Tarea 11: Sallinger – Franny & Zooey: Punto de Vista alternativo
En el instante en el que Franny desapareció de su vista, la señora Glass comenzó a ordenar y golpear suavemente los almohadones del sillón. Quería mantenerse ocupada por dos razones completamente opuestas: dejar de pensar constantemente en qué estarían hablando sus hijos por teléfono, y no sentirse atraída a levantar suavemente el teléfono de la cocina y escuchar la conversación. Por supuesto, no era una idiota como su hijo Zooey la llamaba. Había reconocido perfectamente su voz, y en un desesperado intento de ayudar a Franny, le había permitido continuar con el plan de rescate.
Terminados de acomodar los almohadones, encendió un cigarrillo, y permaneció un momento mirando los elementos de la sala de estar. Se preguntó cómo había llegado hasta esa situación, qué podría haber hecho para que el presente sea diferente. Generalmente, ahogaba tales pensamientos con tareas caseras sin sentido, o con insistentes preguntas a sus hijos. Pero el tener una hija en una situación tan desesperante – que le traía recuerdos no muy gratos -, la obligaba a pensar en el pasado, detectar sus errores, e intentar no repetirlos en el presente. Exhaló una bocanada de aire con humo, tratando de alejar de su organismo la posibilidad de haber cometido algún error en la educación de sus hijos. Nada de lo ocurrido había sido su responsabilidad, siempre los había criado con amor, pero aún así, quería detectar cuáles habían sido los sucesos que habían desencadenado tantos problemas.
Recordó cómo habían adquirido el departamento de Manhattan. Les había trabajado durante mucho tiempo para juntar el dinero, y, ayudados por un crédito, lo habían conseguido. Ahora debía mover todos los muebles del living para los pintores, tal como lo habían hecho casi 40 años antes. Seymour nació en un hogar en el que se le inculcó – talvez en demasía – el amor por el conocimiento. Desarrolló un hambre voraz por la lectura, y comenzó a hacerse planteos en absoluto sanos. De más grande, Bessie creía que los argumentos de Seymour para estar deprimido eran absolutamente válidos, pero no podía sentirse deprimida por más que esté de acuerdo. No encontraba palabras para rebatir los argumentos de su hijo, y lo mismo le ocurría ahora con Franny. Siempre se había manejado de una manera más simple: si se sentía deprimida, hacía algo que le guste, y se terminaba el asunto inmediatamente. Pero ninguno de sus hijos parecía tener esa capacidad, esa talento tan propio de Bessie de olvidarse tan fácilmente de los problemas. Curiosamente, perdió aquel talento con el suicidio de Seymour. Heredó el no poder olvidar, el plantearse constantemente problemas y no dejarlos de lado hasta encontrarles una solución racional.
Con la esperanza de que Zooey haya logrado, haciéndose pasar por Buddy, transmitirle cierta voluntad de vivir a su hija, subió las escaleras hacia su cuarto, y mientras pasaba por el escritorio de Seymour y Buddy se cruzó con Zooey, quien salía de dentro. Le preguntó cómo había resultado todo, y Zooey, como siempre, le respondió en forma irónica y agresiva. Bessie se quedó parada viéndolo bajar las escaleras. Lo escuchó cerrar la puerta detrás suyo. Franny salió del cuarto de sus padres, y concentrada en sus pensamientos, sin ver a Bessie, entró en su cuarto. Bessie se asomó por la puerta y la vio recostada, mirando el techo. Entristecida, al ver que los planes de su hijo habían fracasado, se dirigió a la cocina a buscar un poco de sopa de pollo para ofrecerle a la hija.