Bangkok, Tailandia #18

Llegamos a Bangkok con las espaldas contracturadas, masacradas, torcidas y tensionadas. Duby había tenido que acostumbrarse a un pedazo de metal del piso, justo donde apoyaba la parte superior de la espalda. Yo había tenido que clavarla contra el borde de la ventana del micro (la espalda). El bondi nos dejó en una calle. Estábamos muy dormidos, y recién ahora me doy cuenta que es curioso que no nos haya dejado en una estación de micros. Negociamos un taxi por 200.000 Baht, unos 6 dólares y medio. Mucha plata para estas zonas. Eran las 6 de la mañana y no daba andar buscando transportes alternativos.

 

Pedimos que nos lleve a nuestro hostel: Souq 11. El contador iba subiendo pero no había forma que llegue a 200.000 Baht. Finalmente encontramos la planilla de precios, y si bien un puntito del contador no correspondía a un Baht, efectivamente no podía llegar a 200.000. Como mucho 80.000. Es la típica que si el viaje cuesta menos de 200.000 tenés que pagarle lo que arreglaste, y si cuesta más el tipo te exige que le pagues más porque “al final tuvimos que buscar no se qué y doblar en no sé dónde”.

 

El flaco frenó el taxi en una calle, y dijo “Ok”. Miramos alrededor nuestro y le preguntamos dónde estaba nuestro hostel. El flaco contestó “Souq 11″… y nosotros “¿dónde?”. Todavía era de noche, y no daba pagar 200.000 Baht y bajarnos en cualquier parte. El tachero fue a llamar a un tipo de seguridad de un hotel. El flaco nos decía que Souq 11 era ahí, que era el barrio, la zona de Bangkok. Maldición. Nosotros le decíamos que queríamos ir al hotel Souq 11, y el flaco nos decía: “NO NO NO.. Souq 11 is the name of this area, what is the name of your hotel?”… a lo que contestábamos cada vez más nerviosos: “Souq 11 IS the NAME of our hotel”…. Otra vez el flaco negaba y decía que era el nombre de la zona. Nos ponía muy nerviosos. El tachero arrancó, dio algunas vueltas, y volvió a preguntar en otro hotel. Lo mismo: “Souq 11 es esta zona, díganme el nombre del hotel”. Muchas idas y venidas, llamadas por teléfono al hostel de parte del tachero y de los de seguridad de los hoteles, hasta que alguno pudo ubicar a alguien del hostel y le explicaron cómo llegar. Era a 20 metros de dónde estábamos.

 

El de seguridad del hostel nos dijo que no había nadie en recepción hasta las 8am, y que teníamos que esperar ahí en el lobby hasta las 8. Todavía eran las 6.30am. Estábamos muertos de cansancio, de sueño, de dolor de espalda, y el único lugar que había para sentarse eran unos bancos de madera finitos. Esos momentos paja de viajar de mochilero sin auto (si eso cuenta como mochilero). Para mi cuenta, ¡canté!

 

Me dormí un rato en uno de esos bancos, mientras Duby se estudiaba la Lonely Planet de punta a punta. A las 7:45 había llegado el pibe de recepción del hostel, y Duby se levantó a hacer check-in, o al menos a preguntar si había lugar, o cuánto costaba. El pibe le contestó lo mismo que decía el cartelito: “Office opens at 8”. Duby se volvió a sentar. A las 8am de nuestro reloj volvió a pararse, y a hacer la misma pregunta. El chinito de recepción, un pibe de unos 20 años, le señaló un reloj del hostel en el que marcaban las 7:57, y contestó nuevamente: “Office opens at 8”. Pero chinito de mierda hijo de esperma condensada comprada en un supermercado chino. Lo peor es que no lo hacía de mala leche, lo hacía por cumplir reglas, o quién sabe por qué. Con esto me refiero a que cualquiera que te hace esa en Argentina, te la hace de mala leche… pero al chinito este ni le daba para tanto.

 

Finalmente se hicieron las 8am, y para lo único que nos sirvió fue para que el Chinito nos diga: “Ok, we have space, but you have to come back at 11am for check-in”. Pero la reputa madre. Dejamos las mochilas, y nos fuimos a caminar por Bangkok.

 

Como siempre digo, nada mejor que una misión para pasar el rato. La cámara de fotos de Duby venía andando cada vez peor. El plástico protector de la lente, que supuestamente debería abrirse automáticamente, se abría hasta la mitad. El resto del recorrido había que hacerlo con el dedo chiquito, si no querías una foto con pedazos negros arriba y abajo. Casi nunca queríamos este tipo de fotos, así que decidimos que era mejor intentar arreglarla. Después de todo, estamos en Bangkok, agarrás a cualquier chino de la calle y te arma un motor nuclear de 4 tiempos, te tiene que arreglar la cámara de toque.

 

Caminamos mucho, preguntando en negocios de tecnología, en casas de fotografía, pero nadie tenía idea de nada. Hicimos una escala en una escuela de idiomas donde nos dejaron usar internet gratis, y buscamos casas de reparaciones de Panasonic. Yo no había llevado mi cámara porque tarda 3 horas y media en sacar una foto (no se qué hace en ese tiempo), y porque creí que con la de Duby sobraba. Terminamos entrando a un Shopping de tecnología gigante, de muchos pisos exclusivos de tecnología. En el primer negocio de reparaciones nos mandaron a la competencia. En la competencia (local que tenía muchas cámaras de fotos desarmadas, y restos tirados por cualquier parte), nos dijeron que ahí no. En un localcito de venta de cámaras iguales a la de Duby preguntamos nuevamente. El flaco hizo una llamada telefónica, y nos dijo “En el 5to piso”. Como ya veníamos curtidos con los tailandeses, no nos esperanzamos. Llegamos al 5to, y encontramos un lugar de reparaciones, pero sólo de computadoras. Decidimos cancelar el arreglo de la cámara hasta volver a Buenos Aires.

 

En el camino yendo a arreglar la cámara, nos cruzamos con varias personas. Muchos que nos ofrecían sus servicios de transporte en sus tuk-tuks, algunos que querían ayudarnos porque sí, para practicar su inglés o quién sabe por qué, y uno que se nos acercó diciendo que era profesor de escuela, que parecía querer ayudarnos como todos los demás, pero al final terminó diciéndonos que el día anterior se había tomado un bote por el río que atraviesa Bangkok, y que costaba como 4000 Bahts (120 dólares) pero que él lo había pagado 1200 Bahts (30 dólares). Un chanta, desagradable. Muy bien la de usar “profesor de escuela” para sonar confiable.

 

Compramos una Sprite en un Seven Eleven, y cruzamos la calle para comer en Mc Donalds. Una hamburguesa de pollo y otra de carne por algo así como 2 dólares y medio. Era buen precio. El maldito gerente no nos quiso dar vasos para tomar la Sprite que compramos afuera. Cuando le pregunté con mi mejor cara de buenito, de no entender, me contestó: “Porque me controlan la cantidad de vasos”. Qué chanta, por favor. A mí no me jodía tomar del pico, pero ya saben que Duby es homofóbico.

 

Camino al hostel, pasamos por un negocio de masajes en donde vimos, en la vidriera, a un gordo siendo masajeado por 4 minas. Un fenómeno. Les sacamos una foto. Una de ellas no quería aparecer y se escondió atrás del gordo, pero no paró de masajearle la cara. Las otras felices.

4 masajistas para un gordo capo

 

Volvimos al hostel bien pasadas las 11am. Con bien pasadas quiero decir que eran cerca de las 2 de la tarde. El hostel está muy bueno, está decorado con antiguedades zarpadas, todo de madera, bien cuidado. Aunque se nota que fue creciendo a un ritmo que no pudieron manejar, y ahora tenía como 3 ó 4 pisos, y en cada piso unos 50 cuartos aproximadamente. Aún así la recepción cerraba durante la noche, y el desayuno se servía en el mismo lugar donde se servía cuando abrió, momento en el cual el hostel tenía como 20 cuartos. Raro hostel. El cuarto no estaba mal.

 

Nos tiramos a dormir. Al poco tiempo Duby (que tiene un torpedo en el culo) se levantó y se fue a caminar. Yo no podía más, y seguí durmiendo. Al despertarme se estaba haciendo de noche. Me di una ducha, y cuando bajaba las escaleras me encontré con Duby que volvía de su caminata. El hostel no incluía internet gratis. Tenía unas maquinitas que funcionaban a monedas, que básicamente lo que hacían era darle electricidad por un tiempo determinado a un aparato. Es decir, si quería usar wi-fi, ponía una moneda en esa máquina, y eso encendía el router. Si querías usar una computadora de las del hostel, ponías plata en esa máquina, y eso encendía el monitor (le hacía llegar corriente). En el segundo piso había computadoras, y una sala de estar para mirar tele, con aire acondicionado, bastante cómoda. Como argentos que somos, tenemos que buscarle la vuelta a todo. Desconectamos el cable de corriente que llegaba al gabinete de una de las PCs, y lo conectamos al monitor (cuya corriente no llegaba porque el aparatito a monedas no lo permitía). Con eso pudimos usar internet gratis un tiempo.

 

En esas estaba, cuando llegó un chinito, huésped del hostel, y puso monedas en el aparatito para usar internet de la PC que yo había desconectado. Eso hizo que se le encienda el monitor, pero obviamente la PC estaba apagada. Intentó encenderla pero el cable estaba desconectado (¡y conectado a mi monitor!). Inmediatamente me levanté y le dije: “That machine is not working, I had the same problem… but this one is working, I don’t know why… you can use this one”. Y se la dejé para que la use. El chinito medio que no entendió por qué yo le dejaba una PC con internet gratis, si justo había terminado de usarla cuando él llegó, o qué. Pero me pareció mejor eso a que el flaco vaya a recepción a quejarse y vean la chanchada que habíamos hecho.

 

Hoy pensaba en todas estas argentineadas cuando íbamos a un parque de Buddah acá en Vientiane. Con el Tuk-Tuk driver habíamos arreglado en 120.000 kip para que nos lleve, nos espere, y nos traiga de vuelta. Obviamente la mente argenta (o talvez mi mente podrida) está entrenada a buscar la chantada siempre… y se me ocurrió (no lo digo con orgullo, no puedo evitarlo) que nos deje ahí, no pagarle, y tomarnos otro Tuk-Tuk desde ahí hasta el hotel por mitad de precio. Por supuesto nunca haría una cosa así, el conductor de Tuk-Tuk es un laburante y no da, pero se me pasó por la cabeza. Pensando en estas cosas, me acordé de varias que hicimos así, y de cómo habrá influido esto en los procesos de los lugares.

 

Pongo por ejemplo el hostel donde nos estamos quedando en Vientiane. Hicimos check-in ayer a la mañana, cerca de las 8am. Obviamente, nos mandamos a desayunar de una, cuando el desayuno incluido nuestro debería haber sido el de hoy a la mañana. Creímos que no se iban a dar cuenta, pero a la tarde nos agarraron y nos dijeron: “Ustedes desayunaron hoy, cuando les correspondía el de mañana. Si mañana quieren desayunar van a tener que pagar”. Hoy fuimos a desayunar, pagando, y habían implementado un sistema de cupones, que sólo con el cupón te daban el desayuno. Con que uno se mande una pelotudez como la nuestra, contribuís a que en este mundo haya más desconfianza, a que se implementen sistemas de validación porque no confiás en la gente… ayer con ese desayuno contribuimos un poquito a que este mundo sea un poquito peor.

 

Lo mismo cuando no pagamos la excursión de 35 dólares en Botswana, o cuando no pagamos el hostel en Windhoek cuando nos fuimos. A los próximos turistas que lleguen, les van a cobrar todo por anticipado por culpa nuestra. Es un ciclo de desconfianza que no va. No lo voy a hacer más, y si ustedes lo hacen o piensan hacerlo, no se lo imaginen como un episodio aislado en el que se ahorran unos mangos y total al dueño del hotel no le afecta casi nada, sino en algo que tiene consecuencias más importantes.

 

Perdón por este pseudo-intento de bajada de línea, pero esas ideas me estuvieron dando vueltas un poco hoy en la cabeza.

 

Después de la chantada en Bangkok con la internec, nos tomamos el Sky Train para ir al Night Market. Oh, yeah. El Sky Train es una gran oruga de metal que traslada personas de un lugar hacia el otro, pero en lugar de transitar a altura peatón o autos, transita unos 10 metros más arriba. Tampoco se puede decir a la altura del cielo, pero bueh.

 

¿Alguno escuchó a los Les Luthiers en el capítulo de Yogurtu Ungue? Aquel de la tía Oblonga, y el Jefe Afogutu, que tuvo que escapar de la aldea por causa de la escasez de rinocerontes… ahí describen muy bien a la gran oruga de metal. Cultura Bolchepop.

 

Llegamos al Night Market. Llovía. Empezamos a recorrer los puestitos, esquivando aquellas gotas que se escurrían por los frágiles techos de agropol, y al mismo tiempo esquivando a todos los tailandeses que nos ofrecían bares, clubs de streap tease, ping-pong shows, etc. El Night Market no tenía nada de pintoresco, y en menos de 10 minutos habíamos terminado de recorrerlo y nos quedamos parados pensando con qué seguir. Por alguna razón, cuando uno lee Night Market en los mapas de Bangkok o en las guías de turismo, se imagina algo atractivo para el turista, algo diferente. Pero no era nada más que la traducción al español de sus palabras en inglés: Un Mercado Nocturno.

 

Nos quedamos mirando un Mc Donalds que había enfrente del Night Market, decidiéndonos si mandarnos o no. Un tailandés bastante joven y molesto se nos acercó para ofrecernos un taxi. Le dijimos que no. Insistió, mostrándonos las llaves, como si no le hubiésemos creído. Otra vez que no. Siguió insistiendo, mostrándonos el paraguas y las llaves de su auto. Tenía muchos amenities. Llegó un punto que nos rompió tanto las pelotas que decidimos empezar a gastarlo nosotros a él. Le dijimos que sí. Preguntó a dónde íbamos, y le dijimos al Mc Donalds de enfrente. No entendió. Insistimos, señalándole el Mc Donalds. Empezamos a insistirle igual a como nos insistían ellos a nosotros: “C’mon, your price, c’mon friend, your price, taxi to Mc Donalds, how much? Your price. Better price… your price”. El pibe terminó entendiendo que lo estábamos jodiendo, amagó una sonrisa y se fue.

 

Subimos las escaleras del Night Train, y volvimos en dirección a nuestro hostel. Al llegar, nos encontramos en la puerta del hostel con un puestito callejero de brochettes de pollo. Costaba 20 Baht, unos 70 centavos de dólar. Me compré varios, una Sprite en un Seven Eleven, y nos fuimos a sentar a unas mesas del hostel. Muy ricos, excelente descubrimiento, por poca plata.

 

        Nuestras brochettes del puestito callejero

 

Ale Max, dice Duby que el tercer capítulo (el último) del libro de Mutis está MUY BUENO.

 

Nos fuimos para el hostel. Yo estuve un rato escribiendo, otro rato hablando con seres queridos, mientras Duby usaba internet gratis con el truco del cable de la otra PC en el monitor del aparatito. Hasta que apareció uno de Staff del hostel. Primero le preguntó si él había desconectado la otra PC para conectar el monitor. Duby la zafó muy bien diciendo que puso plata en el aparatito de la otra PC (la desconectada), pero que no pasó nada, que la PC no andaba, y que vio que la que él estaba usando estaba encendida, así que empezó a usar esa. La piloteó bien. El de Staff le dio una moneda de 10, enchufó la máquina desconectada, y le dijo que siga usando esa.

 

Cuando terminó con sus 15 minutos por 10 Baht de internet, vino a la salita de la tele donde estaba yo, y puso El Juego Del Miedo 2. Yo ya la había visto, así que estuve mechando un poco entre la peli y mis relatos. Cerca de la mitad de la película le dije a Duby que me iba a dormir pero me pidió que por favor me quede porque tenía miedo.

 

El desayuno del hostel no estaba mal. Tostadas, mermelada, manteca, té o café, frutas. Arrancamos temprano tomándonos el Sky Train hacia una estación que nos dejaba cerca de la terminal de micros de Bangkok. Desde ahí todo el mundo recomendaba taxi a la estación, pero teníamos tiempo y no queríamos gastar plata innecesariamente. Preguntando mucho, descubrimos que el colectivo 77 nos dejaba en la estación. Lo tomamos y a los pocos minutos estábamos sacando pasaje para ir a Siem Reap (Camboya) para el día siguiente.

 

El próximo paso fue tomarnos otro Sky Train hacia el río. Al bajarnos caminamos algunos metros. Una chica nos ofreció el paseo en bote privado por 500 Bahts (17 dólares), pero bajamos al muelle y el bote común, el que toma todo el mundo, todos los turistas, costaba algo así como 30 Bahts (1 dólar). La cantidad de gente que ofrecía paseos por más de 500 Bahts era impresionante.

 

Había gente esperando pero no sé bien qué pasó; cuando compramos el boleto el vendedor nos señaló el barco, subimos directamente, y zarpó apenas estuvimos a bordo. Como si nos hubieran estado esperando.

 

El barquito va avanzando por este río bangkokiano, deteniéndose cada unos 500 metros en diferentes puertos (o puertitos) para que los pasajeros bajen o suban. Nosotros le apuntábamos al muelle 9, en donde podíamos encontrar un templo gigante de Buddah, y no sé qué otras cosas.

 

Llegamos al muelle 9, y para nuestra sorpresa, casi todos los pasajeros del barco decidieron bajarse ahí. Las opciones eran 2: o se dieron cuenta que éramos flor de fenómenos y que nuestras decisiones siempre iban a ser las mejores para el grupo, o también se dieron cuenta que en el muelle 9 estaba lo mejor de Bangkok. Me inclino por la segunda opción.

 

Llegamos a este templo de Buddah, y fuimos a pedir pantalones prestados. No se podía entrar en shorts. Tuvimos que hacer una larga cola; estábamos todos en la misma. Cuando llegamos adelante nos informaron que se habían quedado sin pantalones para prestar, y que íbamos a tener que esperar a que alguien devuelva. No esperamos mucho, y ya teníamos puestos unos pantalones de un azul muy profundo, que nos quedaban impresionantes. Desfilamos vestidos iguales de la cintura para abajo por los pasillos hacia la entrada del templo budista.

 

Blue Pants    

 

En la puerta del templo, nos detuvimos a mirar los precios de la entrada. Eran como 10 dólares. Duby quería entrar, no tenía dudas. Yo… bueno, muy fanático de los templos no soy, creo que ya lo saben… ni de los templos, ni de las ruinas, ni de “qué increíble que una civilización tan antigua haya hecho algo tan moderno”. Hay cosas que estéticamente pueden llegarme y mucho, pero no me impresiona en absoluto el tamaño o el trabajo que tomó hacer algo, si no me llega estéticamente. Como aquellas personas que creen que con despertarse temprano y matarse en el trabajo les va a ir bien, en lugar de pensar precisamente qué es lo que tienen que hacer, para qué lo están haciendo y cómo pueden hacerlo mejor. Y para mí esa es otra de las deformaciones que dejó en nuestra cultura Dios: “al que madruga Dios lo ayuda”. Las pelotas, despertate temprano al pedo sin pensar, para trabajar como un cordero todos los días y Dios se va a cagar de risa. La frase debería ser: “Al que madruga y se pone a trabajar pensando qué está haciendo, disfrutando de lo que hace y pensando cómo construir un mundo mejor, Dios lo ayuda”… pero calculo que estas frases están buenas porque son cortitas y, muchas veces, porque riman. Perdón.

 

Todo esto para justificar que soy una rata de alcantarilla que llegó a Bangkok después de un viaje multimillonario y no quiere gastar 10 putos dólares para entrar a un templo. En esas estuvimos con Duby, viendo si yo entraba o no. Decidimos intentar colarnos (véase que lo que escribí antes de no hacer más esas cosas, lo escribí después de haber ido al templo este). Caminamos hacia la puerta y vimos dos entradas; una para tailandeses GRATIS, y otra para turistas PAGANDO 10 dólares. Veíamos a la gente pasar por la cola de tailandeses, y todos tenían definitivamente cara de tailandeses. A ninguno le pedían el documento, entraban de una, pero no sé si existen tailandeses con cara de occidentales. Intentamos estirar los ojos lo máximo posible, y nos mandamos. No había nadie controlando, pero más adelante vimos a una mina justo en la mitad del pasillo, y arrugamos. Es difícil hacerte el pelotudo cuando lo que haría falta para pasar en una situación así es en realidad hacerte el retrasado mental con un coma cerebral.

 

Volvimos, compramos dos entradas, y nos mandamos pa’ adentro. El templo sí que tenía virtudes estéticas, muy barroco todo (aunque Marie seguramente me diga algo así como: “el barroco se inventó en el siglo 14, 187 años después que el templo budista”). Pero barroco ahorra muchas explicaciones. Todo muy dorado, parecía que habían bañado todo en oro, pero en realidad los ratas lo hicieron de cobre o de algo peor. Igual era lindo. Todo muy saturado de obras una al lado de la otra, otra arriba de la otra, otra debajo de la otra, con templos de fondo brillantes.

 

Esto era todo al aire libre, y dentro de este “templo” (Que en realidad no es un templo, creo que era un castillo o un palacio) habían muchos templos… en uno de ellos estaban rezando y en la puerta había un cartel del tipo: “Señor turista: Le pedimos por favor que no entre a sacar fotos o a romper los kinotos acá adentro que estamos rezando. Sólo para budistas”. Ahí adentro estaban seguramente Jony Casales y el Tibu, pero no pude entrar a saludarlos. Igual véase que Jony ni sabe cómo se creó el mundo según el budismo.

 

Kim, Khong, Jackie, Chan, Mao y Pablo (en el fondo)

 

Salimos del templo, fuimos a devolver los pantalones, nos devolvieron a su vez el depósito, y salimos a la calle. Un poquito antes de eso Duby se sacó una foto con un grupito de turistas fanáticos del Grand Palace.

 

 

Notamos que nuestra entrada nos habilitaba para entrar a un museo también. Preguntamos dónde quedaba y era definitivamente lejos. Recomendaron tomar Tuk-Tuk. Decidimos caminar. Yo me venía sintiendo muy débil, con dolor de garganta, ya me costaba tragar. Pero nada de pagar Tuk-Tuk. Hacía mucho calor. Paramos a comer en un puestito de la calle, donde comen los tacheros tailandeses. Era un carrito con varias bandejas de comida. Me pedí un plato de arroz blanco, con un pescado y un huevo frito. Todo, obviamente, frío. Duby se pidió arroz banco nomás. El pescado estaba empanado, y dentro de este empanado, repleto de pedazos de ají putaparió. Durísimo. Empecé a sacarle los pedacitos porque me estaba matando. Había un balde de agua en donde los comensales hundían sus vasos y los rellenaban de agua. Buen sistema.

 

Sacándole el puta-parió al pescado.

 

Terminada la comida, seguimos caminando un poco, buscamos una callecita que nos habían recomendado, y sin saber si la habíamos encontrado o no, le dije a Duby que me iba al hostel porque no me sentía muy bien. Estaba muy cansado y la garganta me estaba matando. Tuvimos que caminar mucho más, preguntando cómo llegar. Todo el mundo nos recomendaba taxi, pero eran muy caros. Finalmente enganchamos en una esquina a un Tuk-Tuk que aceptó cobrarnos 100 Baht (3 dólares) por dejarnos en el Sky Train. Todos nos habían estado pidiendo un mínimo de 150 Baht. Nos subimos a nuestro primer tuk-tuk del viaje. Para los que desconocen qué es un tuk-tuk, les cuento. Son motos que arrastran unos carros con ruedas donde uno puede viajar sentado cómodamente. Hay tuk-tuks para un solo pasajero, para dos, o hasta 8. También con motores de moto. El tipo manejaba a los pedos, e iba silbando. Duby imitaba sus silbidos, lo cual hacía que el tipo se cague de risa como un loco. Como un loco en serio; el tipo era muy raro. Nos dejó en una estación del Sky Train que correspondía a una especie de shopping.

 

Nuestro primer tuk-tuk y su conductor rayado como una cebra

 

Al entrar, nos sorprendió la seguridad: un detector de metales, una cinta tipo de aeropuerto y un guardia de seguridad que revisaba bolsos y carteras. Solamente había visto cosas así en Israel. Muy raro. El shopping tenía toda la infraestructura de un shopping de verdad, pero todo el resto parecía un boli-shopping. Los negocios amontonados, todo tirado por todas partes, nada de orden, el baño había que pagarlo aparte. Pasamos frente a un espejo gigante, que funcionaba también como pared a un negocio (o talvez una peluquería o algo así). Mirando el espejo, abrí bien grande la boca, saqué la lengua, y empecé a revisarme la garganta a ver si tenía placas. Me imaginaba del otro lado a las personas mirando cómo les sacaba la lengua. Intenté hacerlo rápido antes que salgan a cagarme a trompadas. Definitivamente, tenía placas. Fuimos a una farmacia y pedí amoxicilina. Afortunadamente la farmaceuta me entendió inmediatamente. Mente mente mente. Sacó unas pastillas grosas, de marca, de amoxicilina, y me pidió 12 dólares. Sin orden médica, ni receta, ni nada no iba a recuperar nada de esos 12 dólares por parte de Assist Card. Y no daba llamar, pedir turno, perder un día viendo médicos, cuando ya sabía que tenía anginas y estaba en la puerta de una farmacia. ¡Pero tampoco daba pagar 12 dólares! Sí, ya sé, no es nada, pero con la mochila en los hombros cada billete pesa. Duby preguntó a la mina si no tenía algo más genérico, más barato, y la mina sacó otra amoxicilina que no era de marca, de 500 mg cada pastilla, y costaba 4 dólares. Obvio que compré la segunda.

 

Yendo al Sky Train vimos un espectáculo callejero de dos flacos que bailaban como robots, muy zarpados. Me clave la primer pastilla de amoxicilina, y subimos al Sky Train. Nos bajamos en nuestra estación: Nana (que siempre nos hacía acordar a Silvi).

 

Nana nananananna

 

Me quedé descansando en el hostel, y Duby se fue a caminar. Cuando volvió, emprendimos una nueva caminata hacia un lado para el que nunca habíamos ido. Nos cruzamos con muchísimas mujeres tapadas como en los países árabes. Están conquistando el mundo, sin dudas. Llegamos hasta un Mc Donalds a donde entramos para usar el baño, y el 100% de la clientela era de árabes. Volvimos al hostel, compramos unas brochettes de pollo y de carne, una Sprite en un Seven Eleven, cenamos muy tranquilamente, subimos a ver La Isla Desierta, la de Scorcese, que se veía MUY mal, pixelada, contrastada, mal el sonido, y dudé muchísimo si sacarla y verla bien en otro momento, pero me terminé enganchando y la vi entera así. Perdón Martin.

 

Tuvimos que despertarnos bien temprano, desayunar a las apuradas, y salir disparados a la estación, vía Sky Train, para tomarnos el micro a Camboya. Era un viaje larguísimo. Nos bajamos del Sky Train, y buscamos el 77, pero no pasaba por la parada, siempre seguía de largo y nos dejaba de garpe. Terminamos parándonos en la mitad de la calle indebidamente, y se nos acercó un policía. “Acá vamos presos”, pensamos los dos. Estábamos haciendo cualquiera. El policía nos preguntó: “¿A dónde van?”. Le contestamos, e inmediatamente se puso manos a la obra para conseguirnos un colectivo que nos lleve. Increíble, un fenómeno el tipo. Ordenaba a los colectivos que frenen, les preguntaba a dónde iban, y los dejaba seguir. Hasta que encontró uno que iba a nuestra estación, y nos hizo subir. Qué capo.

 

Minutos después llegamos a la estación. Teníamos media hora hasta la partida del micro. Me senté a esperar mientras Duby llamaba por teléfono a Serdi (o lo intentaba). El viaje duró unas 4 ó 5 horas hasta el pueblo fronterizo con Camboya del lado tailandés. Nos tomamos unas motos-taxi hasta supuestamente la frontera, pero las motos frenaron en una especie de agencia de turismo, que decía “FORNTIER” en lugar de “FRONTIER”… nos bajamos de las motos, nos dieron un papelito migratorio, y nos dijeron que eran 1200 Bahts (40 dólares) por la visa a Camboya. Nosotros teníamos entendido un precio más cercano a los 25 dólares. Nos pareció todo una chantada. En primer lugar no estábamos en la frontera propiamente dicha, sino en un puestito en la mitad de la ruta. En segundo lugar los números no cerraban. Vimos a muchos turistas, de todas formas, comprando acá. Les dijimos que no, y empezamos a caminar hacia la frontera. Nuestras motos nos dijeron que esperemos, que no nos hagamos drama, que nos llevaban. Nos subimos a las motos, y la de Duby paró en un edificio que estaba AL LADO de donde estábamos en ese momento (al lado de FORNTIER), con un cartel gigante de “CONSULADO DE CAMBOYA”. Se notaba que no era una chantada sino que en serio era el consulado. Bien puesto, prolijo. Nos dijeron que costaba 1000 Bahts ahí. Estamos hablando de un lugar AL LADO del otro. Tampoco nos cerraba. No estábamos en la frontera, pero creíamos que era muy zarpado que el consulado mismo de Camboya nos estafe. Terminamos pagando los 1000 Bahts. Subimos nuevamente a las motos, que nos dejaron en la frontera y tuvieron la cara de pedirnos propina después de ser partícipes de un intento de estafa. Caminamos hasta la frontera misma, en donde había mucha cola. Encontramos el puestito de Visa On Arrival, donde costaba 25 dólares. Efectivamente, el Consulado de Camboya nos había estafado. Increíble. Nos quedamos muy calientes con todos, y ya entramos a Camboya (después de una larga cola) odiando a los camboyanos.

 

    Pasándola Joya en migraciones de Camboya

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7 Comments

  1. No quiero sonar estúpida, pero en la foto de “Nana”, abajo a la izquierda donde levemente se ve una parte de una foto publicitaria… no es Darthes y Esquivel (busqué los nombres en Internet buscando mi corroboración) de Patito Feo?
    Estoy flasheando en colores o tengo sentido?

    espero verte pronto Loco!

    1. Ni idea quienes son Darthes y Esquivel… Patito Feo lo ubico, ese cuento para chicos del patito que era negro cuando todos los amiguitos eran blancos divinos.. y despues crece y se convierte en un cisne y se la manda a guardar a todos… Que racistas son los cuentos para chicos.

      Ademas odio que en estas series o historias, el feo para ser feliz no tiene que sentirse bien consigo mismo a pesar de ser feo, sino que tiene que pasar a ser lindo para ser feliz… cuan enfermo es el mensaje QUE LE DEJAMOS A NUESTRA JUVENTUD EEEEEEHHHHHH???

      Igual seguro te referias a la serie televisiva colombiana…

  2. no hay una definicion de como se creo el universo segun el budismo, por q no es una religion teista osea no hay dios como en tu religion ya te lo explique varias veces… cuando vuelvas a buenos aires te lo explico de nuevo la puta madre!!!… posta q con lo del templo me exite, hubiera estado bueno poder ir a verlo

    1. Pero por mas que no sea una religion teista, no deberia tener una explicacion de como se creo el mundo?

      Que al menos diga: “Estuvo siempre ahi”… tu religion no existe Jony! AGUANTEN LOS AGNOSTICOS Y EL ANARQUISMO (???)

      Abrazo.

  3. Te sigo con alegria e interes, me puse al dia desde que llegaron a Iran. Me falta la etapa previa pero, afanando minutos en el laburo, te leo entre tarea y tarea.
    Un gusto Pablo, me encanta tu viaje y cdomo lo relatas.
    Un abrazo.-

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