Tarea 01: Observación: Gimnasio

Un mediodía de calor, realizo mis ejercicios rehabilitadores de rodilla en un gimnasio en el barrio de Nuñez.

En un patio al fondo del gimnasio, conversan 3 generaciones de mujeres, dueñas del gimnasio: la más pequeña tendrá unos 10 años, la del medio, madre de la anterior, unos 30 años, y la abuela unos 60 años. Evidentemente, la del medio tuvo a la hija muy joven.

La niña se levanta, camina pasando junto a mí, y se detiene frente al mostrador del gimnasio. Poco tiempo después, se le une la madre, y comienza a increparla por haber movido algo del mostrador.

MADRE: ¡¿Por qué tocás si no sabés?! Podrida me tenés, no te aguanto más, ¿todo tenés que tocar?

HIJA (con tono de víctima): ¿Y yo qué sabía que no lo podía tocar?

MADRE: ¡No es difícil!, ¡si no sabés qué es, no lo tocás!, ¿tan difícil es entender eso?

Siendo el único cliente de este gimnasio tan barrial – y familiar -, decido pretender que no está pasando nada y pongo mi mejor cara de “no está pasando nada”. Para acompañar esta cara, me planteo mirar con mucho interés una heladera, como si fuese un cuadro de Van Gogh. Algo en la situación también llama la atención de la ABUELA, quien después de mirarme por cortos segundos opina.

ABUELA: Chicas, por favor, vayan a discutir afuera al menos.

Siento, luego de este comentario, que me señala con la mirada. Para hacerme aún más el desentendido, intensifico mi mirada. Claramente la heladera es parte de la obra cumbre de Van Gogh.

Madre e hija no escuchan a la abuela y prosiguen con la encarnizada discusión.

MADRE: ¡4 horas estuve acomodando eso para que llegues y lo desarmes! ¡Me tenés las pelotas por el piso!

HIJA: Pero yo no sabía…

MADRE (la imita): Yo no sabía… yo no sabía… ¡si no sabés no toqués!

MADRE e HIJA se dirigen a la puerta de salida.

HIJA: ¿Ahora tenemos que buscar mis patines?

MADRE: No, ya los puse yo en tu mochila, si vos no te acordás ni en pedo.

HIJA: ¿Ya los pusiste…?

MADRE: ¡Ya te dije que sí!, ¡yo no miento Sofía!, ¡yo no miento!

HIJA: Pero…

MADRE: ¡YO NO MIENTO!

Mientras la puerta se cierra, la ABUELA intercede.

ABUELA (a la nieta): ¡Chau mi amor, te amo, TE AMO, je t’ aime, I love you, Io ti amo! Mirá cuánto te amo que en todos los idiomas te lo digo.

La puerta se cierra, dejando tan solo a la ABUELA y a mí. Durante toda la discusión proseguí con el mismo ejercicio para no importunar, y ahora tengo dos calambres y cuatro desgarros. La abuela, tras unos pocos segundos, me mira y acota: “¿estás mejor de las rodillas Pabli?”.

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