Ok, escribo entonces sin leer, casi tapandome los ojos para no saber qué pasa allá y para no
perder el hilo mental de lo que tengo que contar.
Salgo del aeropuerto entonces y está el grone con el cartel “LOCO DANA este grone te va a
traer al hostel. Cobra 120. Yo le pago cuando llegás”.
A todo esto yo ya había quedado con BIANCA ROSE, la mina que nos alquiló el auto, que ella
me iba a mandar a alguien a buscarme. No quería cagar al negro de Duby, pero tampoco iba a
quedar mal con los tipos que nos iban a alquilar la 4×4 por 20 días logrando de esta forma
que nos corten los frenos y desinflen las cubiertas, bla bla blum.
Me fui con el grone de Duby que en el camino me contó que el aeropuerto está a 55 Km de
Windhoek porque la ciudad está rodeada de montañas. También que estabamos en temporada de
lluvias y por eso veía un clima más bien verde, que en la temporada seca es todo desierto.
Nada de todo eso me importaba demasiado. Yo quería saber qué onda tantos alemanes en un país
y por qué carajo despues de 3 generaciones seguían hablando en alemán. El grone me esquivaba
esas preguntas. No se si no me entendía o se hacía. “Do you get along well with the germans?
why do they still speak in german after 3 generations?”. Nada.
Doblamos en una esquina y ahí estaba él: Bronceadito, en musculosa, con su mochilita en los
hombros. “Al fin, salí del placard” expresaban todas sus facciones. Le dije al grone si
había tenido suerte con Duby en el taxi, que siempre se la chupa a tacheros. Un groso el
grone. Eso sí lo entendió. Duby le pagó.
Me muestra el cuarto, y me comenta dos sorpresas que me tenía preparadas: calimocho en la
heladera del hostel, y una cita con dos negras sidosas para esa noche (que conoció en un
supermercado de Windhoek).
La primer misión del día: cambiar la single entry visa que conseguimos a través de la
embajada de Namibia en Brasilia por una de Multiple Entry. Teníamos que ir al Home Affairs
Ministery o no se qué garompa. Fuimos pues.
En la puerta, dentro de una cabina, un segurata y una minita nos preguntan qué queremos. No
estabamos yendo en un horario convencional, era más bien una excepción. Con mucho
convencimiento, les dijimos: “We come to see Esther”. Y antes que contesten nos subimos al
ascensor. Presionamos el 3er piso pero no sube. De nuevo, nada. Ok, 4to piso. Bajamos, y
estamos como en una oficina con computadoras… y no hay nadie. Enterramos el argentinismo
de llevarnos un par de computadoras no se dónde, y bajamos un piso por escalera.
Bueno, burocracias, quilombos, seguratas que no quieren que estemos en sectores del
ministerio que no son para nosotros. País de excepciones y sumisiones. Finalmente una gorda
nos pide que escribamos una carta de los motivos para visitar Namibia, que completemos unos
formularios, y que paguemos no se qué garompa. La visa iba a tardar unos 4 días hábiles y
estabamos a viernes. La onda era no volver a Windhoek hasta el final del viaje, pero
estabamos complicados.
Al banco, pagamos. Mala onda el que nos cambió de US a Namibian Dolars, buena onda la que
nos cobró la visa en el banco. De nuevo a ver a Esther o quién sea. Finalmente nos dieron el
pasaporte en el momento. Primer excepción del viaje.
Negocio de ropa. Todo muy barato. Me compré unas ojotas (me olvidé las mías que me dio Duby
de Clandestine en Buenos). Remeras baratisimas, camperitas facheras baratisimas. No daba
para empezar el viaje gastando ya en boludeces.
Al hostel. Calimocho al lado de la pileta. Pileta espectacular vale decir. Solcito. Duby no
mide bien la cantidad de alcohol… se chupó solo casi toda la botella y no paraba de
repetir “estoy en pedo, estoy en pedo”. Se empezó a transar a los perros del hostel como el
amigo de Alan, Mauro, mientras gritaba: “PERROS LOS AMO, PERROS LOS AMO”. Fue muy raro.
Conocimos a una escocesa y a uno de Stutgart. Charlamos un rato. La escocesa nos contó cómo
son las rutas de Namibia: mucho ripio.
Duby llamó a las negras sidosas. La que conoció en el super Nadia, y la amiga Giannine o
algo así. Lo de sidosas es broma eh… eran de Namibia que el 25% tienen sida (obvio que
esas no).
Bueno, quilombos. No entendíamos dónde estaban. Un inglés muy raro. Me doy una ducha, sin
saber que el baño estaba tapado e inundo todo. Una alemana re caliente diciendole a Duby:
“Que pim que pam que pum pum pum…”.
Las negras deciden venir a buscarnos en taxi por el hostel. Salimos a esperarlas y conocemos
a Willy, nuestro segurata del hostel, angel de la guarda por esa noche. Tipo muy copado. Nos
recomendó lugares en Windhoek para ir. Le pedimos que él nos avise si las chicas eran “de
buena familia” o no. Si daba para salir con ellas. Cuando llegaron, el taxi paró en la
esquina y Duby, Willy y yo caminamos hacia ellas. Las chicas se bajaron. Willy les preguntó
a dónde ibamos a ir, y las chicas contestaron “al shopping”. Willy nos dió el OK. Una
verdadera masa el Willy.
Apenas la mina se baja del taxi, Duby la abraza como si fuese su novia. Se agarran de la
manito… muy gracioso. Nos tomamos un taxi, que Nadia arregló por 50 Namibian Dolars (5 USD). Llegamos al Shopping, nos muestran un poco cómo es, dónde están los negocios, dónde está el cine. Todo estaba cerrado. Sólo había un bar abierto y nos sentamos ahí a tomar algo. Resulta que las negritas tenían hambre, y ahí nomás empezaron a pedir. Que unas costillitas de cerdo, que un trago de no se qué garompa cara con no se qué otra garompa cara. Giannine se portaba mucho mejor. Compartimos una pizza con dos cervezas. Pero Nadia estaba decidida a exprimirnos hasta el último centavo. Buena onda igual. Divertidas las minas. Nos enseñaron a hablar en !Damara (el signo de exclamación interpreta un chasquido que hay que hacer con la lengua en este idioma antes de algunas palabras).
Obviamente con Duby somos bastante paranoicos e hipocondríacos como para hacer algo fuera de lugar en un país cuya población tiene sida en un 21%. Nos portamos muy bien, las chicas buena onda. No tenían idea dónde quedaba Argentina, ni tampoco Brasil… ni el continente. Nada. El mozo se llamaba Peter y era de Zimbabwe. Un fenómeno. Auténtico fenómeno. Nos contó un poco de su país, de su familia. La mejor onda, todo el tiempo chequeando si estaba todo bien. Divertido, copado. Nos cayó mejor Peter que las sidosas.
Pagamos todo nosotros, y Nadia pide que le envuelvan para llevar lo que quedó de las costillitas de cerdo. Zarpada. De película. Pusimos fin al romance susitado en aquellas mesas Namibenses, y partimos en otro taxi. En nuestro hostel nos bajamos nosotros, no teníamos pensado pagarlo (que al menos este taxi lo paguen ellas; ya pagamos el de ida y todo el morfi)… pero Nadia le dice a Duby: “TransaPerros, tenés que pagar el taxi”. Así, con ese acento argentino lo dijo. Resulta que eran de Lugano y nos estaban delirando.
Saludamos a Willy, y entramos al bar del hostel. Una cervecita, y a charlar con la Escocesa, Stutgart, otro flaco más, Patrick, un yanqui que hablaba muy bien castellano y nos quiso hacer creer al principio que era brazuca. Vivió un tiempo en chile. Un jardinero barbudo copado. Había otro tipo gordo grandote de Namibia que trataba de ponerle onda pero nos molestaba y asustaba un poco.
Nos fuimos a dormir. Sábado a la mañana, desayunamos. Panqueques había en el hostel. Gratis. Casi nos vamos pensando que no estaba incluido el desayuno. Caigo con un Dulce de Leche Gándara de sorpresa. Groso desayuno. Le convido a Stutgard y a Patrick. Buenisimo.
Salimos a buscar el auto. Caminamos mil millones de cuadras. Cada vez que preguntabamos dónde quedaba MAngume Ndegumayo al 195, nos decían: “Mangume Ndegumayo es esta calle”. A lo que teníamos que repetir “pero al 195?”. Eso multipliquenlo por 15 veces que preguntamos. YA SE QUE ESTA ES MANGUME NDEGUMAYO, la puta madre. Muy centroamericano. Era curioso que en muchos casos los grones llamaban a sus jefes blancos para que nos expliquen. Lo cual nos resultaba muy raro. Una mulata con tetas operadas dueña de una estación de servicio nos hizo la gauchada de llamar al lugar de alquiler, pero todavía estaba cerrado (no eran las 9 am todavía). Nos dijo que era lo mismo que ASCO CAR HIRE (si ven la página en internet, es una muy graciosa con carteles de dinosaurios… como diciendo que en Africa hay dinosaurios.. es increible que puedan alquilar autos así). Seguimos caminando una bocha. Una alemanota que vendía autos en su agencia llamó de vuelta; ya estaba abierto, y le dijeron que bla bla. bla.
Llegamos. Lizette nos atendió. No podían cobrarnos el alquiler en dólares, así que nos mandó de nuevo a la ciudad con un chofer a cambiar USD a Namibians. Volvimos y Lizette estaba ocupada con 120 clientes. Nos tuvo esperando una hora. Finalmente alquilamos, Robby nos mostró cómo se armaba la carpa en el techo de nuestra flamante NISSAN 4×4 que sería nuestro hogar por las siguientes 3 semanas. Volvimos al hostel, cargamos las mochilas, puse agua a calentar para el mate (segunda sorpresa del viaje para Duby que ni le gusta el mate), check out, y salimos. En el camino paramos de vuelta en VAlue Car Rental a fotocopiar el registro de Duby para que pueda manejar también él.
Al fin en la ruta. Las patotas gigantes de nuestra 4×4 se abrían camino por el asfalto africano como un tanque de guerra. Nada nos habría de detener. El continente era nuestro. Paramos en Rehobot (muchos pueblos con nombres en hebreo, bizarro), y nos metimos en un supermercado. Estamos hablando de un pueblito en Namibia, 10 cuadras dentro de la ruta. Todos nos miraban raro. ¿¿Qué hacen estos blancos en una 4×4 con una carpa en el techo entrando en nuestro supermercado?? Buena onda igual. Nos miraban sorprendidos, pero nadie mal en absoluto. Entramos al super y unas negritas pendejas se nos pusieron a hablar preguntando de dónde éramos. Buena onda. Compramos de todo. Nos gastamos 70 dólares. Compramos una bolsa de 5 kilos de arroz, enorme, hermosa. Dos vinos de 2 litros cada uno. Cosillas. En la caja nos nos querían dejar comprar los vinos. Decían que era una ley (no se si del super o del pueblo), que despues de las 13 hs no vendían. Supervisor. Segunda excepción del viaje. Una cajera medio que nos encaró y nos pidió que la llevemos con nosotros a Buenos Aires. El día anterior nos había pasado algo parecido en el negocio de ropa. Un viejo local se enojó porque nos hayan vendido los vinos, pero bueh, que se curta vieja!
Cargamos todo en la 4×4, le dimos una moneda al trapito, y nuevamente en la ruta. Unos sandwiches con unas carnecitas y unos quesos Cheddar y Gouda. Empieza a oscurecer, y nosotros en nuestro hogar. La única diferencia con un hogar convencional es que se movía a 120 kilómetros por hora. Nuestra casa nos seguía por la ruta: comida, fuego, carpa. Todo lo que podíamos necesitar. Los miedos de Buenos Aires con respecto a Namibia hace rato se habían esfumado. Las reglas de nunca manejar de noche, esfumadas. Allí estabamos, en un país absolutamente seguro, con gente con la mejor onda, en nuestra 4×4 abriendose paso sobre el asfalto africano.
Una chicarra suena cuando pasamos los 80 km/h y se apaga, pero otra suena cuando superamos los 130 km/h y no se apaga. Decidimos tomar como regla general del viaje no superar esos 130 km/h. Nos parece una buena velocidad promedio. Se hizo de noche, y nos perdimos en un camino de tierra. Decidimos volver al asfalto, para unos kil♀metros despues, mediante consejo de unos viejos homosexuales y un conductor de autobús Namibio con el ojo mocho y la cara hecha mierda por una golpiza, retornar a un camino de tierra.
Noche, 4×4 y lluvia se llamaba el capítulo. La lluvia africana huele diferente, los colores son diferentes. No teníamos problemas. Unas dos horas habremos manejado por camino de ripio, tierra, barro, con lluvia y de noche. Preguntandole a negrotes que conducían sus carretas por esos mismos caminos cómo llegar a Sesriem. Pocos sabían, pocos carteles indicaban el camino correcto al destino más turístico de Namibia.
Finalmente, horas después, a las 9 de la noche, llegamos a Sesriem. Sabíamos que el horario de entrada era hasta las 18 horas, pero luego de Excepción Visa, y Excepción Vinos, teníamos que lograr la 3er excepción. Empezamos a tratar de convencer a los seguratas del lugar que nos dejen armar nuestra carpa ahí adentro, y uno de ellos dice: “UOOOU”… pisa algo en el piso, y lo patea hacia nosotros: “A SCOPRPION”. Allí estaba frente a nosotros un diminuto escorpión, creo que muerto.
Nos dejaron entrar, acompañados por una nota que decía: “Entraron a las 21 hs del día bla bla bla” como para que vayamos con esa nota a recepción al día siguiente y paguemos. Obvio rompimos la nota inmediatamente.
Primer armada de carpa del viaje. Intentando recordar lo que nos habían explicado en la agencia. Más o menos lo logramos, y allí estabamos: en un camping de áfrica, con nuestra carpa montada en el techo de nuestra 4×4, cocinando un arroz con salchichas con la garrafa que alquilamos también en la agencia. Nuestra casa en todo su esplendor. Si es que hasta teníamos sillas y mesa! Una casa completa ciertamente.
Cenamos, lavamos platos, y nos fuimos a dormir. Dormimos los dos bastante mal, calor por momentos, frío por otros. Mi bolsa es para -434343 grados, y si me meto adentro salgo asado.
Al día siguiente desarmamos campamento. Promedio de desarmada 1 hora: carpa, lavar, calentar agua para té/mate, cepillarnos los dientes, etc. Y para Sossusvlei nomás… el grone segurata que habilita el acceso al parque no nos quiso dejar pasar, porque teníamos que pagar. Creímos que nos iban a cobrar la noche anterior, pero solamente había que pagar el acceso al parque. Zafamos una noche. Pagamos el acceso al parque, y entramos nomás.
En el kilómetro 45 ( a 45 km de Sesriem) hay una duna gigante de arena, que casualmente está a 45 dunas de distancia de Sossusvlei. La subimos. El paisaje, de un desierto rojo antonionesco, increible. Montañas, absolutamente todas de arena roja. A lo lejos, desde ahí arriba, vemos acercarse a una persona, parecía un flaco. Le grito: “DALE CAGON”. Le digo a Duby: “Imaginate si es argentino”. Se va acercando y vemos que es una mina. Empezamos a hablar en voz alta acerca de la mina, haciendo chistes, etc. Y cuando llega dice: “sois argentinos no? si es que se les escucha desde abajo”. Y bueh, escuchó todo lo que dijimos, qué se le va a hacer. Nos saca una foto y bajamos.
Abajo la está esperando su amiga, una italiana, que dijo algo parecido a su amiga: “los argentinos son como los italianos, hablan muy fuerte”. Bla.
Seguimos viaje. Duby rompiendome las bolas como si fuese un janij para que tome agua: “tomá agua loco, tomá agua”. Igual un poco de razón tenía. Estabamos de hecho en el desierto, hacía calor, y no se notaba tanto el calor porque no había mucha humedad como para traspirar. Sequitos sequitos estabamos.
Llegamos a sosusvlei, activamos la 4×4, y le empezamos a dar, jugando un poco sobre los bancos de arena, arriesgando quedadas de la máquina, pero se la bancó como nadie. Una fiera la bestia. Llegamos a Sosusvlei, y no teníamos fuerzas para caminar ni 10 metros. Yo tiré mi bolsa de dormir en el piso, bajo la sombra de un arbol, y Duby se tiró en el asiento de adelante a torrar. Media hora despues, con fuerzas recuperadas, emprendimos la caminata. Sossusvlei resultó ser una especie de valle seco con piso blanco, algunos árboles secos, otros no tanto, con dunas rojas alrededor. Muy impresionante. Una imagen vale más que mil palabras, diría El Picadero, teniendo razón.
Subimos otra duna y nos sentamos a contemplar el siempre, la eternidad. Sacamos unas cuantas fotillos, hasta que la cámara de Duby se quedó sin batería. Comimos algo, cerca de las 11 am, unos sandwiches (aunque esto fue antes de la siesta), y nos fuimos a buscar Dead Vley, que es cerca de Sossusvlei (unos 2 kilómetros), pero entre las dunas, y las trepadas de la 4×4 era difícil de encontrar. Buscandolo nos cruzamos como 10 veces a 2 flacos que habían ido a Sossusvlei caminando (hay 5 km hasta sossusvlei que solo se pueden hacer en 4×4 o caminando, por eso los que fueron en auto común caminaban los 5 km o pagaban mucho para que los lleven). Los cruzamos como 10 veces y cada vez que pasabamos por al lado los saludabamos. No entendían nada. Finalmente encontramos Dead Vley. No teníamos batería en ninguna cámara, pero déjenme decirles que es uno de los paisajes más grosos que vimos.
Primero hay que caminar medio sin rumbo tratando de encontrar unos palos de metal que clavaron los namibios por cualquier parte. Casi imposibles de encontrar. Pisadas sobre la arena por todas partes de gente que intentó encontrar el Dead Vley y terminó en nada. En el camino nos encontramos a las de ahora en más denominadas “las gallegas” (en realidad una gallega y una italiana) que nos dijeron que habían buscado Dead Vley sin suerte. Era medio una misión a lo Indiana Jones encontrar este lugar. Los namibios no señalizan una garompa. Les chupa un huevo el turismo. Es tremendo. Increible.
Tuvimos más suerte que las gallegas, y siguiendo mitad los palos de metal (que estaban muy difundidos en el desierto) y mitad nuestro instinto, llegamos a una especie de valle. Adivinando, se nos ocurrió subirnos a una duna para ver si del otro lado había algo más (a todo esto no sabíamos si este valle donde estábamos era Dead Vley o no. No había un puto cartel). Subimos la duna, y del otro lado un paisaje maravilloso. Parecido a Sossusvlei pero mejor. El piso blanco, como un piso de sal, rodeado del rojo de las dunas, con árboles completamente secos estirándose desesperados hacia el cielo, confundiéndolo con agua. Maravilloso.
Subir esa duna fue difícil en serio. A los 3 pasos los pies se nos derretían. Nunca me quemó tanto la arena los pies. De una corrida subí unos pasos más, y estirando un tanto el cuello a lo Dazo llegué a ver Dead Vley. Le dije a Duby que haga el esfuerzo, que valía la pena, aunque a mitad de camino empecé a decirle que era mentira, que no había nada. Confundido, decidió subir de todas formas, de espaldas a la duna, apoyando el culo para no quemarse. También intentamos tirarnos agua en los pies pero de nada sirvió. En 1 segundo se había evaporado. Por otra parte era como tirarse agua hirviendo en los pies. De locos. Estabamos en el medio del desierto, y todas las miradas terminaban indefectiblemente en más desierto. Emprendimos el camino de vuelta, pero no logramos encontrar los palos de metal del camino. De alguna forma llegamos al auto, con un desvío de unos cuantos cientos de metros.
De ahí volvimos a Sesriem, y fuimos a pagar el día. Por suerte no se dieron cuenta que la noche anterior dormimos ahí sin pagar. Costaba bastante caro. Todo lo que es de NWR (Namibia Wildlife Resorts) es bastante caro. Costaba 150 cada uno (15 dolares) por acampar. Terrible. Decidimos no pagar la primer noche, pero sí la segunda. Nos metimos en la pileta del lugar, y me tiré a dormir un rato ahí nomás. Mucho más cómodo que en la carpa.
Continuará…