Todo Bien con los Vegetarianos

Seis y treinta de la mañana en Sao Paulo, Brasil.
Managua, Nicaragua suena más lindo porque rima.
Ya me quedé sin amigos colorados, sin amigos gays, sin amigos judíos y sin amigos negros. Lo que me faltaba era quedarme sin amigos vegetarianos. Perdón Freigol, perdón Mumo, perdón Nata y perdón Karen.
Ahí estabamos entonces en el Clivia avanzando por el Rio amazonas mientras compartíamos un Ron entre Chris, Jo, Leen, Primo y Yo.
Unos minutos antes le había dicho al primo que me venía sintiendo cada vez peor. Estaba muy débil, la garganta me mataba, y me dolía un poco la cabeza. Evidentemente los paracetamoles y los ibuprofenos no venían ayudando tanto. Todavía faltaban dos noches y dos días y temía que la situación empeore, sabiendo que en el río lo único que podía encontrar eran perros, gatos, vacas,  pájaros, algún chaman, pero ningún médico o farmacia. Pero, afortunadamente, teníamos Ron. Me conozco, y se que refugiarme en lugares familiares en momentos difíciles siempre ayuda, por lo tanto agarramos la botella de Ron y subimos al bar.
Compartimos una agradable velada con Jo, Leen, Chris y Primo. Nosotros invitamos la botella de Ron y algunas latas de coca. Cuando se terminaron ellas fueron a comprar varias más. Nos tomamos también unas cervezas y al poco rato yo ya me sentía espectacular. El malestar de la tarde había quedado atrás. Chris nos dijo que cumplía años el día 24. Estabamos a 22 de Enero. Le dijimos que lo ibamos a tirar al agua para festejar. Parece que los belgas festejan los cumpleaños con tortas o cosas así en lugar de molestar o lastimar al que cumple años. Tienen tradiciones muy diferentes. En Melmac cuando alguien se moría la gente festejaba.
Resulta que Chris cumplía 22 años y todavía “no se había encontrado a sí mismo”. Había una frase de Dolina muy buena con respecto a encontrarse a uno mismo viajando. A ver si la encuentro googleando… bueno, encontré algo pero no está tan bueno como creía. Pensé que iba a ser algo gracioso… lo transcribo igual: “No está mal contemplar las catedrales góticas, los canales de Venecia o la gran muralla. Sí está mal creer que esas contemplaciones darán sentido a la vida. Para encontrarse a uno mismo no es necesario caminar mucho. Se los digo yo, que me he rastreado por todas partes y me encontré en el patio de mi casa, cuando ya era demasiado tarde“. Chris pasó de ser un tipo experimentado con muchos conocimientos de la vida a un tipo totalmente perdido, que nos daba la sensación que representaba constantemente un papel para caer bien, ser interesante o llamar la atención. De todas formas muchas de las historias que contaba eran interesantes. Eso de trabajar en una plataforma de petróleo, o que una víbora pique a tu amigo dos veces y se tome un antídoto que le hizo un chaman (o como se escriba) para aguantar dos días hasta llegar a un hospital era interesante. La cuestión es que monopolizaba mucho el espacio aereo y en Ezeiza no hablamos inglés (y esto que tiene que ver¿). No tengo signo de pregunta para cerrar. Leen y Jo resultaron ser muy copadas. Minas divertidas, sinceras.
Jo tenía una transparencia un tanto infantil que resultaba muy agradable. Nunca sentías que escondía algo. Preguntaba lo que tenía que preguntarte, con una tranquilidad y sinceridad muy espontánea como para que sea planeada. Una fenómena. Leen no era tan transparente y tardé poco en idealizarla. El primo me cae más o menos bien. Con eso conté más o menos caracteristicas de los que estabamos compartiendo el Ron esa noche. A dormir.
Al día siguiente me desperté sintiendome bien. Las mañanas, como decía, eran buenas en el amazonas. Desayunamos aquellos panes con ese excelente café brasilero recontra dulce, me cepillé los dientes mirando el amazonas, y me tiré en la hamaca a hacer relax.
Cada tanto, alguna canoa a remo piloteada por un pibe que podía tener 7 años, avanzaba rápidamente hacia el Clivia por el costado, y lanzaban un gancho hacia el Clivia para engancharse. Esto les servía para vender los productos que llevaban, o para que los alcancen a la casa de alguien o a algún pueblo cercano. Un tipo se enganchó y vendía palmitos y camarones. Le compramos un vidrio con palmitos, justo un rato despues de haber estado hablando con Chris que los palmitos están en extinción. Qué buena gente. Otra tarde, estabamos en el bar sentados, charlando, y vemos al lado nuestro a un pibito. Chris se pone a charlar y resultó ser un pibe que se había enganchado con su canoa para que lo alcancen hasta su casa. Una vez que llegaba a la casa, obviamente sin que el Clivia pare, el pibito saltaba a su canoa, se desataba, y voilá. Algunos chicos se reían mucho con las olas que dejaba el barco cuando pasaba, subiendo y bajando de las olas con sus canoas, lo cual nos resultaba por demás curioso, sabiendo que nacieron ahí y que pasan varios barcos por día. Talvez sientan la misma atracción que sentíamos de chicos al ir a dejar monedas en las vias del tren para ver cómo quedaban aplastadas.
Ese día estuve también con tapones de oído. El Clivia, excelente barco, parecía estar yendo en buen ritmo, e iba a llegar antes de lo previsto. El horario estimado eran las 10 de la mañana del día siguiente, pero llegó a las 12 de la noche. Podíamos dormir en el barco para al día siguiente tomarnos un micro a Alter Do Chao, desde Santarém. Esa noche era el cumpleaños de Chris, y queríamos aguantar hasta las 12 para festejarlo. Las chicas, en una parada, habían comprado otra botella de Ron. Subimos despues de la cena a beber aquel Ron. Los horarios, dios, los horarios. Despues nos enteramos a qué hora nos estaban dando de comer. En el amazonas, en el Clivia, no era necesario tener reloj, porque ellos te decían cuando hacer las 3 cosas que había que hacer en todo el día: desayunar, almorzar y cenar. Pero luego supimos los horarios. El desayuno era a las 6 de la mañana clavadas, apenas salía el sol. El almuerzo lo empezaban a servir a las 10:30, y según el turno que te tocaba podías terminar de comer a las 11 el almuerzo. La cena a las 16 horas. Una locura.
Esa noche terminamos de “cenar” y subimos a la terraza. Yo me sentía mal, realmente mal, pero faltaba solo un día para Santarém. Solo unas horas nomás. Los chicos bebieron Ron, pero yo me sentía demasiado mal y me fui a dormir sin saludar. La garganta, el cansancio físico… me sentía como el ojete, bah.
Puse el despertador a las 23 para subir, tomar algo, entrar en clima con los pibes y festejar a las 24 el cumple de Chris. La idea era ya estar en pedo en el Clivia para cuando lleguemos a Santarém, y de ahí ir a un bar a festejar el cumple de Chris. Originalmente queríamos festejar su cumple porque lo creíamos capo, despues lo queríamos festejar porque nos daba lástima. Ahora todo bien con Chris, pero por lo menos en ese momento yo sentía un poco eso. Bueno, imposible despertarme a las 12. De todas formas despues me enteré que se fueron a dormir todos antes de las 12, habiéndose fumado un porro flashero antes.
Despertamos en Santarém, desayunamos unas galletas con café, y nos bajamos del amado Clivia, barco que nos había albergado con gran comodidad por 3 noches. Yo me sentía mal, aunque era por la mañana. La noche anterior me había sentido peor, pero siempre me siento peor por las noches. Decidí ir a ver a un médico. Preguntamos por un hospital, una clínica, y un tachero junto con uno de una agencia que vendía pasajes de barco nos dijeron que el hospital era un poco lejos e iban a tardar mucho en atenderme, pero que había un tipo que tenía una farmacia que es el que curaba a los hijos del tachero que la tenía clara. Medio que la idea no nos convencía del todo, pero no quería estar 2 horas en el hospital en mis vacaciones. Tenía la esperanza de que el tipo de la farmacia me mire los ganglios, los vea inflamados y con puntitos blancos, me de amoxidal y listo. Nos subimos al taxi, dejamos a Jo, Leen y Chris en la parada del colectivo que iba a Alter Do Chao porque el tachero no podía pasar un control policial que había camino a la farmacia con 5 personas arriba, y nos llevó a la farmacia. Entré, y el tipo me hizo un par de preguntas: “fiebre¿ diarrea¿ cólicos¿ dolor de panza¿”. En base a mis respuestas me dijo que tenía una infección intestinal o algo así, y me quería vender un antibiótico para eso. A lo mejor soy muy cabeza dura, pero el tipo tardó 10 segundos en diagnosticarme la mierda esa y no le creí. Yo se más que este tipo, pensé. Para mi la tenía anginas. Me enfermo todos los años en esta época de anginas, pero todavía no me daba para automedicarme. Necesitaba que un viejo arteriosclerótico de una farmacia me diga: “tenés anginas” para tomar lo que quería tomar que es la vieja y querida amoxicilina. Nos fuimos de la farmacia a la parada, y llegamos justo. El bondi se estaba yendo y tuvimos que gritarle a Chris desde el taxi que lo pare, porque ya habíamos llegado. Nos subimos. Yo me senté en el asiento del fondo junto a la gordita Jo. Ella me iba hablando con su tono despreocupado e infantil, y yo intentando responderle mientras me sentía realmente como el ojete. En ese viaje decidí clavarme un par de amoxicilinas y listo. Hace como 6 días que venía sintiéndome mal en mis vacaciones. No tenía sentido.
Llegamos a Alter Do Chao, y nos pusimos a caminar buscando una pousada recomendada en la lonely: “pousada da floresta”. Llegamos, y nos encontramos con su dueño, un tipo que parecía salido de Cidade de Deus, todo flacucho, con tatuajes y pocos dientes, pero muy buena onda. Resultó ser un tipo muy viajado, conocedor de la música. Había visto a Zeppelin. Le negociamos 13 Reales con cocina durmiendo al aire libre (bajo techo) en nuestras hamacas. Ya habíamos pasado tres noches en hamacas y se venían dos noches más. Era caro, pero bueh. Sino eran 10 sin cocina, pero pensamos en cocinar algo para todos.
Cada uno se fue para su lado. Chris a hablar por teléfono, las chicas a comprar agua, y yo a buscar amoxicilina. Arreglamos un punto para encontrarnos. Caminé a la farmacia entonces. Me sentía mal en serio. Había un punto médico en Alter Do Chao, pero no quería escuchar otros diagnósticos. Para mi, tenía anginas, y con eso bastaba. Es todo psicológico, diría el primo. Llegué a la farmacia y con el último aliento, apenas pude pedirle amoxicilina, agua para bajar la pastilla y galletitas para no tener el estómago vacío. Me clavé todo el coctel y fui a encontarme con todos.
Alter Do Chao es una playa de río. Es un pueblito muy tranquilo, con poca gente, poco turismo y pocos moradores (a menos, nos dijeron, que llegues en un fin de semana) que tiene una isla justo enfrente, a unos 50 metros de distancia. A Alter Do Chao no se puede ir en cualquier momento del año. A partir de mediados de febrero el agua sube y tapa toda la isla. Cuando llegamos nosotros la isla estaba a 50 metros pero quizás un mes antes no era una isla sino continuación de Alter Do Chao. No lo se. Los barquitos cobraban 2 reales para cruzarte esos 50 metros. Un afano. Los chicos cruzaron todos nadando y yo los acompañaba lentamente en mi barquito de dos reales, todo cómodo, todo enfermo, y cargado con todos sus bolsos. Es un muy lindo lugar, rodeado de mucho verde, y agua marrón tipo tigre. Pero es muy lindo lugar en serio.
Me metí al agua porque no pude aguantar el calor. Al toque salí, me sequé, y me tiré en la sombra a ver si algún mosquito gigante de todos los que había me contagiaba el dengue. Ah, la paranoia que tuve con esto de estar enfermo si tenía dengue o malaria… zarpada. Soy muy hipocondríaco. Recuerdo que David, el australiano que tuvo dengue, nos contó que uno de los primeros síntomas es un dolor muy fuerte en los hombros. A mi me dolía mucho la espalda (resultó ser por un mal movimiento) así que estaba casi seguro que tenía dengue. Haciéndome el canchero le decía a las chicas y a Chris que era cancer o sida (por suerte más o menos entendían mi “sentido del humor”), pero la verdad es que por adentro yo sabía que era dengue y que me iba a morir.
Al rato fue el momento del almuerzo. Nos tiramos en una sombrilla bajo el sol en la playa y pedimos unos camarones para todos de entrada, y un pescado tuciripí o algo así. El pescado tardaba y tardaba en llegar. Chris agarró al mozo y le preguntó si no se había olvidado. El mozo se rió y dijo que no. Para mi sin dudas se había olvidado. El tiempo pasaba y yo me sentía cada vez peor. Por supuesto, la amoxicilina va a tardar en hacer efecto, pero no podía remediar (irónicamente) el hecho de sentirme como el reverendo ojete. Por fin llegó el pescado. Chris venía contando sus historias de superman, que la plataforma petrolera, que cazar víboras en la selva, que chín que chán. Con el primo en un momento cruzamos unas miradas de “no aguanto más a este pibe” y nos empezamos a cagar de risa de cómo nos habíamos leído el pensamiento. Chris interrumpió su discurso para preguntar de qué nos reíamos, y el primo saltó con: “le vi la cara de lo mal que se siente y me causó gracia” y yo: “sí, me siento como el orto” y me reía. Creo que Leen también se rió en aquel momento, interpretando la verdadera razón de nuestra risa. Llegó el pescado entonces, y Chris nos sirvió a todos. Empezó a decir que él conocía lugares secretos de donde sacar carne del pescado que nadie conocía. Con otro pibe empezaron a preguntarse de dónde conocía cada uno el secreto. Era insoportable, lo queríamos matar. Yo me sentía muy mal aparte. Despues Chris se comió los ojos del pescado, cuando todos se los rechazaron. El primo se fue a servir, y Chris le iba a decir en dónde encontrar más carne, pero despues se dió cuenta que el primo talibán libanés no quería que le rompan los huevos con lecciones pelotudas de dónde tiene carne un pescado, y se quedó callado diciendo: “mejor no te digo nada”.
Se sentó en nuestra mesa un yanqui que dormía en la pousada da floresta, y luego una francesa que conocía al yanqui del barco. Muy agradable la francesa. Despues dos flacos que creo que eran de españa. Yo me excusé y me fui a la mierda, no sin antes avergonzar a Chris.
Avergonzar a Chris: era su cumpleaños, y en toda ocasión que teníamos le cantabamos el feliz cumpleaños con toda la gente presente. Lo hicimos en el barco, en el último desayuno, y se enganchó a cantar gran parte del barco, haciendo que Chris pase bastante verguenza. Despues en el colectivo yendo a Alter Do Chao. Chris ya pensaba que estabamos locos con el Parabens pra vocé. Y por último acá en la playa. Muy gracioso, se ponía todo colorado. Era medio pesado cuando se ponía a hablar así. No parecía un tipo inseguro, sino todo lo contrario; contaba las anécdotas con mucha seguridad y tranquilidad, pero el hecho de contarlas y de tratar todo el tiempo de caer bien lo hacía una persona insegura, por más que la forma sea segura. Decía que era medio pesado cuando se ponía a hablar así, pero que aún así nos caía bien. Buen pibe, gracioso, buena onda, salvo por esos momentos. Era superman.
Nos levantamos con el primo, quien me acompañó al puesto médico. Sí, la lógica dice que tenés que ir al puesto médico antes de comprar la amoxicilina, pero me sentía muy mal y necesitaba consuelo. Que alguien me diga “no, no tenés dengue flaco” o “sí flaco, tenés dengue… vení que te clavo el suero” como le habían hecho a David el australiano.
Caminamos hasta el puesto médico y no había ningún médico hasta el martes. Era sábado. Excelente! Las enfermeras tampoco estaban, pero volvían al día siguiente. No me alcanzaba con una enfermera de todas formas. El primo se volvió a la isla y yo me fui a descansar al hostel.
Me dormí una siesta, me di una ducha fría (no tenía opción), y esperé a que lleguen los pibes para tomarme mi segunda dosis de amoxicilina. Ya casi habían pasado las ocho horas. Jugué un poco con un gatito que había en la pousada. No entiendo cómo no se muere de dengue o malaria el gato este, pensaba, cuando llegaron los pibes. Me clavé la segunda dosis, mientras el primo me contaba que habían conocido a unas alemanas, de entre ellas una muy linda. Que había idealizado a la francesa, caminando hacia la cima de una montaña de la isla cual Zaratustra, y que habían quedado en encontrarse con la francesa y las alemanas dentro de una hora en la plaza, porque ellas se iban de Alter Do Chao esa misma noche. Le dije que lo acompañaba. Ya estaba cagado de embole.
Caminamos pues Chris, Primo y Yo. Parecía que ibamos de a 3 para encarar a las dos alemanas y la francesa. La verdad es que yo lo único que podía encarar era un Big Mac a esa altura de mochileo. Pero estaba aburrido y allí ibamos. Nos las encontramos. Efectivamente una de las alemanas era divina. Había otras dos alemanas, una que había estado viviendo en Chile. Muy desagradable, mezcla de Gabriela Sabatini (por la voz y lo masculina), nazi y chilena. Pero buena piba igual. Otra era copada, medio tímida, llamada Karina, y la otra divina… no recuerdo el nombre pero divina. Tambien estaba la francesa idealizada por el primo. Nos sentamos en un restaurante de la plaza y pedimos un licuado de banana con leche. Chris me miró como “estoy viajando con un gay”, y le respondí con la mirada: “no soy gay, pero estoy tomando antibióticos por lo tanto no puedo tomar alcohol”, a lo que tambien mirándome replicó: “no entendí la última parte porque miré para otro lado”.
Resultó ser un argento el que atendía el barcito este, y le pedimos en castellano los licuados. El tipo ni preguntó de donde eramos. Que hablemos en castellano le pareció lo más natural del mundo. No habíamos visto un argentino hacía días. Llegaron los licuados. Realmente horribles, horripilantes. Chris me dijo que eso es porque el tipo era argentino, y yo le dije que eso es porque los esclavos en la cocina del argentino son brasileros. Afortunadamente se rió. A su lado estaba el yanqui de nuestra pousada que también se rió como diciendo: “un argentino diciendole a un brasilero que son esclavos… el muerto se rie del degoyado… estos esclavos nuestros”.
Terminamos los licuados, charlamos un poco, yo bastante desganado por la falta de fuerzas. Me sentía cada vez peor, así que nuevamente me excusé y me fui, casi arrastrándome. Me tiré en la hamaca apenas llegué, a esperar a que me despierten cuando hayan llegado con las compras del super para cocinar. Leen y Jo habían estado esperando a que lleguemos con las compras en la pousada, y nosotros nos habíamos entretenido con las alemanas y la francesa. Me sentía tan mal que les dije que los pibes iban a volver en un rato con las compras, que seguían en la plaza. Las chicas se fueron a buscarlos y yo me quedé durmiendo en la hamaca. Cuando llegó el primo me tiró el comentario Dana de la semana: “con razón te enfermás, si dormís sin nada de abrigo”. La puta madre si me vengo cuidando como la concha del loro que vivía al lado de lo de Herta. Bueno, nada de comida. Todos los super estaban cerrados. Me puse mi abrigo para dormir: jean, medias y buzo.
Al otro día me desperté bastante mejor. Fuimos a hacer algunas compras para cocinar el desayuno. Despues de todo habíamos pagado los 3 reales de la cocina al pedo. Fuimos a la panadería y ya no le quedaba pan. Eran las 9 de la mañana. Qué clase de país es este por dios. Nos mandaron a otra panadería. En el camino compramos huevos, queso, un jugo. Luego el pan. No quedaba pan salado así que terminamos comprando unos panes con dulces, que no pegaban ni con la gotita con los huevos y el queso.
Llegamos al hostel y me hice una omelette espectacular. Creo que era la primera vez que me hacía una omelette estando sobrio. Generalmente las hago a las 7 de la mañana a la vuelta del guevara. Buen desayuno. Creo que ni crucé a la isla. Me quedé descansando en la pousada, tirado en la hamaca, aburrido. Hablando acerca de Máxima Zorreguieta con un holandés del hostel. Me preguntó si para nosotros era muy polémico el tema, y le dije que no tanto. Que sería polémico que Máxima se case con Kirschner, pero que al haberse casado con el príncipe holandés ese, les habíamos mandado la mierda a ellos.
Al mediodía me mandé para la plaza a ver si me encontraba con los pibes para almorzar. Me senté en un banco a esperar. No llegaba nadie. No quería pagar 2 reales para cruzar a la isla porque ni sabía si iban a estar ahí. Seguí esperando y me encontré con Leen. Estuvimos charlando un buen rato. Me contó de su laburo. Es periodista para un diario de Holanda, en la sección asuntos internacionales. Es raro encontrar una persona que tenga un trabajo que me gustaría hacer a mi. La mayoría de los trabajos no me gustan, pero lo de Leen parecía copado. Algunas semanas las dedicaba a escribir y otras a editar los trabajos de otros. Así trabajaban todos en ese diario, turnandose. Es el segundo diario más groso de holanda. Creo que ahí empecé a idealizar a Leen.
Al rato llegó el primo, Leen se fue a buscar a Jo. Llegó Chris, y luego volvieron las chicas. Nos pusimos a preguntar por una pizzería. Estabamos antojados como pocas veces, pero este país es imposible. Solo arroz y feijao. Terminamos en un restaurante buenisimo y no muy caro, de casualidad. Compartimos con Leen un pescado con una salsa espectacular, que obviamente venía con arroz y feijao. El primo se pidió como una brochette de pollo. Tomamos coca, riquísima coca industrial. Cómo nos gusta lo industrial ahora. Pizza Hut, Mc Donalds, Coca Cola.
De ahí probablemente para internet. Yo me fui con Leen y Jo a conocer la bahia de sanborombom o como se llame con un botecito. El plan era por 35 reales (35 los tres) ir a conocer dos lugares en un barquito a motor para nosotros solos. Jo quería sentarse sola mirando hacia atrás, de espaldas al futuro. Le dije al tipo que nos ibamos a sentar así y él insistía en que yo me tenía que sentar solo y Jo al lado de Leen. Como Jo insistía en sentarse en ese lugar, yo le insistía en portugués al tipo, hasta que me dijo: “es por una cuestión de peso”. Claro, Jo era bastante gordita y hacía falta que no se siente adelante del bote porque lo hundía. Obviamente Jo lo entendió, pero es la mina menos acomplejada que conozco. Una genia.
Fuimos a la bahía esta mientras se hacía de noche. No era nada especial, pero el paseo fue lindo, charlando con las chicas más que nada de viajes, de experiencias, de conocer gente, de viajar con gente nueva, de viajar solo, de viajar acompañado. Llegamos, bajamos un minuto, no sabíamos qué se suponía que teníamos que hacer ahí. No era nada demasiado especial. El flaco nos dijo que no ibamos a llegar a hacer el otro lugar y que mejor lo dejabamos para el día siguiente. Le pregunté cuánto nos cobraba por esta sola, y me dijo 20. Le dije si nos hacía 15 ese día y 20 el día siguiente para completar los 35. Me dijo que todo bien, y despues le pregunte: “pero todo bien si mañana ni venimos, no¿” porque nos ibamos de Alter Do Chao nuevamente al barco.
Volvimos a la pousada. Con el primo nos fuimos a usar un poco más de internet y a comer unos sandwiches capresse espectaculares. El puesto donde los compramos (puesto callejero de la plaza) cerró sin cobrarnos. Los tipos se fueron y no pagamos ninguno de los sandwiches ni las aguas. Nos dimos cuenta esa misma noche, acostados en las hamacas. “che… primo… estás despierto¿”… “sí… qué pasa¿”… “¿vos pagaste los sanguches¿” nos empezamos a cagar de risa. Eran los momentos en los que pasabamos el límite de mochilear a robar. Buenos momentos.
Amanecimos muy tempranito en Alter Do Chao para tomarnos el micro. Compramos algunas comidillas de desayuno, unos paes de queijo, unas boludeces, y subimos al micro. Yo ya me sentía mucho mejor. Tenía bastante tos, pero el cansancio corporal se había ido definitivamente, y la garganta casi no me dolía. Aguante la amoxicilina.
Llegamos a Santarém, y fuimos a averiguar por los barcos. Había dos opciones: el Amazon Star, un barco gigante que tenía sala de juegos, casino, bar, aire acondicionado en la zona de hamacas donde dormíamos; y la otra opción, el LEAO IV, muy parecido al Clivia. Teníamos entendido que iban a costar cerca de 60 reales. Me acerco a preguntar al Amazon Star, y me tiran 120 reales. La putaqueteparió, les dije con el mejor tono Capusotto. Lo bajaron a 100 reales, pero tambien era mucho.
Fuimos a averiguar al otro barco. 80 reales nos dicen. Chris pasa muy a lo superman haciendose el canchero, diciendo: “voy a ver si lo consigo por 60”. Es brazuca, tiene que conseguir algo. Al rato vuelve con uno de la agencia que vendía pasajes, diciendo que no podían bajarlo nada. Lo terminamos consiguiendo por 75 con la excusa que por 20 de diferencia nos ibamos en el Amazon Star. Nada, 5 putos reales conseguimos de descuento. Dejamos las mochilas en el barco, ni colgamos las hamacas porque ya estaba todo ocupado y lleno, estallando el LEAO IV, y nos fuimos para el centro de Santarém. Eran las 10 de la mañana y el barco salía a las 14 horas.
Continuará…….. (espero)
Besos.

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