Medellín es Seguro! #10

Y salió el micro con destino Medellín. Era raro estar solo. A mi lado se sentaba Angélica, una chica jóven nacida en Medellín. Su familia se había mudado a Cartagena, para disfrutar del retiro de su padre, y ella había decidido quedarse en Medellín estudiando. El único problema era mantenerse, y para eso trabajaba muchas horas en un bar por las noches, llamado El Garage, que queda en el Parque Yeras. Luego asistía a sus clases, y volvía muerta para descansar tan solo unas horas y volver al trabajo. Uno veía que se sentía orgullosa por lo que hacía, por todo el esfuerzo. Uno a veces siente, y más cuando se es jóven, que vale más el esfuerzo que el resultado. Ella tenía unos 20 años.
Yo iba al lado de la ventanilla, Angélica al lado mío, y del otro lado del pasillo se sentaba una mujer de entre 30 y 35 años, que tenía un nombre hebreo, según dijo ella. Algo así como Deinnys. Ella es la que mantenía a flote todas las conversaciones que se sucedieron al comienzo del viaje. Angélica era más bien callada. Deinnys me recomendó muchos lugares para ir, me preguntó cómo la estaba pasando, en dónde había estado. Me dijo cuán raro le resultaba ver a alguien viajando solo, sin un lugar para quedarse en Medellín. Era como que le daba pena, y como que no lo entendía. No entendía el concepto de hostel, ni de mochilero. Me dió su teléfono y me dijo que me iba a sacar a pasear, a conocer 3 o 4 lugares, y que me iba a presentar a un amigo suyo argentino muy simpático. La mejor onda Deinnys.
A su lado se sentaba Dazo, a quien yo no podía escuchar del todo qué estaba diciendo. Luego la conversación se dividió un tanto, y cada uno habló con su compañero de asiento. Angélica estudiaba abogacía y le gustaba mucho la carrera. Quería empezar a trabajar de eso, pero recién estaba comenzando 2do año.
Vimos una película llamada The Punisher, El Castigador. Bastante mala. Mucha violencia, acción, peleas, tiros. La verdad, me entretuvo. Angélica ya había visto partes en el viaje de ida. Empezó a hacer frío. Todos los pasajeros colombianos experimentados ya saben lo que son estos viajes, y se llevan frazadas, pantalones largos, abrigos. El aire acondicionado estaba realmente a una temperatura exageradamente baja. Hacía un frío de cagarse, digamos. Yo me había llevado unos joggins y un buzo, porque se que suelen refrescar estos viajes, pero no alcanzó. Me cagué de frío todo el viaje. Trataba de acercarme un poco a Angélica para compartir el calor, pero tampoco daba para tirarme encima. Terminó la película y me dormí.
En algún momento el micro hizo una maniobra muy brusca. La verdad pensé que volcábamos. Me parece que terminó en la banquina de la mano de enfrente, porque se mandó alguna cagada. El volantazo que pegó hizo que todo el micro se despierte, algunos pegando grititos de miedo. Angélica pegó el gritito y me agarró del brazo, asustada. Enseguida se tranquilizó la situación, le dije que no pasaba nada, y se volvió a dormir. En serio pensé que nos ibamos a la mierda.
El micro hizo una parada para comer algo. Ningún viaje en micro de Colombia incluye comida arriba del micro como lo hacen en los viajes largos en Argentina. Así que paramos, y el chofer dijo que teníamos 15 ó 20 minutos. Calculé que no iba a alcanzar a comer algo copado en ese tiempo, así que me compré un yogur. Resultaron ser mucho más que 20 minutos, y si el chofer me hubiera dicho la verdad, habría comido algo más que un puto yogur pulgoso. Angélica se la pasó hablando por celular en el tiempo de la parada. Yo estaba maravillado, impresionado, asqueado por la roña que había en la parada esta. El piso lleno de basura; era imposible caminar sin tropezarse con un papel de algún helado, una papa frita o un frasco de yogur a medio terminar (no era el mío). Un asco en serio. Veías a los tipos tirando las cosas al piso sin importarles nada. Un asco. A mi lado se paró Dazo, y ahí empecé a conocerlo mejor. Es un tipo que enseña en una facultad, creo que en Medellín, de unos 27 años. Trabajaba de algo de sistemas, pero más orientado a las matemáticas. Le gustaba mucho lo que hacía, pero era un tipo impaciente en extremo. El Rey de la Impaciencia. Un ansioso al 100%. A los 10 minutos de esperar la salida del micro lo veías moverse de un lado al otro, morderse las uñas, mover las piernas sin ir a ninguna parte, mover los brazos sin darle utilidad al movimiento. El tipo me dijo que era muy ansioso, que no podía aguantar las esperas. Yo asentía a todo lo que me decía, porque me daba miedo que haga de mi su primer víctima de sus asesinatos seriales. Estaba clarísimo su futuro: Matar sin ser descubierto; un asesino brillante, un genio de las matemáticas, al que ni el mejor detective puede encontrar; ni Lázarus puede encontrarlo.
El micro siguió el viaje y nos volvimos a dormir. Amaneció nevando en París. Al rato estabamos llegando a Medellín. No habíamos retomado la conversación con Deinnys, y todo el entusiasmo que había puesto ella en llevarme a pasear por Medellín parecía haberse enfriado; quizá por culpa mía, por no mantener a flote la conversación, o por no haberla retomado cuando ya había luz. No lo se, pero de todas formas no tenía tanto interés en que me muestre ella la ciudad. De todas formas cuando se alejaba por el pasillo del micro para bajar en la estación, me repitió que la llame.
Agarré mi bolso, y me tomé un taxi. Todos los taxistas te hablan de futbol, y saben más de futbol argentino que yo, que tampoco se mucho, así que los tacheros podrían saber poco, pero saben mucho. Llegué al hostel, toco el timbre, y me abre Diana, una colombiana muy linda y simpática, y me dice: “Bienvenido Pablo”. Me estaban esperando. Grosooooooo. Que linda bienvenida. Esto arranca bien!
Hicimos una recorrida por el hostel; me mostró mi cuarto, y me preguntó si estaba bien que duerma en la cama de arriba. Le dije que sí, que todo bien. Bajamos a la cocina y me mostró una plancha llena de huevos, y unos cajones llenos de naranjas. Dijo que era todo gratis para la hora del desayuno; que podíamos hacernos unos huevos y unos jugos de naranja con una máquina exprimidora muy grosa que tenían ahí, que consistía en una palanca que al bajarla se aplicaba presión sobre la naranja exprimiéndola.
Subí al cuarto, agarré mi toalla y me entré a bañar. No lo podía creer: agua caliente. Desde Bogotá veníamos bañandonos con agua totalmente fría. Qué placer: un buen chorro de agua caliente. Comencé a recuperar la temperatura corporal que había perdido en el viaje en micro con el frío del aire acondicionado. AAAAhhhhhhhhhhhh……. No… no. nooo no non ooooooooooooooo nooooooooooooooNOOOOOOOOOO. Se me fue el agua calienteeeeeeeeeeeeeeeeee ooo hhhhh. Y bueh, no duró mucho. La cagada es que Medellín no es una ciudad caliente como Cartagena o Santa Marta; esa mañana hacía frío, y no era joda desenjabonarse con agua fría. Una cagada, pero bueh. Volví al cuarto temblando y conocí a Keagan, un preparador físico australiano, y a Iary, un italiano de Torino. Vean Santa Maradona, está filmada en Torino y es muy buena. Iary es analista programador, pero está podrido de las computadoras como yo, y quiere hacer algo en donde haya más relación con la gente. Tiene 30 años, y cree que va a pasar un año en Australia para aprender inglés y tratar de dedicarse a otra cosa que las computadoras. Su nombre es ruso, y en ruso se escribe Yari, pero la mina que lo inscribió cuando nació era medio bruta y le puso Iary. Tenía buena onda. Dijimos de salir a la noche en Medellín.
Ese día fue muy tranqui. Lo disfruté mucho. Caminé despacito, disfrutando del día, de los árboles, de los pajaritos, del aire hasta el supermercado que quedaba a la vuelta del hostel. Me compré unos tomates y un poco de queso rayado. Estaba tranquilo, relajado. Volví al hostel, y me cociné unos huevos con tomate y queso, y exprimí unas naranjas para hacerme un jugo. Eran las 9 de la mañana. Conocí a Rosa, la señora que limpiaba en el Palm Tree Hostal. Primero me pareció muy seca, y mala onda. Despues me cayó más que simpática. No entendía nada, masticaba con la boca llena, y puteaba a todos los turistas, pero creo que a mi me quería. Desayuné con Diana y con Rosa, tempranito. Rosa me convidó una arepa, que es como… no se… como decir pan, pero no es pan, pero algo para comer la comida con. Así nomás te lo digo. Así que la mejor. Aparte me había comprado un yogur y unos plátanos, que pensé que eran bananas. Despues nos quedamos hablando con Diana de diferentes cosas. Me dijo que hay un barquito que te lleva “ilegalmente” al Tayrona por 15.000 (7 dólares). La entrada a extranjeros vale 21.000 (10 dólares), y había que caminar como 40 minutos. El barquito en cambio te llevaba directo ahí por menos plata. Ella decía que no era ilegal en realidad, porque todos los derechos de comercialización del Tayrona estaban cedidos a un francés, que se llevaba toda la plata de todos los que entraban, y que a ella le parecía muy injusto. Hablamos de esas cosas un poco, y me fui a leer.
Al mediodía cociné unas pastas. Desde una barra al aire libre que tiene el hostel se ve la cocina, y un tipo gigante tatuado me miraba. Cuando digo tatuado, me refiero a todo el cuerpo, absolutamente todo el cuerpo tatuado, salvo la cara. El pecho y la espalda no tenían un solo hueco sin tatuar. Pensé que me quería violar, y me dió mucho miedo, así que ni lo miré ni le hablé. Seguí leyendo mi libro, y despues vi que Iary estaba hablando con este tatuado. Se llamaba Piero y era italiano. Tenía 55 años. Pensionado. Vivía 6 meses en Italia y los otros 6 meses viajaba, todo con la plata del retiro. Me sentí un boludo por no haberle hablado antes, pero en serio me estaba mirando fijo, en una actitud muy rara. Lo más probable es que estaba drogado o algo, porque despues nos ofreció a Iary y a mí dejarnos la merca que tenía, lo cual rechazamos, por supuesto.
Entonces ahí estaba, leyendo mi libro, habiendo rechazado el contacto social con gente del hostel por pensar que eran maníacos sexuales violadores de argentinos. Me sentí un boludo, un antisocial. Era un tanto tarde para remediarlo, porque la conversación entre ellos iba en italiano, y muy rápido, y todavía me intimidaba Piero!
Entonces, despues de terminar Timboctú, o algo así, el segundo de Auster que leí en el viaje que intercambiamos con Zetu, me fui a acostar. Confiaba en que Iary me despertaría para salir como habíamos quedado. Cerca de las 23 hs me despierta. Yo estaba hecho un zombie, pero era hora de salir y conocer la noche de Medellín. Despues de todo, era sábado a la noche!
El tano se vistió bien cheto, como todos los tanos. Es increíble como les importa la ropa, y estar prolijitos y lindos a los italianos. Me causaba gracia haber dejado a Zetu en Santa Marta con su sombrerito de cowboy, su perfume y sus camisas, y encontrarme con un tano que observaba costumbres similares en este área denominada estética personal. Taxi al Parque Yeras, por favor.
Llegamos, y nos sentamos en un bar a tomar algo. Primero recorrimos un poco el Parque. Vendría a ser algo así como una plaza Serrano, con bares alrededor. Los bares son más chetos, la plaza es más grande, y hay como un desnivel en la plaza, por lo tanto tenés bares arriba y abajo. Está bueno. Yo me pedí un Cuba Libre, carísimo, y creo que Iary se pidió una caipirinha, carísima. No recuerdo cuanto costaba, pero cerca de 12.000 o 14.000 (6 o 7 dólares). Era más de lo que costaba un buen almuerzo. Iary, en el transcurso del beber, fue al baño un par de veces, unas dos veces. Yo estaba seguro que iba al baño a meterse rayas de merca, pero despues me di cuenta que no. La verdad no se qué hacía en el baño pero no creo que haya sido eso. Ahora lo conozco mejor, pero en el momento creí que debía ser eso.
Entramos al boliche, y era un lindo quilombo. La entrada daba un descuento de un 50% para tomar alcohol, así que nos pedimos una media de Agua Ardiente (una botella de las chicas). Había tomado una sola vez antes con Zetu, Paula, Juliana y Chipi en año nuevo. Entre 5 era una cosa; entre 2 era otra cosa. Definitivamente. Al ratito ya estabamos los dos en pedo. Saqué mil fotos boludas, filmé un montón, e invité a dos chicas a cenar. Una me dió el mail que lo memoricé, y la otra grabó su teléfono en un video de mi cámara. Mi estado era patético, realmente. Nunca las volví a ver. Unos días despues, una cordobesa, Virginia, al ver la foto de una de las que invité a cenar me diría: “es un trava”. Tenía razón. Yo estaba aplicando el puntaje mochilero ebrio en aquel momento, y para mi esta chica era hermosa, pero veo la foto ahora y parece un trava. Tiene más mandíbula que Frankenstein. No llego a ver si tiene nuez. La otra no tengo idea, la recuerdo impactantemente hermosa, pero bueh, puntaje mochilero ebrio… porque Iary me dijo que zafaba hasta ahí, y él también estaba borracho. Patéééticooooo. Noche más que divertida, de todas formas. Ah, en un momento de la noche, estoy hablando con la mina que dejó su teléfono grabado en un video de mi cámara de fotos, y un flaco se acerca y medio que me saca a la mina. Yo pensé que era el novio y le pedí disculpas. Le dije algo un tanto machista que me dijo un flaquito una vez en el Guevara: “entre bueyes no hay cornadas”. No se si me entendió, pero no me quería dar la mano, y me hacía fuck you todo el tiempo. Un tipo raro. Despues me di cuenta que la mina del teléfono en un video del celular no era su novia, sino amiga de la novia, así que volví al ataque. No entendía qué carajo le pasaba al flaco, pero todo el tiempo molestaba y se la quería llevar. Finalmente me dió el teléfono y salimos todos del boliche. Paran un taxi, y el flaco se está subiendo y otra vez me hace fuck you. Me acerco al taxi, y por la ventanilla del conductor (la de él estaba cerrada) le digo muy tranquilo: “vos sos un boludo flaco”. El flaco abre la puerta del taxi y amaga a bajarse. Me quedo ahí mirandolo y le repito: “boludo, sos un boludo flaco”. Iary no entendía nada. Debe haber pensado: “Estos sudacas retrógrados violentos”. Pero el tipo en serio era un boludo. Me hubiera gustado llamar a la mina para putear a su amigo o para que me explique qué carajo le pasaba.
Dormimos, y al otro día me desperté con una resaca infernal. Por supuesto, despues del Agua Ardiente seguí tomando, mezclando… nada sano. Un dolor de cabeza terrible. Me hice unos huevos, entrando a la cocina sin saludar a nadie, con la cabeza gacha y las pestañas pegadas. Creí que los huevos, el aceite, y esas cosas iban a ayudar a recuperarme, pero no fue tan así. Partimos hacia el museo Botero y la Iglesia de Medellín con Iary. Nos tomamos un metro, o un tren. Combinamos y llegamos. El museo Botero muy bueno. Como siempre, disfruté mucho más de la pintura que de la escultura. No entiendo qué es lo que tengo que ver en la escultura, qué es lo que me tiene que impresionar. La pintura me gusta mucho: cómo decidió disponer de las cosas en el cuadro, cuál es el encuadre que eligió, etc, etc, etc. Me gusta mucho más. De todas formas lo que más recuerdo es una escultura: una guitarra gorda, al estilo Botero. Me impresionó cómo el tipo podía darle esa misma estética hasta a objetos. Buenisimo.
Estaba un poco mejor de la resaca. Me había comido 1/4 de hamburguesa y unas papas fritas muy aceitosas, y eso probablemente ayudó un tanto. Salimos del museo y nos fuimos para la Catedral. En el camino Iary cada tanto llamaba al celular de una amiga de él; una chica de Medellín que conoció en Buenos Aires. Según él, una chica muy linda, llamada Paulina. Había onda entre los dos. Pasaron el año nuevo juntos en Cartagena, junto con dos amigos de Paulina. El sintió que los amigos de Paulina la cuidaban, lo mantenían a él alejado, y se sintió muy incómodo con la situación. Como ejemplo, la noche de año nuevo por esta situación, se fue a dormir a las 2 am. Bueno, estaba tratando de ubicarla para verla, pero le atendía el contestador directo siempre.
Llegamos a la Catedral, y estaba cerrada, así que fuimos a hacer un poco de tiempo a internet hasta que abra. Cuando abrió, la recorrimos un poco. Recordé algunas cosas de las clases de Historia del Arte, muy pocas cosas para decir la verdad. La Catedral está bien, hasta ahí. Tranquila. Volvimos al hostel, y creí que ibamos a cocinar juntos con Iary unas pastas italianas. El agarró algunas cosas, yo agarré mis pastas y un poco de tuco prefabricado, y Iary empezó a cocinar. Al rato le pregunté si necesitaba ayuda, y sorprendido me dijo “ahhh… ehhh… bueno, a lo mejor alcanza para los dos”. Ufff, yo me había dado cuenta que estaba la chance de que esté cocinando para él solo, pero no estaba seguro. Al final terminé haciendome yo unas pastas por mi lado. Fue gracioso, porque en la cocina había 3 tanos: Iary, Piero y Damiano. Es raro encontrar tanos mochileros, y encontrar 3 en una misma cocina, los 3 cocinando sus pastas, era muy gracioso. Comimos todos juntos. En ese momento me dice Iary que Paulina lo llamó al hostel, que está cenando con una amiga que se va temprano. Iary me dice si quiero ir, y le digo que por supuesto. El no estaba seguro si la manera correcta de proceder era que vaya yo. A lo mejor Paulina quería estar con él a solas, pero mientras estaba su amiga ahí, yo podía ir para bancarlo. Decidió decirme, y yo decidí ir. Empecé a joderlo en la mesa “la ponés seguro”, y cosas así. Los tanos, Damiano y Iary, se cagaban de risa con esto, y repetían “seguro!, seguro!”. Nos tomamos un taxi y fuimos otra vez al Parque Yeras.
En Colombia no se usan los teléfonos públicos para llamar a celular. En todas las esquinas hay tipos con pecheras de colores y carteles que dicen “minuto celular a $ 300” o algo por el estilo. Te alquilan sus celulares por minuto para que llames a otro celular. Es muy loco. Para colmo, según la compañía a la que querés llamar, tenés que usar un celular diferente, porque sino es mucho más caro. Es como decir que si de un Movistar querés llamar a un CTI, te sale muchísimo más caro. Entonces tenés que buscar alguno de estos tipos de la calle que te alquile un celular de la misma compañía a la que querés llamar. Se dan cuenta de qué compañía es por el comienzo del número. Bueno, la llamamos a Paulina para ver dónde estaba, y nos mandó a un bar.
Cuando llegamos, ella no estaba. Esperamos un rato. Nos pareció raro que no esté. Al rato llegaron. La amiga, un 3 mochilero sobrio. Ella, un 10 civil en un día de alta autoestima. Un bombón. Razgos pequeños, nariz pequeña, orejas pequeñas. Pelo largo, morocha. Ojos gigantes negros. Muy linda. Nos sentamos, y hablamos de diferentes cosas. Hicimos lo que no hay que hacer, y hablamos de política y de religión el primer día que nos conocimos. Puteamos a Chavez, e hice lo posible por defender al Estado de Israel. “¿Qué harías si de golpe la ONU decide que la Patagonia es de los Croatas?”, me preguntó alguno de los de la mesa. Ninguna de las preguntas, ni de los comentarios venía con ánimos antisemitas. De eso estoy seguro. Paulina parecía distante. No participaba de las conversaciones, tenía la cabeza en otra parte. La amiga conversaba bastante. Las chicas y yo tomamos algo con helado, chocolate y muy poco alcohol. “Un trago de niñas”, me diría Paulina. Era muy rico, y yo no estaba para chupar despues de la noche anterior.
El bar cerró cerca de las 12, y le dijimos a las chicas de seguirla en alguna otra parte. Yo quería dejarlo a Iary a solas con Paulina; parecía importarle la mina. Era domingo, pero al día siguiente era feriado, así que había bastante movimiento, por más que el bar cerró tan temprano. Había boliches abiertos, y demás. Las chicas rechazaron la propuesta, se tomaron un taxi, y se fueron a dormir. Iary se quedó desconcertado. No entendía qué había pasado, qué había salido mal. No entendía por qué Paulina había estado distante. Si ella esperaba que Iary vaya solo para estar los dos a solas, o qué carajo había pasado. Quién las entiende. De todas formas ella podría haber pensado lo mismo: “Le digo de ir a tomar algo, le aviso que mi amiga se va a ir temprano, y viene con un amigo. Quién los entiende”. Caminamos un rato, y entramos al mismo boliche de la noche anterior, esta vez de entrada gratis. Había gente, pero estabamos cansados, y no estabamos en condiciones de tomar alcohol. Nos quedamos un ratito y salimos. Preguntamos en un boliche de enfrente, y nos dijeron que era una fiesta privada y que no podíamos entrar. Taxi al hostel y a dormir.
Saludos!

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