#8

Me acabo de tomar un litro de cerveza, si de golpe aparece Benny Hill en mi relato, puede no ser cierto. No pretendo mentirles. Aunque puede ser cierto.
Nos tomamos el micro ese, de Cartagena pa Santa Marta. No recuerdo nada del viaje, aunque le dije a Zetu que seguro me iba a acordar de todos los viajes. Debemos haber dormido, qué se yooo!!!
Ah, bueno, ya me acordé cómo era la estaciòn de Santa Marta. Llegamos ahí, y colgamos de averiguar por pasajes a otros lugares, como siempre. Muy colgados. Averiguamos cómo llegar a Taganga, porque nos dijeron que no durmamos en Santa Marta, sino ahí cerquita, en Taganga. Nos dijeron que pasaba una buseta por la puerta de la estación. Una buseta es como un micro pero chiquito, que llevará unas 10 personas sentadas, a lo mejor un poquito más. Esperamos un toque y vino la buseta con la inscripción de Taganga. Pagamos los 1000 pesos colombianos (1,5 pesos argentos) y partimos. El viaje fue por demás interesante. No hay timbre para las paradas, sino que la gente grita cosas como “paradaaaaa!”, “en la esquina!”, “aquí me bajo!”, y el chofer obedece. Iba subiendo gente, y la sensación era tipo de pueblito como que todos conocían al chofer. El tipo va avanzando y cuando se cruza gente en la calle les grita para dónde va, porque toda la guita se la lleva él. No te da boleto ni nada. Ibamos avanzando y de golpe se subía una gorda divina vendedora de cosas raras colombianas, o un borracho con barba, o el loco del pueblo… divertido el viaje.
Llegamos a Taganga, y preguntamos por lo de Felipe, el hostel de Felipe, la Casa de Felipe, o como se llama. Felipe es un francés. Se debe llamar Philippe o algo así, pero como está sudacarizado le dicen Felipe, o Felipito. Si alguno de ustedes viene diganle reputo, que le gusta.
Entonces caminamos mucho, en subida, puteando a Felipe. Empezamos a ver carteles promocionando su hostel, con flechas, hasta que llegamos, despues de mucho caminar. El hostel estaba lleno, y habían reservas para varios días, así que al día siguiente tampoco ibamos a poder quedarnos. Nos dijeron que muchos hostels estaban llenos, pero que había uno nuevo que no se como se llama con rejas blancas en la puerta enfrente de la cancha de fútbol, así que hacia allí fuimos. Teníamos muy buenas referencias de La Casa de Felipe, y la verdad es que pasamos otro día por el hostel y está muy bueno, así que si alguna vez pinta venir para estas tierras, hagan reservación con anticipación en lo de Felipe!
Bueno, terminamos en lo del Mayor Mora. Un viejo que era ex mayor del ejército muy muy atento y amable. Todo el tiempo venía a ver cómo estabamos, si necesitabamos algo, si estabamos contentos. El y su mujer habían abierto el Hostel hacía tan solo unos 10 o 15 días. El cuarto era chiquito, pero el lugar estaba copado. Toda la familia del Mayor (sus 3 hijos y flia – nietos, etc) habían ido a visitarlos y dormían ahí tambien. Era raro, como estar en una casa de familia muy grande. Nos trataron excelente, pero no tuvimos oportunidad de conocer a otros mochileros.
Esa tarde salimos a caminar un poco por la playa, y no nos agradó para nada. Muchos bares daban a la playa, con sus parlantes saturando, no se podía hablar casi. Toda la música de todos los bares mezclada, la playa muy muy sucia. La gente en Colombia no cuida mucho lo suyo, tiran las cosas por la ventanilla, ensucian su país y no les importa mucho. Así que caminamos un poquito, y cuando nos cansamos del ruido y la suciedad, volvimos a lo del mayor. En el camino tambien veíamos parlantes a pleno, pero saturando terrible, zarpado. No entendíamos. Yo supuse que cuanto más ruido hacían, más hombres eran, o alguna boludez así. Tipo los fahmes que aunque no tengan un mango tienen 18 hijos porque así son más hombres, o se compran un auto sacando un crédito que nunca van a pagar, etc… era muy loco cómo sonaban esos parlantes.
El mayor nos explicó que era día de fiesta (1ero de Enero) y que por eso estaba así la música. Era cierto, al otro día todo Taganga estaba más tranquilo.
Pero siguiendo en este día. Nos sentamos en el porsche de la casa del Mayor a leer nuestros libros. Ya había terminado Zetu con Timboctú, y yo con Leviatán, ambos de Paul Auster, así que los intercambiamos. Estuvimos ahí tranquilos leyendo, y nos fuimos a comer un sandwiche a La Baguette de María. INCREIBLES SANDWICHES. Zetulín se pidió uno vegetariano con queso, que no podía creer lo rico que estaba y lo barato que estabamos pagando. Yo uno de pollo al curry, copadisimo. Los dos con licuados. El un jugo de naranja creo. Yo, para hacerme el original, el que pruebo cosas locas y nuevas, pedí uno de “tomate de árbol”. No recomendable. Me moría por el jugo de naranja de Zetu!.
Ustedes saben cómo me preparé para este viaje: yendo a bailar salsa con Chocolate, yendo al recital de una gran cantante colombiana que no mencionaré en este momento porque el mail en el que tenía que parecer trolo era el de Secreto en la Montaña, y un par de cosas más… pero bueh, no estaba preparado para el licuado de tomate de árbol.
Nos fuimos a dormir tempranito, cansados pero contentos.
Al otro día amanecimos y salimos para la playa, caminando por la montaña. Desde arriba, Taganga es el Cinqueterre, es Mónaco, es impactante. Un pueblito al lado de un mar turquesa, que se ve perfecto. Desde abajo, es un fahmerío, una roña. La verdad es que no quiero matar a ese lugar tanto tampoco. Le pifiamos en la época en la que caímos: vacaciones de las escuelas colombianas. Todas las familias de roñosos con sus chicos roñosos. Es así. Pero bueh, caminamos por la montaña con la esperanza de encontrar una playa virgen increible, limpia, con arenas blancas, mar turquesa, palmeras, cocos, y mujeres preciosas, pero nos conformamos con una playita chiquita, con familias ruidosas, pescados muertos en el piso, muchas piedras en lugar de arena, pero cocas colas baratas. Nos tomamos una coca cada uno, estuvimos un rato ahí, y nos tomamos un bote por 3000 los dos ( 1.5 dolares) de vuelta a Taganga. Valió la pena por la vista.
Ah, esa mañana desayunamos en lo de (Isabel era?), comimos bien, pero nos pareció muy interesada, ofreciendo todos sus servicios y casi rogandonos que volvamos a comer ahí. Tiene una hijita de unos 10 años divina, y Zetu le compró un collar que vendía. La nena se puso muy contenta.
Bueno, almorzamos otra vez en La Baguette de María, compartiendo una baguette de queso porque habíamos desayunado hacía poco. Despues fuimos a la playa que conté antes creo.
Luego un rato en lo del mayor, dimos unas vueltas por la playa, buscando “gente como nosotros”, es decir, mochileros que estén podridos de la roña y quieran conocer a otros mochileros como ellos, pero no hubo suerte. Hablé con un artesano para ver si nos conseguía porro, y nos dijo que le demos 15.000 y que un amigo de él lo iba a buscar. Mientras me hablaba me quería poner una pulsera alrededor de la muñeca, pero le discutí con todas mis fuerzas que mil veces me habían querido poner esa muñeca, y por más que me decían que era gratis, siempre me intentaban cobrar, pero el tipo me decía “esto es Colombia amigo, si le digo que es gratis, es gratis”. Seguimos discutiendo, le dije que sólo quería porro, y me dijo que para disimular enfrente de la policía me ponía la pulsera. Ahí se la acepté, y por más que no quisimos que su amigo vaya a buscar el porro y vuelva, no me pidió que le pague por la pulsera. Igual es un pedazo de hilo atado a la muñeca (todavía la tengo). Lo del porro, nos parecía una locura, por más que el artesano tenía razón, que si su amigo no volvía, nosotros estabamos con el artesano y con todas sus artesanías, pero el problema era que probablemente nos hubieran traido pasto, nos hubieran dicho que lo probemos alejados de ellos, escondidos, y cuando nos demos cuenta que era pasto, no nos iban a devolver la guita. Propuesta no aceptada, adiós.
No se que más hicimos. Nos bañamos, habremos leido un poco más, y salimos a buscar la pizzería de una argentina que nos había recomendado el Mayor. Nadie la conocía. Nos señalaron algunas pizzerias por la playa, pero ninguna de una argentina, así que terminamos en una pizzería de un tano, que aparentemente se había alquilado las mesas y sillas de uno de los bares que a la tarde son hiper ruidosos, y se había llevado un horno portátil para hacer pizzas Fisher Price. No mentira, un horno muy bueno. Nos sentamos en la mesa a esperar por nuestra super pizza. Al rato salió la pizza de dos flacas y un flaquito, que como no tenían donde sentarse, vinieron a nuestra mesa (chiquita). El flaco era re puto, una verdadera loca, lo que se dice loca loca loca. La loca de Taganga. Las amigas en realidad no eran sus amigas, sino que se estaban hospedando en su casa (el alquilaba cuartos). Bueno, una de ellas estaba casada y con hijos. El marido estaba en la casa, no había querido salir a comer pizza. Charlamos un rato de esto y aquello, nos dieron la bienvenida a Taganga. Preguntaron si nosotros teníamos hijos y respondimos (tipico) que creíamos que no, y eso les causó gracia. Zetulín fue a comprar una coca, y volvió con 5 vasos, así que les convidamos Coca. Se fueron, y comimos nuestra pizza, muy muy rica, finita, buen queso, buen tomate, buena masa. Rica posta. El lugar dejaba un tanto que desear. Mucho viento, las servilletas y vasos se volaban, y faltaba luz, pero excelente pizza. Pedimos otra. Un gustazo comer esas pizzas. Caminamos un rato por la ciudad… AHHHHH
Bueh, ya me parecía que me faltaba un cacho de historia. A la tarde, a la vuelta de la playa, nos fuimos a conocer Santa Marta. Nos tomamos la buseta, y cuando llegamos le preguntamos a uno que tenía una remera de “Colombia Limpia!” que parecía orientado al turismo qué se podía hacer por ahí, y el tipo nos acompañó a la Catedral. Era un milico, que le garpaban por hacer esas tareas comunitarias. Todos los milicos acá son muy jóvenes!. Conocimos la catedral, nada groso. La ciudad, nada grosa. Los puestos callejeros, nada grosos. Zetu quería unas sandalias de las que usan los surfers, pero al final no se las compró y luego en el Tayrona se arrepintió. Caminamos, conocimos un poco, y nos tomamos nuevamente la buseta para Taganga. Acá vino el tema de la pizza.
Despues de la pizza habremos caminado un rato, y nos dormimos. Amanecimos tempranito, para seguir viaje hacia el Parque Tayrona.
No se si seguir escribiendo o despertar al Iary, el tano con el que estoy viajando, e ir a comer. Creo que sigo un rato…
Llegamos a Santa Marta nuevamente en la buseta, y de ahí nos tomamos un micro hacia el Parque Tayrona. Ocupamos los dos últimos asientos, muy apretados, con las mochilas entre nuestros pechos y el respaldo del asiento de adelante, porque si las mochilas ocupan otro lugar, te lo cobran. Adelante nuestro viajaba una señora muy pícara con sus hijos. Yo iba al lado de la ventana, y Zetu a mi izquierda. A su izquierda, a su vez, se subió una chica con una guitarra. Dialogo va, chiste de argentinos viene, y terminamos teniendo un viaje muy divertido. Yo pidiendole a la chica que toque algo con la guitarra, ella diciendome que si yo cantaba algo de Juanes o Shakira ella sacaba la guitarra. Así que primero canté la parte de “Tengo la camisa negra!”, que es lo unico que me se de Juanes, y despues arranqué con un poco de Shakira, pero la pícara de adelante me dijo que nunca le cante a una chica, así que me intimidó, y la de la izquierda de Zetu nunca peló guitarra. Ella nos recomendó que vayamos a un lugar por el Tayrona donde su padre tiene un restaurante; un lugar que ya nos habían recomendado, creo que Juliana y Paula, en donde se une una cascada dulce con el mar salado. Dijimos que a lo mejor despues del Tayrona lo hacíamos. Bueh, mientras yo cantaba medio que una buena parte de atrás del micro se dió vuelta para ver quién era el sin verguenza. Llegamos al Tayrona y nos bajamos.
Empezamos a caminar en subida hacia la entrada del parque. Sabíamos que costaba 10 dólares entrar. Yo iba adelante en la subida, pasando algo que parecían puestos para pagar haciendome el boludo. Zetu venía atrás. En un momento veo que se para a atarse los cordones al lado de la puerta de entrada. Fue el momento de enfriamiento, y terminamos yendo a pagar. Primero haciendonos los colombianos (sólo pagan 3.5 dólares), pero nos pidieron los documentos y nos cobraron lo que correspondía. Entramos al Parque, y de ahí tomamos una camioneta de 10 minutos hacia otro lugar (Cañaveral), desde donde hay que emprender una caminata de unos 45 minutos subiendo y bajando hasta llegar a Arrecifes, la primer playa del Tayrona. No teníamos cambio para pagarle al tipo de la camioneta, así que Gustavo, un colombiano que habíamos recién conocido, nos dió los 500 colombianos que nos faltaban para que le paguemos. Buena onda Gustavo, también se dedicaba a sistemas. Llegamos al parque, y él nos indicó dónde estaba durmiendo. No sabíamos bien dónde dormir, el lugar parecía plagado de colombianos, famiias, pocos mochileros. Teníamos la opción de caminar hasta Cabo San Jorge, o San Lucas… Cabo algo, pero no sabíamos si iba a estar mejor, si iba a haber más juventud. Decidimos parar a comer algo, al lado de la playa en un restaurante. Dijeron que la comida no había llegado todavía. Es curioso, al Parque no llegan los autos, solo se puede llegar caminando, a caballo o en burro, por lo tanto la comida tarda en llegar, y la llevan caminando todos los días. Es por esto que es tan caro comer ahí. Lo que sí tenían eran pastas, así que me pedí unos spaghettis con salsa de champignones, y Zetu no se qué. Ambos platos vinieron con papas fritas mezcladas con la salsa. Raro. Mi salsa creo que no estaba buena, pero tenía hambre y me la comí.
Salimos, y emprendimos viaje hacia Cabo. Creíamos que iban a ser 20 minutos, pero a medida que avanzabamos, nos ibamos dando cuenta que todavía faltaba bastante. Nos cruzamos con lo que sería un guardaparques, que nos dijo que para Cabo todavía faltaba 1 hora, y que no había lugar. Enseguida desconfiamos de él. Seguro había lugar y se llevaba una comisión en Arrecifes, y aparte ni en pedo faltaba una hora. Bueh, un buen rato despues (no fue una hora, pero casi) llegamos con nuestras gigantes mochilas, subiendo y bajando caminos de piedras y barro, a Cabo. No había NADA de lugar, lo que significaba volver a Arrecifes!
Nos tomamos unos jugos de naranja, descansamos, y conocimos un poquito Cabo. El lugar estaba MUCHO mejor que Arrecifes. Se podía entrar al mar, había más gente joven, mejor onda, lejos. Pero no tenían lugar para dormir, ni carpa, ni hamacas, nada.
Terminamos los jugos y volvimos a Arrecifes. La vuelta ya nos rompió las bolas. El objetivo era llegar a un lugar peor del que veníamos, que ya conocíamos, sin esperanzas. Pero bueeeh… estamos de vacacioneeees.
Llegamos a Arrecifes y empezamos a negociar precios de carpas. O más bien, nos bajamos los pantalones directamente, porque nos cobraron 30.000 (15 dólares) por la carpa, lo mismo que nos costaron todos los hostels copados del viaje. Esto era una carpa si colchoneta, con el suelo duro abajo. Por lo menos logramos negociar que nos consigan unas colchonetas. Ya teníamos techo al menos. Dejamos los bolsos ahí adentro, y nos fuimos a conocer un poco Arrecifes.
El lugar es realmente hermoso, de los más lindos que conocí en mi vida. Creo que Dios (y esta vez sí con mayúsculas, porque ahí existe) va a descansar ahí. Groso lugar. Mar turquesa, rocas gigantes con plantas verdes sobre el mar, montañas gigantes recontra verdes. Una imagen vale mas que mil palabras. La imagen se las debo, las mil palabras tambien.
Zetulín se quedó dormido sobre una roca, y yo la flasheé con la vista, con las nubes, con el mar, con la montaña y las rocas.
Continuará…

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