour. Nos sentamos a las 10.30 a esperar que nos pasen a buscar por nuestra agencia. Cerca de las 11, pasó un flaco en bicicleta. La única palabra que sabía decir era “hello”. Nos la dijo, pues, y lo seguimos. Iba despacito en su bicicleta levantando gente de las diferentes “agencias” que habían vendido este tour. De a poquito nuestro flautista de Hamelin en bicicleta nos fue conduciendo hacia la costa. En lugar de tocar la flauta decía la palabra mágica “Hello” apenas doblaba a una esquina. Eso quería decir “síganme”, o “espérenme” o “Enseguida vengo”.
Llegamos a una callecita que desembocaba en un callejón sin salida. Nos pidió los tickets, y se fue. Quedamos unas 20 personas en este callejón, sin flautista, sin saber qué hacer. Empezamos a mordernos entre nosotros, como ratitas desesperadas, cuando apareció una mina y nos dijo “hello”. Inmediatamente la seguimos. Nos señaló una piletita donde habían muchas patas de rana tiradas. Dijo que elijamos. Luego señaló un galpón y dijo: “Big Size”. Allí fuimos pues los patones. Con patas de rana en mano, nos acercamos a los botes que nos llevarían de excursión. Uno de los botes estaba a medio llenar por muchos japoneses y algunas personas mayores. El otro estaba vacío, pero se iba a llenar por la gente que nos acompañaba: personas mucho más jóvenes y con más onda. Como estábamos primeros en la fila, teníamos que zafar del bote a medio llenar. El flaco nos preguntó cuántos éramos, y Duby habilmente contestó 4. En el bote a medio llenar ya no había lugar para 4. Fuimos al vacío. Era un bote pesquero común, de cola larga.
Los botes de cola larga son muy comunes en el sudeste asiático, y consisten simplemente en un motor donde está el conductor, desde donde sale un tubo que adentro tiene un eje muy largo (de unos 2 metros), y al final de este eje está la hélice. Esto les da mucha más maniobrabilidad porque no sólo pueden mover la hélice, sino también toda la “cola” del bote.
Subimos al fondo del bote, cerca del conductor, y arrancamos viaje. La tripulación consistía en el conductor, y un pibe de unos 13 años que iba adelante siguiendo instrucciones del conductor. La tripulación, entonces, empezó a hacer circular una bolsa de papel que tenía adentro muchas donas. Desayunamos de nuevo, la verdad que de lujo.
El conductor paró en la mitad del mar y dijo: “Ok, snorkeling”. Entre los que estábamos más en el fondo nos miramos y dudamos. Los de adelante no habían escuchado nada y no entendían por qué parábamos. Tuvimos que gritar nosotros otra vez: “Snorkeling here”. De a poco fueron agarrando todos sus patas de rana, unas antiparras y snorkels que había en un balde gigante, y entrando al agua.
Yo ya había hecho snorkel algunas veces antes, pero esta vez me pareció como ver una película en 3D. No se bien por qué. Creo que porque siempre que intentaba tocar un pez, desaparecía como si no estuviese ahí. Igualmente se sentía el agua fría alrededor del cuerpo, así que estoy casi seguro que no era una película en 3D. Para mi esos peces estaban ahí.
Me divertía zambulliéndome bien profundo, y luego exhalando con fuerza el agua que había entrado en el snorkel. Y de paso así podía acercarme más a las cosas que están más profundo. Esas plantas o piedras o no se qué hay por ahí.
En algún momento tocó volver al barco y seguir viaje. Paramos en la Isla de los Monos, donde veías a japoneses tirándole agua a los monos para llamar su atención para la foto. Y después le dicen monos a los monos. Estuvimos un rato ahí. Ah, colgué. Acá nos encontramos con Julieta, una Argentina (la primera que nos cruzábamos en este viaje) que había estado trabajando 7 meses en New Zealand, y ahora le había tocado viajar, primero por India, después no se por dónde, ahora por Tailandia. Curiosamente, era la hermana de la futura mujer del primo de Andy Hakim. Sí, no hay mucha cercanía, pero me pareció curioso. Por eso puse “curiosamente”.
Charlamos un rato con Julieta, mientras mirábamos a los monos haciendo monerías, y volvimos a subir al bote. Avanzó algunos kilómetros, frenó nuevamente y una vez más dijo “Ok, snorkeling”. Todos nos miramos sin entender. ¿Otra vez? Un poco sin ganas, volvimos a meternos al agua y lo mismo de los peces en 3D y todo eso. Casi que la misma película.
Paramos en otra isla bastante linda, en donde nos dieron a cada uno un tupper de telgopor con arroz y un poco de pollo adentro. Almorzamos bajo la sombra de las palmeras tailandesas, mientras encontrábamos más coincidencias con Juli: resulta que Duby podría tranquilamente haber sido su Madrij. Aún sin quererlo, este viaje es el más judío que hice. Más raro…
Otra vez en el bote, Duby preguntó si podía manejar. El conductor aceptó, sorprendentemente. Como siempre ocurre en estas situaciones, los extranjeros miran al nuevo conductor con desconfianza y preocupados los primeros minutos. También se dan vuelta cuando se viene una ola complicada, o cuando el bote hace una maniobra rara. El conductor al principio controlaba a Duby, le daba indicaciones con gestos (porque de inglés solamente “ok, snorkeling”), y luego se fue sentando en el piso del bote y ya ni veía hacia dónde íbamos, si estábamos por estrolarnos contra una roca, o qué. Yo cerré los ojos y sentí el viento refrescante en la cara, me acordé otra vez de dónde estaba, de lo bueno que estaba el lugar, de cómo habíamos llegado ahí, de todo lo que habíamos pasado para llegar ahí. Contando los problemas de Buenos Aires antes del viaje, y todos los destinos posteriores. Me puse muy contento, de estar ahí, de disfrutar el estar ahí, y al mismo tiempo contento porque, a diferencia de otros viajes, no me molestaba en absoluto volver a Buenos Aires, al contrario, tengo ganas y energías para hacer tantas cosas… Duby manejaba hábilmente el bote, y una hora más tarde llegamos a La Playa (la de Di Caprio).
Nada en absoluto de esta playa me hizo acordar a la película, pero tampoco la recuerdo muy bien. Básicamente consiste en un mar muy tranquilo, debido a dos montañas que cierran el acceso a la playa. Arenas blancas, mar turquesa, montañas verdes. Muy lindo de verdad. Muy poca sombra vendría a ser la única contra, y talvez la falta de un puestito que te venda una coca-cola bien helada (cuando hay nos quejamos de lo turístico que es el lugar).
Entramos al mar nuevamente. Luego salimos a caminar por la isla. Nos encontramos con una piletita natural de arena, bastante vacía, con restos de agua, y en el medio una especie de tapón. El agua estaba calentita, y dudábamos si se trataba de una pileta natural, o del lugar a donde iban los desechos de los 3 inodoros de la isla. Eso explicaría el agua calentita. Con mucho placer, caminamos sobre estas aguas sin nuestras ojotas que habíamos dejado al cuidado de Di Caprio, y al atravesarlas tocó pisar unas piedras puntiagudas como conchaesumadre, durísimas para no tener ojotas. Julieta le prestó sus ojotas a Duby cuando hubiere pasado las rocas jodidas, así pudo Duby llegar a donde estábamos. La vuelta fue más tranquila porque encontramos un sendero con menos piedras.
Nos tiramos un rato más en la playa a esperar. Llegó la hora de la partida. El conductor dio la vuelta a la isla, y nos dejó en otro sector también con aguas muy tranquilas, en medio de varias montañas, y repitió su frase: “Ok, snorkeling”. Ya no lo podíamos entender. El flaco no sabía cómo rellenar el tiempo y cada dos por tres frenaba el bote y nos decía que hagamos snorkeling. Muchos se quedaron en el bote, otros aceptamos la oferta y snorkeleamos.
En algún momento del buceo quise pararme sobre una roca que había en el fondo del mar, con la cabeza hacia afuera. Un flaco levantó la cabeza del agua, y me dijo: “Don’t step there”, me quedé perplejo sin entender, y aún sin bajarme de la roca le pregunte por qué. Me dijo: “Because it breaks”. Odio los ecologistas que protegen rocas. ES UNA ROCA FLACO. Se creen que si lastimás una roca lastimás al eco-sistema, o cambiás la armonía natural, o algo. No estaba matando peces con poder radiactivo. Me hizo acordar a cuando fuimos de pendejos el Perito Moreno, le estábamos tirando piedras con natidana a un pedazo de hielo chiquito. Se acercó una señora enojada… ES HIELOOOOOOOOOOOOOOOOO.
Otra vez en el bote, emprendimos el retorno. Ya eran las 6 de la tarde y estábamos agotados. El tour arrancaba a las 11am, incluía desayuno, almuerzo, snorkeling, muchas playas y la puesta del sol. Nos faltaba el punto final. El conductor frenó en la mitad del mar, nos señaló el sol y preguntó: “Sun Set or Go Back?”. Entre los 15 pasajeros nos miramos, dudando. Un flaco con una pera gigante y muchos tatuajes PERO cara de buen tipo (sí, usé el PERO) que estaba de novio con una negra muy agradable, eligió volver. Nosotros estábamos de acuerdo, no dábamos más, y faltaba como media hora para la puesta del sol. Creo que todos en el bote estuvimos de acuerdo en volver. Bastaba uno solo para quedarnos.
Llegamos a Phi Phi cuando el sol se ponía, dejamos las patas de rana en la piletita, y obviamente caminamos a nuestro puestito de panqueques y licuados. Creo que dejamos de lado el panqueque porque era tarde y no faltaba mucho para cenar. Nos tomamos unos licuados con Duby y Julieta, hablamos de esto y aquello, y nos despedimos para no vernos nunca más. En realidad le dijimos que se venga a la playa a la noche para la fiesta de Rulo, pero o nunca vino, o fue y ni nos encontró (tampoco era tan fácil la verdad).
Nos dimos una ducha en el hostel, habremos dormido una siesta, y bajamos con destino playa para el barbecue y fiesta. No sabíamos si estábamos invitados de onda, si teníamos que poner plata, qué tipo de fiesta era, absolutamente nada. Afortunadamente, en la “Planta Baja” del hostel nos encontramos con Lady Boy (Ning), New (probablemente el nombre no se escriba así), Rulo, Ning y otro flaco de Pelo Largo. Nos preguntaron si estábamos listos, asentimos, y arrancamos la caminata. Nos sorprendió que nos hayan estado esperando.
Caminamos por las calles de Phi Phi sintiéndonos los más locales del barrio, los pulenta pulenta, los Chicos Malos. Eramos un grupo de 6 personas caminando en cámara lenta. No se por qué lo vi así, pero me sentía muy local con esta gente, rodeado de yanquis que no entendían nada. Obviamente nosotros también éramos unos giles bárbaros, y yo aún más por creerme que éramos los más capos y que caminábamos en cámara lenta, pero en el momento se sentía así y el sentimiento estaba copado así que ¿por qué no me voy a drogar? Eh?? Me perdí.
Lady Boy hacía lo suyo: gritarle a Duby continuamente “LADY BOOOOYYY”. Era extremadamente graciosa. Los otros iban bastante callados. Era raro verlos vestidos de joda. Lady Boy con vestidito cuando siempre está con jean y remera con el logo del hostel. Le preguntamos quién se quedó a cargo del hostel si todos los que conocíamos estaban ahí, y Lady Boy riéndose contestó “nadie”, y se llevó el dedo índice a la boca pidiéndonos que no digamos nada. No Primo, el índice perpendicular a los labios, no se lo metió adentro de la boca, pajero.
Llegando a la playa, Rulo y Pelo Largo se abrieron, y nosotros no sabíamos si seguirlos a ellos o a Lady Boy y New. Nos indicaron que sigamos a las chicas nomás, y eso hicimos. Un mozo nos ubicó en unas mesas, previo diálogo con Lady Boy. Nos sentamos, y le preguntamos a Lady Boy por el barbecue. Nos dijo que ellos ya habían cenado, pero se levantó inmediatamente y al rato cayó con 5 brochettes de pollo espectaculares. Quisimos pagarle pero no aceptó. Al toque cayeron Rulo y Pelo Largo con un balde gigante de alcohol. Ni idea qué tenía adentro, pero lo que puedo asegurar es que eran muchas cosas mezcladas. Preguntamos cuánto debíamos y Rulo nos dijo que nos olvidemos. Al insistir, dijo que el próximo lo compremos nosotros. Yo saqué mi petaca de ron del día anterior y se la dí. Volcó todo el contenido en el balde. Ahora sí, definitivamente, era una mezcla rara. Lady Boy, además de comprarnos las brochettes de pollo, cayó a la mesa con unas bolsitas de papas fritas, palitos, maníes, y con algunas cervezas. Todo lo había comprado en el Seven Eleven. Lo curioso es que estábamos sentados en la mesa de un bar, y no habíamos consumido nada del bar. Lo único que le pedimos a la moza fueron 2 narguilas, y no exigieron ningún otro tipo de consumición. Podíamos ir al Seven Eleven que estaba a 5 metros a comprar todo.
Pablo, Pelo Largo, Rulo y Duby
La noche perfilaba para un festín importante, nos sentíamos los emires de Tailandia: tomando cerveza y lo que sea que contenía el balde, comiendo maníes, palitos, papas fritas, brochettes de pollo y fumando narguila, ahí tirados en reposeras en las playas tailandesas. Llegaron dos pibes más que estaban hospedados en nuestra guest house, tailandeses de bangkok. Saludaron a todos, y nos ayudaron con el festín diabólico. Eran muy graciosos, y se ponían a bailar sentados cada uno en su silla haciendo coreografías muy grosas, como que según la canción sabían qué movimiento tenían que hacer y lo tenían coordinado. Por la descripción parecen dos giles, pero posta unos fenómenos. Al rato llegaron dos pibas más que ni idea de dónde salieron, extremadamente ortivas, que no se le animaban al balde, ni a la narguila, ni a nada que haya tocado un asiático o un judío, así dijeron.
Rulo, Labio Leporino, Los Tailandeses Copados y Un desconocido
En el bar donde estábamos sentados empezaron a saltar una soga gigante. La gente podía pasar y saltar. Obvio que salimos corriendo apenas la vimos y saltamos bastante, hasta que volvimos agotados a sentarnos.
Después llegó otra rubia un poco más copada, que menos idea de dónde salió todavía. El balde circulaba, y cuando quedaba poco menos de la mitad, aparecieron los dos tailandeses con otro. Si el primer balde era gigante, este nuevo era el tatarabuelo (si vale la comparación suponiendo que un tatarabuelo es más grande en tamaño). Todos gritamos “EEEEEEEEEHHHHHHH” sorprendidos y contentos, y empezó a circular el nuevo balde. Se me acercaron dos pendejas yanquis que me hicieron acordar a Pame, que me invitaron a saltar la soga a cambio de un trago gratis. Una invitación del bar o algo así. Les dije que acababa de saltarla, si no me podían dar el trago y listo. Me dijeron que no, que por favor, que si no lo hacía no se qué (como que no les iban a pagar algo o no les iban a dar más de tomar), y les dije que en 10 minutos iba. Al rato sacaron la soga así que no pude cumplir mi palabra.
Fuimos a la pista, desplegamos un poco nuestras calidades de baile, y nos volvimos a sentar. Lástima que teníamos que levantarnos muy temprano para salir hacia Bangkok al día siguiente, de todas formas queríamos disfrutar la noche.
Lady Boy estaba borracha que daba lástima. Se le colgaba del cuello a cualquiera, y para sacarla del cuello había que usar una espátula. Ahí sentados, Lady Boy empezó a vomitar hacia un lado de la reposera. Después se sentó “derecha”, aunque tambaleaba de un lado hacia el otro, y tenía la mirada perdida, y empezó a vomitar hacia el otro lado. Pobre Lady Boy.
Pelo Largo, New y Rulo
Nos fuimos a bailar con Duby y New a otro bar ahí al lado, sobre la playa también. New era graciosísima, toda chiquita, se reía de todo y nos gastaba todo el tiempo con boludeces. Una mina muy alegre. Al ratito de empezar a bailar nos aburríamos. De alguna forma apareció Lady Boy demasiado borracha y decidimos irnos al hostel y de paso acompañarla.
Caminamos con New y Lady Boy por las callecitas de Phi Phi, hasta que nos encontramos a un rubiecito tirado en el piso, con la novia al lado gritando desconsolada. Nos acercamos al flaco a ver si estaba bien, la piba nos dijo que se cayó por las escaleras. Queríamos ayudarlo a pararse, llevarlo a su hostel, pero la piba nos decía que no, que no nos preocupemos, que si necesitaba ayuda la pedía. Pero la mina seguía gritando “Oh Joooohnn! Ooohhh Oh Johhhnn!”… cómo les gusta el teatro a estas yanquis, es tremendo. Seguimos insistiendo en ayudar, basados en sus propios gritos, pero ella insistía en que nos vayamos, que ella podía conseguir ayuda si la necesitaba. Nos íbamos y la piba seguía gritando así. Lady Boy se acercaba borracha y le decía cosas a la mina tipo: “He is drunk?”… la piba ni le contestaba, a lo que Lady Boy gritaba: “Oh, let’s go, he’s drunk”.
Llegamos al hostel, nos despedimos de New y de Lady Boy, y nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente nos levantamos no tan temprano. Ya nos habíamos pasado del horario de desayuno, pero la confianza con Lady Boy ya era bastante amplia, y pudimos convencerla que nos haga al menos las tostadas (sin huevos). Lady Boy andaba con anteojos de sol y decía todo el tiempo: “oh, headake”. Tenía resaca, pobre. New estaba como nueva, laburando, fresquita como si la noche anterior ni hubiese salido, sin quejarse ni nada. Una genia. Ella reemplazó a Lady Boy en los gritos de “Lady Boy! Check Out!!!”… Duby jodía a Lady Boy imitándola la noche anterior, transándose a uno de los tailandeses y después vomitando hacia un lado, transándoselo de vuelta, y vomitando hacia el otro. Lady Boy no sabía dónde meterse. En un momento llegaron unos turistas nuevos franceses y no entendían por qué jodíamos tanto a la encargada del hostel con que se comía turistas y después vomitaba. No entendían dónde se habían metido.
New, Pablo, Lady Boy y Duby
Ah, tuvimos un problema porque no sabíamos a qué hora salía el barco que nos sacaba de Phi Phi. Suponíamos que a las 10.30, pero como no estábamos seguros bajamos a comprar el pasaje a las 10.20 y perdimos el barco. Puteamos mucho por tener que esperar hasta las 3 de la tarde, y por tener que hacer todo el viaje de noche. Sacamos pasajes para ir a Koh Phangan, a vivir la Half Moon Party. Lamentablemente la Full Moon Party ya había pasado y la habíamos perdido. La siguiente caía el 25 de Agosto e íbamos a estar por el norte de Tailandia, bastante lejos.
Volvimos al hostel, y no nos quedamos muy conformes con la decisión. No teníamos muchas ganas de ir a la Half Moon, habíamos estado leyendo y todo el mundo decía que era música de psycotrans o no se qué garompa (¿¿eso es música??), así que nada de ganas… que eran todos drogatictos borrachos haciendo pelotudeces, que transcurría en la selva en lugar de en la playa y que la Full Moon estaba mucho mejor. Decidimos cambiar los pasajes para Bangkok, e ir a la Full Moon al final del viaje, alquilando auto en Bangkok y bajando a Koh Phangan en el auto, y después subiendo a Chiang Mai en el coche. Era un plan medio loco, pero si lo hacíamos en auto no nos jodía tanto.
Almorzamos una pizza en un restaurante de por ahí, enfrente de Calamaro, mucho más cheto, en donde me dejaban usar wi-fi gratis, pero no me dejaban enchufar la netbook (“no charge”, me decían). Raros, malditos.
El barco salió sin ver a nadie con remeras nazis. Duby otra vez se fue afuera para no marearse, y yo me tiré en el asiento usando un salvavidas de almohada y me dormí. Llegamos al puerto una hora más tarde. Ya teníamos todo el viaje hasta Bangkok comprado, por lo tanto nos esperaba en este puerto un colectivo muy pequeño, con asientos de madera, techo muy bajito, sin respaldos, incomodísimo. Supusimos que no nos iban a llevar hasta Bangkok en este micro, ni siquiera nos atrevimos a preguntar. Alguien de todas formas sí se atrevió y le explicaron que en ese colectivo viajabamos 10 minutos hasta el colectivo posta.
Enfrente mío se sentaban dos alemanes, uno con mucha cara de bueno. Bien blanquito, ojos claros, gorrita, cara de nene bueno. A su lado una piba muy parecida, aunque ni se conocían. Posta parecían muy buenos los dos, exhalaban paz. El micro se fue llenando con un 100% mochileros, y una vez que estuvo completo zarpó.
A los 10 minutos paró en una especie de estación improvizada, donde mostramos nuestros tickets, nos pegaron otras calcomanías, y partimos hacia Bangkok. Tuvimos la buena fortuna de viajar en un micro bastante vacío, donde ocupamos los 5 asientos del fondo, y nos las arreglamos bastante bien entre los dos para poder acostarnos sin tocarnos, sin incomodar la homofobia Bronstein.
Pero… pocas horas después el micro paró, y nos obligaron a cambiarnos. El nuestro no se a dónde seguía. El nuevo micro estaba lleno a más no poder, y terminamos otra vez en los asientos del fondo, pero esta vez un francés parecido al socio del Mumo estaba ocupando los 5 asientos, pasando la mejor noche de su vida (si sacamos la de las modelos). Tuvimos que despertarlo de su sueño profundo, y nos dejó algo así como 2 asientos y medio para los dos. Nos lo merecíamos por lo del micro anterior. Teníamos un viaje muy largo por delante, toda la noche, de unas 8 horas al menos, y veníamos viajando ya hace tiempo. Duby terminó acostándose en el piso del micro, perpendicular al pasillo, entre la fila de asientos del fondo y los últimos respaldos. Yo me quedé con 2 asientos y el francés con 3. Lo empecé a odiar mucho. Estaba incomodísimo, no tenía dónde apoyar la cabeza, ni dónde meter las piernas. Y el flaco durmiendo en 3 asientos como un bebé. Finalmente encontré una posición cómoda, sacada de la galera, pero pocos minutos después el micro se detuvo para cenar.
Cuando volvimos a subir, tardé un rato en encontrar la misma posición, pero más o menos nos las arreglamos.