Victoria Falls, Zimbabwe y Chobe, Botswana #16

Caminamos al centro a buscar galletitas. Nos paramos en la puerta del SPAR a esperar que abra. Una rubia hermosa esperaba lo mismo que nosotros, y nos pusimos a hablar. Al ratito nos dijo que el flaco que estaba sentado con cara de culo a 5 metros era el marido. Supusimos que se habían peleado y que la mina se estaba haciendo la loca hablando con nosotros. Ay pero qué loca!

No abría, no abría, así que volvimos al seven eleven del día anterior. Ahora ya tenía hasta luz! Algunos precios figuraban en la moneda de Zimbabwe, lo cual era un poco confuso porque supuestamente esa moneda no servía más. Compramos unas galletas, y empezamos a caminar hacia el hostel. En el camino se nos acerca un artesano con algunas jirafas no muy grandes de madera y nos las ofrece. Le decimos que no, y nos dice que le paguemos con ropa. Parecía un buen negocio. La ropa en Zimbabwe parecía ser carísima, y darle un producto argento de $15 a cambio de una jirafa cerraba por todas partes. De todas formas le dijimos que no, ya nos veíamos negociando un calzoncillo menos, un barniz más… paja.

En el hostel hicimos té, y nos conectamos a la internec. Tuvimos está conversación muy profunda por gtalk:

Duby: Puto! estamos en ZIMBABWE
Pablo: maraca

Comimos un arroz con porotos, y salimos a ver las Victoria Falls pero esta vez del lado de Zimbabwe.

En la puerta nos piden 20 dólares por persona. Puto país en crisis con precios primermundistas. Arrancamos con el chamuyo de prensa, blablablablabla, la mina llama a un supervisor o lo que sea y viene un pibe que estaba al lado de ella. Le explicamos todo de nuevo, y nos contestó con el típico: “Ok, it´s 20 dollars each”. Idas, vueltas, discusiones. Cuando creía que todo estaba perdido, el flaco nos dice que podemos pagar el precio para locales (como si fuesemos de Zimbabwe): 320 trillones de zimbabweans cada uno. Algo así como 2 dólares cada uno. Le dijimos que no teníamos zimbabweans, y terminó aceptando 4 dólares cada uno.
Ya adentro, empezamos a caminar y todo nos parecía una garompa. Nos sacamos una foto con Jeremías Springfield, descubridor de las Vic Falls. El camino estaba muy mal indicado, y volviendo a la puerta a las puteadas encontramos un cartel de MAIN FALLS. Ahí todo era más copado, más grande. Las ves de más lejos comparado con Zambia, pero se ve mejor el espectáculo (a la distancia). Como la diferencia entre ver IGuazú desde Brasil o desde ARgentina.
Le pedí a Duby que me recuerde este día del viaje porque mi memoria ya no da para tanto, pero hay algo que yo recuerdo y él no. Talvez lo estoy inventando. En este lugar nos cruzamos con los tanos y nos sacamos una foto en la que se ve una rama tapandonos todas las caras. ¿Eso fue acá Duby? Fuimos a ver el puente desde adentro del parque, y salimos.
En la puerta Duby le pidió a una gorda yanqui sacarse una foto con ella porque sí. Emprendimos caminata hacia el puente que separa Zambia de Zimbabwe; puente desde el cual la gente hace bunjee jumping. Un flaco empezó a insistir en que nos tiremos, en que le compremos, mientras caminaba a nuestro lado. Lo deliramos un toque, ya ni nos importaba que camine al lado nuestro tratando de vendernos y no comprarle nada. No nos daba culpa, tipo Dani Gabin. Yo le empecé a decir a Duby para cada “producto” que nos mostraba el flaco: “Uh, justo lo que estabas buscando!”, o : “Ah, a él le encantan esos llaveritos”.
El flaco finalmente se cansó de intentar vendernos, y se fue, no sin antes decirnos, cuando le preguntamos si había forma de que el bunjee jumping cueste menos (costaba 100 USD),: “Tírense sin soga y les va a salir gratis”. Agradable.
Llegamos al sector bunjee, al centro del puente, y se nos acercan varios grones a ofrecernos tirarnos, a ofrecernos artesanías. Nos negamos, pero pronto habíamos establecido una especie de amistad con estos flacos. Nos decían que la gente nunca se ponía a sociabilizar con ellos, y yo les decía que era lógico, si estaban intentando venderte continuamente hasta a la vieja. Se cagaban de risa y decían que no tiene nada que ver. Que intentaban vender pero eso no significa que no quieran hablar o hacer amistad igual. Eran copados. Uno de ellos no paraba de acomodarse el ganso continuamente. Yo le decía que pare de tocarse, maldito pervertido. Se cagaba de risa, y después dicen: “Black man are very strong”, y yo: “Qué tiene que ver que sean strong con que no paren de tocarse la chota?”. El: “We are very strong down here, we take 30 minutes to release”. Asqueroso. Puse mucha cara de asco y cambiamos de tema. Me empezaron a ofrecer putas. Yo me negaba, les decía que no les iba a comprar absolutamente nada, que solamente estaba ahí charlando con ellos. Me dijeron: “Pero son muy baratas, tienen hambre!!!”. Buena forma de ofrecerte una puta. Les digo: “No quiero una puta muerta de hambre!! Tampoco quiero una gordísima… no quiero putas”. Bueno, todo se desvirtuó un poco. Los grones tenían buena onda igual. Se cagaban de risa todo el tiempo. Parecía que nunca ningún turista se había parado a charlar con ellos. Nos dijeron que vayamos a no se qué zona a la noche a tomar unas cervezas, pero la verdad es que no daba.
Salimos del puente, y ya en el auto nos fuimos a buscar algún lugar para merendar. Imposible todo. La Lonely nos manda a un hotel no se qué. Cuando llegamos nos recibe un grone disfrazado de indio de película yanqui. Murieron con las botas puestas o una de esas. Todo carísimo. Chau.
Ya en el hostel, después de la siesta se armó la fiesta loca. Típicas yanquis y australianas bailando arriba de la mesa (ese es su concepto de descontrol). Después subidas algunas arriba de la barra bailando. Medio estúpidas, pero contribuía al ambiente descontrol del hostel (nosotros tampoco somos chinos). Por momentos sospechabamos que el grupo de australianas y yanquis que bailaban arriba de la mesa eran lesbianas, y los flacos amigos de ellas (del mismo grupo) eran gays (el chipi gay uno de ellos). Rodney peló (una guitarra) y empezaron a cantar los empleados del hostel como una gran familia feliz. Fue lindo. Un grone se nos puso a hablar. Al principio parecía agradable. Se parecía a algún actor que no me acuerdo quién bla. Después este grone me pidió una cerveza y lo sentí marroquí.

A la mañana una china nos preguntó si le cambiabamos 20 Namibian dólars por USD. Dijo que le demos 1 USD nomás, pero después pidió que le compremos una coca para compensar el otro dólar. China rata. Se morfó un desayuno en el hostel con scrambled eggs, jugo de naranja, de todo. Nosotros babeando con la ñata pegada al vidrio.

Yo internet, Duby pileta, comimos algo y nos fuimos.

Agarramos la ruta al CHOBE (los tanos lo pronunciaban SHOBE). Un grone quiere cruzar la frontera con nosotros en el auto, pero no se lo permitimos por temor a que lleve algo de contrabando en su valija. No fue fácil decirle que no, parecía cargar mucho peso, y mostrar desconfianza nunca me gusta. A veces prefiero que me secuestren, maten y roben antes que herir susceptibilidades con desconfianza.

Ya en migraciones, al grone le piden que escriba DIRECCION EN BOTSWANA, y escribe NAMIBIA. Un genio. Le dijeron que al menos ponga: “En tránsito a Namibia”.

Entramos a Botswana, viniendo de Zimbabwe, y ya se sentía todo diferente. Habíamos cruzado de México a USA. Eso sentíamos. Casas, rutas buenas, infraestructura turística, tenían hasta luz!, y una moneda a 7 contra el dolar (contra los trillones de Zimbabwe). Llegamos al camping en las afueras del Chobe (Parque Nacional). Empezamos a hacer check-in y conocemos a Tine (se pronuncia Tina, como Pere se pronuncia Pera) y a Kim, dos belgas copadas. Les dijimos que ibamos para el centro a hacer algunas compras al super, y las llevamos. Los 4 en la parte de adelante de la camioneta, muy apretados.

Estacionamos enfrente del super, intentamos sacar plata del cajero pero por alguna razón se nos complicó. Terminamos pagando con tarjeta de crédito el super. Hablando del super, no podíamos creer lo completo que estaba. Las góndolas llenas, vendían hasta agua mineral. Llevabamos una semana en Zimbabwe hirviendo agua, tomandola tibia porque no nos daba el tiempo de enfriarse, comiendo lo que nos quedaba de Zambia porque ningún supermercado tenía una garompa. Llegar a Botswana y ver un supermercado como los que tenemos en casa fue de locos. Agarramos un changuito y empezamos a tirar góndolas enteras adentro. Elegimos unas carnes, unas verduras, y volvimos al camping.

Duby y yo cocinamos para los 4. Si no fuese por la carne que estaba bastante duranga, creo que hubiera sido una de las mejores comidas del viaje. El sabor era bueno. La carne un poco cruda nomás. Después de comer nos sentamos al borde de la pileta a charlar con las chicas, a esperar que pase a buscarnos el transporte para llevarnos a la excursión marítima al Chobe. El flaco llegó, y estuvimos esperando a Duby un rato que no me acuerdo dónde estaba. En la combi ibamos las belgas, una pareja de españoles, y nosotros dos. Llegamos al barquito, donde habían unas 5 personas más, y partimos. Vimos varios animales, algunos elefantes bañandose, hipopótamos, cocodrilos, monos, pero ningún león. Con Duby decíamos en broma que no ibamos a pagar si no veíamos leones.

Buena onda con los españoles y las belgas. Ahí aprendimos que las de Iguazú son consideradas más grandes que las Victoria por el caudal de agua y la altura de la caída. Porque de ancho las Vic Falls tienen 1 Km y medio. Volvimos, y estuvimos cerca de una hora parados al lado de la combi esperando que llegue el conductor a llevarnos de vuelta al camping. Mientras nos sacamos muchas fotos en el atardecer botswano.

Ya en el camping, armamos la carpa, y nos pusimos a cocinar la carne del mediodía hecha una especie de guiso. Habíamos invitado a las belgas a tomar unas copas, pero se fue haciendo tarde y no venían. Nos dimos cuenta que estaban cenando en el restaurante del camping con los españoles las malditas. Ya nos habíamos bajado una botella de vino con Duby mientras las esperabamos, y empezó a pintar el cansancio. Me fui al baño, y al pasar junto a ellos, los saludé alegremente. Me invitaron a sentarme, y me dijeron que estaban buscando una solución a los problemas mundiales. Les dije que no, que estaba de camino al baño nomás, y les agradecí. Para mi me mintieron porque hasta ahora el mundo sigue con los mismos problemas.

Volví a nuestra carpa, y al rato llegan las belgas. Tomamos un poco más de calimocho, Tine y yo nos fumamos un porro (Kim y Duby no querían), y nos pusimos a enseñarles Un elefante se balanceaba sobre la tela de la araña en español.

Al día siguiente nos escapamos del Chobe sin pagar ni el camping ni la excursión. Robamos, literalmente, unos 40 dólares cada uno. Me sentí mal un buen trecho del viaje por esto, y lo cuento sin una pizca de orgullo.

Llegamos al Delta del Okavango, al hostel Old Bridge o algo así, manejado por un inglés. Buena onda al principio, nos sorprendió mucho que adivinó que eramos argentinos de toque. Contratamos la excursión para el día siguiente, tratando de sacarla más barato pero fue imposible. La única excursión cara del viaje, 100 dólares cada uno. Nos comimos una hamburguesa, buscamos un cable para la música que se nos había roto (estabamos sin música hace un tiempito, garrón)… todo esto en otro orden.

Conocimos a dos holandeses con pinta de nazis de la carpa de al lado que nos dieron miedo, aunque eran buena onda. Nos contaron un chiste malo acerca de holanda, como diciendo que es chico. Ya ibamos sintiendo que el viaje se terminaba, aunque todavía nos quedaban 2 ó 3 días en este áfrica menos explorada (Botswana y Namibia) y 3 días en Cape Town… pero se sentía que iba terminando. Veíamos hacia atrás lo vivido, arrebatado por un huracán endemoniado que se roba el tiempo de los viajes y vuelve un año después para darnos una pizca de viento que nos permita respirar al menos un año más. Malditos viajes, maldita buenos aires.

Por la mañana nos subimos al botecito que nos llevaría al Okavango, con nuestras bolsas de dormir, una carpa alquilada en el hostel, comida para los dos días, y unas pocas mudas de ropa. En el botecito a motor ibamos Duby, 2 suecas, el conductor, dos grones más y yo. Arranca el motor y avanza con velocidad para pasar por debajo de un puente. Cuando llega al puente, apaga el motor y lo levanta. Los 3 grones agarran unas cañas bastante gruesas, y empiezan a hacer fuerza en contra de la corriente para intentar pasar por debajo del puente. Parece que la corriente era muy fuerte, porque no lo lograron y al rato estabamos nuevamente junto al hostel. Hubo que volver a prender el motor, volver a tomar envión, volver a apagarlo al llegar al puente… bla.

Al cruzarlo se bajaron dos grones (su trabajo consistía simplemente o no tan simplemente en cruzar el puente ese) y seguimos viaje nosotros 5. Iba rápido el bote a motor ese. Se me voló la gorra y volvimos a buscarla. Seguimos avanzando muy rápidamente hasta sentir un golpe abajo, en el casco del bote. 50 metros más adelante detiene el bote, miramos hacia atrás, y vemos un hipopótamo. Lo habíamos pisado. Duby y yo nos sentimos muy mal por eso, y empezamos a pedirle perdón al hipopótamo “We are sorry!”. Las suecas nos dicen: “Ma qué sorry flaco!, Pobres de nosotros…”. Nos pareció muy insensible por parte de las suecas. Si al final el que había resultado pisado era el hipo. Al toque el conductor nos explicó que el hipopótamo había intentado volcar el bote para atacarnos. Que siempre los hipopótamos cuando escuchan un bote a motor, sacan la cabeza para que los veas y los esquives, pero que cuando no la sacan es porque buscan atacarte. Nos pareció un delirio, y al toque las suecas nos cuentan que la última semana estuvieron viviendo en la casa de una mina, en el pasado guía en esos ríos, a la que un hipo le había arrancado una pierna volcando el bote con la misma técnica que había empleado nuestro hipo hacía 20 segundos. Genial. A partir de ahí con los huevos en la garganta mirando a todos lados para advertir al guía de posibles ataques de hipopótamos.

Llegamos a un lugar donde había muchas canoas (makobos?), y muchos gringos subiendose a esas canoas para iniciar su recorrido por el okavango. Nos subimos a una como dos gringos más, y conocimos a nuestro guía Paul. Se paró en la parte de atrás del makobo, y cual góndola de venecia, nos iba llevando por los diminutos caminitos de agua del okavango, empujando el suelo de debajo del agua con un palo muy largo. En un momento le pareciò ver un hipopótamo y tuvo que esquivarlo acercandose más a las plantas. Con un bote a motor nos sentíamos más seguros, pero por otra parte había menos chances de que un hipo ataque a un botecito de mierda como ese. Pensabamos que les molestaba el motor, y que nunca atacarían una canoa inocente como la nuestra.

Llegamos al campamento después de una hora de avanzar por el medio de plantas que nos golpeaban en la cara en el makobo. Armamos las carpas, dormimos una siesta, nos metimos al agua con mucho cagazo de cocodrilos e hipopótamos, mirando constantemente a todos lados; volvimos al campamento, cocinamos, le convidamos los restos a Paul, y salimos a nuestra primer caminata por la selva vírgen africana.

Continuará.

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