Palmyra, Crac Des Chevaliers, Hama (Siria) #6

Ya me parecía que a este viaje le faltaba música. Into The Wild / Eddie Vedder viene bien para ahora.

Ruedan las ruedas de nuestro rodado por tierras persas. El chofer maneja mientras con una mano toma té, con otra sostiene un paquete de caramelos, con la otra cambia el volúmen de la película iraní que está pasando, y con la otra ve los mensajes de texto de su celular y los contesta. Tiene 4 manos. No se con cuál sostiene el volante. Yo escribo lo siguiente:

Salimos nomás de Damasco en una combi con 6 asientos. Adelante nuestro conductor adorador de la vírgen y probablemente de las vírgenes también. A su derecha Duby, intentando robarle un puntito más de aire acondicionado (creemos que el chofer escatimaba puntitos para escatimar dinero). Detrás de ellos, en el primer asiento desde adelante, se sentaban Thomas y Theresa. Y en el último asiento, al lado de los bolsos Speedy Gonzalez. No, mentira chucha, era yo.

Theresa, Thomas, Chofer y Duby

Thomas y Theresa nos contaron a qué se dedicaban: eran ambos diseñadores de exteriores, paisajistas, o como quiera llamárseles, y también fotógrafos. Nos contaron que algunos amigos de ambos fueron a Irán y que era un país alucinante. También nos recomendaron mucho Omán, un país en donde se puede alquilar auto y recorrer unos paisajes increíbles (si ellos no saben de paisajes entonces ya no se quién), todo por muy poco dinero, porque la nafta es baratísima. Thomas nos empezó a contar de sus viajes por sudamérica, por Argentina. Nosotros le preguntábamos a piacere, hasta que paramos a cargar nafta, Theresa se bajó a hacer pis nazi, y Thomas nos pidió cordialmente que no hablemos más de Argentina porque había ido con su anterior novia.

La nafta en Siria cuesta muy parecido a Argentina. El viaje nos había costado 2500 moneda local a cada uno: 10000 en total para el chofer, para el hostel, o para quién sea. 2500 moneda local vienen a ser como 250 pesos. Lo cierto es que era mucho, pero teníamos 1 semana en Siria y queríamos aprovecharla. En bondi hubieramos tardado bochas de helado.

El chofer nos contó que en el hostel eran todos católicos, que básicamente era un hostel católico. No nos sorprendió demasiado: ya habíamos visto las imágenes de la vírgen y de Jebús. Le preguntamos por la viejita del hostel, la que llevaba un pañuelo en la cabeza, y se cagó de risa. No lo llevaba por musulmana sino simplemente por vieja.

El viaje hasta Palmyra duraba cerca de 3 horas. Avanzamos admirando los paisajes sirios, transpirando gotas gordas. El aire acondicionado no se la bancaba, definitivamente. Nuestro chofer era por demás agradable. Pasamos por el primer “Bagdad Café”. Pocos kilómetros más adelante otro “Bagdad Café”, y por último el tercero, donde nos detuvimos. Nunca entendimos si se trataba de una franquicia o de poca creatividad onomástica.

Aprovechamos para ir al baño y descansar un rato. No tenía pensado tomar nada, pero en una mesa encontré algo picado verde, y al lado un vasito de vidrio con una bombilla de mate. Me acerqué eso verde a la nariz y definitivamente era MATE. Increíble. Me acerqué al mostrador y le pregunté “¿Adesh l’mate?” (“¿cuánto vale el mate?”).

Punto y aparte. Los primeros días de Siria habían servido para darme cuenta que sabía más árabe del que creía. Tantos años de wen l’mftaj, balash, mtabal betenjan, atini masari, ¿ntak masari?, ksemac no íban a ser en vano. Estos primeros días lo que ocurría principalmente era que hacía preguntas en árabe pero no podía entender las respuestas. Me hacía el canchero preguntando cuánto costaba algo, tratando de ponerle toda la garra el acento para que, con un poco de suerte, no se den cuenta que era un sudaca roñoso de “la cole”. Pero cuando me contestaban “mea jamsim”, tenía que lamentablemente bajar la cabeza y decir: “Ok, ¿how much?” para que los chabones me contesten “hundred and fifty” mientras pensaban: “qué sudaca roñoso de la cole es este, para qué me preguntó en árabe”.

Finalmente los números fueron entrando en mi cabeza, con un poco de ayuda de la Lonely Planet phrasebook, y ya casi podía entender las respuestas a las preguntas de precios. Así que lo pregunté nomás:

– ¿Adesh l’mate?
– Mea.
– ¿Dónde meo?
– No boludo, mea es el precio.
– Ah, ok. Uajad Mate.

Luego de servido el mate, agradecí con un Shukram. Había logrado hacer el pedido 100% en árabe. Me sentí el Majaraja de San Telmo.

El mate costaba algo así como 10 pesos, pero tenía que tomarme un mate en Siria. Era mate, tal cual. Duby dio en el clavo: “solamente tomás mate en el sur de áfrica y en Siria; en Buenos Aires ni hablar”. Soy el más careta el mundo, es cierto. PERO QUIEN DE USTEDES PUTOS SE TOMO UN MATE EN SIRIA EEEEHHHH QUE ME VIENEN A DECIR AHORAAAAAAAAAAAAAA. Perdón Tibu.

Mientras me clavaba el mate, tiraba palabras en árabe haciéndome el canchero. Al lado mío estaban Theresa y Thomas, que no entendían bien por qué de golpe yo “hablaba” árabe. Tiraba palabras refiriéndome al mate como “bijennen” (ni idea cómo se escribe)… significa algo así como “está muy bueno”, “muy lindo”, “hermoso”, o algo así. Los tipos se sorprendían, se reían. Hasta que me preguntaron por qué hablaba árabe. Ya tenía las respuestas a las preguntas nazis preparadas, así que lo dije: “My father is from Lebanon”. No preguntaron nada más. Theresa me miró como diciendo: “¿y por qué garompa me preguntaste tanto por Líbano y ni me dijiste que tu viejo es de ahí?”. Tenía una mirada que transmitía muchos modismos argentos como “garompa” o “tu viejo”. No preguntó nada.

Seguimos viaje, y Duby empezó a pedirle a nuestro chofer que lo deje manejar. Al principio se lo tomó como una joda, pero dada la insistencia de nuestro compañero, preguntó al resto qué opinabamos. Thomas y Theresa, no muy convencidos, dieron el ok. Theresa dijo: “Ok, but for 10 minutes”, medio como riendo. El chofer paró al costado de la ruta, y Duby empezó a manejar. Escuchamos la canción del mundial en árabe, y cantabamos wave your flag mientras sacudíamos la banderita Siria que llevaba nuestro chofer adelante, al lado del volante.

Duby manejando en Siria

Cerca de Palmyra, volvieron a rotar los conductores. En algún momento pasadas esas 3 horas desde la partida de Damasco, llegamos a Palmyra. Primero nos dejó en unas tumbas de no se quién, a 150 metros de la principal atracción de Palmyra. Hacía un calor importante. Bajamos unas escaleras a un sótano antiquísimo. Por favor que este chofer deje de mirar mensajes de texto. Si encuentran esto en una ruta iraní los quiero mucho. El sótano estaba más fresquito. Lo loco es que se veía prácticamente todo lo que había adentro desde el final de las escaleras. Nos querían cobrar entrada pero no le vimos mucho sentido, ya podíamos ver todo desde ahí sin pagar, y no había mucho por ver. Con Duby casi pagamos, pero Thomas y Theresa no quisieron, y nos hicieron repensarlo.

Salimos al calor, nos subimos a la combi, y nos dejó en Palmyra, a 150 metros de las tumbas. Compramos la entrada con las ISIC. Pagamos prácticamente nada, cerca de 1 peso cada uno, mientras que Thomas y Theresa pagaron como 15 pesos. Nunca pensé que las ISIC tendrían tanto uso en estos países. Duby tenía razón.

Ya adentro de las ruinas de Palmyra, se nos acercó un gordo guía ofreciendo sus servicios. La primer reacción fue rechazarlo, pero después nos dimos cuenta que no teníamos la menor idea de qué era Palmyra, quién había vivido ahí, si eran árabes, persas, judíos o los power rangers. Terminamos aceptando por algo así como 60 pesos. Es complicado tener una moneda cuya conversión sea más rápida a pesos, te hace gastar mucho más. Todo el tiempo decíamos: “pero son 10 mangos, en Argentina te los gastás en 2 alfajores”. El guía resultó ser un gordo jeropa cuyo único objetivo era manosear a Theresa. Básicamente entendimos que había unos cosos redondos o cuadrados donde adentro se pisaban uvas para hacer vino; esto lo hacían vírgenes. Que unos animales no se qué hacían, y que el guía no sabía si hacía falta que los animales sean vírgenes. Medio lo mismo que en cualquier otra civilización antigua pero talvez con otros animales.

Nuestro guía dando explicaciones

Mientras paseábamos, nos cruzamos con una española llamada Elena que estaba de viaje con la madre (creemos), y le cantabamos cuando la cruzábamos “Elena no, Elena no, El Enano”… etc.

El guía después de 20 minutos de intentar manosear a Theresa, de tratar de hacer el aprendizaje didáctico siempre usando a Theresa como ejemplo (le pedía que se acueste en la mesa de sacrificios, etc)… nos dijo adiós. Odio las ruinas. “Qué increíble, que una civilización tan antigua pueda…”

Thomas, Theresa, el Guía y Duby

Volvimos al coche, y el conductor nos preguntó si queríamos falafel. A las 18 horas cerraba el castillo que íbamos a ver, denominado Crac Des Chevaliers, así que nos venía bien el falafel para hacerla rapidito. El chofer hizo una escala en Palmyra (en el pueblo de Palmyra), y nos indicó el negocio de falafel. Pidió 5. Nos indicó que el precio era 100 (10 pesos). Por supuesto nos pareció barato. Theresa y Thomas fueron a un supermercado a comprar aguas minerales grandes para todos. El “cocinero” de falafel, un pibe de nuestra edad, dijo que era hincha de Huracán. Muy gracioso el pibe. Nada de Messi, nada de Maradona. A él le gustaba Huracán. Gritaba todo el tiempo: “Argentina! Vamos Huracán!”. Le pregunté “¿Ntak Thine?” y se quedó flasheado no se si por la pregunta o si porque a un extranjero le gustaba el thine.

Esta foto la sacamos en un castillo del que me olvidé escribir

En la vereda de enfrente unos nenes Palmyrenses nos saludaban continuamente sacudiendo sus manos. Theresa contesta el saludo a una nenita, la cual corre cruzando la calle hacia nosotros y casi la pisa un auto. En algún momento nos habíamos preguntado si daba para alquilar auto en estos países. Creo que el casi episodio de la nena nos convenció que no daba. Juicio en otro idioma es una paja. Nenas atropelladas más.

Theresa me preguntó si había escuchado bien, si mi viejo era libanés. Le dije que sí, que se había ido a los 8 años y nunca había vuelto, y que estábamos pensando ir el año que viene.

Llegó el momento de irnos. Me despedí con un “Chau Huracán” y el flaco en árabe me dijo algo así como “Qué?? Chau Huracán? Si no pagaron todavía flaco”. Tenía razón, habíamos colgado con eso. Me acerqué, pregunté cuánto era, me dijeron 100, y pelé 100 cada uno. Me dijeron que eran 100 en total. Es decir, 2 pesos con 50 cada falafel. Un regalo.

Subimos a la camioneta y partimos para Crac des Chevaliers. El viaje fue caluroso, pero tranquilo. El castillo lo recorrimos con Thomas y Theresa. Estaba muy bueno, mucho mejor a nuestro gusto que Palmyra. Más construído, se le podía dar más vida, imaginar con más exactitud cómo fue la vida en ese castillo. Imaginar cómo los atacaban, lo difícil que habría sido llegar al patio central donde estaba el acceso a la torre del rey, de la reina, de la princesa, etc. Buen castillo. Me compré unos damascos en la puerta y los fui comiendo mientras recorríamos. En algún momento nos separamos de nuestros amigos, cuando todavía no habíamos encontrado el camino al patio central (el cual creo que tiene un solo acceso para poder resistir a los enemigos desde un solo punto), y preguntamos cómo llegar. Un hombre, que resultó haber vivido 30 años en Venezuela, intentó darnos las indicaciones. Entre otras cosas nos dijo (sin que le preguntemos) que Siria no es lo que todo el mundo cree, que es un país MUY seguro, sin ningún problema. Que a Chavez en Siria se lo quiere. El tipo era copado, pero no nos terminaba de cerrar el acento. Después de 30 años no hablaba 10 puntos el español. Su familia lo esperaba al lado. Se reían por cómo hablaba español con nosotros (casi que nunca lo habían escuchado hablar español parecía). Sus indicaciones de cómo llegar al patio central fueron las siguientes: “La verdad es que nunca vine, pero lo que tienen que hacer es seguir la escalera siempre hacia arriba”, a lo que contestamos: “Eso ya lo hicimos y terminamos siempre acá”, y a su vez él contestó: “Bueno, entonces hacia abajo”. Mil gracias venezolano chavista hdp.

En Crac Des Chevaliers
Más en Crac Des Chevaliers
Crac Des Chevaliers

Finalmente encontramos el patio central, subimos a algunas torres, vimos el palacio desde arriba. Muy bueno todo. Me tiré un rato en el piso de una torre a ver el cielo, mientras Thomas y Theresa se besuqueaban románticamente y Duby se tocaba.

Partimos de Crac con destino Homme, la tercer ciudad más grande de Siria, donde habríamos de tomarnos un micro esa noche para Hama. Ya estabamos destruídos de tanto viaje, pero queríamos liquidar este último trocito para ya dormir en Hama, algo bastante más turístico que Homme (todavía no sabemos por qué).

Continúo escribiendo desde un cabaña que alquilamos en el norte de Irán, en un pueblito llamado Masuleh. No se puede creer este lugar.

Nuestro chofer atravesó toda la ciudad de Homme buscando la estación de micros. Nos preguntábamos cuánto faltaría y si no habría sido más rentable para ellos (chofer, Thomas y Theresa) llevarnos directamente a Hama. Finalmente encontramos la estación. El chofer nos acompañó adentro y preguntó por el siguiente bus a Hama. Eran las 7 de la tarde. La respuesta, previa traducción por parte del chofer (que no hablaba inglés) fue “a las 9”. Ibamos a llegar tardísimo a Hama, no daba. Le preguntamos nuevamente, y se quedó tildado por unos 15 segundos. Insistimos, pero miraba hacia abajo concentrado, como si estuviese haciendo caca. Finalmente dijo “a las 10”. Aparentemente estaba contando desde 1 a 10 para acordarse cómo se decía 10 en inglés. Le preguntamos si otra compañía no podía llevarnos, así que preguntó en otra y había un micro que salía en 15 minutos. Genial. Lo despedimos, y nos quedamos esperando la salida de nuestro micro.

Antes de hacer Aliá, en Homme

El viaje fue corto. Una horita más o menos. El micro tenía azafato, que repartía unas comidas en caja, tipo alfajores, o galletitas… con jugo.

Ya en el hostel de Hama, nos recibió un tipo con un ojo más desviado que Kirchner. Teníamos hecha una reserva por un cuarto doble de 1200. Ojo Desviado le pidió a un pibe que nos acompañe a nuestro cuarto. Subimos varios pisos. En el camino nos cruzamos con los que dormían en la terraza, bajo las estrellas, por 100. Veníamos tan acostumbrados al calor agobiante que no lo vimos como una opción, pero lo cierto es que en Hama no hacía tanto calor ya. En el último piso, encontramos nuestro cuarto: no tenía aire acondicionado. No es lo que habíamos arreglado. Volvimos a bajar con todos los bolsos, a reclamar, y el flaco nos ofrece uno triple por 1500. Insistió, lo fuimos a ver, y volvimos a decirle que queríamos el doble por 1200. Nos lo terminó dando sin chistar. Simplemente quería ver si podía encajarle los otros dos a alguien.

Ducha, bajamos a caminar, cenamos algo, vimos unas ruedas gigantes de madera que levantan agua, que en alguna otra parte de Hama sirven para regar, y que dicho sea de paso son la principal atracción de Hama. Unas ruedas oxidadas que hacen un ruido patético cuando giran. El lugar es más o menos lindo igual. Nos fuimos a dormir.

La rueda gigante y oxidada de Hama

Al día siguiente amanecimos, y bajamos a caminar un poco. Compramos unas galletas y unas caek en una especie de panaderia árabe copante. Al lado de la panadería encontramos un lugar espectacular de licuados. ¿Adesh? Entendimos la respuesta inmediatamente, y nos pedimos uno de banana con leche cada uno. En veranito, nada mejor. Ahí nos sentamos, en la licuadería, a ver pasar la gente bajo el sol y tomar nuestros licuados con galletas.

Licuados con Cake

Terminado el desayuno, yo me fui a escribir y Duby a ver más ruedas de madera gigantes, a comprar un desodorante (se los habían sacado en Rumania), se tomó un jugo y volvió. Nos tiramos en la sala de estar del hostel a dormir un rato. A nuestro alrededor estaban Ojo Desviado, Disfrazado en Pelotas Abajo y Matraca. A Ojo Desviado (parece un nombre indio) ya lo presenté. Disfrazado en Pelotas Abajo estaba vestido con una sábana tipo Klu Klux Klan pero sin la máscara alargada de arriba, de color marrón, y estamos seguros que abajo andaba en pija. Y Matraca era un pibe que laburaba en el hostel, más que probablemente sodomizado por Ojo Desviado, que cuando Ojo Desviado no miraba, se acercaba a la computadora que estaba al lado mío para buscar páginas de fisico-culturistas. A las 15:30 nos tocaba excursión a Dead Cities. Eran las 15:20 y ni idea dónde estaban los otros participantes de la excursión, ni nuestro chofer. Preguntamos por segunda vez qué onda, y Ojo Desviado nos contestó: “Sí, tienen que esperar acá. El señor que está acá tomándose un café es su chofer”. Se refería a Disfrazado en Pelotas Abajo. Genial… no te excites Disfra.

Llegadas las 15:30, acompañamos al chofer. Supusimos que nos íbamos a subir al colectivo, y luego pasaríamos a buscar al resto de los participantes por diferentes hoteles. Resultó ser una excursión para nosotros solos, sin guía (el tipo sólo era chofer y no hablaba inglés).

Contra este marco me golpeé la cabeza (representación)

El auto era un Mercedes Benz de 1975. Una joyita que mantenía impecable. Bastante seco al principio Disfra. Abrió el baúl, Duby mete su mochila, y por supuesto, cuando meto la mía, rompo un plástico original de Mercedes del baúl. Disfra intentó colocarlo nuevamente, empezó a insultar en árabe y a chasquear la lengua, enojado. Yo repetía “sory”, sin saber dónde esconderme, y ya temiéndome la represalia económica de Disfra. Se subió al auto, lo mismo hicimos, y arrancamos viaje.

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One Comment

  1. muy bueno!!!!!!!!!

    piola que no estas colgando con escribir, excelentes relatos.

    un abrazo grande!

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