Morro de Sao Paulo (5)
Ok, creo que no voy a escribir mails hasta dentro de una semana porque
nos adentramos al amazonas, así que voy a tratar de generar Stock de
palabras en sus casillas de mails para cuando estén aburridos.
Palabra uno palabra dos palabra tres palabra cuatro
Caminamos hacia el barquito para el morro Romain, Lucila, Mati, el Primo y Yo.
Compramos el pasaje, y subimos al barco. Nos habían anunciado que se
iba a mover mucho, y la lonely recomendaba no desayunar muy fuerte.
Habíamos desayunado normal y nos guardamos unos sandwiches para cuando
lleguemos al morro.
En centroamerica había tenido una experiencia de mareo por un barco
terrible que iba a Ometepe terrible, así que decidí viajar concentrado
todo el viaje, mirando hacia adelante. Venía bien. Algunos de los
chicos durmiendo, y yo ahí adelante como Colón en el Carajo observando
las profundidades del horizonte y del transparente mar. Mis
coordenadas X e Y. En esto estaba cuando comenzó a llover. Truman se
ató al barco y se reía de Dios. La lluvia azotaba al barco cual romano
a jesús. Todos nos metimos adentro, salvo dos chicas presuntamente
argentinas que luego conoceremos como Estefanía y Sofía, quienes
permanecieron fuera del barco, mojándose y tomando cerveza, a las 10
de la mañana. Muy simpáticas me parecieron en aquel entonces, cuando
no sabía lo que el destino nos depararía.
Un rayo partió el barco a la mitad. El capitán fue el primero en
abandonar el barco. Los músicos continuaron tocando hasta que el
último clarinete tan solo emitía burbujas. Toda mi concentración
durante la primera hora y media de viaje mirando una antena del
horizonte de pie, me había dejado agotado, así que decidí dormir una
siesta en el barco. Me desperté al rato y las argentinas que tomaban
cerveza no seguían allí, sino que habían entrado. Tan sólo había una
pareja, él en zunga y ella en bikini, tomando un inexistente sol
húmedo, que para mi más que rayos ultravioletas era lluvia, por lo
húmedo digo. Unos idiotas cagados de frío. El flaco pensando: “no le
voy a decir que me cago de frío porque sino quedo como un maricón con
mi chica”, y ella pensando: “qué linda estoy en bikini mientras
llueve. todo el barco me está mirando. tengo que seguir aguantando el
frío por ellos, para ellos, por el placer que les doy con tan solo
mirarme”. Eso pensaban ambos mientras el barco cortaba algunas olas y
escalaba otras.
Llegamos al Morro. Tuvimos que pagar muy enojados una tasa de turismo
de 6,50 reales. Muchos negros con carretillas nos ofrecían sus
servicios para llevar nuestras mochilas hacia una pousada. Todos nos
negamos. Caminamos, subimos, bajamos, subimos, y allá estaba Nestor,
quien vendría a ser nuestro padre en el Morro de Sao Paulo. Nuestro
angel de la guarda.
La francesa Beata y el ponja Kenghi Mizoguchi nos habían recomendado
la pousada Millenium, que pertenecía a dos gallegas. Nestor, como
muchos otros, nos había ofrecido su pousada. Se diferenciaba en que
era argentino, y en que tenía una tarjetita que decía MILLENIUM.
Genial. Dijo que estaba esperando a dos chicas, una colorada y una
rubia petisa que ya habían reservado. Negociamos 25 reales por
persona. Nestor aceptó, pero pidió que no le digamos nada a las chicas
que ya habían reservado por 30 cada una. Pasaron las dos chicas que
tomaban cerveza bajo la lluvia. Una de ellas, Estefanía, era medio
colorada. Le pregunté a Nestor si eran ellas, pero me dijo que no. De
todas formas las invitó a su pousada. Al rato llegaron, últimas, la
colorada y la petisa rubia, que seguramente tenía 25 años pero parecía
de 50. Sufría de envejecimiento acelerado creo, tipo De Qué Estás
Hablando Willis…?
Caminamos todos hacia la pousada de Nestor. La colorada yeta amiga de
la del crecimiento acelerado dijo que no podía más de cargar su
mochila. Empezó a quejarse mucho. Un negro se la sacó, y la empezó a
llevar, escuchando sus quejas. Que no quería que se la lleven porque
no le parecía que otro haga el trabajo sucio por ella, etc, etc, etc.
Lucila tampoco podía más pero se la bancaba. La verdad es que no era
tanta caminata. Subimos las escaleras hacia la pousada y en ese
momento nos dimos cuenta que en realidad se trataba de Millenium II y
no de Millenium. De todas formas Nestor nos había caído bien, la
pousada estaba buenisima, y tenía cocina. Millenium pertenecía a los
mismos dueños, estaba situada en la planta baja, pero tenía otra
gerencia. La gerencia europea, española, responsable y trabajadora
abajo, y la gerencia chanta, argenta, arriba. Me gustaría ver a qué
gerencia le va mejor si ambas gerencias cumpliesen con el estereotipo
que propuse.
Nos fuimos todos para la playa. No podíamos creer lo que era este
lugar. Una playa alucinante. Tiene muchas playas, desde la 1 hasta la
9. Nosotros dormíamos en la 2da que es en donde está la joda, pero es
tambien una playa hermosa. Un poco más enquilombada, con más gente,
pero no es Mar del Plata. Hermosa playa verde y azul, geométricamente
circular, horizontal, y vertical por sus palmeras. Profunda por sus
barcos y piedras. Excelente playa. El agua alucinante. Fue ahí donde
aprendimos a diferenciar a un argentino de un brazuca entrando al mar:
el argentino, acostumbrado a las frías aguas marplatenses, entra
corriendo. El brazuca, en cambio, entra caminando mientras habla de
sus 5 copas del mundo como si nada, como si estuviese entrando a una
pileta climatizada. Es que el agua era perfecta. No sentías frío ni al
entrar ni al salir, pero el mismo tiempo era refrescante.
En el agua conocimos a las dos alcoholicas bebedoras de cerveza bajo
la lluvia del barco: Estefi y Sofi. Las dos estudiantes de Ingeniería
Industrial, cercanas a recibirse. Copadas las pibas. Nos sentamos
todos juntos. Estefi y Sofi compraron una cerveza y la compartieron
con todos. Despues nosotros invitamos una. Más playa, y algunos nos
volvimos al hostel. Lucila, Mati, Romain y yo nos volvimos.
Me di una ducha, excelente ducha. Fría pero buen caudal si mal no
recuerdo. Cómo se valora una buena ducha en estos viajes! Al rato
salí, y me encuentro a Mati, a dos brazucas Janaine y Karina, y a un
brazuca Felipe. Estuvimos charlando un rato. Muy simpáticos todos.
Felipe era de Minas Gerais. Belo Horizonte. Compré una cervecita que
nos pusimos a tomar con Mati. Negocié 3,50 reales por cada cerveza con
el tipo del bar de al lado. Me dió vasos de vidrio que me olvidé de
devolver así que lo regarqué de dorapa. Espero que Nestor se los haya
devuelto. Encima le rompimos uno.
Al rato llega el primo con una astilla en el pié. Empezamos a hacer
rondas a ver quién le sacaba la astilla, mientras él gritaba de dolor
por cada profunda clavada de aguja, cual si fuese el doctor Arias, o
con cada pellizcón de la pinza de depilar. La idea era hacer rondas
para sacarle la astilla; el que no se la podía sacar tenía que hacer
fondo blanco. Ir haciendo esto hasta que alguno muy muy ebrio se la
logre sacar. Sofi estuvo rato largo tratando, luego probamos todos,
hasta que renunciamos. Ya se le iba a salir sola. La cuestión es que
era muy molesta, así que al rato se la logré sacar con una linternita
muy gay que trajo el primo tipo de minero, para leer.
Despues les sigo contando que se nos va el micro para el amazonas!!!
Besos a todos en sus axilas derechas.
Pablo.