Back To Namibia #18
Finalmente la chica tenía razón. Le pasamos cerca a varias vacas. A varios grupos de vacas. Manteníamos una concentración a lo Ratón Ayala, mirando con los 4 ojos hacia el horizonte, pegando un grito por cada mancha negra que veíamos para clavar los frenos.
Finalmente llegamos a Ganzhi. Un flaco caminaba en la oscuridad de las calles Ganzhianas vistiendo una camiseta de la selección Argentina. No podíamos cruzar la frontera porque cerraba a la tarde y no abría hasta la mañana siguiente. Empezamos a buscar alojamiento, y terminamos en un hotel que tenía camping. Muy raro. Un hotel bastante bueno, con pileta, restaurante, pero con sector camping. Salimos un toque a comprar unos chegusanes en una estación de servicio que daba miedo. Al lado de un camión gigante, 3 blancos con pinta de chetos charlaban (la puerta del camión abierta). No entendía cuál de los 3 era el camionero. ¡Si los 3 eran blancos y chetos!
Volvimos al hotel / camping, morfamos sentados en el asiento de adelante, disfrutando mucho de unos chegusanes chotos con una sprite divina, y nos pusimos a armar la carpa. Lo tomamos como una ceremonia, casi llorando. Era nuestra última noche durmiendo en el techo de la 4×4. Después de eso volveríamos a una vida convencional de comodidades y artistas muertos. Arrastramos nuestras almas fuera de la camioneta, trepamos al techo con energías arruinadas por la aventura que terminaba. Los 21 gramos de nuestras almas de golpe pesaban una tonelada. Extendimos la carpa, sacamos las bolsas de dormir de la 4×4, armamos todo, y nos metimos a dormir.
Muy temprano, cerca de las 6 am, me desperté. Duby ya no estaba. Salí de la 4×4 y me puse a desarmarla. Fui a hacer pis, y Duby todavía no había vuelto. Al rato llega, vaya uno a saber qué había ido a hacer. Terminamos de desarmar la carpa, nos tomamos un tecito con galletas, y salimos nuevamente a la ruta.
Habrán sido unos 200 Km hacia la frontera a Namibia. Estabamos deprimidos en serio. Todavía faltaban 3 días en Cape Town, pero se sentía como el final absoluto del viaje. Como el final absoluto de nuestras vidas. Como el final absoluto del universo. Nunca más seríamos felices. Las canciones que elegíamos eran decisivas: eran las últimas que escucharíamos en la 4×4. Rompimos finalmente el límite que nos habíamos establecido de 130 Km/h, y ahora no había límites. Ya no nos importaba nada. Hicimos un compilado de músicas del resto del viaje: shakira, calamaro, fabi cantilo soy tu fan número uno, dangerous de roxette, Radiohead, etc. Muchos temas más bien melanco para ir cerrando el viaje.
Llegamos a la frontera Botswana – Namibia. Yo tenía aún algún temor por no haber pagado la excursión al Chobe ni el camping. Me imaginaba en la frontera viendo mi foto de Buscado, y la policía aprisionándonos, llevándonos a una celda donde violarían a Duby quien sonreiría feliz. Nada de esto pasó. Cruzamos la frontera sin problemas, y 30 metros después, a las 10:15 AM, nos sentamos a almorzar. Necesitábamos satisfacer nuestra depresión-fin-de-viaje de alguna forma. Como no fumamos, nos sentamos a morfar. Unas hamburguesas con fritas, coca-cola, y salimos nuevamente a la ruta. Pasamos por el aeropuerto, y la ruta se hizo familiar.
Mientras sonaban estas canciones melanco, recordábamos la cita de la primer noche con nuestras dos negritas sidosas, las dunas rojas de sesriem-sosusvlei, das ist papier con andreas el alemán, ningún puto león en Etosha, el norte de Africa sin ninguna persona de más de 40 años por la calle, la ruta con carteles de “80Km/h cuidado elefantes” con elefantes dibujados debajo, la frontera a Zambia, las Vic Falls y nuestras novias las Suecas, la decadencia de Zimbabwe con su Maná Pools, su elefante que nos perseguía para matarnos, su country club abandonado en Kariba y su hippie macabro pero fachero (según Karen e Ilo), la ruta loca de Zimbabwe en la que dormimos y vimos nuestros contornos maquiavélicos y terroríficos a la luz de los rayos, las Vic Falls del lado de Zimbabwe, el cruce a Botswana, el Chobe y las belgas, el hipopótamo asesino, la mirada concentrada de Paul buscando leones, leopardos y búfalos… y nosotros, devastados por el final de un viaje; arruinados por 20 días de aventuras, con moretones que no sabíamos de dónde venían (no, del sida no), astillas clavadas, dedos inflamados por caer encima de chinas (todavía lo tengo hecho mierda), rodillas destruidas por el mismo incidente, razguños por sentarnos en la ventanilla y darle de lleno a un árbol de espinas. Mil y una aventuras que se terminaban para volver a Buenos Aires, sentarnos enfrente de una computadora y tratar de construir un mundo mejor simplificando las tareas de nuestros usuarios con aplicaciones informáticas. Qué depresión. Con este mail creo que Duby se suicida.
Llegamos finalmente al hostel, nuestro viejo y querido hostel de Windhoek. No le quedaba lugar, pero discutimos, que bla que blu… finalmente nos consiguió una carpa que tenía una cama (literalmente una cama) adentro, y se le podía meter una bolsa de dormir en el piso. Nos pusimos a limpiar la 4×4, a catalogar ropas en 1- inutilizables, 2- a prender fuego, 3- rescatables. Muchas ropas estaban manchadas con vino, otras húmedas desde el comienzo del viaje, otras simplemente sucias (muy sucias). La camioneta apestaba.
Sacamos todo, lo ordenamos, dejamos las cosas a secar, ordenamos las cosas alquiladas de camping, usamos un poco internet en la ciudad, Duby se compró una jirafa de madera gigante, y salimos a Namibia Car Hire, Asco, o Value Car Rental (el lugar donde alquilamos la 4×4 tenía 3 nombres: sospechosísimo) a devolver la camio.
Llegamos, y había cerrado. Cerraba a las 17 hs (yo me acordaba mal el horario). El segurata nos dijo que abrían a las 7 am. Nuestro vuelo salía a las 10 am, así que más o menos nos cerraba. Rezabamos porque el puto Robbie no encuentre todo lo que le habíamos hecho a la camioneta y que no estemos 3 horas discutiendo por los daños (sino perdíamos el avión).
Volvimos manejando, dejamos la 4×4 en el hostel, compramos algunos ingredientes, cocinamos, cenamos… uno creería que la última noche en Namibia fiesta, joda loca… pero nada. Dudamos todo el viaje si llamar a nuestras negritas sidosas al volver, y nos habíamos propuesto: si hay joda en el hostel, joda de cualquier tipo, al menos un diálogo con alguien, no las llamamos. Lo cierto es que no hubo joda, ni diálogo, ni nada.. y aún así no las llamamos. Estabamos muertos de cansancio, acostumbrados a levantarnos todos los días a las 6 am, llegadas las 22 horas no podíamos más.
A las 6:30 am salimos del hostel. Buscamos a la minita para pagarle pero no la encontramos. El segurata nos abrió el portón, sacamos la camioneta, y nos fuimos sin pagar. Que desastre. Llegamos al car rental, nos dijeron que dejemos la camioneta no sé dónde, esperamos un buen rato a que la vengan a chequear pero no venía nadie. Sentíamos que se nos iba el avión. Reclamamos, y finalmente un tipo en 5 minutos la vió, dijo que estaba todo bien, rompieron el coso de la tarjeta de crédito, y estabamos liberados.
Estos son los daños que temíamos nos cobren: plástico del paragolpes salido, parabrisas con una resquebrajadurita (no estamos seguros si ya estaba), aire acondicionado a veces encendía a veces no, garrafa con la que cocinábamos derretida (un incidente en lo de miranda cerca de Etosha), cierre de la carpa roto, unos cuantos rayones por meternos en cualquier lugar por la selva, una taza de té rota… no recuerdo nada más.
Pagamos el airport transfer, nos llevaron al aeropuerto, hicimos check in, y embarcamos Duby, su jirafa y yo al siguiente destino final del viaje: Cape Town.