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Escribir desde Buenos es un garrón.
Fuimos pues al centro de Santarém a hacer tiempo hasta las 14 horas para la salida del LEAO IV, nuestra nueva casa. Usamos la internec, caminamos un poco, intentamos cambiar plata pero era sábado y la casa de cambio no tenía reales. Comimos algo en un puestito de la calle, Chris se compró una hamaca paraguaya nueva porque la suya ya se estaba destruyendo. Nosotros no teníamos plata y Chris ya nos había prestado 80 Reales (que hasta hoy no le devolvimos), así que me daba cosa pedirle más para comprarme una hamaca nueva. Decidí prolongar la experiencia con la mía y ver qué pasaba.
Agarramos una moto-taxi cada uno y salimos para el puerto. Las moto-taxis son un peligro. A lo mejor no pasa nada, pero yo iba más cagado que argentino en copa américa. El tipo manejaba rápido, esquivando autos, y yo ahí atrás apenas agarrado a una lucecita que tenía la moto atrás mío. El tipo se quedó sin nafta y no se cómo carajo hizo para arrancarla nuevamente. Llegamos al puerto con las últimas energías de la moto.
Subimos al barco, y nos pusimos a esperar a las chicas. El barco estallaba realmente. Era del mismo tamaño que el Clivia pero con 250 personas en lugar de 100. Una locura. Todas las hamacas una encima de la otra. Leen lo definió bien a mi entender: es igual al Clivia pero todo es un poquito más chico. Era así. Me golpeaba la cabeza recurrentemente cuando caminaba por este barco. La gente era muy hostil. Era un barco de pungas, se podría decir, a diferencia del Clivia que era un barco con gente más bien humilde trabajadora. En este barco eran todos vivos, todos guapos. Daban miedo estos muchachos. A las 12 del mediodía había algunos tipos que ya estaban borrachos, con la excusa de “3 días en barco es aburrido”.
Llegaron las chicas, salió el barco. Todo era incómodo. No teníamos lugar para colgar las hamacas, por lo tanto decidimos colgarlas en un pasillo por donde pasaba todo el mundo. 250 personas dando vueltas aburridas por el barco. No podíamos colgarlas de día porque tapabamos el camino, y en este barco no había lugar para sentarse, salvo arriba en el bar con la música de A Todo Sábado a todo volumen. La verdad es que el Clivia no era el Sheraton, pero a comparación del Leao IV, el Clivia era el palacio de Eddy Murphy en “Un príncipe en Nueva York”: “su pene ya está limpio, señor”.
Bueno, todo muy incómodo este barco. Llegó la hora de la comida. “Qué pesadelo!”, diría el Diego. Una palangana para lavar la ropa repleta de un líquido amazónico sospechosísimo, en donde habías pedazos de pollo que ni un veterinario podría reconocer a qué parte del pollo correspondían, junto con unos fideos al dente. Todo mezclado en esa especie de sopa amazónica. Qué rico. Nos servimos splash puaj plof en el plato. Eso fueron onomatopeyas del ruido que hace la comida fea al ser servida en barcos del amazonas o en cárceles de máxima seguridad. Toda la comida brazuca puede ser acompañada con farofa, que creo que es harina de trigo. En el barco te ponían en la mesa un recipiente con mucha farofa. Como me daba bastante asco el líquido amazónico grisáseo ese, llené el plato de farofa para que absorba el líquido. La farofa es como marrón clarita. Se formó una especie de vómito muy interesante. Cuando digo vómito me refiero a: color, textura, olor y sabor. Creo que era efectivamente vómito. Es más, es probable que la farofa sea vómito en polvo. El primo va a decir que estoy exagerando y la verdad es que un poco sí. Pero no miento al decir que tenía un poco de ganas de vomitar mientras comía. Eramos animales nuevamente.
Bueno, no se qué mas pasó esa tarde. Resumo un poco. Colgamos las hamacas en el pasillo, pero las enganchamos de unas barras del techo para que no tapen el camino. Todavía no las podíamos usar. Cerca de las 18 oscurecía. Creo que ya les dije cómo eran los horarios. A las 6 cuando salía el sol desayuno, a las 10:30 almuerzo y a las 16 cena. A las 18 oscurecía, y la mayoría de la gente, salvo los borrachos del LEAO IV que eran casi todos, se iban a dormir a las 19. Nosotros a las 19 nos juntamos en el primer piso, donde dormían Chris, Leen y Jo (que habían encontrado lugares mejores que los nuestros en el pasillo) a tomar Ron. Yo no podía por los antibióticos. Quería portarme bien para sentirme bien. Qué buen chico. Así que estuve un rato envidiando cómo se alcoholizaban mis amigos, viendo también cómo convidaban ron a casi todo el barco lleno de borrachos. Igual el primer piso era más tranquilo, en el segundo tenías a los macarras, los pungas, y en el último a los pungas ejerciendo su trabajo de pungas. Como no estaba bebiendo y el sueño empezó a pintar, me fui a acostar a mi hamaca.
El pasillo donde dormíamos estaba justo en el borde del barco. Si yo estiraba un poco la mano acostado en mi hamaca tocaba la baranda, que era el límite del barco hacia el Amazonas. Empezó a llover, y entraba el agua hacia el borde de mi hamaca. Tuve que estirarme bien y angostarme para que la lluvia no me moje. Estaba con los huevos por el piso de este barco. Talvez idealizo al Clivia, pero ellos a las 18 horas cerraban las cortinas de plástico del barco por si llovía. En el LEAO IV estuvo lloviendo de noche por más de una hora hasta que la tripulación apurada como si acabase de empezar a llover vino a bajar las cortinas. Pude dormir un poco, aunque cada tanto la gente pasaba por el pasillo y me daba un golpe en la cabeza. Había puesto el despertador no se a qué hora para tomar el antibiótico. Me despierto a las 3 am, con la intención de tomarlo, pero la botella de agua que había dejado a mi lado había desaparecido. Putos pungas de mierda robarse una botella de agua envenenada con anginas. Ojalá se mueran de anginas, pensé. Me tuve que incorporar en mi hamaca, y sentí una rasgadura. Me hundí significativamente en mi hamaca. Me bajé. Eran las 3 de la mañana, y rezando miré mi hamaca, esperando que los daños sean menores, porque tenía que dormir hasta por lo menos las 6, y todavía quedaba otra noche. Miré entonces hacia mi hamaca y veo un buraco tremendo a la altura del culo. Me puse entonces a arreglar mi hamaca, volviendo a construir la red, y atando el hilo roto. Cuando terminé, me fui a buscar un vaso de agua para tomar el antibiótico. En el camino me di un duro golpe en la cabeza por la altura del puto LEAO IV. Llegué a la máquina de agua y no quedaban vasos. Dispuesto a bajar las escaleras, esquivé a los borrachos que seguían de gira, y me mandé al piso de abajo. Tampoco quedaban vasos, pero uno de la tripulación estaba tomando de un vaso de vidrio que dejó en el dispenser de agua. Pude al fin tomar mi antibiótico y volver a mi hamaca. El resto de la noche tuve que  dormir quieto en la misma posición para que no se rompa la hamaca.
Al otro día me enteré cómo había sido la noche de Ron para Jo, Leen, Chris y Primo. Terminaron con la botella y subieron al bar. Estaban parados charlando cuando un borracho se acercó al grupo para sacar a bailar a Leen. Ella se negó, pero el borracho insistió cual Dani Gabin, le ganó por cansancio, y la sacó a bailar. A los pocos segundos estaba amagando con meterle manotazos en el culo. Abrazándola mientras bailaban. Chris y el Primo amagaban al mismo tiempo a meterse a rescatarla, pero sabían que era para quilombo. Si se metían ellos era para trompadas en un barco que todavía tenía más de 30 horas para llegar a destino. Heavy momento, imagino. Leen logró escabullirse del borracho y se paró detrás de Chris y el Primo. El borracho se acercó a ellos y les dijo, convencido de que eran todos gringos: “Cuidado que acá en el amazonas te metemos faca y al agua”. Chris era rubio, y tenía pinta de gringo, aunque era Carioca. Apeló a todo su acento brazuca, e inflándose le respondió: “A quién le vas a meter faca vos?? eh?? a quién???!”. El borracho, al ver que Chris no era gringo sino brazuca y que había entendido perfecto lo que dijo, le contestó: “no, yo quiero paz… solamente digo que acá en el amazonas hay gente mala que haría eso…”. Las chicas bajaron todas nerviosas, y despues todos se fueron a dormir. Aspero.
Al otro día desayuno a las 6, y típico día amazónico. Nada que hacer. Conversar, leer, comer en los horarios estipulados. Un brazuca de bigotes que había ayudado a tranquilizar a las pibas había hablado con el borracho, y éste había dicho que le iba a pedir disculpas a Leen, pero nunca lo hizo.
Me olvidaba. El día que salimos de golpe el barco muere. Se apagan todas las luces y el motor también. Luego se enciende y el barco empieza a girar. Miramos al agua y vemos nadando hacia el barco a una cabra. El LEAO IV se acercó, y el dueño de la cabra tiró una soga, la enganchó del cuello y la volvió a subir al barco. Pobre cabra.
En otro momento vimos que el barco se paraba y no avanzaba. Bajé al primer piso y vi al mecánico bajando y subiendo a la sala de máquinas. Había algún problema con la transmición, porque el motor estaba funcionando pero no enganchaban los cambios o algo por el estilo. El barco empezó a navegar a la deriva. Tocó tierra. Estuvimos cerca de una hora así, hasta que lograron arreglarlo y siguió su trayecto. Creemos que empezó a ir más despacio a partir de esto.
Era un barco raro. De golpe se escuchaba un timbre terrible y penetrante. Podía sonar un, dos, tres o mil veces seguidas. Según si era uno, dos, tres o muchos chirridos, era una indicación para el… “jefe de máquinas”, si se lo puede llamar así. Es decir, el capitán de golpe veía un tronco gigante en el río, apretaba un botón una vez, sonaba el timbre, y el jefe de máquinas apagaba el motor, lo volvía a encender, y tiraba la marcha atrás para esquivar el tronco. Una verdadera locura. Luego el capitán hacía sonar dos timbres, y eso significaba pasar a velocidad media, y luego tres timbres: velocidad máxima. Eso fue lo que interpretamos al menos. Despues cuando sonaban muchos chirridos creo que era la hora de la comida. Todos estos chirridos penetrantes que sonaban muy fuerte ocurrían durante la noche también, mientras dormíamos. Una locura.
Despues sigo contando.
Picos.

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