En vísperas del año nuevo #6
Volvimos entonces de Playa Blanca. Ya en lo de Hans, le preguntamos si había lugar, y nos dijo que no. El trato había sido que nosotros el 29 a la mañana lo llamabamos desde el celular de Gilbert, para hacer una reserva, pero habíamos vuelto el 28 para tratar de llegar a las Islas del Rosario al día siguiente, y Hans no tenía lugar. Nos recomendaron algunos hostels. Primero fuimos al Holiday, donde había lugar, pero de todas formas decidimos seguir buscando a ver si encontrabamos alguno más copado. Ninguno nos gustó más que el Holiday, así que trasladamos nuestras mochilas para ahí.
Aún nos quedaba el tema del dinero que habiamos dejado en la caja de seguridad de Hans. Fue curioso, porque justo cuando entramos al hostel a buscar nuestras mochilas, Hans nos vió entrar y se fue. Pintaba como que el chabón se había comprado un jet ski con nuestra guita, se había mandado a mudar a Panamá, se tomó un avión desde allá para Irak, en donde un triciclo lo llevó a la frontera y le robaron la mochila de mano. Bueh, la minita de la recepción nos dijo que ella no tenía acceso a la caja de seguridad, y que sólo Hans, que a esta altura estaba en Irak sin mochila de mano, tenía acceso, que volvamos en una hora a ver si había vuelto.
No entendíamos cómo un viaje a Irak podía demorar tan poco, si acababamos de verlo ahí, pero confiamos en esta señora. Yo me debo haber entrado a bañar, o algo, porque recuerdo que Zetu volvió a buscar nuestra guita, que ya estaba ahí, disponible. Todo bien, no faltaba nada. Resulta que Hans al final no había hecho ese viaje en Jet Ski + Avión + Irak + Robo de Mochila de Mano y se había limitado a ir al bar de la esquina a comprar 100 gramos de margarina. Entendimos mal, habremos confundido margarina con Irak o algo.
Ya con nuestra plata, la noche era nuestra. Estabamos a 28 de Diciembre. Me fui al carajo, acá ya estoy en la noche y no conté nada de lo que hicimos en el día.
De todas formas los días en Cartagena son un tanto confusos, porque fueron varios, como 4, y se me mezcla qué hicimos cada día, pero más o menos fue así:
Zetu se hizo amigo de uno que se puso un bar en la playa, yo levanté el brazo porque tomo Coca Light.
Probablemente caminamos por la Ciudad Vieja. Por la hora en la que llegamos no daba para ir a la Playa de Boca Grande (ahí cerca). Creo que almorzamos en Coroncoro, un restaurante muy recomendable enfrente de Casa Viena. Comés por 4000 (menos de 2 dólares) un plato de comida corriente (arroz, platano frito, frijoles, ensalada y pollo/pescado/carne). Muy bueno. Zetu se pedía con pescado con pocas escamas. Probablemente despues nos fuimos a caminar por la Ciudad Vieja.
Bueno, volvimos al hostel y nos acostamos a leer en nuestras camas, con la puerta abierta para que corra un poco el aire (hacía calor) y la luz prendida porque sino como mierda quieren que leamos!. Nos quedamos dormidos, y al otro día amanecimos con la luz apagada y la puerta cerrada. Sigue siendo un misterio quién la cerró. Sospechamos que fue Hans, el cara de naipe de Casa Viena.
Ah, bueno, no. La noche anterior no cenamos en Coroncoro; más bien cocinamos, algo muy copado: arroz, tomate, choclo, queso, huevo y un par de ingredientes más… quedó muy rico. Llenamos dos ensaladeras, y las sobras se las dimos a Roberto, el que atendía el Hotel Holiday durante la noche. Era muy seco el tipo, pero le fuimos ganando la confianza 2 a 0.
Apenas llegamos al Holiday, conocimos a Fernando y Lucas, dos argentos de Martinez o de por ahí. Estaban recorriendo América. Creo que habían arrancado en Colombia, e iban a recorrer todo centroamérica, y luego México y Cuba. Copado viaje se llevaban entre manos. Tenían buena onda. Fernando era como el cancherito del grupo, Lucas más tranquilo, pero buenos pibes. Nos contaron que las colombianas eran muy trolas, y que por eso se iban a quedar la mayor parte del tiempo de su viaje en Colombia. Nos dijeron que el 90% de las colombianas eran putas. Obvio, exagerado, pero en la costa uno entiende lo que quisieron decir: uno no ve grupos de minas solas que salgan, ni en la playa, ni en boliches, ni en bares. En serio, es muy curioso. Uno nunca sabe si acercarse a hablarles, porque siempre están rodeadas de flacos. Resulta que las minas que salen entre ellas, sin flacos, son putas. Así nomás. Pero bueh, parece que estos flacos, según ellos, se levantaban putas dejandoles muy en claro que no les iban a pagar. Esto les generó un incidente con una en el Hotel Holiday, que se fue a los gritos exigiendo que le paguen, cuando ellos le habían aclarado que no iban a pagar nada.
Entonces, al día siguiente nos levantamos tardisimo. Se nota que veníamos muy cansados. Dormir en carpa, más todo el sol que tomamos, sumado al cansancio de la playa, etc. Y bueh, ahora sí, almorzamos en el Coroncoro. El almuerzo aparte de esa comida, traía Agua de Canela, algo horrible… así que pedimos una bebida más tradicional para acompañar nuestra comida. Volvimos a la ciudad vieja. Otra vez se nos había hecho tarde para conocer Boca Grande, así que caminamos, contemplamos la posibilidad de comprarnos unos sombreros para la noche de año nuevo. Entramos en una librería-café, en donde podés agarrar cualquier libro y ponerte a leer, mientras que consumas. Zetu estuvo hojeando un libro de Vinos for Dummies, y yo uno de Paul Auster: Leviatán. Me enganché con el libro, lo cual era obvio que me iba a pasar, y me lo compré. Resultó ser muy bueno. Leímos, tomamos unos licuados buenisimos con aire acondicionado. Fue una pausa genial.
Al rato, por la puerta de la libería, entró un ángel, con un vestido de flores. Flotó por el aire hasta el mostrador, rió junto a la oscura camarera, y salió por una ventana. Murió en el acto.
En realidad nuestro objetivo aquel día era el de recorrer toda la muralla caminando. Yo no me sentía muy bien. Estaba muy cansado. Empezamos a recorrer y ahí encontramos la pausa en la librería esta. Luego seguimos recorriendo, y salimos en un lugar horrible. Digamos que era el 11 de Cartagena, pero sin nada familiar, perdidos, y con miedo de que nos roben la cámara de fotos y la virginidad anal, lo cual no es poco. Preguntamos para dónde era el barrio de Getsemaní, y nos señalaron un callejón oscuro, cubierto por grises nubes, truenos y relámpagos batman. Empezamos a caminar por el callejón, y un negro gigante sale de atrás de un camión repartidor de gaseosas. Nos pide plata, lo esquivamos, continúa pidiendo. Dice que por lo menos le demos algo, que consideremos que no está robando sino pidiendo, etc. Era gigante, y era la típica situación en la que te sigue hasta el fin del mundo y cuando ve la oportunidad te rompe el tujes. Bueh, lo esquivamos y nos fuimos del callejón. Volvimos al punto de partida. Le preguntamos a otro milico cómo llegar, y nos indicó dos caminos. ¿Cuál es el más seguro?, le preguntamos. Sentíamos que estabamos a años luz del hostel, en esta especie de mundo paralelo, de Barrio de Once desconocido. Uno de los caminos era el del negro gigante sidoso rompedor de ortos, y el otro era caminando por una avenida pero que no sabíamos cómo iba a seguir luego. Rezamos para que nos responda que el más seguro era el de la avenida, porque si ese era el más inseguro, estabamos muertos. Tuvimos suerte.
Emprendimos nuestra caminata por la avenida, en el atardecer cartagenero. Caminamos una cuadra, y nos dimos cuenta que si doblabamos una cuadra a la izquierda, estabamos en nuestro hostel. No lo podíamos creer, literalmente. Que el mundo paralelo del Once, que el mundo paralelo del violador de niños de culos virgenes esté tan cerca de nuestro seguro, cómodo, caluroso y reconfortante hogar colombiano. Y bueh, nos sentímos mitad estúpidos, mitad felices. O más bien un 73% felices y el resto estúpidos.
Esta noche teníamos la despedida de Melissa que se volvía a Estados Unidos. Hicimos unas compras, unos panes, unos quesos: sandwiches de queso. Comimos, nos bañamos, nos emprolijamos. Otra vez calimocho. Acá no se toma vino, y siempre se nos complica conseguir destapa corchos. Es prácticamente imposible. El primer San Valentín tuvimos que meter el corcho adentro, y con este, el segundo, nos prestó una cortaplumas Lucas, el argento. Estoy contando todo mal, todo mezclado.
La noche de la despedida de Melissa (viernes 29), se nos hizo tarde, no recuerdo por qué. Habíamos quedado a las 23 hs. en la puerta de Mister Babilla. Llamamos a Katherine a las 22:45 hs para decirle que todavía no habíamos cenado y que llegaríamos tarde, a las 12. Buscamos lugares para comer, pero era todo o caro, o estaba cerrado. Terminamos encontrando un lugar caro, abierto. Tuvimos que resignar una de las dos. Unas pastas, con unos cubas libres, y listos estabamos. Nada de todo lo que dije del calimocho: eso no se cuando fueee!!!
Llegamos al boliche como a la 1 de la mañana. La entrada era cara, cerca de 20.000 (10 dólares) por persona. De todas formas el patova no dejaba entrar a Zetu porque tenía unos jeans que no llegaban a ser pantalones cortos, pero tampoco largos, eran como intermedios. Tuvimos que volver al hostel, a que se ponga pantalones largos, y de nuevo al boliche. Ya eran como las 2. La joda en Cartagena termina temprano, tipo 3 o 4, y despues ya hay que ir a Afters. El argento, Fernando, nos dijo que los afters son todos de putas, así que no sabíamos que onda. Pero entramos de todas formas, sabiendo que terminaba a las 4. Buscamos a las chicas, recorrimos todo el boliche, y nada. No estaban. No nos importó mucho de todas formas. Supusimos que no habían dejado entrar a alguna por tener 20 años (pedían severamente documentos en la puerta). Tomamos bastante, y sucumbimos a la noche cartagenense. La entrada ya era una fiesta: 6 chicas tremendas vestidas de papá noel.
Uy, estoy contando cualquier cosa. Me olvidé de la noche con los argentos en la que fuimos a ver al cantante choto de vallenata.
Bueno, la noche anterior a la despedida de Melissa en la que no los encontramos, salimos con Lucas y Fer (los argentos el hostel). Ellos llevaban ya unos días en Cartagena y parecían conocer mejor cuál era la posta. Fuimos primero a un boliche que estrenaba ese día. Por fin veíamos lo que la noche colombiana podía ofrecer. Un despliegue por demás interesante de pura noche. Lindas chicas, buena onda, luna casi llena. Estabamos contentos de ver que no nos habíamos equivocado en la elección del lugar para pasar el año nuevo. Preguntamos el precio de la entrada en el boliche este que inauguraba. 30.000 (15 dólares). Too much. En realidad lo podíamos pagar, pero parecía muy cheto. Todos muy producidos, minitas muy caretas… no se, no nos convenció, pero dejamos abierta la posibilidad de ir ahí en año nuevo. Fuimos a otro boliche, los 4. En la puerta, nos dijeron que iba a haber un recital de Vallenata. Copado, un rato de recital, despues a bailar rica salsa y merengue. Así que entramos. Ja. Qué desilusión más espectacular; qué desperdicio de noche. Será un lugar del tamaño de Crónico, el bar, pero cerrado, sin ventanas. Al lado de la entrada, estaba en escenario. Enfrente del escenario la barra. Desde la barra, a nuestra derecha, una mesa muy larga con la familia del cantante: padres, hermanos, tías gordas. En el centro, flacos colombianos tomando shots de ron. Acá se compra la botella en boliches o bares y vas chupando así, ron o agua ardiente. Bueno, nadie parado, un desastre. No era un boliche, definitivamente. Llegó la hora del show, y se cortó la luz. Esperamos media hora, sin música de ningún tipo, sin recital. Cuando nos estabamos por ir, arrancó el show. El cantante agradeció a su familia que estaba ahí, y se puso a cantar. Se formó una ronda alrededor suyo de gente aplaudiendo; patético. Además la cara del flaco no se podía creer. Tengo una foto… una cara de salame… como pocas.
Nos fuimos al hostel a dormir.
Ahora sí, “la despedida de Melissa”. Decía que no las encontramos, pero la noche estaba a pleno. Apenas entramos, las chicas vestidas de papá noel, con vestiditos cortitos, gorrito, divinas. Ibas adentrándote, y la gente parada arriba de las mesas y sillas bailando. Muy buena onda. Chupamos unos cuba libres, recorrimos el lugar, la pasamos bien, fue un primer acercamiento a la noche colombiana. Era un lindo quilombo. No llegamos a contagiarnos tanto del quilombo, yo creo que porque entramos tarde. Es curioso esto de las mujeres que no salen solas. Esto es así, y no hay excepción a esta regla. No se veían grupos de minas, ni 2, ni 3, ni 4, ni 10. Siempre con flacos. De acá nos fuimos al hostel a dormir.
Creo que la noche siguiente es la que nos quedamos dormidos. Durante el día, almorzamos en Coroncoro, y le dije a Zetu que me estaba doliendo la garganta.
La vacuna de la fiebre amarilla presuntamente me había bajado las defensas, lo cual me había generado las anginas. Estuve tomando amoxidal duo hasta el primer martes del viaje. El problema es que aparte de tomar amoxidal duo, el jueves en el desni con los chicos tomé un poco de calimocho, el viernes fue la fiesta de fin de año de iplan y me tomé cerca de 3783 fernets, despues ya en el viaje Germán (dueño de Platypus Bogotá) nos invitó con varias cervezas, tomamos ron para navidad, y una cerveza al día siguiente. En resumen: no me cuidé y el dolor de garganta era la consecuencia.
Fuimos a internet y llamé a AXXA, el seguro médico de American Express que contraté por insistencia de mi vieja. Llamé por Skype a un número en Buenos. Me dijeron si tenía un teléfono donde podían ubicarme y les di el celular de Zetu. Me dijeron que me llamaban con la data de a qué centro médico ir. Así que nos fuimos a la Ciudad Vieja a leer un rato. Nos sentamos en una plaza muy copada. Yo estaba seguro que tenía anginas, que no se me habían curado, pero bueh, necesitaba ver a un médico a ver si seguía con los mismos antibióticos o si me los cambiaban. Esperamos cerca de una hora y no recibimos ningún llamado de AXXA. Leímos muy cómodamente ahí en esa plaza, a la sombra de unos árboles, con una fuente enfrente. Muy linda plaza.
Volvimos a internet a llamar nuevamente a AXXA. Me dijeron que no sabían si estaba en Cartagena España o Cartagena Colombia. Qué pelotudos. Así que no habían averiguado nada, y no se pudieron comunicar con el celu de Zetu. Pedimos por msn a alguien que pruebe de llamarnos y era cierto: no se podían comunicar. Me dijeron de AXXA si tenía otro teléfono donde puedan ubicarme. Eso significaba volver al hostel a averiguar el teléfono, volver a internet a pasarselo a AXXA y estar esperando hasta que llamen en el hostel. Un quilombo. Cuando la mina con la que hablaba vió el bardo que era todo, me dijo que la otra es que vaya al médico y ellos despues me reintegran todo: taxis, llamadas telefónicas, médico, antibióticos. Groso, hubieramos empezado por ahí. Así que volvimos al hostel a buscar plata, y preguntamos ahí qué hospital nos recomenaban. Nos dijeron que en Boca Grande estaban los mejores, pero que el no se que de Cartagena tambien era muy bueno. Así que nos tomamos un taxi a ese.
Entramos a la clínica. “Tengo anginas”, le dije. La recepcionista de la clínica era divina. Le pregunté si podía pagar con tarjeta y me dijo que no; en dólares tampoco. Me dijo que me iba a hacer el favor de que un médico me atienda gratis. La verdad, la gente acá es increible. La mina más copada imposible. Me dijo que cuando venga a Buenos Aires la tratemos así. En serio, creo que la gente de acá es de la más amable del mundo. Compiten con los portugueses y los españoles creo. Me senté a esperar a que el médico me atienda gratis. Nosotros teníamos pesos colombianos, y lo cierto es que AXXA despues me iba a devolver la guita, pero no se… la mina lo ofreció y dijimos que sí. Nos sentamos. Al lado mio se sentaba una pareja. La recepcionista que me había atendido le grita a una negra: “oye negra, sabes donde está el termómetro?”. Escuchar esto en una clínica era por demás gracioso. La mina se fue y vuelve al rato con un termómetro. El hombre de la pareja se para, y levanta los dos brazos, como para que la mina le ponga el termómetro. La mina lo mira y le dice: “pongaselo usted, ya está grandecito”. El tipo no se sabía poner el termómetro, así que la mina lo ayudó, y al final lo felicitó con un “muy bien!”. Me hizo pasar. Caminé por los pasillos de la clínica, y me atendió un médico muy joven. Primero hablaba con la recepcionista a los pedos, y yo no entendía nada de lo que decía. Cagué, pensé. Al rato me atendió y buena onda, hablaba más tranqui. Le conté lo de las anginas, lo del amoxidal duo, etc. Me revisó, y efectivamente: anginas (se dice en plural??). Me recetó Zitromax, otro tipo de antibióticos. Mi problema ahora, mi dilema moral y ético, era qué hacer con el tema alcohol en año nuevo. Le pregunté al médico si podía chupar, y me dijo que no me iba a pasar nada, pero que el alcohol corta el efecto del antibiótico, y le da oportunidad al cuerpo de generar defensas contra este antibiótico particular. Estamos en problemas. 8000 Kilometros recorridos para no chupar en Cartagena en año nuevo? estamos todos locos?. Y bueh, chuparé y despues veré, pensé.
Salimos de la clínica, con grandes agradecimientos a la recepcionista; una verdadera masa la mina. Nos tomamos un taxi a Boca Grande. Estuvimos caminando, y excluyendo la parte de la playa, las calles parecen Punta del Este. Mucho más cheto que el resto de Cartagena. Ya en la playa no es tan cheto. Nos comimos unos wafles con chocolate y helado, riquísimos. Se nos acercó un gordito con la camiseta del Barcelona puesta y aparatos fijos, preguntando si eramos argentinos, que él había estado en Argentina. Un personaje el gordito, hablaba mientras se comía su helado gigante. Zetu se fue a hablar por celular y me quedé charlando con el pendejo.
Despues fuimos un ratito a internet, yo necesitaba llamar a AXXA para confirmar lo que había pasado, etc. Zetu se quedó un rato más en internet y yo me fui a una farmacia. Averigué precios, y volvimos despues con Zetu. Nos dejaron pagar en dólares y nos hicieron una factura tambien en dólares para que en AXXA no me caguen con el cambio. Nos bardeabamos entre nosotros enfrente de los de la farmacia “tienen algun remedio para el sida de mi amigo?”, y cosas por el estilo, típicas. Se cagaban de risa. Creo que encontramos un país donde festejan nuestro humor idiota. O más bien mi humor idiota, y nuestro humor enfermo. En la clínica la mina me preguntó si no tenía segundo nombre, y le dije que me lo olvidé en Buenos Aires, y le agarró un ataque de risa, exagerada. Me tomé el primer remedio, y nos fuimos para la playa. Ya era tarde, se estaba poniendo el sol, pero vimos que Boca Grande prometía, para el día siguiente. Linda playa, buena onda. Caminamos por ahí, dimos unas vueltas. En un momento percibimos que nos estaba siguiendo un flaquito. A lo mejor buscando un momento de distracción para robarnos la mochila. En ese momento la policía lo llama y se quedan hablando con él; parecía que se habían dado cuenta de sus intenciones, porque a lo lejos como que veíamos que le preguntaban cosas o lo bardeaban.
De vuelta en el hostel, esa noche habrá sido alguna de las que ya conté antes, o la “despedida de melissa”, o “la última cena” o la noche que nos quedamos dormidos y no salimos.
Continuará…