Okavango Delta #17

Nos vestimos según lo indicado: jeans, zapatillas y remera. Demás está decir que hacía calor para esta vestimenta, pero era lo necesario para meternos en la selva y ahorrarnos unos cuantos razguñazos de plantas. Paul tuvo que pedirle a Duby que se cambie la remera. Le explicó que el color rojo no es conveniente porque si un león te empieza a correr, le va a resultar más fácil encontrarte con la mirada y perseguirte. Nos pusimos remeras oscuras los dos, y arrancamos la caminata.

A los pocos metros, Paul se detuvo, nos miró fijamente, y dijo que había llegado el momento de las instrucciones. Qué hacer para cada tipo de animal que nos podíamos encontrar en la selva. Si vemos un leopardo subido a un árbol, es importante nunca mirarlo a los ojos. Hay que bajar la mirada y seguir caminando. Son muy tímidos, y si ven que los mirás te atacan. Si vemos un búfalo, hay que buscar con la mirada el árbol más apropiado, esperar la señal de Paul, y correr a subirse al árbol. Para elefantes y cocodrilos es importante correr en zigzag. Tienen muy poco alcance de visión, y no te llegan a ver bien si corrés en zigzag. En este viaje aprendimos que el hombre es el más lento de todos los animales. Nos sorprendió enterarnos que un hipopótamo te puede alcanzar fácilmente por tierra. Lo mismo para los elefantes. El día anterior habíamos visto en el Chobe a dos elefantes correr, y posta son muy rápidos. Los hipos tienen un defecto, que impide que puedan girar rápidamente, así que lo más conveniente si te corre un hipo es quebrar bien con la cintura y que pasen de largo. Eso te hace ganar mucho tiempo para poder escaparte mientras el bicho gira. La instrucción más importante: si vemos un león, hay que quedarse parado y mirarlo fijamente a los ojos. Nunca te atacan si te miran a los ojos. Por eso atacan de noche. Muchas veces cuando atacan a animal, lo primero que hacen cuando ya está muerto es girarle la cabeza para no verle los ojos. Es como si tuviesen un cargo de conciencia por matar. También atacan de noche para no ver los ojos de la presa. La onda es mirarlos fijos, quedarnos parados, y esperar. El león se va a acercar 3 veces. Luego de cada vez, se va a alejar algunos metros, para luego volver. Hay que sostenerle la mirada, y cada vez que se aleja un poco, dar algunos pasos para atrás sin que se de cuenta.

Se imaginarán con lo que acabo de contar el miedo que teníamos. Unas pocas horas antes, un guía nos había dicho: “tienen que tener mucha suerte para ver leones”. “SUERTE???”, le preguntamos nosotros. Era un sentimiento curioso el de querer ver leones pero al mismo tiempo no querer verlos, claro. Paul caminaba adelante e iba determinando el camino. Tenía todos los sentidos alerta. Era muy impresionante. Una mirada de cazador forjada por siglos de generaciones africanas que te ponía los pelos de punta. Una concentración que solo vi en el jefe Afogutu. A lo lejos, alcanzó a divisar unas cebras. Nos indicó que lo sigamos, y empezó a rodear a las cebras de una forma muy extraña. Nos explicó que estaba intentando ir en contra del viento, para poder acercarnos más sin que nos huelan. Un auténtico cazador. Vimos algunas jirafas, pero ningún big 5. Me sorprendía la forma de avanzar de Paul. Veía a lo lejos jirafas y cebras, a la distancia mediana víboras colgando de árboles, y a pocos centímetros, telas de araña. En un momento escuchó un elefante y empezó a seguir su pista, pero no lo encontramos. Caminamos unas 2 ó 3 horas, y volvimos al campamento.

Cocinamos unos fideos, cenamos, y nos fuimos a dormir . No había mucho más para hacer. Ah, para cocinar, usabamos el fuego del campamento, pero nuestra cacerola de aluminio no se la bancaba y hubo que bañar todo el exterior de la cacerola con jabón líquido para que no se ponga negra. Era importante mantener el fuego prendido toda la noche para ahuyentar leones. Dormimos muy tranquilos, se imaginarán.

A las 5 de la mañana nos despierta Paul para la segunda caminata. Los animales salen a cazar de noche y teníamos la esperanza de ver a algún león aún con sangre fresca en la boca por algún puto bambi o su mamá. Nos vestimos con jeans, zapatillas y remera, como si estuviesemos yendo a bailar, y emprendimos la caminata con el sol saliente de fondo. Una hora de caminata, algunas cebras más, algunas jirafas, y estiercol reciente de búfalo. Paul repitió las indicaciones respecto a búfalos, y agregó que los más peligrosos son los machos, porque andan solos y atacan apenas te ven, y podrían estar escondidos antes de atacarnos. Era importante usar todos nuestros sentidos, dijo, y empezó a enumerarlos inventando algunos porque no parecía estar seguro de cuales eran. Ibamos muy nerviosos, mitad ansiosos, mitad cagados, siguiendo el estiercol de una manada de búfalos. Llegamos a una especie de lago donde vimos restos de un búfalo: los huesos de la rodilla, la cabeza, los cuernos… a la rodilla todavía le funcionaba el mecanismo de articulación. Era muy loco. Dios es un groso, las cosas que inventa. Es mejor que Sony. Nos sacamos fotos con la cabeza del búfalo, con la dentadura del búfalo, etc. Después encontramos restos de un hipopòtamo. Seguimos viendo jirafas y cebras, algún que otro bicho menos importante, y volvimos al campamento. Allí nos encontramos con otro grupo que estaba acampando. Nos sentamos a charlar con la guía italiana del grupo, que vivía en australia. Nos contaba que su trabajo era juntar grupos de gente para la empresa para la que trabajaba, y salir de viaje por muchos lugares del mundo en plan turismo aventura. Un muy buen trabajo para almas desarraigadas como la mía. Pero será como todo: al poco tiempo querés matar a tus turistas, y te dan ganas de estar tranquilo vos solo en tu casa sin que nadie te rompa las tarlipes, no?

Desarmamos las carpas, y nos volvimos a subir al makoro, mokoro, no me acuerdo cómo garompa se llama. Teníamos una hora hasta el punto de encuentro con el bote a motor que nos llevaría nuevamente al hostel del inglés. A los 20 minutos se largó a llover torrencialmente. Nos dimos cuenta de nuestra suerte hasta aquel momento. TODOS los días en Africa había llovido, siempre por menos de una hora, pero nunca nos había agarrado en situaciones molestas. Siempre estabamos en el auto, o bajo techo en un hostel. La lluvia era muy oportuna. Nos dimos cuenta de nuestra suerte porque justo en aquel momento no la tuvimos. Se largó en pleno delta del okavango, con hipopotamos sueltos, todas nuestras ropas y bolsas de dormir ahí arriba. No había mucho que hacer, así que seguimos avanzando mientras cantabamos 4 ebrios se lo llevan al rockero… otra vez ha fracasado el funeral…

Llegamos al punto de encuentro, y el puto bote a motor no llegaba. Ya no podíamos empaparnos más, pero teníamos frío. Paul propuso ir a su aldea a esperarlo ahí. Nos subimos de vuelta al mokoro, y por otros 20 minutos avanzó hacia su aldea. Bajamos todas las cosas, y nos sentamos a esperar el bote a motor (la aldea de Paul era camino al punto de encuentro). En el mismo lugar esperaban padre e hijo. Les preguntamos de dónde eran y dijeron Polonia. Lo raro es que hablaban en inglés entre ellos. Algo no nos cerraba. Finalmente llegó el bote a motor, le dimos una propina a Paul, le agradecimos, y subimos.

Nos recibieron con un paquete enviado por el hostel de coca colas. Abrimos unas papas fritas, e hicimos una merienda espectacular sobre el bote. Nos pusimos a hablar con los polacos, y resultaron ser ingleses de ascendencia polaca. No querían decir que eran ingleses en un país tanto tiempo colonizado por inglaterra y con tanto odio aún hacia inglaterra. El padre trabajaba para la Organización Mundial de la Salud, y lo estaban trasladando de Harare a la capital del Congo Belga. Habían decidido con el hijo hacer ese viaje en auto, pasando por Zimbabwe, Zambia, Botswana, Namibia… muy parecido a nuestro viaje pero sumando el Congo Belga. Estaban locos. Pero bueno, desde su punto de vista, viviendo en Harare hace bastantes años, supongo que ves el Congo desde otra perspectiva.

Llegamos al hostel, pagamos todo, hicimos check out, nos bañamos, subimos a la camioneta, y cerca de las 18 horas salimos para Namibia. Teníamos un largo viaje por delante, pero no nos quedaba tiempo para dormir una noche más en el Okavango.

Duby, ¿me recordarías más o menos cómo sigue esto?, ¿cómo se llama el lugar donde dormimos?, ¿eso era Botswana todavía no?

Abrazzi per tutti.

Similar Posts

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *